Gregorio Luri destaca seis virtudes del diálogo: nos hace visibles, nos permite ser dos, clarifica las diferencias, nos fuerza a ser francos, gana el que pierde, y nos enseña a monologar. Todas ellas ciertas y necesarias para mejorar nuestras vidas. Sin diálogo somos invisibles, no existimos, somos inanes, pero hay que aclarar en qué diálogo piensa Luri: "El diálogo que tiene como objetivo hacer presente la verdad. Dejo de lado las diversas formas, en sí mismas perfectamente respetables, de la mera charla y, también, el noble diálogo político, porque en democracia no busca la verdad, sino el consenso".
Yo añadiría una séptima virtud del diálogo: es divertido a la manera Luri. Sin él nos perdemos uno de los grandes placeres de la vida. No es fácil llegar a dominar todas las virtudes mencionadas, pero cuando estamos en un diálogo de ésos se incrementa nuestra inteligencia.
Cuando dialogamos podemos fallar debido a las distorsiones cognitivas. Cuidado con ellas.
Respondo a la pregunta que plantea Gregorio Luri en su párrafo final: "La conclusión de este monólogo mío es obvia: dialogar es muy difícil. Todos queremos ser dialogantes y alejar de nosotros la sospecha del dogmatismo, pero cuando todo el mundo habla bien de algo hay que preguntarse por qué es tan necesario insistir en su valor. ¿Y si el diálogo fuera valioso porque es escaso?". Es valioso en sí mismo. Es escaso porque es difícil, como afirma Luri, y por eso es necesario que nos incorporemos a este tipo de diálogo. Nos hará mejores.
El lenguaje es la expresión de la mente y el diálogo es la confrontación de distintas ideas para extraer las mejores. Ese sexo de ideas del que hablaba Matt Ridley en su imprescindible libro El optimista racional.
El lenguaje es la expresión de la mente y el diálogo es la confrontación de distintas ideas para extraer las mejores. Ese sexo de ideas del que hablaba Matt Ridley en su imprescindible libro El optimista racional.