En torno a las tres de la madrugada del 17 de abril de 1979 un camionero encontró herido en el kilómetro 43 de la carretera de Irún al guardia civil JUAN BAUTISTA GARCÍA. El conductor del camión vio una mano al borde de la carretera, por lo que detuvo el vehículo y se bajó.
Con una herida en el pecho, y todavía consciente, le pidió al camionero que le llevara a la clínica de San Cosme y San Damián. El conductor del camión detuvo a un turismo que pasaba en ese momento, en el que viajaba un estudiante de Medicina que taponó la herida del guardia civil. Pero a pesar de los esfuerzos, Juan falleció durante el traslado al centro hospitalario. Un impacto en el pecho, a la altura del esternón con salida por el costado derecho, fue la causa de su muerte.
Junto al cuerpo de la víctima se encontró su pistola reglamentaria con la que había efectuado cinco disparos, posiblemente como forma de llamar la atención sobre su situación. Su automóvil se encontraba aparcado a unos doscientos metros del lugar en el que fue encontrado el agente malherido.
Hacía poco más de un mes, el 10 de marzo, que Juan Bautista García estuvo a punto de morir consecuencia de una bomba-lapa colocada en los bajos de su coche que fue desactivada por los Tedax. Aquella vez tuvo más suerte y salvó la vida.
Juan Bautista García tenía 24 años y era de Las Palmas de Gran Canaria. Hijo de un brigada retirado de la Guardia Civil, estaba destinado en la Agrupación de Tráfico con destino en Tolosa. Tenía pensado casarse en poco tiempo con su novia, que vivía en Leiza (Navarra) de donde volvía cuando fue asesinado. Con ella había estado hasta las 2:30 de la madrugada. Tras dejarla en su domicilio, emprendió regreso al cuartel en el que vivía, cuando sufrió el atentado que le costó la vida y del que no hubo testigos. Según declaró su hermano, Juan estaba esperando un inmediato traslado a Canarias, donde residía su familia. Su muerte fue muy sentida en el municipio gran canario de Schamann, donde era conocido por su carácter "extrovertido, bueno y campechano". Aficionado a las motos, Juan era lo que popularmente se conoce como "un manitas". Le metía mano a todo electrodoméstico que sus vecinos le llevaban para que echara un vistazo. Sus hermanos, Antonio, Rafael y María Esther, residentes en Gran Canaria, le siguen recordando con extraordinario cariño y pese al paso del tiempo les cuesta asumir aquella tragedia repentina. Todavía hoy siguen sin creerse del todo que su hermano haya sido asesinado.
Tres años después, a las tres de la madrugada del 17 de abril de 1982, ETA asesinaba en Pamplona al policía nacional VICENTE GARCERA LÓPEZ. La banda terrorista atacó con una granada anticarro una tanqueta de la Policía Nacional que circulaba con una dotación de nueve agentes por las inmediaciones del Puente de la Magdalena. Regresaban de efectuar el relevo del servicio destacado en una subestación eléctrica.
El proyectil, después de perforar la cubierta blindada, estalló en el interior de la tanqueta e hirió gravemente al conductor, Vicente Garcera, que murió una hora después, y a un compañero suyo,Teodomiro Díaz Flores, cuyo pronóstico fue calificado de muy grave y al que hubo que amputarle la pierna izquierda. Tenía veinticuatro años de edad, estaba soltero y era natural de Santa Olalla de Cala (Huelva).
Otros siete agentes sufrieron heridas de diferente consideración: Antonio Valero Sala, Higinio Urbano Espinosa, Juan García de la Lastra, Francisco Núñez Rodríguez, Gregorio Martín San Memento, Emilio Lebrero Rodríguez y Miguel Rueda Malo. Todos ellos fueron trasladados a la residencia Virgen del Camino, donde recibieron el alta el mismo día tras ser curados de sus heridas.
El ataque se produjo por un grupo de, al menos, cinco terroristas que lanzaron el artefacto con un lanzagranadas desde una distancia de unos cincuenta metros. Inmediatamente después de producirse el impacto de la granada, algunos de los policías nacionales que viajaban en el interior del vehículo (nueve en total) lograron saltar al suelo, haciendo frente a los etarras, mientras la tanqueta perdía el control y se estrellaba junto a unas columnas y estatuas que había en las proximidades, arrollándolas a su paso. Entonces se originó un fuerte tiroteo entre los policías nacionales y los terroristas.
Tras el intercambio de disparos, los etarras huyeron a pie en dirección al barrio de la Chantrea, abandonando los dos vehículos que previamente habían robado a punta de pistola, y el abundante armamento que portaban: un lanzagranadas, calibre 88,9 milímetros con marca y número borrados; dos fusiles de asalto cetme, sin numeración; dos metralletas francesas, modelo 1949, con numeración borrada; una pistola marca Browning, calibre 9 milímetros parabellum, tres granadas correspondientes al fusil de asalto cetme; una granada de mano; una granada correspondiente al lanzagranadas y diversos cargadores y munición para las armas reseñadas. La rápida reacción de los policías nacionales repeliendo la agresión de los miembros de ETA evitó, posiblemente, que estos siguiesen utilizando el lanzagranadas.
El atentado se produjo a unos cien metros escasos de donde, hacía aproximadamente un mes, fue hallado un coche con varios kilos de Goma 2. En aquella ocasión, efectivos de la Policía Nacional adscritos a la unidad EDEX, observaron el automóvil y al ver que en el mismo había paquetes sospechosos se alejaron del citado vehículo. Minutos después, éste saltaba por los aires.
El presidente en funciones de la Diputación Foral de Navarra, Jaime Ignacio del Burgo, declaró que "ante este brutal atentado de esa banda de asesinos que constituye ETA, confío en que el Gobierno de la nación sabrá adoptar las medidas precisas para contener y erradicar este recrudecimiento de la acción terrorista". "Pienso que ha llegado la hora de replantear nuestras relaciones con Francia, que ampara la impunidad de los asesinos". Y añadió: "es preciso responder a esta sucia guerra con medidas de guerra, pues mal pueden invocar las garantías democráticas que pisotean los que pisotean los derechos fundamentales como el derecho a la vida o el de discrepar con el neonazismo abertzale".
Ese mismo día se produjeron otros dos ataques con granadas en Vizcaya. Uno contra la Comandancia de la Guardia Civil en Bilbao y otro contra un bloque de viviendas de este Cuerpo en Algorta, resultando heridos dos agentes: Antonio Guerra Fernández y Ricardo Vileza Núñez, herido leve por la metralla. A Antonio, después de una complicada operación, tuvieron queamputarle el brazo derecho. Nunca antes ETA había empleado lanzagranadas en sus atentados, por lo que los tres ataques tuvieron un gran impacto mediático.
Por el atentado contra la tanqueta de la Policía Nacional fue condenado en 1983 Manuel Víctor Tomás Salvador Labat a 10 años como encubridor, por haber albergado a los terroristas que cometieron el atentado. Más de dos décadas después, en 2004, la Audiencia Nacional condenó a Juan José Legorburu Guerediaga y Mercedes Galdós Arsuaga a sendas penas de 30 años de reclusión mayor como autores materiales. También participó el etarra José María Zaldúa Corta, que nunca fue juzgado por sus asesinatos en España. Zaldúa Corta murió de un infarto en Francia en septiembre de 2010. Otros dos miembros de la banda, Odón Ulibarrena y Mikel Mezkiriz, participaron también en el atentado.
En su huida los etarras del grupo Nafarroa contaron con la colaboración de Iñaki Aldecoa, actualmente en Aralar, y del entonces concejal de Herri Batasuna en Pamplona, Elías Anton Murguiondo. Este último consiguió huir a Francia, donde pasó varios años. Posteriormente fue expulsado a España, pero no le condenaron por colaboración en este atentado.
Iñaki Aldecoa, parlamentario foral de Herri Batasuna en esos momentos, fue detenido una semana después de cometerse el ataque bajo la acusación de dar cobijo a los etarras que acababan de asesinar a Vicente Garcera, entre ellos Manuel Víctor Tomás Salvador Labat. Tras su detención, el parlamentario batasuno reconoció haber escondido a los etarras y confesó que Anton Murguiondo, entonces concejal del Ayuntamiento de Pamplona, trasladó a los etarras desde esta ciudad a Francia, ayudándoles a huir. A principios de marzo de 1983 Aldecoa fue juzgado en la Audiencia Nacional por un delito de colaboración con banda armada en calidad de encubridor. El fiscal solicitó para el parlamentario de Herri Batasuna penas de 17 años de prisión como colaborador de ETA y encubridor del asesinato de Vicente Garcera López. Finalmente, por sentencia de 15 de marzo de 1983 Iñaki Aldecoa fue condenado a sólo tres años de prisión por un delito de encubrimiento.
En octubre de 2009 fue enviado a prisión el etarra Esteban Murillo Zubiri, detenido en Francia en 2008, por su colaboración con los miembros del grupo Nafarroa de ETA que asesinaron a Vicente Garcera. Según el juez, dio cobijo a los terroristas y les ayudó a preparar el atentado contra la tanqueta policial. El 9 de marzo de 2011 el caso fue sobreseído por la Audiencia Nacional por considerar que los hechos han prescrito.
Vicente Luis Garcera López tenía 28 años y era de Valencia, donde fue enterrado. Se encontraba destinado en Pamplona desde 1980. Estaba casado y tenía una hija.