The Brain on Trial - El cerebro a juicio. David Eagleman

Actualización (10.08.2011). María Teresa Giménez Barbat.


Actualización (08.08.2011). Comentario de Juanjo M. Jambrina.
Entiendo poco de lo que quiere contarnos Eagleman de nuevo y eso ya es una mala noticia. La discusión sobre el libre albedrío me la ahorro porque como decía el Guardia Civil Sazatornil en Amanece que no es un poco “…en casa siempre nos ha gustado mucho el tema del libre albedrío, es un tema apasionante”. Pero lo que no me gusta nada es la facilidad con que Eagleman construye sus relatos de los hechos. Es peor que Capote en “A sangre fría”. Fue leer la biografía de Charles Whitman y su glioblastoma multiforme y echarme a temblar. No podía ser cierto que se presentase a un tipo como Whitman con esa apariencia de normalidad. Dice Eagleman: “Junto a la conmoción de los asesinatos se hallaba otra sorpresa, aún más oculta: la yuxtaposición de sus aberrantes actos con su anodina vida personal.”


Hombre, pues para ser anodina, la Wikipedia habla de que el padre de Whitman abusaba física y psicológicamente de su mujer y de sus hijos. También se refiere que Charles era un un consumidor excesivo de anfetaminas, drogas vinculadas a las psicosis paranoides en individuos predispuestos. En fin, hacía todo lo que puede hacer un tipo anodino en la anodina y húmeda Austin. Y eso con solo rascar en la Wikipedia.


Y es que aunque los Eagleman del mundo se empeñen, no todos podemos ser Whitman por mucho glioblastoma multiforme que nos crezca en la cabeza.

Vía Arcadi Espada (Here in English):

 Este es un artículo imponente. Sobre todo es imponente lo que lo motiva. El principal reto del futuro será vivir en un mundo donde la responsabilidad personal se habrá diluido. El artículo lleva una idea muy inquietante. Hasta ahora la ciencia es capaz de señalar el origen biológico de las desviaciones exageradas. Pero la cuestión no es que las desviaciones comunes no lo tengan. Es que aún no podemos detectarlo:


El cerebro a juicio. David Eagleman

El húmedo 1 de agosto de 1966, Charles Whitman tomó un ascensor al último piso de la torre de la Universidad de Texas en Austin. Tenía 25 años. Subió las escaleras hasta el mirador, cargando un baúl repleto de armas y munición. Arriba, mató a una recepcionista con la culata de su rifle. Aparecieron dos familias de turistas por el hueco de la escalera; les disparó a quemarropa. Después empezó a disparar indiscriminadamente desde arriba a las personas que estaban abajo. La primera mujer a la que disparó estaba embarazada. Cuando su novio se arrodilló para auxiliarla, Whitman le disparó también. Disparó a los peatones de la calle y a un conductor de ambulancia que había venido a rescatarlos.


La noche anterior, Whitman se había sentado a su máquina de escribir y redactado una nota de suicidio:
«No me entiendo a mí mismo estos días. Se supone que soy un joven medianamente razonable e inteligente. Sin embargo, últimamente (no logro recordar cuándo empezó) he sido víctima de muchos pensamientos extraños e irracionales.»
Para cuando la policía lo mató a tiros, Whitman había matado a 13 personas y herido a otras 32. La noticia de esta masacre copó los titulares del día siguiente. Y cuando la policía fue a su casa a investigar las pistas, la historia se volvió aún más extraña: en las primeras horas de la mañana del día del tiroteo, había asesinado a su madre y apuñalado a su mujer hasta la muerte mientras dormía.
«Fue después de pensarlo mucho que decidí matar a mi mujer, Kathy, esta noche… La quiero mucho y ha sido la buena mujer que cualquier hombre pudiera desear. No puedo señalar ninguna razón específica para hacer esto…»
Junto a la conmoción de los asesinatos se hallaba otra sorpresa, aún más oculta: la yuxtaposición de sus aberrantes actos con su anodina vida personal. Whitman era Scout Águila y ex marine, estudió ingeniería arquitectónica en la Universidad de Texas; trabajó brevemente como cajero de un banco y fue monitor voluntario en la V Tropa de los Boy Scouts de Austin. De niño, había obtenido 138 puntos en la escala de Stanford-Binet, situándose en el percentil 99. De modo que, tras su masacre desde la torre de la Universidad de Texas, todo el mundo quería respuestas.

Cuba vs Siria. Juan Abreu

Vía Juan Abreu.


Todas las mañanas me paso un rato admirando a los sirios que están en las calles tratando de derrocar al asesino Assad. Después, dedico otro rato a repetir el siguiente mantra: qué cobardes somos los cubanos qué sumisos somos los cubanos qué gallinas somos los cubanos qué pendejos somos los cubanos qué cagados somos los cubanos qué mierdas somos los cubanos.
A los sirios en las calles les disparan hasta con tanques. Cientos han muerto, miles han desaparecido, pero ellos siguen en las calles. Enfrentándose a los esbirros del gobierno. Es una lástima que no tengan armas. Porque van desarmados los rebeldes sirios. Qué valientes los sirios.
Y qué cobardes los cubanos. Lo que está de moda en ese corral es la “no violencia”. Ahora todos son pacifistas. Que es muy conveniente cuando eres un cabrón cobarde. Cuba no es un país es un basurero lleno de mierdecillas y zopencos envilecidos por el miedo y la cobardía hasta un punto de no retorno.
Llevo cincuenta años oyendo ¡los jóvenes!, los jóvenes cubanos se rebelarán. Pero los jóvenes cubanos son más corderos que sus padres corderos y lo único que hacen es mover el culo y hablar de la no violencia, de la Paz.
¿Qué es la juventud cubana? Una dócil manada que de gratis, o por un poco de aceite y jabón, propina palizas a los pocos que se atreven a no comportarse como mierdecillas y zopencos.
La no violencia en la Cuba de los Castro es el mejor invento de la policía de los Castro. Y es, naturalmente, la música preferida de la cobarde y sumisa chusma que habita la isla.

José Antonio Díaz, albañil, Francisco Casanova y los Vecinos de Paz de Berriozar.



A última hora de la noche del martes 9 de agosto de 1994, la banda terrorista ETA asesinaba frente a su domicilio en Bilbao al albañil JOSÉ ANTONIO DÍAZ LOSADA. Hacia las 23:30 horas, el joven regresaba a su casa junto a su mujer y su hija de catorce meses en una furgoneta de su propiedad. José Antonio dejó a su familia frente al portal, mientras él se fue a aparcar el vehículo. Cuando se dirigía de nuevo hacia el portal de su domicilio dos individuos se le acercaron por la espalda y, sin previo aviso, uno de ellos le disparó en la cabeza, mientras el segundo cubría la acción. El proyectil penetró por el pómulo izquierdo y quedó alojado en la cabeza de la víctima.
El cuerpo de José Antonio Díaz quedó tendido en el suelo, aún con vida, mientras los dos etarras escaparon a pie hasta un vehículo donde les esperaba un tercer terrorista. Un miembro de la Ertzaintza, que vivía cerca del domicilio de la víctima y que presenció parte de los hechos, persiguió sin éxito a los dos terroristas. Cuando llegó al lugar la ambulancia de la DYA, el joven aún mantenía las constantes vitales. Falleció durante su traslado al Hospital de Basurto.
La banda terrorista ETA justificó el asesinato acusándole de estar vinculado con el tráfico de drogas. Es cierto que la víctima tenía antecedentes penales por consumo y tráfico de droga a pequeña escala, atentado contra la autoridad, resistencia, desobediencia y robo con violencia e intimidación, según indicaron fuentes policiales y del Gobierno Civil, y en 1993, José Antonio había cumplido un año de cárcel por estos motivos. Sin embargo, vecinos, familiares y amigos coincidieron en señalar que, tras su estancia en la cárcel, había cambiado, había encontrado un trabajo como albañil y vivía dedicado a su mujer y a su niña de poco más de un año.
Su madre, Manuela, comentó que su hijo llevaba una vida muy normal. "Venía siempre pronto a casa, para poder estar con su mujer y su hija", aseguró. Además, no le constaba que su hijo hubiera recibido amenazas de ETA. Todos los vecinos coincidieron en que el joven "se había formalizado y había centrado su vida en los últimos meses" (...) Vivía dedicado "a su familia y su trabajo" como albañil. Uno de sus cuñados dijo que José Antonio "merecía otra oportunidad. Él yahabía pagado todas sus culpas. Toda la familia se volcó para que pudiera desengancharse y desintoxicarse. También había cumplido una condena de un año en la prisión de Basauri. ¿Qué más podía hacer? ¿Quién tiene derecho a matarle, sea de ETA o de lo que sea?" (El Correo, 11/08/1994)
En su papel de justiciera contra el tráfico de drogas, presunto o real, de sus víctimas, la banda terrorista ETA contaba con la colaboración de varios grupos de personas que se encargaban de apuntar y señalar a las personas vinculadas con el tráfico de estupefacientes, según fuentes policiales. La arbitrariedad con la que actuaban esta suerte de chivatos de la peor calaña ha sido la causa de innumerables errores de la banda. Por otra parte, y en el supuesto de que efectivamente esas víctimas hubiesen sido traficantes de drogas o tuviesen relación con ese mundo como consumidores, ETA se ha atribuido en estos atentados, por la gracia de Dios, un papel que nadie le ha otorgado. Así se manifestó el Partido Nacionalista Vasco (PNV) en su condena del "brutal y absurdo" asesinato, en un comunicado en el que criticaban que una vez más la banda terrorista "haya asumido las funciones de juez y verdugo dictando y ejecutando penas de muerte contra personas supuestamente relacionadas con el mundo de la droga", y aseguraban que "el peor ‘caballo’ (heroína) que tiene la sociedad vasca es ETA, porque por donde pasa sólo deja sangre y dolor". En el mismo sentido se manifestó la plataforma Gesto por la Paz, que señaló que la banda terrorista "arrebata la vida a quien se le antoja". El portavoz del Partido Popular en el País Vasco,Gregorio Ordóñez, manifestó que el asesinato "deja una familia destrozada y, por eso, los únicos que no pueden hacer de jueces, sino de reos, son los asesinos de ETA".
José Antonio Díaz Losada, de 29 años de edad, era natural de Bilbao. Estabacasado y tenía una hija de catorce meses. A su funeral en la parroquia bilbaína de Nuestra Señora del Rosario celebrado el 11 de agosto, sin presencia de autoridades, acudieron cientos de personas, y muchas de ellas tuvieron que seguir la ceremonia desde el exterior.
Un día después del asesinato del empresario José María Korta Uranga, la banda terrorista ETA asesinaba en Berriozar (Navarra) al subteniente de Infantería del Ejército de TierraFRANCISCO CASANOVA VICENTE. La víctima recibió varios tiros en la nuca a las tres y cuarto de la tarde del miércoles 9 de agosto de 2000 mientras aparcaba su coche en el garaje de su domicilio ubicado en una zona residencial de la localidad navarra. El asesino se introdujo en el garaje tras el automóvil del militar, mientras un segundo terrorista esperaba en la puerta, y le disparó varias veces.
El subteniente Casanova regresaba del acuartelamiento de Aizoain y, tras abrir la puerta del garaje, había enfilado la cuesta de acceso al mismo. Detrás del vehículo entraron en el garaje dos terroristas. Uno de ellos se quedó en la puerta vigilando y el segundo se situó junto a la ventanilla delantera izquierda, sacó una pistola y disparó varios tiros que alcanzaron al subteniente en la nuca. A continuación, salieron a pie del garaje y, en la misma moto en la que habían llegado, emprendieron la huida. La Guardia Civil recogió en el lugar del atentado sólo dos casquillos del calibre 9 milímetros parabellum, marca SF. La esposa del fallecido, Rosalía, y uno de sus hijos, de 11 años, fueron las primeras personas que se acercaron hasta el cuerpo del subteniente, que falleció en el acto. Un vecino que también había salido de su casa al escuchar los disparos contó que vio a la mujer abrazada al cuerpo de su esposo llorando y gritando mientras el pequeño le decía que a su padre "le faltaba un ojo".
Nada más producirse el atentado, la Guardia Civil acordonó la zona mientras realizaba la inspección ocular y la toma de declaraciones a los testigos del asesinato. Además, se instalaron numerosos controles de tráfico en las salidas de Pamplona, controles que también se colocaron en carreteras cercanas a Guipúzcoa. A las seis de la tarde, el juez de guardia ordenó el levantamiento del cadáver que fue trasladado, entre aplausos de los concentrados en la calle Askatasuna, al Instituto Anatómico Forense para realizarle la autopsia.
Este fue el primer atentado que ETA realizaba en Navarra desde que finalizara la tregua de 1998. El anterior, perpetrado el 6 de mayo de 1998, acabó con la vida del concejal de UPN en Pamplona Tomás Caballero.
El Ayuntamiento de Berriozar, con el apoyo de todas las fuerzas políticas salvo Euskal Herritarrok, formación a la que pertenecía el alcalde, José Manuel Goldaracena, presentó en un pleno extraordinario un texto en el que se condenaba de forma "rotunda y enérgica" el asesinato del subteniente Casanova. José Manuel Goldaracena presentó un comunicado alternativo que contó sólo con el apoyo de los cinco concejales de su partido. Semanas después, los cuatro concejales del Partido Socialista (PSOE), los dos de Izquierda Unida (IU) y los dos de Convergencia de Demócratas de Navarra (CDN) presentaron una moción de censura contra Goldaracena, permitiendo que el socialista Benito Ríos se convirtiera en el nuevo alcalde de Berriozar.
En 2004, la Audiencia Nacional condenó a Alberto Viedma Morillas y Mikel Javier Ayensa Laborda, miembros del grupo Ekaitza de ETA, a 30 años de prisión mayor por un delito de homicidio terrorista con el agravante de alevosía, porque actuaron por la espalda y sin posibilidad de defensa, "con una frialdad que repugna a todo ser humano".
Ayensa Laborda fue el que se introdujo en el garaje y realizó los disparos, mientras Viedma Morillas le daba cobertura. Ambos etarras admitieron en dependencias policiales su participación en el atentado, aunque en el juicio se negaron a declarar. Ayensa reconoció, tras ser detenido por la Guardia Civil en Navarra en febrero de 2002, que intentaron acabar con la vida del militar en siete ocasiones durante los Sanfermines de ese año, pero que no pudieron hacerlo debido a que el militar debía de estar de vacaciones. En agosto, añadió, fueron otro día, pero tampoco apareció Casanova por su domicilio. El día 9, sin embargo, lograron su objetivo. Las declaraciones autoinculpatorias de los dos asesinos se produjeron con asistencia de letrado, con todos los derechos que la ley concede y sin objeción alguna, según precisaron los jueces en la sentencia condenatoria. La misma recoge que los dos procesados decidieron "de común acuerdo terminar con la vida" de Casanova. Para ello efectuaron diversas vigilancias del militar y comprobaron sus horarios de salida del cuartel de Aizoain, desde donde se trasladaba directamente hasta su domicilio, ubicado en la urbanización Zortziko de Berriozar, en la calle Askatasuna. De esta forma, alcanzaron la convicción de que "el lugar más idóneo para ejecutar la acción criminal" era el garaje de su vivienda.
Francisco Casanova Vicente, de 46 años, había nacido en la localidad riojana de Igea y desde su niñez vivió en Castejón (Navarra), pueblo del que eran naturales sus padres. El fallecido estaba casado con Rosalía Sáinz-Aja, y teníados hijos, Javier, de 11 años, y Laura, de 7. La familia residía desde diez años antes en Berriozar, localidad cercana a Pamplona. Casanova Vicente pertenecía a la escala básica de suboficiales de Infantería y estaba destinado en el acuartelamiento de Aizoain, donde realizaba tareas administrativas. Este cuartel se encuentra a unos pocos kilómetros de Berriozar y es base del Regimiento de Cazadores de Montaña América 66. Sus restos mortales fueron inhumados al día siguiente en el cementerio de Castejón, donde aún vivían sus padres. Previamente se había celebrado el funeral en la Iglesia de San Francisco Javier de la localidad con la asistencia de centenares de personas, entre familiares, militares, políticos y vecinos. La víctima pertenecía al grupo de jotas Ecos de Navarra de Berriozar, y en los días previos a su asesinato había estado ensayando para las fiestas municipales. Desde 2001 se celebra en Berriozar el Encuentro de Jotas Francisco Casanova en memoria del subteniente asesinado. Además, y desde 2003, la escuela de música de Berriozar lleva el nombre del militar asesinado.
Tras el asesinato de Francisco Casanova, Paco para sus vecinos, se constituyó en Berriozar el colectivo Vecinos de Paz, que tiene como objetivo denunciar y combatir el terrorismo etarra. En su carta de presentación dicen: "Somos personas con diferentes ideas políticas e inquietudes, como cualquier vecino de cualquier pueblo o ciudad, pero algo en común nos une: el posicionamiento en contra del terrorismo y de toda ideología que lo ensalce, disculpe o justifique; nos une la defensa de la vida y la libertad, y el apoyo a las víctimas". Gracias a Vecinos de Paz, y a las aportaciones privadas procedentes de toda España, se construyó en el pueblo un monumento en homenaje a las víctimas del terrorismo, que ha sido atacado en varias ocasiones. Además, el colectivo realizó el documental Berriozar: Puerta de la Libertad, que recoge las experiencias vividas tras el asesinato de Francisco Casanova y los esfuerzos para erigir el monumento a las víctimas. Entre otras cosas, se cuenta cómo las piedras con las que se levantó el monumento tuvieron que ser transportadas por un camionero de Cantabria porque el miedo a las represalias hizo que ningún transportista de la zona quisiera hacerlo. "Desde esa amarga y calurosa tarde de agosto, dijimos que Paco no quedaría en el olvido. Es por eso que desde el 2000, cada 9 de agosto, los Vecinos de Paz de Berriozar, le homenajeamos con jotas y música, aficiones que a Paco entusiasmaban", puede leerse en la página web del colectivo.

El ancho estrecho. Yoani Sánchez


Sentí un sacudida al saber que Diana Nyad haría un intento de cruzar a nado el Estrecho de La Florida. Evoqué los días de 1994 en que mi barrio de San Leopoldo era un hervidero de gente construyendo balsas improvisadas para lanzarse al mar. Recuerdo especialmente un grupo que partió durante aquel período en que las autoridades cubanas renunciaron a impedir las salidas ilegales. Una embarcación armada con trozos de madera, tanques plásticos que hacían las veces de flotadores, la imagen de la Virgen de La Caridad y una remendada bandera que ya no se sabía a cuál nación pertenecía. Pero lo más impactante resultaba que sobre aquella endeble balsa sólo iban viejos. Había una señora muy negra con una pamela de colores, un vestido de flores y una sonrisa, que le agradeció en español y en inglés a los muchachones que los ayudaron a zarpar. Nunca supe si aquella enclenque expedición llegó a su destino, si todos aquellos ancianos dispuestos a comenzar de nuevo habían tenido esa oportunidad.
Diecisiete años después, escucho la noticia de que una norteamericana quiere intentar el mismo camino, pero esta vez protegida por buzos, un par de kayaks y hasta un equipo médico. Su loable intención era resaltar la cercanía entre esta Isla del Caribe y el vecino del Norte, ayudar a conciliar ambas orillas. Pero el estrecho de La Florida es también parte de nuestro cementerio nacional, del camposanto revuelto donde descansan miles de compatriotas. La omisión, por parte de la deportista, de tan importante característica, no me gustó nada. Tampoco el hecho de que con su hazaña náutica se resaltara el veinte aniversario de un club exclusivista como la Marina Hemingway, donde todavía hoy un cubano no puede abordar una embarcación ni entrar –con la suya propia– a tan hermoso atracadero. Hubiera preferido que en las corrientes del Golfo nadara alguien que declarara conocer el dolor albergado en esas aguas y dedicara su gesto al “balsero desconocido” que murió en boca de tantos posibles tiburones.
Cuando hoy martes supe que después de 29 horas de esfuerzo la nadadora no había podido cumplir su objetivo, sentí confirmadas mis supersticiones. Hay ciertos espacios, pensé, que necesitan más que braceadas o récords deportivos para parecer menos tristes. La televisión oficial dijo escuetamente que “habían surgido obstáculos insalvables, entre ellos vientos de más de 20 kilómetros por hora”. Puedo imaginar a Diana luchando contra las olas, el sol ganando fuerza sobre su cabeza, un mar intensamente salado metiéndosele por la boca. Voy más allá y fantaseo con el inexplicable detalle de una pamela, de un colorido sombrero de mujer que pasó cerca de ella haciéndole creer que deliraba en medio del Estrecho de La Florida.

La extraña historia del empleo público. Francisco Cabrillo

Vía intelib.


Los datos de la Encuesta de Población Activa del pasado trimestre siguen reflejando un mercado de trabajo anémico, que apenas se recupera en unos miles de empleos como consecuencia del comienzo de la temporada turística. Con una excepción, ciertamente. La contratación sigue fuerte… precisamente donde no debería serlo; es decir, en el sector público. La reducción del paro fue, según la EPA, de unas 75.000 personas. Pero lo más llamativo de este dato es que el 42% de esta disminución se debió al crecimiento del número de funcionarios y a la contratación de empleados públicos. Y esto es realmente sorprendente, porque no se entiende que unas administraciones cuyos ingresos se han reducido de forma notable, tienen fuertes déficits e incluso serios problemas para financiar sus gastos ordinarios aumenten sus plantillas en 31.600 personas.
Seguramente las elecciones autonómicas y municipales han tenido bastante que ver en estas cifras, dado que en España parece haberse convertido en regla la práctica de colocar a en la Administración a los amigos, correligionarios y demás compañeros de viaje que pierden puestos, generalmente cómodos y bien remunerados, cuando cambia el gobierno de un ayuntamiento, comunidad autónoma o del Estado. Tal hábito que en un país con un mínimo de decencia debería constituir un verdadero escándalo, en España se acepta como normal. Ha ocurrido en las últimas elecciones; y parece que, con bastante anticipación, en la misma línea está hoy también el Gobierno central colocando a antiguos altos cargos en diversos empleos, algunos en organizaciones internacionales que -¡oh milagro!- resulta que quien las paga es el sufrido contribuyente español.
Si esto fuera todo, tendríamos un problema serio, ciertamente. Pero la situación es bastante peor de lo que las cifras que acabo de mostrar indican. Si miramos hacia atrás unos pocos años y nos fijamos en lo que ocurría en nuestro sector público antes de la crisis, veremos que en 2007 el total del empleo público en España ascendía a 2.930.000 personas aproximadamente. Las últimas cifras indican que ya hemos superado los 3.200.000 empleados públicos. Es decir, en cuatro años el sector público español ha creado 270.000 empleos nuevos, aumentando su plantilla en más de un 9%. Y esto en la peor crisis económica que hemos vivido desde hace más de medio siglo.
Ajuste necesario
Cuando hace unos meses publicamos nuestro índice sobre la evolución del sector público y la regulación en las diecisiete comunidades autónomas españolas (Cabrillo, Biazzi y Albert, Libertad Económica en España 2011), señalábamos que uno de los indicadores que habían experimentado mayores cambios al alza era el que recogía el número de personas que trabajaban para el sector público autonómico en relación con el empleo total de la comunidad. Esto refleja claramente que, mientras el sector privado se ha ajustado tras desencadenarse la crisis, el sector público no lo ha hecho de la misma forma. En parte, tal resultado se explica por las rigideces a las que, en temas de personal, se encuentra sometido el sector público; pero se debe también en no escasa medida a una clara falta de interés por parte de algunos gobiernos autonómicos por adoptar unas medidas tan necesarias como poco populares. Las diferencias son, ciertamente, significativas entre las diversas comunidades autónomas; con unas cifras muy elevadas en regiones como Extremadura o Castilla-La Mancha y otras relativamente bajas en Madrid o Cataluña. Pero el problema es general y en algunas comunidades en la que tradicionalmente la cifra era relativamente reducida, el empleo público ha crecido de forma muy acusada. Es el caso de Cataluña, por ejemplo.
La conclusión que se puede obtener del análisis de estas cifras es bastante clara. Si los españoles queremos tener una economía próspera y competitiva cuando logremos salir de la crisis, tendremos que reducir de manera sustancial el porcentaje de personas empleadas por el sector público en relación con el número total de trabajadores. Están bien, aunque no sea más que como ejemplo hacia la sociedad, las medidas que se están adoptando de suprimir altos cargos, consejerías, direcciones generales o departamentos. Pero, claramente, esto no es suficiente. El problema real está en los niveles inferiores, que son los que suponen lo sustancial del gasto en personal. En nuestro país, sobran muchos funcionarios y contratados públicos en los tres niveles de la Administración. Y hay que insistir en que la fórmula adecuada para hacer caer el elevado gasto en personal no es bajar sus sueldos; y, menos aún, reducir en mayor proporción los ingresos de los funcionarios más cualificados, porque esto tiene siempre como efecto expulsar del sector público a los mejores y reducir todavía más la baja productividad que actualmente tiene nuestra Administración. Lo que hace falta es plantearnos desde cero cuáles son las funciones que tiene que desempeñar el Estado y cuáles deberían ser asumidas por las empresas privadas. Y, una vez definidas las funciones, organizar la Administración con criterios de eficiencia similares a los utilizados en el sector privado. Otros países lo han logrado. ¿Habrá alguien dispuesto a intentarlo en España?