Me he reencontrado con el sexual Abreu. Siempre claro.
TEXTO:
Yo tenía una mujer que, cuando la deslumbraba, pictórica o literariamente, le entraban ganas de chupármela. Ya sé, ya sé. El Paraíso. Me pasaba la vida como es natural y como haría cualquier persona más o menos humana y sensata escribiendo y pintando. En una lucha a brazo partido, que diría Manuel Rivas (también conocido como el Llorica del Terruño), con La Belleza.
Y corriendo a enseñarle el resultado de mi singular batalla a esta singular mujer.
Mira esto mamita.
No le gustaba que la llamara mamita, le parecía incestuoso. Pero yo en las cosas importantes no transijo.
Lee esto mamita.
Y la contemplaba expectante.
No siempre, claro, pero de vez en cuando caía de rodillas.
Pero qué haces, disimulaba yo mientras escuchaba el inigualable sonido de la bragueta.
Ya sabes que cuando pienso que eres un genio tengo que chupártela. Contestaba ella con los ojitos húmedos. ¿De qué? No sé.
Qué mujer.
No ha sido la única.
Qué mujeres.
Voy por la vida tratando de encontrarlas y de deslumbrarlas con mi arte y con mis escribideras (así llamaba mi padre a nuestra, mía y de mis hermanos, manía de escribir). A veces tengo éxito y a veces no. Pero lo que es tratar no dejo nunca de tratar.
Ese es el secreto de mi dedicación a las labores literarias y pictóricas.
Los historiadores, en el futuro, teorizarán a propósito de las raíces de mi inspiración, a propósito de mi insólita dedicación y de mi notable disciplina. Escribirán sobre mi fascinación por Las Musas. Sabe dios qué rayos escribirán.
Desde aquí les digo: ahórrense el trabajo.
Todo era por las mamadas.
En el fondo la literatura y el arte me importan más bien poco… pero esas mamadas.