El 13 de octubre de 1978 la banda terrorista ETA asesinaba en Bilbao a los policías nacionalesELÍAS GARCÍA GONZÁLEZ y RAMÓN MUIÑO FERNÁNDEZ, y dejaba gravemente herido al agenteJosé Benito Díaz García, que fallecería doce días después, el 25 de octubre.
Los tres agentes se dirigían el 13 de octubre en un Jeep oficial de la Policía hacia el sanatorio de Santa Marina, donde tenían que dar el relevo a otra dotación policial que custodiaba en el centro sanitario a un recluso de la prisión de Basauri. En una de las curvas de la carretera que conduce exclusivamente al sanatorio, varios miembros de la banda terrorista ETA les tendieron una emboscada. El vehículo policial se vio envuelto en un fuego cruzado, desde ambos lados de la carretera y con armas diferentes (pistolas, subfusiles y escopetas de caza repetidoras). Los terroristas les estaban esperando escondidos en el monte, porque ese tramo de la carretera transcurría por una zona poblada de pinos. Los asesinos de la banda dispararon desde tres puntos distintos y el vehículo policial recibió el impacto de cerca de veinte disparos en sus cuatro lados, mientras que en el lugar de los hechos se recogerían posteriormente veinticinco casquillos de bala de diferentes marcas y cinco cartuchos de caza. Los terroristas huyeron, a continuación, en dirección a la carretera de Santo Domingo, a diez minutos del centro de Bilbao.
Hubo dos testigos presenciales del atentado. Por un lado, un joven que iba en su coche por la misma carretera, pudo ver a un grupo de seis u ocho personas armadas. Para evitar que diera aviso de lo ocurrido, uno de los terroristas disparó contra una de las ruedas del vehículo del testigo. Por otro lado, una chica que volvía del sanatorio después de visitar a un familiar, vio a uno de los terroristas con una metralleta en la mano en el momento en el que se montaba en el coche con el que emprendió la huida. La joven se dio la vuelta y regresó al centro sanitario para dar aviso de lo que había ocurrido.
Elías García y Ramón Muiño consiguieron salir del Jeep, que se había desviado de su trayectoria chocando contra un talud, por su propio pie, aunque cayeron materialmente uno encima del otro junto a la puerta derecha, con el pecho y la cara cubiertos de sangre por los impactos recibidos. José Benito, que viajaba en la parte trasera del vehículo, fue trasladado gravemente herido al Hospital Civil de Bilbao.
Al día siguiente, en la capilla ardiente instalada en el cuartel de la Policía Armada de Basauri, un grupo de agentes inició un movimiento de protesta en el interior del acuartelamiento que se extendió, al terminar el funeral, por todo el cuartel. Durante los graves incidentes, mandos policiales y políticos fueron insultados por los policías y, según algunas versiones publicadas en los medios de comunicación, los policías trataron de impedir que salieran las autoridades presentes (ABC, 15/10/1998). El incidente provocó una grave crisis en el seno de la Policía. Por un lado, se decidió el traslado inmediato de una parte de la guarnición de Bilbao –unos trescientos– a otros lugares, que tuvieron que ser sustituidos por dos compañías de reserva. Por otro lado, se expulsó del Cuerpo a veinticinco agentes que habían participado en los incidentes.
Los autores de la emboscada y asesinato de Elías García y Ramón Muiño, además de José Benito Díaz, que falleció días después, nunca fueron detenidos, por lo que el crimen, a día de hoy, sigue impune.
Elías García González tenía 21 años. Estaba casado y tenía una hija de dos meses. Era natural de Fuenterroble de Salvatierra (Salamanca) y estaba destinado en la quinta compañía de la Policía Armada con base en Vizcaya.
Ramón Muiño Fernández, conductor del vehículo policial tiroteado, tenía 30 años, era natural de Valella (Lugo). Estaba soltero. Pertenecía a la tercera compañía de la Policía Armada, con sede en Vizcaya, y vivía en el barrio de Santutxu (Bilbao).
A las diez menos diez de la mañana del 13 de octubre de 1980 la banda terrorista ETA asesinaba en San Sebastián a LORENZO MOTOS RODRÍGUEZ, teniente coronel de Ingenieros, mientras se dirigía desde su domicilio en el barrio de Amara de la capital donostiarra al acuartelamiento de Loyola. Allí se encontraban las dependencias del Patronato de Huérfanos del Gobierno Militar de Guipúzcoa, donde el militar estaba destinado.
Lorenzo Motos fue alcanzado por tres terroristas que ametrallaron su vehículo cuando éste se detuvo en un semáforo en rojo en la plaza de Álava. Los pistoleros de la banda le esperaban tranquilamente en la acera, junto al poste del semáforo, pues previamente habían sometido a vigilancia al militar. Por ello sabían que Lorenzo Motos efectuaba ese recorrido a la misma hora, de modo habitual, a pesar de las recomendaciones policiales dirigidas a personas susceptibles de ser objetivo de la banda asesina. Tras ametrallar el coche, los etarras huyeron en dirección al puente de María Cristina. Ahí se montaron en un automóvil Seat 127 blanco, que luego dejaron aparcado cerca de la estación de Renfe, a unos mil metros del lugar del atentado. El vehículo fue localizado horas después por la Policía. Tenía placas de matrícula falsas y en su interior se encontraron las de la matrícula verdadera. El automóvil había sido robado a punta de pistola a su propietario el día 6 de octubre en la localidad guipuzcoana de Andoain.
En el automóvil del militar se pudieron contabilizar más tarde hasta dieciocho impactos de bala en la parte delantera izquierda. El teniente coronel Motos recibió tres impactos de bala, uno de los cuales le alcanzó de lleno y le destrozó el cuello. Otros dos proyectiles se alojaron en el tórax. La víctima quedó en el automóvil desangrándose, rodeada de curiosos. Algunos de ellos se dedicaron a recoger casquillos de bala, por lo que la Policía sólo pudo hacerse con seis del calibre 9 milímetros parabellum, marca SF.
Hasta el lugar de los hechos acudió una ambulancia de la Asociación de Ayuda en Carretera (DYA), avisada por un testigo presencial, que trasladó urgentemente al herido a la residencia sanitaria de la Seguridad Social Nuestra Señora de Aránzazu, donde ingresó cadáver.
A la una de la tarde quedó instalada la capilla ardiente en el Hospital Militar. Allí acudieron a lo largo de la tarde autoridades civiles y militares. Al día siguiente, 14 de octubre, se celebró el funeral en el templo parroquial de la Sagrada Familia, abarrotado de fieles. Entre los asistentes se encontraban numerosos compañeros de armas del militar asesinado, además del delegado especial del Gobierno en el País Vasco, general Sáenz de Santamaría; gobernadores civil y militar, jefes de Estado Mayor de la VI Región Militar y de la zona marítima y numerosos jefes y oficiales de uniforme. También se encontraban presentes el alcalde de la ciudad, Jesús María Alcain, y el diputado general de Guipúzcoa, Xabier Aizarna, ambos del Partido Nacionalista Vasco, así como representaciones de otras fuerzas políticas. Con anterioridad, a las doce de la mañana, se había celebrado en la capilla del Hospital Militar una misa privada a la que asistieron la esposa de Lorenzo Motos, sus hijos y algunos amigos y compañeros allegados.
Uno de los hijos de Lorenzo, José Motos, relató en 2004 a la revista Hasta Aquí, editada por la plataforma ¡Basta Ya! cómo se enteró del asesinato de su padre:
Mis preocupaciones a esa edad eran las de todos a los 18 años. Piensas que ese tipo de cosas no te pueden pasar a ti. A pesar de ello, recuerdo que era una época en la que ETA estaba ya pegando muy cerca. Ya habían asesinado a algún militar cercano a la familia. Piensas que no hay motivos para que te ocurra una cosa así, aunque en realidad sabes que no hay motivos para nadie. Ocurrió un lunes, el 13 de octubre de 1980. Yo estudiaba en una academia, me levanté temprano, me despedí de mi padre que salía de casa algo más tarde. A las 10 de la mañana yo ya había acabado unas clases y estaba en la calle Urbieta con unos amigos hablando cuando apareció otro chico, que no me conocía, contando que había habido un atentado en Amara. Acababan de matar a un militar. Fue una forma cruel de enterarme, aunque no sé si existe alguna mejor para estos casos. Yo pregunté con interés, no porque pensara que pudiera ser mi padre, sino por saber si se trataba de una persona conocida. ‘Es el padre de un jugador de baloncesto, del Askatuak, Motos’. De repente te cambia todo, no recuerdo mi reacción. Sólo sé que salí corriendo, disparado hacia mi casa, a sprint. Cuando llegué hacia el Parque de Amara y vi que no había nada, ni policías, ni movimiento que me confirmara que ahí había pasado algo, pensé que se había equivocado. Subí a casa y en cuanto abrí la puerta del salón, me di cuenta de que sí había pasado... A partir de ahí, fue todo muy rápido, una pesadilla. Muy tétrico. Tan rápido que no daba tiempo ni a asimilar. No sé ni si lo he asimilado todavía". De ese primer momento, a José Motos le queda el sentimiento de la humillación: "Saber que le han matado a tu padre cobardemente, vilmente, a traición... Mi padre era un militar que siempre había ido de cara y es triste que tuviera que morir así, a traición, en un atentado terrorista. Él fue un militar con honor y valiente y no merecía un final como este". Y junto al sentimiento de humillación, el de rabia, una rabia que sale una y otra vez cuando ETA volvía a asesinar: "Aprendes a vivir con ello, a pesar de que cada vez que asesinan a alguien, y ves otra familia destrozada, se revive lo mismo. Han estado matando a mi padre continuamente (Hasta Aquí, editada por la plataforma ¡Basta Ya!, 2004)
En 1988 la Audiencia Nacional condenó al etarra del grupo Donosti Ignacio Esteban Erro Zazu, aliasPelos, a 29 años de prisión mayor. Sobre los asesinos de su padre, José Motos contaba que fueron tres:
De uno no sé nada. De los otros dos, uno de ellos murió en un tiroteo en Miraconcha, cuando fue sorprendido por la Policía Nacional preparando un coche bomba. Le acompañaba ese día el tercer integrante que logró escapar. Este personaje se llama Ignacio Erro Zazu, de Pamplona, de 44 años, era fontanero antes de dedicarse al crimen organizado. Lo último que sé es que está en una cárcel de Tenerife y no le quedará mucho para salir a pesar de tener un amplísimo currículum como criminal. En el momento en el que le detuvieron, en el año 1987, después de cometer un atentado con lanzagranadas contra el Gobierno militar, formaba parte del comando Donosti, aunque había pasado ya por alguno mas, incluso llegó a estar integrado en alguno de esos comandos con un conocido dirigente del mundo radical abertzale. Según lo declarado por el propio Erro Zazu, allá en el 87 cuando fue juzgado, se trata del mismo Arnaldo Otegui Mondragón al que no han conseguido imputar nada y que, como todos sabemos, sigue ejerciendo de parlamentario y protegido por el actual tripartito gobernante. Erro es el autor material y pertenece al ala más radical, es de los que celebran los atentados con gambas y champán. En aquella época los que dirigían ETA y dictaban las sentencias de muerte eran Txomin, Santi Potros y Txikierdi, supongo que también ordenaron asesinar a mi padre pero por el momento no han sido juzgados por ello" (Hasta Aquí, editada por la plataforma ¡Basta Ya!, 2004).
Según las declaraciones de Erro Zazu, el grupo Donosti estaba formado por Miguel Ángel Apalategui, alias Apala, uno de los que, tras beneficiarse de la Ley de Amnistía en 1977, continuó asesinando y se integró en el grupo Donosti junto a Agustín Arregui Perurena, Txuria; Luis María Lizarralde Izaguirre, Beltxa; Ángel María Galarraga Mendizábal, Pototo; Félix Manzano Martínez,Rioja; y el propio Erro Zazu, Pelos. Según las declaraciones de este último, este grupo Donosti perpetró, entre otros, el atentado contra el teniente coronel de Ingenieros Lorenzo Motos Rodríguez en 1980 (ABC, 25/11/1997).
Lorenzo Motos Rodríguez era natural de Valladolid, donde había nacido el 27 de enero de 1919, por lo que tenía 61 años cuando fue asesinado. Se había incorporado al Ejército, como voluntario, el 18 de julio de 1936, y participó activamente en la campaña de Sidi-Ifni. Estaba en posesión de numerosas condecoraciones concedidas por méritos en campaña, entre ellas la Cruz de Guerra, la Cruz del Mérito Militar con distintivo rojo, varias medallas de campaña y varias cruces del Mérito Militar con distintivo blanco. Llevaba residiendo en San Sebastián quince años y estaba casado con una navarra de la localidad de Elizondo, a la que conoció en los años cuarenta mientras trabajaba en labores de fortificación en el Pirineo. El matrimonio había tenido siete hijos, de los que uno había fallecido. Otro de los hijos fue jugador de baloncesto en el Askatuak, formaba parte de la plantilla del Calasancio de Pamplona y trabajaba como profesor de Biología en una ikastola. La mayoría de los hijos de Lorenzo Motos hablaban perfectamente euskera y se encontraban completamente integrados en el País Vasco. José Motos, que tenía 18 años cuando asesinaron a su padre, contó a la revista Hasta Aquí ya citada que "su madre pasó momentos muy duros, llenos de soledad y de incomprensión, pero le echó mucho valor y salió adelante (...)", y añadía:
Yo no perdono, cómo voy a perdonar a alguien que se ríe todavía de mí, que tiene una actitud insultante, que no reconoce el error. No conozco a nadie que diga ‘estábamos equivocados’, siempre se justifican, hasta cuando matan por error (...) Mi drama personal está rodeado de un problema político muy grande que, siendo realista, sé que no se va a arreglar y si se arregla será con condiciones muy generales, que a mí no me van a satisfacer. ¿Alguien va a reconocer que se equivocaron asesinando ciudadanos? Eso sería reconocer que han sido asesinos y ellos se consideran patriotas. Hablan de negociación, pero ¿qué es la negociación? En toda negociación hay intercambio y ¿qué tienen ellos? Sólo los muertos, su capacidad de destruir, esa es su moneda de cambio. ‘Tú me das este territorio y yo dejo de matar’. Así que partiendo de ahí, yo sé que no voy a ver nunca una conversión del mundo nacionalista, de los que giraron la cabeza hacia otro lado (aunque estos, según cómo y desde donde sople el viento encuentran justificación para todo), de los que los apoyaron y mucho menos de los diseñadores y ejecutores de los asesinatos". Sobre el comportamiento de la sociedad, el hijo de Lorenzo señalaba en la entrevista que "lo más duro es el apoyo social que tienen los atentados. Para mí, más duro que pensar en el hijo de puta que apretó el gatillo o en el que dio la orden o en los que pasaron la información, fue sentir la pasividad de la sociedad, el chasco que me llevé con mucha gente. Fue lo que más me dolió. Quién se acercaba a mí y quién no. Mis amigos no me fallaron, pero del amplio entorno que tiene un chico de 18 años sí hubo mucha gente que no se portó bien. Tuve que oír comentarios del tipo ‘algo habrá hecho’. Fue muy duro. En aquellos años había asesinatos casi todos los días. El atentado de mi padre fue uno más. Al cabo de unos días cada familia se quedaba con lo suyo, porque enseguida el protagonismo lo adquirían otros (...) Aquí hay mucho culpable. A unos les hemos visto la cara porque han apoyado activamente el terrorismo. Todos sabemos quiénes son, lo que hacen y cómo piensan. Hay otros que dicen que no apoyan la violencia (aunque los hay que se benefician de ella), pero que con su pasividad la sostienen, porque el terrorismo genera el síndrome de Estocolmo. Este es un pueblo secuestrado, por lo menos, una gran parte de la sociedad que lo forma lo está. El terrorismo no solo consigue un apoyo activo, también lo consigue pasivo y esta es una gran baza ya que quita fuerza a la respuesta contra el terrorismo.
A las 14:30 horas del 13 de octubre de 1983, la banda terrorista ETA asesinaba en la localidad guipuzcoana de Rentería al guardia civil ÁNGEL FLORES JIMÉNEZ. A esa hora el agente se dirigía a su casa para comer. Cuando descendía de su coche, sin uniforme y desarmado, dos terroristas a cara descubierta le dispararon a bocajarro, alcanzándole tres disparos, uno de ellos en el cuello que le provocó la muerte en el acto. Los pistoleros huyeron a continuación en un vehículo estacionado en las inmediaciones, a cuyo volante esperaba, a cara descubierta, un tercer individuo. En el lugar de los hechos se recogieron tres casquillos del calibre 9 milímetros parabellum.
El vehículo utilizado para cometer el atentado, un Seat 131, había sido robado a punta de pistola una hora antes en Oyarzun por varios individuos armados, y fue localizado horas más tarde en la calle de Pablo Iglesias, en las proximidades de la estación de Rentería. Su propietario fue encontrado atado a un árbol en el monte San Marcos, en las inmediaciones del barrio de Galzaraborda. Una vez liberado por fuerzas de las UAR (Unidad Antiterrorista Rural de la Guardia Civil) a las tres menos diez de la tarde, el dueño del coche manifestó haber sido secuestrado a las 13:30 horas a la salida de su vivienda, en Oyarzun, por un joven armado que dijo pertenecer a ETA, al que luego se le sumaron dos o tres individuos más. Le sustrajeron el DNI, advirtiéndole de que no debía denunciar el hecho cuando fuese liberado.
El cadáver del guardia civil asesinado fue trasladado inicialmente al cementerio donostiarra de Polloe y, más tarde, al Salón del Trono del Gobierno Civil, donde quedó instalada la capilla ardiente.
Al mediodía del día siguiente, 14 de octubre, se celebró en Rentería el funeral por el alma de Ángel Flores con la asistencia de cientos de personas, en su mayoría vecinos del barrio. Lascaracterísticas del barrio de Beraun hizo que la presencia ciudadana en el funeral fuese muy superior a lo habitual en Guipúzcoa cuando la banda asesinaba a un miembro de las fuerzas de orden público. Beraun era un barrio de población emigrante, donde el PSE-PSOE tenía un gran caladero de votos, lo que le permitió hacerse con la alcaldía de la localidad. Terminada la ceremonia religiosa, el ministro Barrionuevo se dirigió a voz en grito a los ciudadanos con vivas a España, al pueblo vasco, al Rey, a la Constitución, a la Guardia Civil y a las Fuerzas de Seguridad del Estado, que fueron contestadas por el numeroso público asistente.
En el funeral estuvieron también presentes el director general de la Guardia Civil, Aramburu Topete, el viceconsejero de Interior del Gobierno Vasco, Eli Galdós, el director general de la Policía, Rafael del Río, y mandos militares de los tres Ejércitos, Finalizada la ceremonia José Barrionuevo recorrió las calles del centro de la localidad acompañado por el delegado del Gobierno en el País Vasco, Ramón Jáuregui, y los gobernadores de Guipúzcoa y Vizcaya, Julen Elorriaga y Julián Sancristóbal. En su recorrido se dirigieron a pie al lugar del atentado, donde un sacerdote rezó un padre nuestro entre la expectación del vecindario de Beraun.
El asesinato de Ángel Flores se produjo cuando acababa de expirar el plazo dado por un sector de ETA político militar para que fuera "desalojado todo el personal civil de los cuarteles ubicados en cualquier lugar del Estado español o de Euskadi". El director de la Seguridad del Estado, Rafael Vera, declaró tras el atentado que se habían tomado medidas excepcionales, reforzando y ampliando la vigilancia de las instalaciones amenazadas por el ultimátum de ETA.
En 1985 la Audiencia Nacional condenó a Jesús María Zabarte Arregui, jefe del grupo Donosti de ETA, a un total de 32 años de cárcel por el asesinato de Ángel Flores. Zabarte Aguirre fue detenido en junio de 1984 en una operación en la que resultaron muertos los etarras Agustín Arregui Perurena, alias Txurrilla, y Juan Luis Elorriaga, Patxi.
Ángel Flores Jiménez, de 44 años, estaba casado y tenía cinco hijos, con edades comprendidas entre los 22 y los 10 años. Estaba destinado en el Servicio de Intervención Fiscal de la Estación Norte de Irún. Era natural de San Martín del Pimpollar (Ávila) y durante dieciocho años estuvo destinado en Pasajes. Ángel era muy conocido en su barrio, Beraun, y estaba perfectamente integrado en Guipúzcoa, donde residía desde veinte años antes.
A las cuatro de la tarde del lunes 13 de octubre de 1997, tres miembros de la banda terrorista ETA tiroteaban por la espalda al agente de la Ertzaintza JOSÉ MARÍA AGUIRRE LARRAONA cuando procedía a identificarles en los alrededores del Museo Guggenheim de Bilbao, donde se estaban realizando los preparativos para su inauguración por los Reyes cinco días después, el 18 de octubre, y era un objetivo de la banda terrorista desde hacía tiempo, como podía desprenderse de la documentación incautada en 1994 en la que la etarra Soledad Iparraguirre afirmaba que "el Guggenheim era el objetivo y había que tirarlo patas arriba".
El 13 de octubre, tres miembros del grupo Katu de ETA -Kepa Arronategi Azurmendi, Eneko Gogeaskoetxea e Ibon Gogeaskoetxea- accedieron a las inmediaciones del museo haciéndose pasar por operarios, según se recoge en el auto de procesamiento del titular del Juzgado número 2 de la Audiencia Nacional, Ismael Moreno, dictado el 18 de febrero de 1998 contra cinco presuntos miembros de ETA (Soledad Iparraguirre, que fue quien dio la orden de atentar, y Javier Abaunza Martínez, además de los tres citados) por el atentado frustrado contra el Rey en el Museo Guggenheim de Bilbao. Arronategi y Eneko Gogeaskoetxea, en unión del hermano de este último, Ibon, prepararon tres jardineras grandes con diez granadas anticarro y dos minas antipersona en su interior. Los dos primeros las trasladaron en una furgoneta, el 13 de octubre, hasta las inmediaciones del museo, mientras Ibon estaba en un coche próximo por si debían huir precipitadamente. "Una vez en el lugar de los hechos –continúa el auto–, proceden a colocar una de las jardineras que portaban en la furgoneta en los jardines del Museo Guggenheim, y antes de que llegaran a ubicar las otras dos, son requeridos por miembros de la Ertzaintza para que justifiquen identidad, estancia en el lugar y mercancía o material que transportan". Al comprobar que la matrícula de la furgoneta era falsa, José María Aguirre se acercó a los terroristas. Uno de los etarras, al verse descubierto, respondió disparando al ertzaina, que fue trasladado inmediatamente al Hospital de Basurto en estado muy grave, mientras los tres terroristas huían a pie y dejaban en el interior del vehículo las otras ocho granadas y dos subfusiles.
La fuga de los asesinos de la banda provocó escenas de pánico entre los numerosos ciudadanos que circulaban por una zona especialmente abarrotada por su actividad comercial y dio lugar a unaespectacular persecución por parte de las fuerzas del orden. Dos de de los terroristas comenzaron a correr hacia el centro de Bilbao por la calle Iparraguirre. Detrás, dos agentes de la Policía Municipal y otro policía motorizado iniciaron la persecución. Los terroristas dispararon, al menos en una ocasión, contra sus perseguidores, lo que provocó que el policía motorizado cayera al suelo. Además intimidaron a varios transeúntes que, durante la carrera, les gritaron "asesinos".
La Policía Municipal pudo detener, finalmente, a Kepa Arronategi, que sería juzgado y condenado en 1999 por la Audiencia Nacional a 30 años de reclusión mayor por el asesinato del ertzaina. Eneko e Ibon Gogeaskoetxea consiguieron escapar robando tres coches a punta de pistola, uno de ellos a una mujer que viajaba con su hija.
Ibon Gogeaskoetxea fue detenido en febrero de 2010 en la región francesa de Normandía, mientras que su hermano Eneko, que llevaba una plácida vida en Cambridge (Reino Unido), fue detenido en julio de 2011 en una operación conjunta de la Policía Metropolitana de Londres y la Guardia Civil, abierta a raíz de una comisión rogatoria cursada al Reino Unido por el titular del Juzgado Central de Instrucción número 2 de la Audiencia Nacional, Ismael Moreno. En Francia, Eneko ha sido condenado en rebeldía en dos ocasiones: la primera el 10 de junio de 2006, a tres años de prisión, por asociación de malhechores con fines terroristas, y la segunda el 24 de mayo de 2011, a otros tres años de prisión, por estar integrado en la estructura logística de ETA desmantelada en noviembre de 2006. En España tiene también una decena de requisitorias en la Audiencia Nacional por delitos de terrorismo, y figura desde 2001 en la lista de terroristas más buscados de la Unión Europea.
José María Aguirre Larraona, tenía 35 años. Era natural de Zalla (Vizcaya), estaba casado con Maite Mollinedo y era padre de un hijo. La plaza donde cayó asesinado lleva hoy su nombre y ahí tuvo lugar un homenaje diez años después de su asesinato, en octubre de 2007. Asimismo, el Ayuntamiento de Zalla ha dedicado a su memoria una plaza céntrica de la localidad. Su viuda, Maite Mollinedo, ha expresado muchas veces su temor a que se pase página y no se haga justicia. El 11 de mayo de 2006 escribía un artículo en ABC junto a otras víctimas del terrorismo en el que reclamaba "la certeza de que el Estado al que pertenecemos como ciudadanas no va a poner en venta la justicia". Y añadía:
Es insostenible que se pretenda centrar el ‘proceso de paz’ en el perdón y en la reconciliación, cuando, desde nuestro punto de vista, el fin del terrorismo pasa indefectiblemente por la necesidad innegociable de que todos los criminales sean perseguidos, juzgados y, en su caso, condenados; por la obligación de que no haya amnistías y, por supuesto, por que no se siga el modelo irlandés de excarcelación de presos, que tan dudosos resultados ha dado y está proporcionando a las víctimas del terrorismo de ese país (ABC, 11/05/2006).
Más recientemente, en junio de 2011, ha constituido junto a otras mujeres víctimas del terrorismo el Foro contra la Impunidad, que tiene precisamente el objetivo de luchar contra la tentación de "pasar página" para llegar a una reconciliación acrítica.