Mejor educados, de Gregorio Luri

El subtítulo del libro, El arte de educar con sentido común, lo dice casi todo. Buenos consejos para desarrollar una paternidad responsable. Los padres, como todo ser humano, estamos llenos de defectos y nos equivocarnos muchas veces, pero, más que ser unos padres perfectos, debemos crear pautas que permitan que la familia prospere y se mantengan unas relaciones adecuadas, creando un entorno adecuado en el que los niños se desarrollen.

El libro es breve (230 páginas en su versión de bolsillo) y estructurado en pequeños capítulos de 2 o 3 páginas como máximo. Los cinco grandes bloques del libro son: La disciplina, La escuela, La paternidad y pantallas, El rol de los padres, y Dar valor a los valores. Con ideas excelentes y sencillas de comprender, cuya aplicación día a día será todo un reto; el objetivo es conseguir desarrollar rutinas que permitan hacer lo correcto con el menor esfuerzo.

Las ideas son numerosas y a continuación expongo algunas de ellas.

Ya desde el principio Luri nos advierte contra los peligros de creer que "lo moderno tiene más valor por moderno que por bueno."

Estar demasiado atentó a nuestros hijos, para protegerlos de cualquier peligro, puede tener efectos no deseados; por ejemplo, convertir en una paranoia el cuidado de los hijos y no dejándoles explorar y medir los peligros a los que están expuesto. Muchas veces se pretende eliminar determinados juegos de niños, comportamientos normales por otra parte; "quieren hacer que estos niños unos adultos más pacíficos... mediante el procedimiento de extirparles la niñez."

Según Luri hay tres condiciones imprescindibles para encarar la paternidad: ser unos padres tranquilos, para la cual no hay que esperar demasiado de unos mismos; ser unos padres sensatos, para lo cual hay que estar dispuesto aprender de los errores; y amor familiar. Los mejores padres son los "que gestionan, con más amor que recursos técnicos, las alegrías, penas y problemas inherentes a la vida familiar." El buen clima familiar y el amor mutuo sirven para el crecimiento de los hijos, reducir su egoísmo, no perdernos el respeto los unos a los otros, alegrarse ante los éxitos, y muchas cosas más.

Defiende que la disciplina es más importante que la inteligencia. Lo que se consigue con la disciplina es habituar.

Aconseja que los hijos salgan de casa con tres expresiones aprendidas: por favor, perdón y gracias.

Asegura que para cambiar una situación complicada en, por ejemplo, un centro de enseñanza hay que poner énfasis en las cosas pequeñas; un buen inicio es centrarse en el orden y la limpieza.

A la hora de poner reglas, mejor que no sean muchas sino pocas, que sean claras y que tengan amplitud para que los hijos puedan moverse en libertad dentro de ellas. Además, las normas no deberían de cambiar constantemente, de lo contrario, los niños serán conscientes de la relatividad de nuestras convicciones morales; una regla básica debería ser la puntualidad.

Los padres defenderán igualmente la autodisciplina y la estimulación de la capacidad de trabajo de los hijos, para que cuando hagan trabajos, los hagan (y los quieran hacer) bien.

Hay que enseñar a los niños la autonomía, que "comienza cuando se renuncia a querer hacerlo todo y se comprende que hay un lugar y un tiempo para cada cosa."

Respecto a la multitarea, aconseja que si queremos hacer varias cosas a la vez debemos automatizarlas. Para desarrollar estos automatismos es clave la práctica.

La dignidad es difícil mantenerla 24 horas al día, pero lo que buscan los hijos para sentirse más seguros es que sus padres estén atentos a todo y controlen la situación. Hay que distinguir entre conductas graves, que no se deberían pasar por alto, y pequeñas travesuras, que no hace falta tratarlas como si fuera un escándalo mayúsculo, pero recomienda no eludir la corrección de esas pequeñas travesuras, porque esos pequeños actos inmorales pueden llevar a cometer grandes actos inmorales. A su vez, para evitar situaciones conflictivas no hay que decir a todo que sí y hay que dedicar tiempo a los hijos para hablarles y mirarlos a los ojos.

Aconseja desarrollar el arte de la prudencia por parte de los padres, es decir, entender la regla y su excepción. No es bueno que amenacemos con cosas que no podemos cumplir, tampoco que castigamos continuamente; el objetivo es conseguir el castigo más efectivo, que es aquél que desata la vergüenza por haber decepcionado a los que te quieren.

Algo que se repite a largo de todo el libro es que para ser libre tenemos que estar preparados para ser imputados por nuestros actos.

Tengamos en cuenta que se le puede decir no a un niño y que la familia es represiva por naturaleza.

Escribe sobre unos niños que fueron descuartizados por unos osos cuando entraron en el recinto de éstos en un zoológico; aprovecha Luri para reflexionar sobre si muchas veces no estamos engañando a nuestros hijos con imágenes idílicas de animales o de otros peligros, y si no sería mejor hablarles claramente de los peligros, por ejemplo, no decirles que hay osos parlantes o leones vegetarianos sino que son animales peligrosos y que, aunque podemos admirar su belleza y sus condiciones físicas, hay que mantenerse alejados de ellos porque suponen un peligro para nosotros. También los hombres pueden ser malvados y eso hay que dejárselo claro a los niños.

Dos obligaciones: la obediencia a los padres por parte de los hijos y la contribución de estos hijos a la familia, ya sea colaborando en casa o realizando otro tipo de tareas.

Una frase que me gusta mucho: "el conocimiento relevante sigue siendo valioso porque sigue siendo escaso."

Otro buen consejo del libro es que los padres apoyen a la escuela; si los hijos ven a sus padres interesados en la educación el mensaje es bueno y los hijos pensarán que la escuela es importante. La autoridad del maestro es algo que no se puede poner en duda en casa. Los alumnos van a pensar del maestro lo que han oído en casa. La satisfacción de los padres con el centro de educación va de la mano con los buenos resultados por parte del alumno. Aunque se alaba la participación de los padres, parece ser que los países con mejores resultados son aquellos en los que los padres participan poco. "Si un profesor tiene un problema con un alumno, con quien se reúne es con el alumno.” Si lo que los niños aprenden en casa está en consonancia con lo que aprenden en la escuela se van a reforzar los conocimientos.

Si tu hijo hace un mal trabajo no es necesario alabarle. Las alabanzas del esfuerzo para tener resultados positivos deben ser específicas y sinceras.

Un deber de los padres es que los hijos salgan de casa habiendo dormido las horas necesarias y bien alimentados. Los alumnos más brillantes suelen tener en común que descansan las horas necesarias. En la adolescencia, bien sea por temas sociales, como pueden ser las salidas el fin de semana, o biológicos, por los cambios que se están produciendo dentro de su cuerpo y mente, pueden encontrar dificultades para dormir, pero los padres tienen que imponer las rutinas, es decir, "hay que dar la batalla y hay que ganarla."

Luri establece una diferencia fundamental entre padres y maestros; los padres son buenos evaluando el estado emocional del hijo y los maestros suelen ser más objetivos evaluando su comportamiento. Por lo anterior, la visión que tenemos de nuestros hijos es parcial y es importante lo que nos aportan otras personas que están cerca de ellos.

Otra clave es enseñar a nuestros hijos a superar las frustraciones. No hay que sobreproteger a nuestros hijos sino enseñarles que "ni la competencia ni la ambición son vicios perniciosos." Nuestros hijos no pueden crecer sin asumir riesgos. "Ser buen padre es enseñar a tu hijo a prescindir de ti." Los barcos están más seguros en puerto y los hijos en casa, pero ninguno de los dos fue diseñado para esa tarea.

Lo que nos permite la inteligencia es ser conscientes de la complejidad del mundo. Es peligroso ser felices a costa de reducir la complejidad del mundo (autoengaño).

"Las escuelas tradicionales están llenas de imperfecciones, pero acumulan una larga experiencia de ensayos y errores."

Tanto tener conocimientos como desarrollar la memoria no van a ser un estorbo a lo largo de la vida del alumno.

"No olvidéis nunca que no se encuentra en la escuela el maestro más cruel, sino en la vida, porque la vida primero nos da las notas y después nos enseñará elección. Y no admite réplica. [...] En cuestiones de educación, los padres son los aficionados; los maestros, los profesionales, y la sociedad, el examen de reválida."

La labor de los padres es fundamental para la educación de los hijos, el consejo de Luri es que los padres se dediquen a hablar, leer, argumentar, razonar y escuchar a sus hijos. En general, lo fácil es enseñar a gritar.

Los niños tienen que aprender que sus opiniones son valiosas, sobre todo cuando están bien argumentadas, y que, a su vez, sus opiniones pueden ser criticadas con un argumento mejor.

Respecto de los deberes, señala Luri, de manera correcta, que los que más los necesitan son aquellos que no pueden recibir ayuda de sus padres para hacerlos.

No existen ni la familia ni la escuela perfecta.

No hay que tolerar ninguna falta de respeto hacia el profesor. Cuando los padres hablan con el tutor de su hijo, la conversación debe ser tan confidencial como cuando hablan con el médico.

En el libro se dan algunos datos de la diferencia entre las elecciones entre niños y niñas. Por ejemplo, los niños son más dados a los conflictos; las chicas suelen preferir carreras relacionadas con la salud la educación y los chicos los relacionados con la ingeniería informática y la mecánica; y los chicos prefieren trabajar con cosas y las chicas prefieren trabajar con personas. 

Algo a tener en cuenta en el mundo actual es que "cuanto mayor es el caudal de información indiscriminado que nos rodea, más importantes son los filtros selectivos."

Luri recomienda algunas actividades que se pueden hacer en familia: la escritura manual, mecanografía, reparar cosas, manejar con soltura la aguja y el dedal, conocimientos informáticos, mantener limpia la casa, y aprender a hacer la compra y cocinar.

Respecto a la pornografía, entre otros comentarios, Luri afirma que no se sabe cómo la temprana accesibilidad de la pornografía puede afectar a la futura visión del sexo, y que quizás el mejor consejo que podemos darles a nuestros hijos es que la pornografía es real, pero no es la realidad.

A lo largo del libro una de las cosas sobre las que advierte Luri es que las máquinas, en este caso los celulares, y el mundo virtual puede alejarnos de las relaciones cara cara y crearnos problemas en el futuro. Un peligro es no saber controlar nuestras emociones, porque no estamos en contacto con el otro y no tenemos a nadie al que mostrarle nuestras pasiones y miedos.

Recomienda una lectura seria, que no deja de ser una lectura lenta. Esta actividad es compleja y debe ser educada con paciencia, evitando estímulos y prisas. Enseñar a leer a un hijo no es enseñarle a entretenerse. El riesgo de entretener a nuestro hijo con la lectura es que cuando crezca puede cambiar la lectura por otras actividades más entretenidas para él. Para leer bien hace falta controlar la propia atención, mientras que para entretener hay que dejarla ir. Quizá no hay ninguna diferencia entre una persona inteligente y una persona que sabe leer. Aconseja que se lea, además de lentamente, de manera concentrada y profunda; y que se lean diferentes formatos: cuentos, poesía, prensa, teatro, y otros. En general, Luri se inclina por leer de manera tradicional, es decir, en papel. Es defensor de la teoría de que la lectura electrónica y las computadoras son fuentes de distracción. Quizá trabajando con elementos como el ordenador, que puede suponer mayor distracción, la tentación sea mayor, pero si se consigue dominar se pueden alcanzar mejores resultados ya que la lectura puede ir acompañada de búsquedas que permitan completarla. 

A los hijos hay que enseñarles "a elegir lo posible, porque no todos sus deseos están siempre a su alcance."

No hay que pretender ser para nuestro hijo modelo de sabiduría, es mejor ser un modelo de aprendizaje. Qué bien que para buscar las cosas necesitemos ayuda y que vean nuestro goce en aprender nuevas cosas. Los niños son malos a la hora de escuchar a los padres, pero son estupendos a la hora de imitarlos. La actitud hacia el trabajo es lo más importante. Parece lógico que cuando nos esforzamos mucho por algo seamos capaces de recordarlo mejor porque le estamos diciendo al cerebro que eso es importante.

Es trascendente la manera en la que hablamos a nuestros hijos, porque eso les permitirá observar con mayor nitidez la realidad. Es mejor usar palabras específicas para referirnos a los objetos, por ejemplo, si vemos un jilguero no digamos que es un pájaro sino su denominación específica. Hablemos a nuestros hijos y escuchémoslos con más interés que paciencia.

Mejor alabar el esfuerzo y no la inteligencia de nuestros hijos. Alabando el esfuerzo se fomenta la confianza en sus capacidades de trabajo y que no teman enfrentarse a actividades complejas. Alabando su inteligencia podemos crear niños que tengan pánico al fracaso y que eludan las alternativas más arriesgadas para elegir las más cómodas.

"Si queremos educar a nuestros hijos en la mentalidad de no admitir las excusas, comencemos educándolos en un ambiente en el que no existen las excusas."

Los primeros responsables de la disciplina de la casa son los padres. No se debe repetir a un hijo las cosas cientos de veces ni se debe exigir a un hijo cosas que sabemos que no va a cumplir.

Nuestros hijos deben aprender de economía y no ocultarles, por ejemplo, el estado de la economía familiar. Que sepan que el dinero no cae del cielo ni se produce espontáneamente. El cuento de la lechera y La fábula de la cigarra y la hormiga son magníficos para explicar a nuestro hijo temas económicos.

Aunque en estos días hay mucha crítica al exceso de educación, hay un dato cierto y es que los primeros en ser despedidos y los últimos en ser contratados durante las épocas de crisis son los que menos estudios tienen. Añado yo que hay distintos tipos de estudios y que no todos tienen la misma utilidad a la hora de conseguir empleos.

El riesgo de una excesiva libertad puede ser la marginalidad, y es un precio que debemos estar dispuestos a pagar.

"Podríamos decir que una persona bien educada es aquella que sabe controlar la libre expresión de su espontaneidad."

A los padres nos recomienda mantener la cabeza fría ante situaciones preocupantes; evitar gritar y subirnos por las paredes. Una bronca contundente a tiempo puede ser muy positivo. Igualmente, una discusión seria con nuestros hijos les hará saber que no los consideramos niños.

Según algunos estudios, cuando los niños mienten lo hacen más para proteger su relación familiar que para ocultar su comportamiento.

Todos los padres tienen derecho a tener un mal día, pero la vez deben saber que los hijos guardarán con pelos y señales todos y cada uno de los detalles de ese mal día.

No está mal que sus hijos tengan pequeñas frustraciones y decepciones.

"La experiencia no es lo que nos pasa, sino lo que aprendemos con lo que nos pasa."

"Controlar el impulso de satisfacer inmediatamente un deseo es un poco frustrante, pero sobre esta pequeña frustración se levanta todo el edificio del carácter."

Tu hijo se cansará igual que tú y hay que enseñarle que, aunque esté cansado, debe seguir con sus actividades diarias, por ejemplo, lavarse las manos, poner la mesa y tener una conversación con la familia para comentar el día.

No hace falta ser exhaustivo con el seguimiento de nuestros hijos, puede ser válido el proporcionarles un techo, comida, atenciones médicas, y un apoyo emocional básico. No es necesario que los padres diseñen todas las actividades de sus hijos; es bueno que los hijos se aburran para que despierten su imaginación.

Recomienda para fomentar la creatividad usar las herramientas de toda la vida: conocimientos, ambición, predisposición para aprender de los errores y resiliencia. Levantarse pronto y trabajar duro quizá no nos haga unos genios, pero sin duda nos convertirá en unos técnicos competentes.

La capacidad de concentración es una habilidad clave; “no se puede ser experto en nada sin dedicarle tiempo y esfuerzo.”

Hay que lamentar lo que se ha hecho mal, pero debe exigirse un cambio de conducta. “El perdón no puede ser incondicional.”

Luri aconseja regalarles de vez en cuando unos versos a nuestros hijos.

La adolescencia es un periodo complicado y los padres deben ayudar a los hijos en ese momento. Los adultos no deberíamos pretender ponernos a la altura de los adolescentes. Respecto del sexo, escribe que es algo divertido, pero practicar sexo no significa ser adulto, simplemente significa que si tienen atributos sexuales. El sexo es divertido, pero practicarlo bajo la influencia del alcohol y de las drogas no parece inteligente. Si no se tiene valor para decir que no, más que sexo estamos ante sumisión.

Para hacer bien una cosa primero hay que identificar la cosa que se quiere hacer bien.

Los niños deben subirse a los árboles, aunque esta actividad tiene peligros, son precisamente esos peligros los que la hacen emocionante.

No debemos decidir el futuro de nuestros hijos y a la vez debemos ofrecerle nuestra opinión crítica y animarlos en lo que nosotros consideramos que es mejor para ellos. En cuanto a lo material no hay que pretender que tengan todo lo que nosotros no tuvimos, parece más sensato ofrecerles lo que necesitan.