The man who shot Liberty Valance (El hombre que mato a Liberty Valance), de John Ford

Actualización (25 de febrero de 2018):



Ver en el Cine Doré (Filmoteca Española) esta joya es un placer de los buenos; la he visto muchas veces y cada vez me parece mejor. Una obra maestra total y absoluta. Para José Luis Garci es una de Las 7 maravillas del cine (estupendo libro) y tiene razón. 

John Ford desarrolla de manera clara y sencilla las muchas historias presentes en la película: la del idealista Ransom Stoddard (James Stewart) quien persigue la aplicación de la ley, jugándose la vida en ello, y quien ayuda en todo lo que puede a los demás, incluso educando a niños y adultos; el malvado Liberty Valance (Lee Marvin) quien se cree por encima de todos y hace de la violencia su bandera, aprovechándose de la cobardía de los demás; el periodista Dutton Peabody (Edmond O'Brien, colosal actor) quien en su periódico lo es todo y lo cuenta todo; los Ericson (Jeanette Nolan y John Qualen) sacando adelante su restaurante (siempre abarrotado) y cuidando de Hallie (Vera Miles), pero sin proporcionarle una educación mínima (que ni ellos poseen); el sheriff Link Appleyard (Andy Devine) cobarde y bonachón que representa la ausencia de Estado en la ciudad; el juego de la política, incluidas elecciones e intentos de amedrentamiento de los votantes; la lucha entre ganaderos y agricultores; el racismo personificado en el personaje de Pompey (Woody Strode) quien es fiel escudero de Tom Doniphon (John Wayne) quien es el gran personaje de la película; se gana su sueldo con la pistola sin violentar a otros, siempre que no le hayan atacado primero, y está enamorado de Hallie, aunque es capaz de retirarse cuando intuye que ella no le va a corresponder y prefiere a Stoddard. Un hombre bueno y noble. Respecto a Doniphon, escribe Garci en el libro antes mencionado: "héroes que pelean por sociedades en las que luego ellos mismos no pueden instalarse por sentirse incómodos, que es caso de mi querido Tom, un personaje a la altura de Atticus Finch, Rick Blaine o Shane, cuatro de los más grandes que nos ha ofrecido el cine, sección masculina." Eso es lo que le pasa incluso con su amor por Hallie. La no historia de amor con ella es de lo mejor de la película. Él incluso está ampliando su casa para cuando estén juntos. No culpa a nadie por no estar con ella y acepta su destino, no sin antes destruir parte de lo que había construido.

Lo irónico de la película es que para conseguir sus objetivos y sobrevivir, además de posteriormente ganarse el respeto de los demás y escalar en el mundo de la política, Stoddard debe usar las armas y enfrentarse a Liberty Valance. ¿Había otra manera? En un mundo como el descrito en la película no la había. Además, John Ford nos muestra un pueblo lleno de cobardes y de personas que prefieren mirar hacia otro lado (casi todos lo hubiéramos sido en ese pueblo y esa situación); únicamente Tom se enfrenta a Valance y lo intimida. Como bien afirma Garci: "nadie nos había explicado tan claro que la ley siempre necesitará Tom Doniphons que la defiendan, ya que por sí sola, sin ayudas, terminará irremisiblemente en manos de los Valances." Lee Marvin es uno de esos actores, igual que Wayne, cuya presencia y voz llenan la pantalla; creando personajes robustos y creíbles.

La película muestra el cambio de una sociedad, pasando de una aislada y sin ley a una conectada (a través del ferrocarril) y con mecanismos para perseguir a los villanos. El civilizado Este llegará al Oeste de manera inevitable. 

El personaje del periodista borracho Peabody (interpretado magistralmente por Edmond O'Brien) cose todas las historias de la película y hace una defensa de la libertad de prensa heroica, incluso arriesgando la vida. 

La película está rodada de manera austera y en blanco y negro. Empieza con el fallecimiento de Tom, para posteriormente acompañar a Stoddard en su recuerdo del pasado. Al inicio de la película, la presencia del cactus sobre el féretro de Tom (regalo de Tom a Hallie en el pasado) lo dice todo del respeto y amor por Tom que siente Hallie; y la diligencia, ahora destartalada, en la que llegó Stoddard al pueblo (Shinbone) representa el avance de la sociedad al compararla con las imágenes del ferrocarril que ya llega al pueblo.

No puedo dejar de reproducir la mítica frase de la película: "When the legend becomes fact, print the legend" ("Cuando la leyenda se convierte en hecho, imprime la leyenda".) No obstante, Ford nos muestra la verdad en su película. Vuelvo a Garci: "Ford reflexiona, una vez más, sobre la miticidad -que alumbró su vigorosa filmografía del Oeste-, aunque, en esta ocasión, se trata de una tenebrosa reflexión del mito."

Esta película es un claro ejemplo de cómo Ford hacía cine: historias bien contadas y actores que actúan de manera natural. Películas legibles, en palabras de Garci, quien cuenta que: "Nunca les dijo Ford a la gente de su 'compañía' cómo interpretar. Si observaba que alguna de sus estrellas se 'recreaba' en un párrafo o en un gesto, al instante gritaba: '¡Al infierno con eso que estás proponiéndome! ¡Olvídate de las teorías del Actors Studio o de las jodidas Escuelas de Nueva York! Este plano trata únicamente de lo que trata!".

La película está rodada en gran parte en decorados "al contrario de lo que solía hacer en sus westerns primitivos en los de los años 40 y 50. En mi opinión [la de Garci] no estamos ante un problema de cansancio por parte del maestro [Ford], o de comodidad, o no del todo, sino de elección, de mirada."

Acabo con una de las mejores cosas que tiene la vida y que tan bien refleja Ford en sus películas, el sentido del humor. En todas sus películas lo tenemos, mezclado con amistad, valor, bondad, generosidad, caballerosidad, y muchas otras virtudes.

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Entrada del 02 de mayo de 2011:

Obra maestra total y absoluta. No dejen de verla.

Es una película colosal. El contraste entre dos mundos, el de la violencia, de la que hay que defenderse con violencia, y el del Estado de derecho, con las dificultades que implica el cumplirlo y el establecerlo.

Perfectos el guión, los actores, la ambientación, el ritmo; todo. John Wayne está soberbio, un actorazo.

La película es en blanco y negro, con una gama infinita de grises intermedios [(c) Carlos Pumares].

El mejor Ford.

En este artículo de mi admirado Carlos Rodríguez Braun hay una interesante reflexión sobre la película.


The man who shot Liberty Valance (El hombre que mató a Liberty Valance, 1962)

Aquí tenemos una doble visión del capitalismo, en sus orígenes y una vez consolidado. Como dice Torres-Dulce, “el western es la construcción dura y azarosa de una nación”.[32] La película empieza y termina con el tren y la evolución de un pueblo a mejor. Hay varias referencias al ferrocarril como sinónimo de progreso; el revisor al final dice con orgullo que alcanzarán una velocidad de 25 millas por hora; al comienzo, cuando conversan Hallie y Link, ella le habla de cómo ha avanzado el pueblo –iglesias, escuelas, tiendas– y Link responde: “Well, the railroad done that. Desert’s still the same”. Es una película urbana, la protagonista es la ciudad, no la llanura; como dice Gallagher, subraya la civilización, la palabra (ley y educación) frente a la pistola.[33]

Las armas, en efecto, quedan atrás; cuando Stoddard ordena al hombre de la funeraria que le ponga a Doniphon el cinturón con su revólver, le dicen que no lo había usado desde hacía mucho tiempo.[34] Pero en el pasado resultó imprescindible, como nos enteramos más tarde. Era un pasado violento: “I’ll teach you law, Western law”, grita Liberty Valance al principio cuando aporrea a Stoddard y, como observa éste más tarde, el mensaje de Tom Doniphon es el mismo: la importancia del revólver, la ley del más fuerte, “A man settles his own problems”, dice Tom. Eso desaparecerá cuando triunfe lo que vemos precariamente: los libros y la educación, y la democracia. Pero también el comercio.[35]

Aparece un conflicto económico clásico, ganaderos contra agricultores, pero aquí, como fue característico de la Ilustración Liberal, los malos son los ganaderos, que quieren tener todo el campo para ellos, o para nadie, mientras que los agricultores están asociados a los cercados y la propiedad privada, pero también, y esto queda muy claro en la película, al progreso, al ferrocarril, al comercio, a las ciudades. Y ganan los buenos; de hecho, Liberty Valance no puede ni manipular la primitiva elección de representantes. Es patente que la propiedad privada bien definida, clave del capitalismo, protege especialmente a los pobres y los humildes. Valance es un pistolero a sueldo de los ganaderos, no de los capitalistas.[36]

Esta película aborda temas sociológicos y políticos interesantes, como la complejidad de la civilización, sus costes y beneficios, la idealización de la historia y su cinismo –“print the legend” –, la visión de ese “algún día” de paz y prosperidad que Wyatt Earp musita ante la tumba de su hermano, y que Mrs. Jorgensen vislumbra en The Searchers.[37] Pero no olvidemos que durante una parte apreciable de la historia ¡estamos viendo funcionar una empresa!

Un lugar esencial en el film es el negocio de los Ericson –nuevamente, inmigrantes nórdicos. Típicamente, su cocina se presenta como un hogar familiar; el matrimonio Ericson adopta a Hallie como hija, y en realidad los adoptan a todos, empezando por Stoddard y Doniphon, que entran por la puerta trasera, con la confianza de ser de la casa.

Pero lo que tienen los Ericson es un negocio, y se equivoca Lehman cuando afirma que la imagen fordiana del capitalismo es tal que “en el mundo real los buenos capitalistas como los Ericson quiebran rápidamente”.[38] No tiene ningún motivo para sostener semejante cosa, porque los datos que nos da Ford apuntan en sentido opuesto. El restaurante de los Ericson está repleto: allí comen hasta los malos. Y por lo que se ve, es indiscutible que los Ericson son dos honrados empresarios, la comida es buena y su precio asequible. Si podemos pronosticar algo a partir de lo que Ford enseña es justo lo contrario de lo que imagina Lehman: los Ericson prosperarán y contribuirán a edificar el progreso futuro, donde sabemos que habrá más comerciantes como ellos.

En economías primitivas no hay bancos, pero en el restaurante de los Ericson hay crédito: el sheriff come sin pagar, y Mrs. Ericson apunta en una pizarra los filetes que debe. Para Lehman es una pizarra ridícula, porque el sheriff nunca los va a pagar, y deduce que los Ericson son buenos capitalistas porque regalan las cosas. Nueva equivocación: no es normal exhibir ante el receptor de un “regalo” una pizarra donde apuntamos de mala gana los “regalos” que le hacemos. No, los Ericson no obsequian con filetes a nadie. Nótese, en cambio, que el sheriff es el único empleado público que vemos, con lo que sus filetes bien pueden ser interpretados como impuestos. Y si nunca los pagará –sus servicios son (entonces) de muy poca monta– ello equivale a la reacción del ciudadano libre y responsable, y del capitalista competitivo, ante el Estado: jamás recupera de él todo lo que le cobra, pero al menos Mrs. Ericson no padece anestesia fiscal y tiene siempre a la vista, colgada en la pared, su “declaración de Hacienda”.