Analizando una entrevista a Juan Carlos Monedero, exasesor de Hugo Chávez

A continuación un análisis a la entrevista a Juan Carlos Monedero, uno de los "cerebros" que hay detrás de PodéisLa entrevista se publicó el 6 de marzo de 2013.

Entrevista:

Juan Carlos Monedero, de 50 años, es quizá el español que más de cerca y durante más tiempo, casi una década, ha tratado al presidente venezolano recién fallecido [5 de marzo de 2013], del que ha sido asesor político desde el año 2004. Ha sido fundador del Centro Internacional Miranda, que ha asesorado a Hugo Chávez hasta su muerte. Profesor titular de Ciencia Política en la Facultad de Políticas y Sociología de la Universidad Complutense [esperemos que sus alumnos no sigan su camino], Monedero estudió en la Universidad alemana de Heidelberg donde escribió una tesis muy crítica sobre el socialismo [comunismo le iría mejor, pero no dejan de ser etiquetas. Lo importante son las consecuencias] en la República Democrática Alemana.
Pregunta. ¿Cómo entró en contacto con Hugo Chávez?
Respuesta. Gracias a sus enemigos. En 2002, yo era asesor de Gapar Llamazares [asesorando siempre a los mejores], coordinador de Izquierda Unida. Fue entonces cuando Chávez sufrió el golpe de Estado, como reconoció José María Aznar [¿dónde están las pruebas de que Aznar lo reconociese?] al ser preguntado: supe pues que si el Vaticano, los americanos y la oligarquía [qué pena que no explique en detalle a quién mete entre la oligarquía] eran sus enemigos y estaban contra él [empezamos bien, con argumentos poderosos y sin demagogia], Chávez debía de estar haciéndolo bien [impresionante. La lógica es aplastante. Me imagino sus consejos como asesor y empiezo a comprender la situación en Venezuela]. En 2004 me ofrecieron hacerme su asesor, y acepté, tras dejar la asesoría con Llamazares.
P. ¿Comenzó a colaborar con él?
R. Sí, en el mismo palacio de Miraflores de Caracas.
P. ¿Cómo era Hugo Chávez, cuál era su rasgo más característico?
R. Le dolía enormemente su pueblo [una barbaridad le dolía, tanto que contribuyó a cuadruplicar el índice de homicidios y a empobrecer a ese pueblo. Menos dolor y más sentido común hubieran sido necesarios, ¡gracias por tus buenos consejos Juan Carlos! ¡Eres un monstruo!]. La gente del pueblo le reconocía y le sentía como a uno de ellos [igualito, son todos como sus hijas]. En Basil, en Uruguay, desataba mucha pasión y afecto.
P. ¿Qué destacaría de su personalidad?
R. Su inteligencia [la disimulaba muy bien], su memoria prodigiosa y su enorme capacidad de trabajo –era capaz de laborar 24 horas seguidas [tremendo. Lo mismo se dice siempre de dictadores como Franco, por ejemplo. ¿También destacaría esa cualidad en ellos Juan Carlos?] - , tanta, que volvía locos a sus colaboradores [sobre esto no hay ninguna duda, a sus colaboradores, a los venezolanos y a todo el mundo con dos dedos de frente].
P. ¿A usted también?
R. Sí. Podía estar recitando poemas una hora seguida [qué romántico. Una pena que no se hubiera dedicado a eso en lugar de dar golpes militares], como le escuché una vez en Montevideo junto al cantante y poeta Daniel Viglieti (autor de “A desalambrar”).
P. ¿Le atribuye alguna afición especial?
R. Devoraba los libros. Siempre me pedía libros. Si tuvo alguno de cabecera serían los referidos a Simón Bolívar.
P. ¿Cree o no que poseía sensibilidad para los asuntos internacionales?
R. Cuando se gestaba el UNASUR (mecanismo de integración latinoamericana) le vi desplegar esfuerzos sobrehumanos para que países como Colombia o Chile se integraran. Si tenía que bajar sus banderas para que otros las alzaran, no dudaba en hacerlo. He visto a Lula, Evo Morales, Correa y Lugo, dándole las gracias por todo lo que les había ayudado. “Ahora que estamos unidos, vemos lo difícil que ha sido lograrlo, luego cuando tú estabas solo, ¡cuánto has tenido que padecer!” [un sufrimiento enorme. Gracias a él Sudamérica está más unida que nunca], les escuché decirle. Verdaderamente, Lula adoraba a Hugo Chávez.
P. ¿Alguna crítica?
R. La oposición venezolana le llamaban “la Regaladera” por su ayuda generosa a los países de su contorno. Qué distinto trato daba a sus vecinos del que nos propina a nosotros Ángela Merkel. [Sin el apoyo de Alemania Europa no sería lo que es ni tendría la prosperidad que tiene. La comparación entre Chávez y Merkel no puede ser más desacertada. Una presidenta de un país próspero y democrático, frente a un golpista que ha contribuido a aumentar la miseria y la violencia a su país].
P. Como politólogo, ¿cómo definiría a Hugo Chávez? [Hasta ahora respondía como personólogo].
R. En la perspectiva del pensador latinoamericano Ernesto Laclau, lo definiría como un populista de izquierdas [sigan leyendo que ahora explica todo muy claro], entendiendo el populismo como surgido en Venezuela en un momento histórico de reconstrucción del cemento social [¿qué es el "cemento social"?]. Hay que recordar que Chávez llega al poder en Venezuela tras 25 años de políticas de ajuste, como a las que ahora nos somete el Partido Popular [no podía faltar la referencia a la derecha. ¡Qué sutilidad, qué inteligencia! Lástima que sea mentira. El gasto no ha parado de crecer en España en estos últimos años] . Venezuela era entonces un país desestructurado, resignado, sin esperanza [si antes estaba así ahora ni te cuento]. El populismo se convierte pues en la herramienta política para consumar un proceso destituyente de las ruinas políticas y para comenzar otro proceso, constituyente, de construcción de un modelo político nuevo. [Reconozco que no sé qué quiere decir en esta última frase, pero me da que es la típica frase de comunistas que no entienden ni sus compañeros].
P. ¿Cómo veía a su pueblo?
R. Me sorprendió mucho que un pueblo como el venezolano, al que se consideraba analfabeto [la manera en la que se expresaba, tan diferente a antes de ser elegido, indicaba que los consideraba más que analfabetos], llevaba en el bolsillo su Constitución, que habían discutido entre todos los venezolanos. Aquí, sin embargo, pese a que se nos considera alfabetizados, se nos dice que no se puede abrir el melón constitucional porque no estamos preparados [se puede abrir Juan Carlos, claro que se puede. El problema para ti y los tuyos es que hay que seguir unos procedimientos legales, aunque siempre podéis soñar con otros métodos. Y por supuesto se tiene que abrir para que vosotros la modifiquéis a vuestro antojo, sino no es válido] . Chaves [sic. Supongo que se sigue refiriendo a Chávez] me enseñó a respetar a los pueblos de América Latina [menos al venezolano, que lo habéis dejado hecho unos zorros. Tampoco los colombianos pueden estar muy agradecidos con su apoyo y protección a las FARC]. Vibraba con todo lo relacionado con los pueblos del continente, su música, su arte, su belleza. Se deleitaba escuchando a Dudamel y la Joven Orquesta de Venezuela… [Insisto en que es una pena que no se dedicara en cuerpo y alma revolucionaria a esas actividades].
P. ¿Recuerda alguna anécdota personal con él?
R. Muchas. Una vez en un ¡Aló presidente!, él hablaba sobre el expolio de Colón y los conquistadores españoles. Yo me escondía detrás de una senadora [¿por qué se escondía? ¿Llegó Juan Carlos con Colón a América? ¿O es una broma que no consigo llegar a entender?], Piedad Córdoba. Pero él me buscó y, recordándome mi apellido, que le hacía gracia [me parto de risa. ¡Ja, ja!], me dijo: “Monedero, no te escondas y vete calculando cuántas toneladas de monedas de oro y plata nos tenéis que devolver”. Por otra parte, había otra España, la que le ayudaba, como la que yo representaba, que le convocaba y le recordaba al exilio republicano.
P. ¿Algun desencuentro durante sus nueve años de asesor?
R. Una vez, en 2009, durante una sesión de balance crítico del Proceso Bolivariano se molestó mucho, pero reconoció que la crítica desempeñaba un papel esencial [por eso a María Corina Machado y compañía les dieron una paliza en el parlamento los continuadores de la labor de Hugo chávez]. En otra ocasión estaba yo en directo en la televisión y me llamo [sic. Llamó sería lo correcto] para saludarme y agradecerme mis juicios, con lo cual demostró que si bien otras revoluciones devoran a sus hijos, la suya se proponía aceptar y hacer prevalecer la autocrítica.