Arcadi Espada da en la diana.
Cómo empezó la náusea:
"Éste muy tempranamente, desde la célebre noche de los mensajes cortos. En realidad todos los problemas arrancan de aquellos días de 2004 en que los españoles llamaron asesino a su gobierno en vez de llamárselo a Al Qaeda".
Cómo se han comportado los medios:
"El Solecismo ha sido una creación de los medios, y el periódico, en especial en su web noticiosa, ha dado a la acampada un eco insólito, donde no ha sobrado el rigor. La explicación de una actitud semejante es diversa; pero sobresale la presunta confluencia del movimiento con las nuevas tecnologías, la modernidad y la juventud, que son tres imbatibles complejos para los acomplejados. Y para el complejo principal, que es el de envejecer. Por si fuera poco está el negocio. Los medios viven bajo la amenaza de que las redes sociales, por así llamarlas, les quiten el pan de cada día.".
Y cómo continúa la náusea:
"Pero a partir del lunes todo cambió: una campaña electoral baja y absurda, la tentación imitativa (Tahrir de El Cairo, Perla de Manama, Reloj de Damasco: sólo soy capaz de escribir estas analogías tapándome la boca para no vomitar, hoy por ejemplo, después de que hayan matado a cuarenta y cuatro personas en Siria) y el vicioso fulgor de la novedad llevaron el Solecismo a la portada de los dos principales digitales españoles".
Los periódicos y la próstata por Arcadi Espada.
Para Santiago González y José Miguel Larraya
El enérgico editorial del periódico. Enérgico y tardío. El desacatamiento es uno de los principales problemas españoles. Han flirteado con él, entre muchos miles, José Montilla, Esperanza Aguirre y Alfredo Pérez Rubalcaba. Éste muy tempranamente, desde la célebre noche de los mensajes cortos. En realidad todos los problemas arrancan de aquellos días de 2004 en que los españoles llamaron asesino a su gobierno en vez de llamárselo a Al Qaeda. La degeneración moral es un largo proceso de crecimiento de la hierba donde resulta difícil identificar los hitos. Pero aquellos días, ahora ya puede decirse, fueron históricos. El Solecismo no es nada más que la perseverancia en el desacatamiento, que como ayer vuelve a contar con la colaboración inestimable del hoy ministro Rubalcaba. Sin la noche de los mensajes cortos, el Solecismo no habría existido.
Algo de todo esto dice el editorial enérgico. Pero olvida señalar su propia responsabilidad en este asunto. El Solecismo ha sido una creación de los medios, y el periódico, en especial en su web noticiosa, ha dado a la acampada un eco insólito, donde no ha sobrado el rigor. La explicación de una actitud semejante es diversa; pero sobresale la presunta confluencia del movimiento con las nuevas tecnologías, la modernidad y la juventud, que son tres imbatibles complejos para los acomplejados. Y para el complejo principal, que es el de envejecer. Por si fuera poco está el negocio. Los medios viven bajo la amenaza de que las redes sociales, por así llamarlas, les quiten el pan de cada día. Aún no han percibido que, sin medios, de las redes sociales sólo quedan los agujeros. El pasado fin de semana las convocatorias de los indignantes, con toda su enfática patulea de tuentis, no habían reunido más de cinco mil personas, bien contadas, en diversas ciudades españolas. Pero a partir del lunes todo cambió: una campaña electoral baja y absurda, la tentación imitativa (Tahrir de El Cairo, Perla de Manama, Reloj de Damasco: sólo soy capaz de escribir estas analogías tapándome la boca para no vomitar, hoy por ejemplo, después de que hayan matado a cuarenta y cuatro personas en Siria) y el vicioso fulgor de la novedad llevaron el Solecismo a la portada de los dos principales digitales españoles. Y ya no ha salido de allí, relegando la anodina información partidista a los escalones inferiores. Es sangrante que el año en que la Junta Electoral ha impuesto cuotas grotescas de tratamiento informativo, los periódicos hayan dedicado su máxima cobertura a un movimiento minoritario, excéntrico y fiestero. Sangrante, pero periodístico: el oficio siempre se mueve en el ácido filo de lo interesante y lo importante.
Por supuesto que los tuentis tratarán de convencernos en los próximos días, meses y años, a través de su cerebro 140, de que el Solecismo ha sido obra suya y de la modernidad aliadas. Quia! Nada fue más viejo y rancio. Empezando por el tag de la protesta, la exclamación inflamada, prostática de un noventón, autor de ese ¡Indignaos! que exhibe perfectamente el sumidero por el que se ha deslizado la gloriosa tradición panfletaria francesa.
Los medios han construido el Solecismo y en las últimas horas tratan de llevarlo a su molino. El editorial y la portada del periódico responden a ese giro, como es natural, aunque ya he dicho que tardíamente. Pero como suele ser corriente es en la prensa socialdemócrata donde las alegrías simbólicas rayan a gran altura. No sólo porque desplacen icónicamente el eje de gravedad de la protesta de Madrid a Valencia, sino, sobre todo, por la adecuadísima utilización del blanco y negro en el póster de portada. La foto adquiere mediante ese tratamiento un encaje perfecto en la galería de la memoria que va desde Iwo Jima al Angelito Rubio. Se trata, ciertamente, de una foto de la transición, ¡la foto que cierra la Transición!, que casa para siempre y por la santa iglesia socialdemócrata, con el aire pútrido a ochentas que invade el Solecismo y el tojunto de la vida española.
En fin. Yo sólo quería gritar que vivan y larga vida a los periódicos.
Algo de todo esto dice el editorial enérgico. Pero olvida señalar su propia responsabilidad en este asunto. El Solecismo ha sido una creación de los medios, y el periódico, en especial en su web noticiosa, ha dado a la acampada un eco insólito, donde no ha sobrado el rigor. La explicación de una actitud semejante es diversa; pero sobresale la presunta confluencia del movimiento con las nuevas tecnologías, la modernidad y la juventud, que son tres imbatibles complejos para los acomplejados. Y para el complejo principal, que es el de envejecer. Por si fuera poco está el negocio. Los medios viven bajo la amenaza de que las redes sociales, por así llamarlas, les quiten el pan de cada día. Aún no han percibido que, sin medios, de las redes sociales sólo quedan los agujeros. El pasado fin de semana las convocatorias de los indignantes, con toda su enfática patulea de tuentis, no habían reunido más de cinco mil personas, bien contadas, en diversas ciudades españolas. Pero a partir del lunes todo cambió: una campaña electoral baja y absurda, la tentación imitativa (Tahrir de El Cairo, Perla de Manama, Reloj de Damasco: sólo soy capaz de escribir estas analogías tapándome la boca para no vomitar, hoy por ejemplo, después de que hayan matado a cuarenta y cuatro personas en Siria) y el vicioso fulgor de la novedad llevaron el Solecismo a la portada de los dos principales digitales españoles. Y ya no ha salido de allí, relegando la anodina información partidista a los escalones inferiores. Es sangrante que el año en que la Junta Electoral ha impuesto cuotas grotescas de tratamiento informativo, los periódicos hayan dedicado su máxima cobertura a un movimiento minoritario, excéntrico y fiestero. Sangrante, pero periodístico: el oficio siempre se mueve en el ácido filo de lo interesante y lo importante.
Por supuesto que los tuentis tratarán de convencernos en los próximos días, meses y años, a través de su cerebro 140, de que el Solecismo ha sido obra suya y de la modernidad aliadas. Quia! Nada fue más viejo y rancio. Empezando por el tag de la protesta, la exclamación inflamada, prostática de un noventón, autor de ese ¡Indignaos! que exhibe perfectamente el sumidero por el que se ha deslizado la gloriosa tradición panfletaria francesa.
Los medios han construido el Solecismo y en las últimas horas tratan de llevarlo a su molino. El editorial y la portada del periódico responden a ese giro, como es natural, aunque ya he dicho que tardíamente. Pero como suele ser corriente es en la prensa socialdemócrata donde las alegrías simbólicas rayan a gran altura. No sólo porque desplacen icónicamente el eje de gravedad de la protesta de Madrid a Valencia, sino, sobre todo, por la adecuadísima utilización del blanco y negro en el póster de portada. La foto adquiere mediante ese tratamiento un encaje perfecto en la galería de la memoria que va desde Iwo Jima al Angelito Rubio. Se trata, ciertamente, de una foto de la transición, ¡la foto que cierra la Transición!, que casa para siempre y por la santa iglesia socialdemócrata, con el aire pútrido a ochentas que invade el Solecismo y el tojunto de la vida española.
En fin. Yo sólo quería gritar que vivan y larga vida a los periódicos.