Martín Higueras.
En los últimos tiempos, en el Perú se ha vuelto a hablar de Sendero Luminoso, por tres razones fundamentales: por el intento –felizmente infructuoso– de un grupo proterrorista de inscribirse como partido político; por la captura el pasado domingo de Artemio, hasta ese momento líder del grupo terrorista; y finalmente por el preocupante desconocimiento de la juventud peruana sobre lo ocurrido en la década de los 80 y 90, algo que incluso mencionó el primer ministro peruano en la entrevista que ofreció a Libertad Digital.
Pero también hay una razón más por la que se debería volver a mencionar a esos asesinos terroristas: para recordar a sus víctimas, muchas de ellas anónimas, que a lo largo del Perú supieron levantarse y defender a sus comunidades. Una de estas heroínas es María Elena Moyano, una mujer de enorme coraje que hace 20 años era dirigente local del pujante distrito de Villa El Salvador, al sur de Lima, cuyo alcalde era en ese momento el español Michel Azcueta, un valiente hombre que quiso al Perú y a esa comunidad como a su propio país. En esos difíciles años –social y políticamente–, María Elena ayudaba a su comunidad y organizaba "comedores populares" y grupos de apoyo para las mujeres.
Hace 20 años, el 14 de febrero de 1992, Sendero Luminoso convocó un "paro armado", es decir una jornada en la que amenazaban de muerte a todos los que se atrevían a salir a las calles. Esa semana, varios policías fueron asesinados por los terroristas cuando preparaban el operativo de seguridad para proteger a la población. Una de las que enfrentó a los terroristas fue María Elena Moyano. Ella salió con sus grupos de mujeres a hacerle frente a Sendero, a mostrar cómo su pueblo rechazaba su violencia y sus indiscriminados asesinatos. Esa afrenta le costaría a María Elena la vida.
Al día siguiente, el 15 de febrero de 1992, María Elena llegó por la mañana a Villa El Salvador (no dormía en su casa por las constantes amenazas de muerte) a buscar a sus hijos para llevarlos a la playa. Por la tarde, acudió con ellos a una fiesta organizada por varias madres para recaudar fondos destinados a obras sociales. Minutos después de las cinco de la tarde, María Elena notó la llegada de un grupo de unos 10 terroristas, todos ellos liderados por una mujer. Al darse cuenta, pidió a sus hijos que se alejaran, se tiraran al piso y se taparan los ojos. Sabía perfectamente lo que estaba a punto de ocurrir. La terrorista se le acercó, le disparó en el pecho y la cabeza para después llevar su cuerpo a la calle y dinamitarlo con 5 kilos de explosivos. No contentos con eso, apenas unos días después de su funeral al que acudieron miles de personas, Sendero dinamitó su tumba.
Se trata de un asesinato brutal que a veces amenaza con ser olvidado. Pero el Perú necesita recordar la monstruosa y sanguinaria locura terrorista de un grupo de asesinos liderados en ese momento por Abimael Guzmán, capturado siete meses después.
Michel Azcueta (en la foto con ella), que también sufrió un atentado de Sendero Luminoso que casi le cuesta la vida, recuerda mucho a su amiga y colaboradora. "Ella sigue muy presente en Villa El Salvador, en la Federación Popular de Mujeres de Villa El Salvador y en el trabajo que ellas hacen día a día aquí", dijo hace unos días en una entrevista a La República, diario que al día siguiente del atentado publicó una portada con su foto y el siguiente titular: "La balearán, la dinamitarán... y no podrán matarla". Hace tres años, en este mismo mes, Azcueta dijo en su blog que "admiro en ella esa capacidad de aprender, de cambiar, de dialogar y de reír y festejar cada momento de la vida. El 15 de febrero de 1992 sigue siendo el día más triste de mi vida... Sé que María Elena no me lo perdonaría, así que le seguiré haciendo caso intentando transmitir alegría, valorando con todos los que me rodean, la vida..., una vida digna para todos".
También en La República, el historiador Antonio Zapata la recuerda como "una mujer de primera" y agrega: "Era una mujer valiente. Tenía cercanía a la realidad más dura, y las causas populares eran las suyas. Defendía todo lo que había construido". Su amiga Diana Miloslavich –quien muchas veces le daba un lugar para dormir en los momentos más difíciles– señala que "ella no soltaba un tema, no dejaba de preguntar hasta que no había absuelto todas sus dudas sobre cualquier asunto".
Estas son apenas tres opiniones de personas muy cercanas a María Elena. Sin embargo, "Madre Coraje" –como se le llamó después de su muerte– sigue estando en la memoria de los peruanos que sufrimos los embates del terrorismo. La recordamos como una mujer valiente, capaz de enfrentar cara a cara a un terrorismo como el de Sendero Luminoso que muchos representantes de la sociedad civil no se atrevieron a encarar. María Elena, guapa, inteligente, comunicadora y con un carisma desbordante detrás de su atractiva sonrisa, le mostró a Villa El Salvador cómo combatir la violencia. Si hoy en día este distrito se ha transformado de un arenal a un lugar lleno de esperanza y de gente que ha sabido salir adelante, es en parte, gracias a las lecciones de "Malena".
Después de su muerte, el Congreso peruano la declaró "Heroína Nacional".
Nota del redactor: Aunque no suelo hacer esto, quiero comentar algo sobre esta nota y sobre María Elena Moyano. Aquel día apenas tenía 19 años y recuerdo claramente ese "paro armado" convocado por los terroristas de Sendero Luminoso. Recuerdo haber oído de las marchas contra el paro en algunas zonas pero sobre todo la convocada en Villa El Salvador. Este paro era como un episodio más de la locura terrorista que se unía a los coches-bomba, a los atentados, a las violentas ejecuciones en poblados de la Sierra, a los "toques de queda", o a los apagones casi interdiarios. Así de vergonzosa llegó a ser nuestra cotidianidad y ya nadie se sorprendía. Triste.
Había oído hablar muchas veces de María Elena Moyano. Lamento no haber sido periodista en ese momento para poder seguirla mucho más. No conocí a María Elena personalmente pero, como gran parte de los peruanos sentí profundamente su muerte, casi como si hubiera sido alguien muy cercano.
Recuerdo su trabajo y el de Michel Azcueta, un español que recaló en dicha localidad para ayudarla a crecer y desarrollarse. Tenía, y sigo teniendo, una enorme admiración por ambos.
Tengo aún claro en mi cabeza el momento en que a través de la radio (no existía ni Internet, ni Twitter) me enteré del cobarde y brutal asesinato de María Elena. No estaba en Lima pero recuerdo la tristeza que sentimos todos.
Es cierto lo que dicen muchos: ese día, el día en que María Elena fue vilmente asesinada, Sendero Luminoso comenzó a perder. Los peruanos nos dimos cuenta de que muy poco habíamos hecho y que María Elena nos había dejado toda una lección. No tengo duda, además, de que en todas partes del Perú existieron muchas "Mariaelenas".
Y repetiré lo que se dijo en su momento: María Elena no morirá hasta que la olvidemos. Y eso, no debemos permitir que ocurra.