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En busca de la verdad y el decoro por Leonardo Calvo Cardenas

Cubanet.

Hospital Pediátrico Pedro Borrás Astorga
LA HABANA, Cuba, Octubre, www.cubanet.org -Hace pocos días un grupo de especialistas del servicio de cirugía del hospital Calixto García de la capital cubana, en un acto sin precedentes, dirigieron una carta abierta al presidente cubano general de ejército Raúl Castro, en la cual expusieron sus malestares e inquietudes por las deplorables condiciones que muestran los servicios de salud, la indolencia de las autoridades y la irresponsabilidad gubernamental ante la tragedia.
Los firmantes del documento, sin afeites verbales, sin edulcoramientos argumentales, exponen en su misiva las graves carencias materiales que degradan el servicio y la atención hospitalaria, el lastimoso estado constructivo de las instalaciones, las deficientes reparaciones, así como las insostenibles condiciones de trabajo que convierten al sistema de salud en un trauma doloroso para pacientes y trabajadores, a pesar de las loas cotidianas que a él cantan los funcionarios y voceros del gobierno.
En su misiva, con sólidos argumentos e ilustrativas descripciones, los galenos reafirman su compromiso con su misión profesional, pero responsabilizan al gobierno con el desastre que denuncian y alertan de las graves consecuencias que pueden derivarse de la continuidad de la posición acrítica y complaciente con que desde el poder se atienden los problemas del sistema de salud.
En 1959 la revolución encontró, sobre todo en la capital del país, una sólida red hospitalaria, con un alto por ciento de camas por habitantes, un sistema de salud diversificado que incluía la medicina privada, la mutualista, la cooperativa y la pública y sobre todo una pléyade de profesionales, técnicos y paramédicos reconocidos por su calidad, entrega y vocación que brindaban sus servicios en cada uno de esos espacios facultativos.
Para 1968 ya todo el sistema de salud había sido estatizado y junto a la extensión de la cobertura hospitalaria a algunas zonas rurales más desprotegidas, comenzaron a manifestarse los males de la monopolización gubernamental del sector. Muy a tiempo, para su conveniencia, las autoridades establecieron un bien estructurado apartheid médico con centros bien equipados y garantizada excelencia para atender las necesidades de la élite gobernante y los extranjeros residentes o de paso por la Isla.
En la década de los ochenta el máximo líder escapó hacia delante de los inocultables problemas que ya presentaba el sistema, impulsando su megalómana campaña que presentaba a Cuba como una “potencia médica mundial”, sin tener en cuenta que la garantía de un sistema de salud es su permanente cuestionamiento y crítica.
Las campanas al viento, la lejanía de las autoridades de los verdaderos problemas ―ellos tienen sus propios hospitales― la ausencia de cultura cívica y jurídica de los ciudadanos para impugnar adecuadamente las reiteradas negligencias e indolencias, el peso de la crisis económica que durante las últimas dos décadas ha destruido la infraestructura y limitado en extremo los recursos, la deficiente preparación de algunos facultativos y técnicos, la falta de rigor y seriedad en las labores constructivas y de reparación, que han convertido estas inversiones en una sangría de recursos desviados ilícitamente, se unen a la exportación de casi treinta mil especialistas y técnicos del sector, devenidos, por obra y gracia del desastre económico del modelo, en casi la única fuente de divisas para el estado; para convertir al sistema de salud cubano, más allá del desenfreno propagandístico, en un verdadero e incurable dolor de cabeza para pacientes y trabajadores.
Durante muchos años los cubanos vienen padeciendo los rigores del vía crucis que constituye acceder a los servicios del deteriorado sistema nacional de salud, sin dejar de escuchar el cuento de sus imaginarias bondades, que no se ven por ninguna parte, y que ahora se refuerza con la “brillante” idea de informar y recordar a los ciudadanos el supuesto costo en dinero de los servicios y atenciones que reciben, presumiblemente de manera gratuita, gracias a la magnanimidad del Estado. No caben dudas de que los gobernantes cubanos han perdido no solo la vergüenza, sino también la razón.
Mientras el Estado cubano brinda esmerada atención a miles de extranjeros que vienen a curarse en Cuba o construye decenas de hospitales en pequeñas localidades de Bolivia, muchos municipios del país con decenas de miles de habitantes carecen de adecuadas instalaciones de salud, lo cual se agrava por las dificultades de transporte, alojamiento y carestía de la vida en las capitales de provincia a donde deben acudir estos para atender sus enfermedades.
Los trabajadores de la salud, con los mismos problemas socioeconómicos y tan mal remunerados como la casi totalidad de los cubanos, deben enfrentar cada día el dolor, el sufrimiento y la muerte en esas terribles condiciones que parecen haber llevado a los especialistas del centenario hospital Calixto García al límite de gritar en el rostro del señor presidente lo que todos estamos padeciendo y hasta ahora muy pocos nos atrevemos a decir abiertamente.
Ojalá este acto de valor y responsabilidad colectiva constituya el inicio de un despertar de la conciencia cívica de los profesionales cubanos, por tanto tiempo dormida por la demagogia, la incultura, la coerción y el chantaje. Ojalá el presidente Castro no responda esta vez con la indolencia, la demagogia y la represión que han caracterizado su desastroso mandato. Ojalá, por lo sensible del tema y los peligros que implica, se decida a encontrarse, al fin, con la verdad y tenga el decoro necesario para asumir la responsabilidad y los retos que su posición demandan.
elical2004@yahoo.es

Peor el remedio que la enfermedad por Jorge Olivera Castillo

Cubanet.

LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -¿Cuándo se solucionará el problema del agua? ¿Por qué tantas cucarachas? No hay respuestas. Entre averías del sistema hidráulico, que no se resuelven, y laplaga de cucarachas de la especie Blattella germanica, transcurre el tiempo en la sala de Neurocirugía del Hospital Calixto García, ubicado en las inmediaciones de la Universidad de La Habana.
Nadie en la administración del lugar parece interesado en implementar mejoras que hagan más llevadera y segura la estancia en el hospital de los pacientes y sus acompañantes.
Miles de cucarachas salen de noche a buscar el sustento. Todas son diminutas y de movimientos rápidos. Trepan por las paredes y se introducen por cuanto orificio encuentran. La oscuridad les sirve de camuflaje en su guerra por la supervivencia y jamás regresan a sus madrigueras sin algún botín.
En el fondo de la sala, se escucha el sonido de un débil chorro de agua que cae desde una tubería dentro del tanque de un inodoro. Es el único sitio que existe para acopiar el líquido.
Debe hacerse con una manguera que enlace los boquetes del tubo emisor con la entrada de los pomos, o mediante maniobras más complicadas. Los pomos tienen que ser pequeños, porque rotura del conducto que permite el desagüe queda dentro del artefacto sanitario, que solo tiene unos 15 centímetros de ancho y menos de 40 de largo, por lo que el margen de maniobrar para obtener agua se reduce al mínimo.
Como alternativa, existe un grifo fuera de la sala, donde se llenan los cubos de agua para bañarse en uno de los tres compartimientos, que desde hace ya tiempo dejaron de parecer baños.
Lo único positivo es la pintura fresca del techo y las paredes, que contrasta con las persianas desvencijadas y el mobiliario, que parece recogido de la basura. El piso se limpia ocasionalmente y la mugre es su fiel compañera.
El olor reinante en la dantesca sala es insoportable, y parece empeorar con la quietud de la madrugada, haciendo difícil conciliar el sueño. Durante la noche, los que no están incapacitados para caminar salen frecuentemente al largo balcón para respirar un aire menos viciado y entablar alguna conversación con otra víctima, entre el tufo malsano, los quejidos de los recién operados, los insectos y el insoportable calor del trópico.
Las noches en la sala de Neurocirugía del Calixto Garcia son verdaderamente infernales. Lo asegura alguien que ha tenido que estar allí, al lado de un enfermo, en permanente vigilia para espantar las cucarachas a tiempo. Con los despuntes del alba se esconden las cucarachas y llega cierto alivio; aunque el panorama no cambia, la luz hace mas llevadera la tortura.
En el Calixto García, la cacareada fábula de que Cuba es una “potencia médica” parece un chiste de muy mal gusto.

Sistema de Salud Pública cubana y “calidad” por Anddy Sierra Álvarez

Cubanos con Derechos.


Cuba alardea de su sistema de salud pública y sus hospitales están abarrotados de casos de dengue viral, este brote es causado por el mal funcionamiento que tiene el país para abastecer agua a los hogares, especialmente a la provincia capitalina.
El municipio Arroyo Naranjo fue uno de los más afectados por el dengue en este año 2012, a partir de que se tomó la medida de suspender el abastecimiento de agua cada dos días (uno si- uno no).
Según la parte oficial decía, que el abastecimiento de agua hacia esa zona era cada cuatro días, los motivos eran por tener 4 motores rotos de 6 en total y la medida tomada evitaría que se rompieran por una sobre carga los 2 motores que quedaban funcionando.
Pasaron más de 7 meses y el problema con el abastecimiento de agua seguía, los ciudadanos desesperados empezaron a almacenar agua en cazuelas, tanques, etc. Al pasar los días esta agua acumulada preparó las condiciones para las larvas del mosquito transmisor de Dengue, haciendo un criadero considerable en cada hogar.
Las fumigaciones y los grupos anti focal por cada mes que pasaba iban disminuyendo, las visitas a las casas y las fumigaciones eran cada vez más escasas. Entonces comenzaron los casos del dengue en gran escala.
El hospital “Covadonga” ubicado en el “Cerro” municipio capitalino así como el hospital “Julio trigo”, el “Enrique Cabrera” (Hospital Nacional) se abarrotaron de casos de dengue, ninguno fue hemorrágico.
¡Entonces! El gobierno decidió anunciar que el agua iba a venir cada dos días para ese municipio, como anteriormente estaba. Todo sucedió a raíz de que el gobierno no tenía interés en arreglar los motores para que los ciudadanos tuvieran el agua asegurada.
Solamente los problemas del cubano se solucionan después que haya un gran suceso perjudicial en la población. El sistema gubernamental así lo ha demostrado a través de estos 53 años de “REVOLUCIÓN”.

Cuba: ¿Nos hemos acostumbrado a la suciedad?

por Yoani Sánchez.


Negocio de manicuri en La Habana. (AP, julio de 2012)
Un adolescente escribe —con su dedo índice— la palabra "límpiame"  sobre el polvo de la ventanilla del ómnibus. Una madre pregunta a su hijo cómo está el baño de la escuela y éste confirma que "la peste no lo deja ni entrar". Una estomatóloga se come una fritura delante de su paciente y con las manos sin lavar procede a extraerle la muela. Un transeúnte hace gotear el queso de su pizza —recién salida del horno— sobre la acera, donde se acumula en un charco de grasa. Una camarera limpia con un trapo pestilente las mesas de la heladería Coppelia y reparte vasos pegajosos por sucesivas capas de lácteo mal fregadas. Un turista se bebe embelesado un mojito en el que flotan varios cubos de hielo hechos con agua del grifo. Una fosa albañal se desborda a pocos metros de la cocina de un centro recreativo para niños y adolescentes. Una cucaracha pasa rauda y veloz por la pared de la consulta mientras el médico ausculta al paciente.
Todo eso y más podría enumerar, pero he preferido hacer una síntesis de lo que he visto con mis propios ojos. La higiene de esta ciudad muestra un deterioro alarmante y crea un escenario propicio para la propagación de enfermedades. El brote de cólera en el oriente del país es una triste advertencia de lo que podría ocurrir también en la capital.
La ausencia de una instrucción sanitaria desde los primeros años de vida ha hecho que lleguemos a aceptar la suciedad como el entorno natural en el que debemos movernos. Las carencias materiales aumentan también el riesgo epidemiológico. Muchas madres usan varias veces los pañales desechables de bebé, rellenándolos con algodón o gasa. Las botellas de plástico recogidas de la basura sirven de envase para fabricantes de yogurt doméstico o para vendedores de leche en mercado ilegal. El deficiente suministro de agua que padecen numerosos barrios disminuye el lavado de manos e incluso la cantidad de baños a la semana.
Los elevados precios y el desabastecimiento de los productos de limpieza complican aún más la situación. Ahora mismo resulta muy difícil encontrar en alguna tienda una frazada para limpiar el piso y el detergente también escasea. Mantenerse limpio es caro y complicado.
La semana pasada, los medios informativos anunciaron un nuevo código de sanidad para el manejo de alimentos, medida —sin dudas— bienvenida. Pero los graves problemas higiénicos que muestra La Habana no se resuelven a base de decretos y resoluciones. Educar en el aseo, ensalzar desde edades tempranas la necesidad de la limpieza sería un paso trascendental para lograr verdaderos resultados. La escuela tiene que ser un modelo de pulcritud, no el sitio donde los estudiantes tienen que taparse la nariz para ir al servicio. El maestro tiene que transmitir normas de aseo, tanto como enseña oraciones y fórmulas matemáticas. También se debe abaratar y mantener estable el suministro de productos para el lavado del cuerpo, de la ropa y de los hogares. Eso se vuelve imprescindible y perentorio en la situación que estamos viviendo. Necesitamos medidas urgentes que no se queden sobre el papel sino que toquen las conciencias, sacudan esta conformidad con la mugre que nos rodea y logren devolvernos una ciudad limpia, cuidada.

Por un nuevo mecenazgo

por Arcadi Espada.


Un inmigrante ilegal (ni irregular ni sinpapeles como acepta llamarle, con el beneplácito kumbayá, la artimaña eufemística del poder político) debe tener los mismos derechos que un preso y entre ellos, por supuesto, el derecho a una sanidad gratuita. Como en el preso, un inmigrante ilegal es una condición provisional. En el caso del inmigrante la provisionalidad debería ser muy fugaz. Solo hay dos modos de que lo sea: o papeles para todos o aquello del presidente Aznar a las pocas horas de serlo, cuando metió en un avión a 103 bajo los efectos de algún narcótico: «Había un problema y lo hemos resuelto.» Sin embargo, la socialdemocracia vigente ha optado por dotar a algunos inmigrantes (medio millón en España, según parece) de una suerte de estatuto parecido al que se extiende sobre aquellos ectoplasmas apátridas de los aeropuertos, que ni pueden salir ni pueden entrar y que de tanto limbo acaban olvidando quiénes eran y a qué vinieron. El «inmigrante irregular» solo es el producto de la mala buena conciencia europea: que su irregularidad ontológica se pretenda legalizar ¡sanitariamente! por unos cientos de euros al año (como de un modo u otro hace la mayoría de países europeos) me parece un escándalo de hipocresía formidable. Un inmigrante ilegal no es nada más que un fallo en la seguridad de los Estados, cuyas consecuencias el Estado debe asumir. Y si no puede hacerlo, y quiere seguir siendo un Estado donde la ley se echa para atrás al contacto de la piedad, que no obligue a los inmigrantes enfermos a sufragar su bondadoso corazón.

Que busque espónsors.

Yo creo, compañeros, que las cosas están llegando a un punto en que ha de empezar a ser la vida y no el arte, ese suburbio lujoso, la que caiga bajo la competencia del mecenazgo. Lamento los problemas que esta propuesta pueda causarle al secretario cultural Jose María Lassalle pero esa ley que redacta habrá de prever la posibilidad de mecenazgos atrevidos. No veo bien por qué los señores Ortega, Andic y Roig deberían limitar su contribución social, impuestos aparte, a la reconstrucción de una catedral gótica o la potabilización del agua en un confín subsahariano. Ha llegado la hora de sacar réditos publicitarios de la proximidad moral y de ver grandes carteles que cuenten, por ejemplo, cómo Zara, con el 0’92 (medio millón de hombres por 700 euros cada uno) de los 38.000 millones que atesora la fortuna de su propietario, ha resuelto la asistencia sanitaria de los irregulares. «Implicándose en las soluciones»: yo pongo el eslogan.

(El Mundo, 9 de agosto de 2012)

Cuba: Una de las grandes mentiras

por Aimée Cabrera.


El Estado cubano impone el criterio de que la salud pública en la Isla es  una de sus mayores proezas. Los cubanos de a pie saben que eso no es cierto, peor aún cuando se necesitan estos servicios y no se conoce a  nadie que pueda ayudar para no tener que entregar dádivas a quienes deben caracterizarse por su ética y dedicación.

Ahora, el diario Granma dedica parte de su segunda página a recordar cuánto cuesta en el mundo cada servicio de salud que en Cuba es gratuito. Los funcionarios del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) debieran tener en cuenta, algo muy importante y es que aunque existen especialistas y trabajadores del sector que se desempeñan como es debido, no todo es perfecto.

La publicación católica dominical Vida Cristiana del 5 de agosto publicó en su Sección de Mirada Social, y bajo el título de Buenas condiciones…, las impresiones de una persona que acudió a un hospital a cuidar a un familiar enfermo y todo lo que detectó, aparte del buen trato recibido por empleados y profesionales, fue un desastre.

Baños sucios, la falta de agua, cucarachas por los azulejos, la niña que iba a cuidar compartiendo el cuarto con un varón. En muchos hospitales de adultos se puede ver como alternan hombres y mujeres separados por escasos metros, lo que es una falta de privacidad sin comentarios.

Muchos centros hospitalarios han sido remozados en la capital pero no ha habido la calidad requerida, el robo de materiales y la chapucería han dado lugar a que ya se vean igual o peor que antes de recibir los mantenimientos.

Es excepcional encontrar un baño limpio cerca de las consultas o salas pulcras donde brillan los azulejos de las paredes como ocurre en el Pando Ferrer (Liga Contra la Ceguera) en otros, sin mencionar nombres, es mejor ni acercarse.

La Potencia Médica ha dejado de serlo hace décadas. Gran parte de sus especialistas han aprovechado las misiones en el exterior para quedarse a residir en otros países donde se reconoce su profesionalidad,  reciben buenos salarios, y pueden vivir con el nivel de vida que tiene cualquier médico en el mundo.

Los que residen aquí cobran salarios bajos y las únicas estimulaciones que poseen son las que reciben de sus pacientes; ellos que velan por la calidad de vida del pueblo no son productivos y por tanto no tienen derecho a recibir el aumento salarial que merecen.

Los pacientes, por su parte,  no pueden quejarse si la falta de higiene es evidente en los consultorios, policlínicos y hospitales, o si faltan medicamentos, o los equipos están rotos, ellos  deben hacer, en todo momento la reverencia y agradecer que los servicios de salud pública sean todos gratuitos.

aimeecabcu2003ster@gmail.com

Sin papeles comparados


(Extractos)
«En España, desde la aprobación de la Ley de Extranjería del año 2000, los inmigrantes irregulares han tenido acceso a todo tipo de atención sanitaria en las mismas condiciones que los regulares o que los nacionales, con la única condición de su empadronamiento previo, pero en abril de este año el Ministerio de Sanidad anunció una modificación de las normas para restringir ese acceso.»
Alemania
«A los inmigrantes irregulares se les aplica la misma norma que a los peticionarios de asilo con menos de 48 meses de estancia en el país: sólo tienen acceso gratuito a la sanidad en caso de urgencia, maternidad o SIDA. El inmigrante debe acudir en primer lugar a los servicios sociales. Pero estos servicios, como todos los empleados públicos, salvo los médicos, tienen la obligación de denunciar la presencia de un inmigrante irregular. 
La alternativa para el inmigrante es acudir directamente a las urgencias hospitalarias o bien a alguna de las ONG e iniciativas religiosas que ofrecen atención sanitaria gratuita.
Aunque los médicos no están incluidos en la obligación de denunciar a los inmigrantes irregulares, lo hacen indirectamente al solicitar al seguro público que les reembolse el importe de la atención prestada.
Para obtener asistencia médica diferente a la de emergencia, el inmigrante irregular debe conseguir un documento (Duldung) que frena provisionalmente su expulsión y que se concede sólo en casos especiales (por ejemplo, cuando el inmigrante sufre una enfermedad que le impide viajar o cuando la embajada de su país de origen no ofrece los documentos necesarios).»
Francia
«Los inmigrantes irregulares que lleven más de tres meses en el país y se encuentren por debajo de cierto nivel de ingresos (598 euros mensuales por persona en 2007) pueden acceder a todos los servicios médicos públicos de forma gratuita. Francia ha creado un sistema administrativo específico para atender a este grupo: Aide Médicale de l'Etat –AME–. Los irregulares con menos tiempo de estancia sólo pueden acceder a los servicios de urgencias y a los análisis y tratamiento de enfermedades de transmisión sexual, SIDA o tuberculosis. Los niños tienen derecho a la atención sanitaria completa desde el primer momento.
Aunque aparentemente el sistema es muy abierto, según la organización Médicos del Mundo solo el 11% de los que tienen derecho al AME lo consiguen, bien porque no lo piden, bien porque las prácticas administrativas son crecientemente restrictivas. La atención a los irregulares se gestiona a través de las PASS hospitalarias (Permanences d'Accèes aux Soins de Santé), pero hay una gran diferencia entre los hospitales respecto a la existencia y funciones de este servicio.»
Italia
«Desde 1998 los inmigrantes irregulares tienen acceso a varios tipos de cuidados médicos públicos, de forma gratuita o pagando una pequeña tasa: atención urgente y "esencial", cuidados preventivos y cuidados relacionados con la salud pública (vacunas, enfermedades infecciosas, pediatría y maternidad).
Para acceder a esto servicios el inmigrante debe obtener el código STP (Stranieri Temporaneamente Presenti), que no permite "trazar" sus datos y que debe renovarse cada seis meses, en un hospital o en la administración sanitaria. Los gastos médicos relacionados con esta atención a los inmigrantes irregulares corren a cargo del Ministerio de Interior, excepto en el caso del cuidado y prevención de enfermedades infecciosas, que se cargan al Fondo Sanitario Nacional. El inmigrante debe pagar una tasa, que también pagan los ciudadanos italianos, por atención médica de especialistas.
La poca claridad en la definición del término "cuidados médicos esenciales" da lugar a situaciones confusas en que la administración sanitaria intenta cobrar al inmigrante la atención prestada. Por otra parte, muchos inmigrantes irregulares no se acercan a los servicios sanitarios por miedo a ser deportados, como ocurre con los inmigrantes chinos, que utilizan habitualmente su propia red médica. Es muy importante la aportación de las ONG, como Caritas en Roma y NAGA en Milán, con sus propios servicios médicos para inmigrantes irregulares y con servicios de medicina no primaria a los que los inmigrantes irregulares no pueden acceder.»
Países Bajos
«En el año 1998 los Países Bajos modificaron sus normas para evitar que los inmigrantes irregulares tuvieran acceso libre a la sanidad pública, con el objetivo de reducir esta forma de inmigración. A partir de entonces, los irregulares sólo tienen acceso a la sanidad en condiciones de "necesidad" médica o de enfermedades contagiosas que puedan amenazar la salud pública.
La aplicación de la nueva norma se encontró con la resistencia de los médicos, que hasta ese momento no habían tenido que preocuparse por el estatus legal de sus pacientes y, en su mayoría, aplicaron y siguen aplicando una interpretación amplia del concepto de "necesidad" que, en la práctica, permite a los inmigrantes irregulares el acceso a casi todos los servicios médicos con la excepción de la salud mental o de los tratamientos de rehabilitación.»
Suecia
«Los inmigrantes irregulares no tienen ningún acceso gratuito al sistema público de salud y en caso de usarlo tienen que pagar su coste. Todos los residentes legales en Suecia tienen un número de identidad sin el cual múltiples servicios públicos son inaccesibles, como los servicios médicos. En consecuencia, los inmigrantes irregulares acuden a los hospitales sólo en situaciones de extrema urgencia y en esos casos se les presenta una factura.
Además, los extranjeros, ya sean turistas o inmigrantes irregulares, pagan costes mucho más altos que los nacionales por el uso de los servicios médicos. Así, acudir a un médico de medicina general cuesta 15 euros para un sueco y 10 veces más –es decir, 150 euros– para un extranjero turista o inmigrante irregular. Dar a luz en el hospital es gratuito para la mujer sueca pero le cuesta 2.200 euros a la inmigrante irregular. En ocasiones el hospital niega el servicio a estas personas, consciente de que difícilmente va a cobrar su coste. La falta de atención queda sólo parcialmente paliada por la existencia en las grandes ciudades de servicios médicos ofrecidos por ONG.
Esta situación va a cambiar próximamente tras el acuerdo alcanzado en junio de este año entre el gobierno sueco y el Partido Verde, que ofrece a los inmigrantes irregulares el mismo tratamiento que a los peticionarios de asilo: atención gratuita en casos de urgencia para los adultos y atención completa para los niños y adolescentes hasta los 18 años de edad.»
Austria
«Tampoco en Austria tienen los inmigrantes irregulares acceso a la sanidad pública. Sin embargo, ya que la legislación sobre sanidad obliga a todos los hospitales a atender a cualquier persona cuya vida esté en peligro, estos inmigrantes son atendidos en caso de urgencia. A cambio, el inmigrante recibirá una factura que el hospital espera que pague y que, si el inmigrante algún día consigue regularizarse, se le presentará de nuevo como deuda exigible. Los inmigrantes irregulares tampoco tienen acceso a tratamientos contra enfermedades contagiosas, como el SIDA.
Como en otros países, varias ONG ofrecen asistencia médica gratuita, especialmente Caritas, Cruz Roja, AMBER-MED y Omega.»
Portugal
«Al igual que en Francia, los inmigrantes irregulares no tienen acceso a los servicios de salud hasta que no han pasado tres meses desde su llegada, aunque esta norma no se aplica a los niños, que tienen los mismos derechos que los nacionales. El inmigrante irregular tiene que demostrar ante su ayuntamiento que ha residido en él al menos durante tres meses para obtener un certificado de residencia, de muy corta duración (inscrição esporádica) y que debe renovarse con frecuencia. Conseguir este certificado no siempre es fácil, especialmente para los inmigrantes sin hogar. Los que no pueden presentar este certificado tienen sólo acceso a la asistencia de urgencias, bajo el supuesto de que pagarán por el coste del servicio médico. Sin embargo, los servicios de urgencia no pueden rechazar a nadie en función de su nivel de ingresos.
Como en otros países, las ONG católicas complementan la atención sanitaria pública a los inmigrantes irregulares.»
Reino Unido
«En este país el marco que regula la atención sanitaria a los inmigrantes irregulares es confuso, aunque en principio se les aplica la misma norma que a los peticionarios de asilo con menos de 12 meses de estancia en el país: es decir, tienen derecho a la atención de urgencia, pero no a la "secundaria" (médicos especialistas). En cuanto a la atención médica primaria, un nuevo paciente debe ser aceptado por el médico, que puede rechazarlo por la razón que sea, sin necesidad de justificarlo. Aunque ninguna norma impide a los médicos generales tratar a los inmigrantes indocumentados, los servicios administrativos suelen rechazar esa atención. Los inmigrantes, al margen de su estatus legal, pueden acceder a los análisis y tratamientos de enfermedades infecciosas y de transmisión sexual, a lo que se añade ahora el SIDA siempre que el enfermo haya residido en el país durante al menos seis meses.Desde el otoño de 2011 la Agencia Fronteriza del Reino Unido puede rechazar una solicitud de entrada o de permanencia de un inmigrante que tenga una deuda de más de 1.000 libras en el sistema hospitalario.»
Conclusiones: 
«Todos los Estados europeos, con la excepción hasta ahora de España, aplican normas limitativas al acceso a la sanidad pública para los inmigrantes irregulares. En algunos casos ese límite implica un cierre completo, como en Austria y Suecia, y en otros es sólo un límite temporal que permite al inmigrante el acceso tras un tiempo de estancia en el país (tres meses en Portugal y Francia y 12 en el Reino Unido). En cualquier caso, todos los Estados ofrecen atención hospitalaria a los inmigrantes irregulares en el caso de urgencia médica, aunque la definición de "urgencia" no siempre es coincidente entre los diferentes servicios médicos nacionales. Con frecuencia, la normativa general que regula los servicios médicos, que obliga a los hospitales a atender a cualquiera que acuda a ellos en un estado de peligro para su vida, entra en contradicción con la normativa diseñada para evitar la estancia de los inmigrantes irregulares. En algunos países, como el Reino Unido, Austria y Suecia, se espera del inmigrante irregular atendido en el hospital que pague su factura médica. Si no es capaz de hacerlo, este impago puede ser la causa de que en el futuro las autoridades de migración impidan su entrada al país o no le concedan un permiso de estancia.»

Potencia médica

por Dania Virgen García.



En Cuba no se dan cifras de la cantidad de personas que viven en la pobreza. Los medios oficialistas, especialmente la TV, se empeñan en negar que existan cubanos que viven en la penuria.

La propaganda oficialista se jacta a diario de que Cuba es una potencia médica. Una gran mentira, otra de tantas.

En los hospitales infantiles de La Habana, según información de los mismos médicos, los salones de operaciones solo funcionan para casos de urgencia.

Dejemos ya la historia de que a los médicos, enfermeros, técnicos de la salud, y directores, el salario no les alcanza. Es cierto, estoy de acuerdo, pero eso no justifica el mal trabajo y la desidia.

La medicina se ha convertido en un negocio, donde lo que menos importa es la ética o los sentimientos  humanos. Eso, en un país que dice ser socialista. En realidad, ya ni se sabe qué es.

Si vas a un hospital infantil o de adultos, con un problema médico X, para poder consultarte tienes que llevar tu javita de nylon cargada de comida o de regalos, pagar en CUC, o tener en dicho hospital un familiar o un buen amigo, que trabaje allí. Si no es así, la consulta se puede tardar cuatro o cinco horas, si es que te atienden, entra el que tiene.

En los hospitales cubanos impera el sálvese quien pueda.

Los turnos para una consulta médica pueden tardar de cuatro meses a un año. A veces un niño que tiene que ser operado, pasa más de un año esperando la operación. Conozco el caso de un niño que tiene que ser operado antes del año, y el turno que tiene es el 467.

Muchas veces te dicen que el quirófano se halla con baterías o que hay roturas. Pero todos los problemas se resuelven para la operación si vas con las manos llenas.

Si ingresas un familiar en un hospital, debes llevar de la casa,  sábanas, desinfectantes, comida, un ventilador y un cubo para cargar agua. Si no es así, pobre del paciente.

Los hospitales  compiten, en cuanto a malas condiciones, con las prisiones.

Cuando un medico receta algún medicamento, les recomiendo a los pacientes que verifiquen bien con varios médicos, porque casi siempre se equivocan. Pero la culpa nunca cae sobre ellos. Capaz que digan que el paciente les mintió y fingió el dolor.

Si llegas de urgencia a un hospital, siéntate a esperar. Cada vez son más las quejas que se escuchan acerca de operaciones equivocadas y de enfermos que mueren debido a errores médicos. Esa es la potencia médica.

En hospitales y policlínicos faltan médicos porque están para misiones en el exterior. Por viajar, pelean  entre ellos como fieras, se prostituyen, hasta acuden a los babalaos para que le hagan brujería al jefe o a la jefa…Todo con tal de ser seleccionados para alguna misión en países necesitados de Latinoamérica o África.

Cuando regresan, no te les acerques, ya tienen efectos electrodomésticos, un reconocimiento internacionalista, ropas y zapatos, a algunos les entregan un apartamento, y un salario mensual en CUC.  Te dicen que ya no son los médicos del consultorio, como cambian. ¡Pobre de ellos!

¡Qué potencia médica tan grande es Cuba!

Tengo una amiga que trabaja en un hospital, no diré su nombre, no vaya a ser que sea expulsada del trabajo, que refiere que para camilleros, enfermeros, técnicos, y médicos, el alcohol es el estimulante para poder pasar los turnos de 12 y 24 horas  en hospitales y policlínicos. En las consultas o la enfermería, su aliento huele a alcohol.

Refiere que en los hospitales al alcohol se le echa yodo, para que no se lo tomen, pero nada, el cubano siempre inventa: le echan dos aspirinas y se va el olor a yodo, y así se lo toman.

Dice ella que una noche un enfermero, que es homosexual, le dio un medicamento a un paciente que estaba ingresado para que se durmiera. Pero tuvo la desgracia de que se despertara por un cosquilleo que sintió y sorprendió al enfermero que le pasaba la lengua a su pene. El enfermo lo abofeteó. Se armó un gran escándalo. Fue expulsado el enfermero.

“Ya ni ingresado puedes estar, si no te mueres, te roban o te violan”, comenta mi amiga.
 
dania@cubadentro.com

La niña que espera por un milagro de la salud pública


Idania Rodríguez, madre de la niña Diane Yadira Arias, quien no ha podido ser operada en Cuba. Foto de Hablemos Press.

Por Calixto R. Martínez/ Hablemos Press.
BAYAMO.- Mientras el gobierno cubano proclama su sistema de atención médica gratuito como uno de sus pilares más fuertes en materia de derechos humanos, Idania Rodríguez Rodríguez no tiene razones para creerlo.

Idania Rodríguez vive en la extrema pobreza en una casa ubicada en Avenida de los Mártires No. 154, en Bayamo, provincia Granma. Su hija Diane Yadira Arias nació el 21 de septiembre del 2008 padeciendo de atresia esofágica y fue operada cinco horas después de su nacimiento.

“Desde entonces estamos pasando trabajo”, declaró Rodríguez. “Nosotros vivimos en una casa pequeña, con muy poca ventilación y pésimas condiciones de vida”.

Dice que ha sido abandonada a su suerte. Los médicos le han asegurado que la situación de su hija se resuelve con una operación, pero "solo se la harán cuando se le cure el catarro que padece hace dos años".

“Mientras tanto la que estoy pasando trabajo soy yo, porque como todo lo que ingiere es líquido y todavía se orina en la cuna, no hallo que ponerle, porque no hay tela antiséptica. Ni me garantizan nada. Para conseguir las mangueritas, las jeringuillas… para todo paso trabajo”, expresó.

La niña fue ingresada en agosto del año pasado para combatirle el catarro, pero no le suministraban el medicamento indicado, porque al parecer. Solo recibía cuatro onzas de merienda, por la mañana y por la tarde, muy poco para las necesidades de una nña de tres años.

“Yo les dije a los médicos que no podía seguir así, la niña se me estaba llenando de picadas de mosquito y estaba expuesta a recibir una bacteria, pues era una sala muy infecciosa y por eso decidí sacarla del hospital”, dijo Rodríguez.

Hasta el momento no ha recibido ningún tipo de atención especial o ayuda por parte del Estado.

“¿Ayuda…? ¡Nada, ni un módulo! En estos momentos estoy cocinando con luz brillante [kerosén], ahí mismo en el cuarto, que le hace daño a la niña, porque no he recibido cocina de gas licuado... A veces tengo que andar pidiendo de favor en el barrio  una Batidora prestada para batirle los alimentos” relató la mujer.

Agregó que ha ido a las sedes de los gobiernos municipal y provincial en busca de respaldo, pero "lo que me dieron fue un papel donde decían que no podían ayudarme en nada”.

Las cosas bellas suelen ser inútiles

Leonel Alberto P. Belette.

LA HABANA, Cuba, mayo, www.cubanet.org -Casi me desmayo en medio de un ómnibus urbano atiborrado hasta el tope –como es “normal”–, cuando para distraerme del desagradable entorno me concentré en leer el periódico Granma y descubrí que Cuba acababa de aparecer ubicada como el mejor país de América Latina para ser madre. Aunque el asunto no es para bromear, una sonrisa me vino al rostro al ver que la organización que certificaba la lista era la ONG Save the Children.
Diez años atrás conocí a una de las representantes de esta ONG en la Isla; una hermosa peruana, de ojos preciosos y dulces ademanes, nombrada Ana María Béjar, a la que siempre yo repetía: “Es una lástima que no seas una cubana más”. Ana nunca entendió el piropo de este criollo que andaba en bicicleta. Ella vivía encerrada en la misma burbuja con aire acondicionado que envuelve a la mayoría de los representantes en la Isla, de organismos internacionales, religiosos de abolengo, reporteros de agencias acreditadas y embajadores de países democráticos, a los que asesoran analistas políticos que ni siquiera entienden el español que hablan los cubanos.
Ana vivía en un espléndido apartamento en el Vedado, a un costado del Hotel Presidente. Tenía sirvientas y conducía un excelente todo terreno de modelo reciente. Sus oficinas daban al Acuario Nacional, en el elitista barrio Miramar, donde viven casi exclusivamente altos funcionarios y extranjeros. Su salario era estratosférico comparado con el de cualquier nacional –inclusive con el de  profesionales cubanos tan  capacitados como ella, o hasta más, que ganan un dólar diario.
Aunque era divorciada no tenía que lidiar con los problemas que enfrentan cotidianamente los padres cubanos –profesionales o no– que tienen hijos en edad escolar: escuelas con maestros improvisados porque los verdaderos maestros han dejado la profesión –algunos para vender empanadas caseras–, enseñanza mediocre y politizada, violencia escolar, la alimentación de los niños, etc.
El hijo de la funcionaria de Save the Children asistía a un Colegio Internacional, exclusivamente para extranjeros, al que ningún niño cubanos tenía acceso y ella misma siempre se rodeada de miembros de la élite dictatorial propietaria del país. Indudablemente, para Ana María Béjar, Cuba fue un lugar ideal para ser madre.
La realidad que enfrentan las madres cubanas, los padres y los mismos niños, es cruda y tiene muy poco que ver con la que experimentó la funcionaria durante su estancia en nuestro país. La casi totalidad de las familias cubanas tiene que hacer malabares para brindar mínima alimentación y cuidados a sus niños.
Para los padres cubanos, los problemas empiezan mucho antes del nacimiento del bebé. Personalmente sufrí las terribles condiciones de los dos hospitales obstétricos capitalinos donde nacieron mis hijos, el González Coro (antiguo Sagrado Corazón) y el América Arias (Maternidad de Línea). Mi primera esposa, al llegar al Sagrado Corazón, con una crisis de presión alta y otras complicaciones de parto, debidas a una reacción a un medicamento mal indicado, tuvo que subir las escaleras porque no funcionaba el elevador, ni había camilleros. Durante su estancia en el destartalado hospital –más digno de Burundi que de la capital de una supuesta potencia médica- debí actuar como plomero, albañil, limpiador de piso, electricista, carpintero y cerrajero en la habitación. La alimentación dada a las madres en ese hospital materno de la capital del “mejor país del continente para ser madre” –según Save the Children– era peor que la de la peor prisión y, para colmo, los propios empleados del lugar se robaban los pocos alimentos e insumos médicos. Mi esposa y el niño se salvaron solo por la incuestionable profesionalidad de algunos médicos.
Hospitales cayéndose a pedazos tras décadas sin reparar, y ahora sin médicos suficientes porque miles han sido alquilados como mano de obra de exportación a otros países, el aborto como método anticonceptivo, estratosférico índice de divorcios, desintegración de las familias, la prostitución como forma de subsistencia, cientos de miles de familias hacinadas en ruinosos inmuebles debido a la crisis habitacional más grave que haya padecido nuestro país en toda su historia, maltrato y violencia en las escuelas, internados que pretendían sustituir el papel de los padres en la crianza de los hijos, impedimento de salida del país a niños para castigar a los padres que se atreven a “desertar”, incalculable cantidad de adolescentes y jóvenes muertos en el mar tratando de escapar de esta Isla-prisión. ¿Quién quiere tener hijos en semejantes condiciones?
Supongo que los confeccionadores de la lista de Save the Children pensaran que las mujeres cubanas son seres muy extraños, porque en “el mejor país de América Latina para ser madre”, muy pocas quieren serlo: la población no crece y ya somos un país de viejos y se prevé que, de no revertirse la tendencia, seremos en menos de 20 años el país con la población más envejecida de America Látina. ¿Cómo explica Save the Children esta contradicción?
Al bajar del ómnibus recordé los bellos de Ana y pensé que es una lástima que no le sirvieran para ver. Me vino a la mente una frase de Dulce María Loynaz, en el documental Havana, de la directora checa Jana Bokova, refiriéndose a su preciosa colección de abanicos: “Las cosas bellas suelen ser inútiles”.

Singapur: un modelo de reforma sanitaria



La sanidad pública española pasa por ser una de las más eficientes de globo. Su coste en términos de PIB está por debajo de la media europea y la calidad de su servicio no cabe tildarlo precisamente de desastroso. El problema de este feliz modelo patrio, más allá de que en realidad sea bastante mejorable, es que no resulta sostenible: en apenas una década, el gasto total del sistema sanitario estatal se ha multiplicado prácticamente por dos y todo indica que, como resultado del envejecimiento de la población y de la demanda de nuevas y más caras tecnologías sanitarias, esa tendencia continuará imparable su curso: en 2020 bien podríamos encontrarnos con un gasto sanitario de 120.000 o 130.000 millones que resultaría del todo infinanciable (los 70.000 millones de gasto actual ya sufren un déficit sanitario de alrededor de 15.000 millones).
Es evidente, pues, que más allá de que estemos al borde de la suspensión de pagos y de que la reforma sanitaria pueda contribuir a minorar tal riesgo, el modelo sanitario español necesitaba de una profunda cirugía para proceder controlar y mejorar la eficiencia del gasto. Pero, ¿reforma en qué dirección? Lo que ha aprobado y deja entrever el Gobierno del PP hasta la fecha pasa, por un lado, por implantar el sistema de copagos (de momento ampliando el que había en el gasto farmacéutico) para corresponsabilizar a los consumidores y, por otro, por recortar las prestaciones cubiertas por el sistema. Es decir, salvo retoques muy cosméticos por el lado de la oferta, la apuesta del PP visualizada hasta la fecha parece pasar consistir en controlar el gasto sanitario restringiendo su demanda.
El escollo de la restricción generalizada de la demanda, especialmente copago mediante, es de sobras conocido: la disuasión a la atención primaria impide la aplicación de medidas preventivas de ulteriores dolencias que, a largo plazo, no sólo puede empeorar la salud de la ciudadanía sino, en relación a lo que nos ocupa, incrementar el gasto sanitario. El objetivo del copago es claramente el de limitar el gasto innecesario –los “abusos”– alineando la demanda del mismo con parte de su coste. Ahora bien, el copago, por motivos similares, también puede restringir el gasto necesario; razón entre muchas para que algunos seamos escépticos sobre el éxito de su aislada implantación. Pero, ¿podría haber algún modo de retener los efectos positivos de la medida al tiempo que evitamos sus subproductos más contraproducentes?
El modelo de Singapur
La respuesta óptima sería sin duda la de transitar hacia un sistema sanitario completamente libre, en el que demanda y oferta se determinaran en el mercado y no en los despachos políticos. Las características previsibles de un sistema de este tipo serían muy probablemente: por el lado de la demanda, una renta disponible familiar más elevada que la actual (por los menores impuestos) combinado con un nivel de ahorro precautorio muy superior al presente, el pago directo por la atención sanitaria primaria, el aseguramiento contra dolencias menos comunes y con un tratamiento más caro, y una cierta caridad privada que auxilie a los más pobres; y, a su vez, por el lado de la oferta, una mayor diversidad y competencia entre centros sanitarios, quienes exhibirían calidades y tablas de precios muy variables y serían disciplinados en cuanto a productividad y profesionalidad por la propia amenaza de ser desplazados del mercado. Gracias a todo ello, la gente no descuidaría su salud (pues tendrían una renta más que suficiente para asumir unos precios y unas primas de seguros razonables) pero tampoco abusaría de la socialización masiva de los costes.
A día de hoy no existe ningún país que combine adecuadamente todos estos principios (se suele pensar en el sistema sanitario estadounidense, cuando el intervencionismo estatal tiene un peso más que notable). Existe un país que, sin ser ni mucho menos un ejemplo de libre mercado sanitario, sí ha tratado de aplicar las que probablemente serían sus características para el caso de sistema intervenido: Singapur.
Si alguien sigue repitiendo que la sanidad pública española es una maravilla cuasi inimitable, debería prestar mucha atención a la ciudad Estado asiática: la sanidad singapurense está considerada una de las mejores del mundo por la OMS (por delante de la española) y su coste, pese a que la edad mediana de su ciudadanía es la misma que en España (38 años), es un tercio del de nuestro país (poco más del 3% del PIB, del cual sólo un 1% es gasto público). ¿Cómo ha conseguido Singapur esté muy notable éxito? Pues a través de la combinación de los principios anteriores que consiguen reproducir bastantes de los incentivos de un mercado libre: por el lado de la demanda, sólo los extremadamente pobres tienen acceso gratuito financiado por el Estado, mientras que el resto de la población se enfrenta a un sustancial copago sanitario en la atención primaria (de hasta el 20% del coste total, pero que puede aumentar cuando el paciente solicita servicios suplementarios) con unos impuestos bajísimos (la presión fiscal del país es la mitad de la española) y la obligación de destinar parte de sus rentas a una cuenta de ahorro personal que pueden emplear, entre otros fines, para ciertos tratamientos sanitarios; por el lado de la oferta, el sector público compite activamente con el privado tanto en la venta de seguros para las prestaciones no catalogadas como básicas cuanto en la creación y gestión de centros sanitarios, lo que tiende a mantener una elevada calidad del sistema junto con unos bajos precios. 
Los resultados son suficientemente esperanzadores como para que el PP se plantee cuando menos avanzar en semejante dirección. Desde luego, cabe esperar que parte de la izquierda trate de menospreciar sus logros apelando a la poca representatividad de los cinco millones de habitantes de la ciudad Estado. Bien, pero entonces que no se pongan tan pesaditos con el paraíso socialdemócrata de los países nórdicos, esto es, con unas sociedades cuya demografía oscila entre los cinco (Finlandia y Noruega) y los diez millones (Suecia) de habitantes.
La pelota está encima del tejado del PP. De momento, su reforma sanitaria consiste en aumentar la tributación para sufragar un sistema mastodóntico cuyo gasto –cada vez menos sostenible– no varía en lo sustancial. Habida cuenta del comportamiento del PP hasta el momento, entenderán que no mostremos eufóricamente optimistas.

Espeluznante reporte de una doctora mexicana que visita a Cuba

En Cuba es más fácil abortar que conseguir un condón”, afirma la sexóloga mexicana Claudia Rampazzo luego de una visita de ocho días a La Habana, en la cual la “increíble realidad cotidiana” la superó de tal manera que regresó deprimida. Relata la especialista que una colega cubana que conoció pasando un curso de superación en su país, actualmente tiene entre sus "obligaciones profesionales” limpiar los baños (servicios sanitarios) del Instituto Médico en el cual trabaja bajo la dirección de Mariela Castro.

 La entrevista fue realizada por Carlos Cataño para su programa “De regreso a casa” que transmite Radio Caracol de lunes a viernes de 4 a 7 p.m.

Audio.

En defensa del copago

Mónica Mullor.



El sistema sanitario español es financieramente insostenible. Se nos hace creer que aquí no pasa nada, a pesar de la crisis, y que podemos ir al médico las veces que queramos y por lo que sea sin que nos suponga el menor coste directo.

Los partidos mayoritarios y los sindicatos combaten al unísono el copago, como si fuera una perfidia atroz, pero se cuidan de decir a la gente que nuestro sistema no obtiene buenos resultados justamente porque conduce a un mal uso de unos recursos cada vez más escasos.


La escasez de recursos y la cada vez mayor demanda son algunos de los retos que tiene que afrontar el sistema sanitario. A este respecto, la sanidad –al igual que la educación– es y debe ser un objetivo nacional y concitar acuerdos básicos, que involucren a la población.


El sistema se encuentra en estado crítico debido a que en los años de crecimiento económico el gasto sanitario aumentaba más rápidamente que el PIB; gasto que luego no ha podido ser contenido porque nadie se atreve a pinchar la burbuja de ilusiones creadas en torno a una amplia oferta de acceso ilimitado. En 2002, ese gasto era del 5,2% del PIB, mientras que en 2008 alcanzó el 6,5%. Ante la caída de los ingresos públicos como consecuencia de la crisis, el gasto se ha hecho insostenible y ha tendido a generar déficits en todas las administraciones públicas.


Por ello, concienciar a los pacientes sobre los costes de la sanidad ha sido una acertada iniciativa de la Comunidad de Madrid, que comprende la entrega de una factura informativa en la que consta el costo de –según los casos– una consulta médica, una visita a Urgencias, una intervención quirúrgica, etc.


Se trata de una iniciativa muy útil pero claramente insuficiente. Cuando menos menos, se debería haber introducido alguna medida de castigo a la utilización irresponsable de los servicios sanitarios. Por ejemplo, la imposición de una multa a quien no acuda a una cita médica sin previo aviso. Cancelar una operación de manera injustificada no sólo representa un coste elevadísimo, sino que impide atender a otro paciente igualmente necesitado.


A pesar de que una parte importante de nuestros impuestos se utiliza para pagar la sanidad, lo cierto es que, cuando se tiene la impresión de que se está recibiendo algo a coste cero, la atención no se valora.


Según la OCDE, los españoles son los ciudadanos europeos que más van al médico (8,1 veces frente a las 5,8 veces de media en la UE). Y según el informe del Euro-Canada Health Consumer para 2010, no es España sino Suecia el país que obtiene la más alta puntuación (300) en resultados médicos (outcomes); le siguen Holanda, Dinamarca, Noruega, Finlandia, Alemania, Italia, Francia... Al final de la tabla se encuentran el Reino Unido y España (214 puntos), los dos países que no tienen copago alguno, y Portugal.


El sistema español no resiste el despilfarro. Nos gusta porque podemos, sin costo directo alguno, ir cuantas veces queramos al médico; pero esto no nos hace estar más sanos, ¡todo lo contrario!


La aplicación de medidas de copago y de multas por uso irresponsable provoca escándalo. Ahora bien, es justamente lo que se estila en los países más eficientes; y no porque sus gestores sean malos, despiadados o neoliberales, sino porque no son demagogos ni populistas, porque consideran que hay que ser responsables con el buen uso de los recursos.


Los modelos son muy diversos; aquí nos centraremos en el de un país conocido por su gran Estado del Bienestar y su altísima eficiencia sanitaria, Suecia, que encabeza el ranking arriba mencionado.


En Suecia el copago en la atención primaria ha existido siempre. Una cita al médico de familia cuesta unos 15 euros; al especialista, unos 32 euros; una mamografía, 14 euros; recurrir a los servicios de urgencia, unos 40 euros; pasar un día en un hospital, unos 9 euros. En cuanto a los que no anulan una cita médica con la debida antelación, han de pagar una multa de unos 32 euros.


En Suecia, sociedad racional pero altamente solidaria, tratan de que el coste de la atención médica no resulte insoportable a gente como los enfermos crónicos. De ahí que tengan unas tarjetas de gasto máximo anual (frikort) que posibilitan a sus usuarios seguir siendo atendidos luego de haber superado dicho gasto. Aunque las cantidades varían según las regiones, lafrikort se suele obtener una vez se han superado los 100 euros en visitas médicas o los 180 en compra de medicamentos. De esta manera se logra el doble objetivo de corresponsabilizar al ciudadano y de proteger solidariamente a los más necesitados.


El resultado es un mejor uso de los recursos, que al no ser sobredemandados en la atención primaria pueden dedicarse en mayor medida a la especializada, lo que permite que el conjunto del sistema obtenga mejores resultados. Por otro lado, con el copago se refuerza la financiación del sistema, si bien éste es más un efecto secundario (cubre no más de un 10% del costo del sistema sueco), ya que lo importante es el uso racional y responsable de los recursos existentes. Uno de los resultados más notables de este tipo de medidas, por cierto, es que se contiene el gasto sanitario sin que la calidad del sistema se resienta.


Así se protege el Estado del Bienestar, en vez de reventarlo, que es lo que estamos haciendo en España.

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