Fuente: Libertad digital.
Una semana después del asesinato del teniente coronel José Luis Prieto García, en la madrugada del 27 de marzo de 1981, varios terroristas de ETA asesinaban de un tiro en la nuca, en una zona deshabitada de la localidad guipuzcoana de Tolosa, a JUAN COSTAS OTAMENDI, después de haberle secuestrado y atado con cadenas.
Sobre las dos de la madrugada Juan abandonó el bar Peopies, situado en el paseo de Velate de Tolosa, en compañía de una amiga. Cuando se disponían a subir en el coche de Juan, un Peugeot 404, cuatro individuos se aproximaron a la pareja y les amenazaron con sus armas, obligándoles a subir a su propio vehículo. Después de circular unos kilómetros por la carretera N-I, Madrid-Irún, los secuestradores tomaron un desvío, para dirigirse al barrio tolosarra de Aldaba, en el que sólo se encuentran algunos caseríos dispersos.
Allí obligaron a la joven, María Lourdes Gabarain, a introducirse en el maletero del vehículo, que cerraron con llave, mientras se llevaban a Juan Costas a unos doscientos metros de distancia. Los secuestradores, que actuaron a cara descubierta, sometieron a Juan a un interrogatorio, ya que entre la llegada al lugar y la detonación del disparo transcurrió bastante tiempo. La víctima había sido inmovilizada con una cadena cerrada con un candado. Terminado el interrogatorio, los etarras le dispararon un tiro en la nuca.
Sobre las tres menos cuarto de la madrugada, una persona se dirigió telefónicamente al diario Eginpara señalar el punto exacto donde se encontraban el cadáver y el automóvil con la joven encerrada en el maletero. El anónimo comunicante aseguró hablar en nombre de ETA militar. La policía encontró, junto al cuerpo sin vida de Juan, un casquillo de calibre 9 milímetros parabellum, marca SF. Para la preparación del atentado, y la huida del grupo, fue utilizado un automóvil Citroën 2 CV, robado a punta de pistola.
Por este asesinato fueron condenados en 1984 José Luis Martín Elustondo, Joaquín Zubillaga Artola e Ignacio Goicoechea Arandio.
Juan Costas Otamendi, de 32 años, estaba casado y tenía una hija de 9 años. Era albañil de profesión y, siendo niño, vivió en caseríos, por lo que hablaba perfectamente el euskera. Posteriormente, cuando era un adolescente, se afincó en Tolosa. La banda terrorista y su entorno intentaron manchar la memoria y el buen nombre de Juan, como hicieron tantas otras veces con otras víctimas, lanzando infundios y mentiras sobre él.
A las dos de la madrugada del 27 de marzo de 1983 es asesinado en San Sebastián ANIANO SUTIL PELAYO, Tedax de la Policía Nacional. Junto a su compañero, el cabo Juan Manuel Martínez Aguiriano, intentaba desactivar una bomba colocada por ETA junto al comercio Portobello del barrio donostiarra de Gros.
La Policía Municipal había recibido una comunicación telefónica anónima sobre la ubicación del artefacto. Se avisó a un equipo de artificieros de la Policía Nacional y, tras establecer un cordón de seguridad, la bomba estalló cuando se disponían a desactivarla. La onda expansiva hirió gravemente a Juan Manuel y mató a Aniano en el acto, cuyo cuerpo quedó destrozado. Los terroristas, al parecer, utilizaron un mecanismo trampa, pues su verdadero objetivo era asesinar a los artificieros de la Policía encargados de la desactivación.
Juan Manuel Martínez Aguiriano fue ingresado en la residencia sanitaria de San Sebastián con fuerte shock traumático, contusión craneofacial, amputación traumática de la pierna izquierda, heridas incisocontusas con pérdida de sustancia, y abrasión de partes blandas en pierna derecha, extremidades superiores y rostro. Era natural de Álava, tenía 31 años y estaba soltero.
El motivo por el que los artificieros de la policía optaron por intentar desactivar la bomba, y no explotarla a distancia, fue la potencia del explosivo y lo estrecha que era la calle en la que estaba colocado, lo que habría provocado grandes daños en los establecimientos y viviendas de las inmediaciones. En este sentido, el delegado del Gobierno en el País Vasco, Ramón Jáuregui, señaló que "los ciudadanos de San Sebastián, los de la calle Carquizano y adyacentes, deben saber que Aniano Sutil Pelayo ha muerto y que Juan Manuel Martínez está gravemente herido porque han arriesgado su vida a fin de que los ciudadanos y sus bienes no se viesen afectados por las bombas. Podían haberla hecho estallar a distancia, pero no lo hicieron y perdieron ellos".
Aniano Sutil Pelayo tenía 26 años y era natural de La Hiniesta (Zamora) al igual que su mujer. Dejó viuda a Chelo, con 23 años, y una hija, Tania, de 3 años. El 26 de diciembre de 2010, Tania contó por primera vez su historia a El Mundo. Hasta los ocho años no supo qué le había pasado a su padre. El peor día del año era siempre el mismo: cuando tenía que rellenar la ficha escolar al principio del curso y escribir "fallecido" en el hueco para los datos del padre. O las manualidades del Día del Padre, que las hacía para su madre. La explosión destrozó el cuerpo de Aniano, por lo que apenas enterraron unos pocos restos. "En el ático de un edificio cercano al lugar del atentado apareció un tiempo después un resto humano. Era el brazo de mi padre", cuenta Tania en El Mundo. "A mi padre lo recuerdo como a un héroe. Pero la heroína ha sido mi madre: una niña que se quedó viuda con otra niña a su cargo. No rehizo su vida. Sigue enamorada de él".
A las 13:20 horas del 27 de marzo de 1987, el guardia civil ANTONIO GONZÁLEZ HERRERA resultaba muerto, y otras 18 personas, cuatro agentes y catorce viandantes que pasaban por ahí sufrieron heridas de diversa consideración, por la explosión de un coche-bomba colocado por ETA en una de las entradas del puerto de Barcelona. La furgoneta, aparcada a sólo tres metros de una garita compartida por la Guardia Civil y la policía portuaria, contenía 45 kilos de amonal y numerosos recipientes con metralla. Fue activada por control remoto desde un lugar cercano al que se encontraba estacionada. Antonio González Herrera resultó alcanzado de lleno por la metralla, que le afectó al cerebro y le provocó pérdida de masa encefálica. Falleció mientras era sometido a una intervención de urgencia.
Los civiles heridos en el atentado fueron: Francisca López García; Antonio Arévalo Arévalo, de 23 años; Antonio Crespo López, de 39; Daniel Sansaloni López, de 19; Isabelle Le Goss, de nacionalidad francesa; Vicente Hernando Domínguez, de 58; Enrique Alis Pallarés, de 25; Pedro Heras Guílez, de 25; Juan Pages Bisbert, de 24; Santiago Zuloaga, de 73; Maitena Ariza Arruza; Juan Atencia, de 58 años; el norteamericano Grant Dijion; y el capitán en situación de reserva activa Vicente Hernando Mínguez, de Sartaguda (Navarra), 59 años, que también pasaba por ahí en el momento de la explosión. Estas personas presentaban heridas y contusiones de carácter leve.
Los guardias civiles heridos fueron Luis Lobato Ledesma, malagueño de Ronda, 28 años; Francisco Javier Laparra Pérez, de Zaragoza, de 41; José Estrada Rayero, valenciano de 44; y Juan José Álvarez Pardo, de Linares (Jaén), de 30.
Los heridos fueron dados de alta el mismo día del atentado, a excepción del guardia civil Luis Lobato Ledesma, que sufrió heridas de pronóstico reservado y permaneció ingresado en el Hospital del Mar durante varias semanas.
Los efectos de la deflagración fueron amortiguados parcialmente por un camión trailer articulado que circulaba justo al lado del coche bomba cuando se produjo la explosión. Aún así, causó múltiples daños materiales a vehículos estacionados en el lugar. Cuatro turismos quedaron totalmente calcinados y otros 15, estacionados en el recinto portuario, sufrieron desperfectos. Además, estallaron todos los cristales de las viviendas y establecimientos de la calle de Sota Muralla, frente al muelle España. La onda expansiva arrancó parte de la reja de separación entre el muelle y la calle, y la caseta de control de aduanas, donde se encontraban los guardias civiles, sufrió también graves desperfectos, ya que el coche bomba había sido aparcado junto a ella.
La zona donde estalló la furgoneta-bomba es un lugar muy transitado, ya que en ella confluyen el paseo de Colón -prolongación natural del Cinturón del Litoral- y los accesos al barrio de la Barceloneta y a la avenida de Icaria. Además, por la zona circulan los vehículos que deben entrar y salir de los muelles del puerto, y los que transitan entre las zonas industriales de la Zona Franca y el Poble Nou.
Era el cuarto atentado con coche bomba que se producía en los últimos ocho meses en Barcelona. Inmediatamente después de la explosión se establecieron numerosos controles en las salidas de la ciudad que provocaron un gran colapso circulatorio.
Los funerales por Antonio González se celebraron al día siguiente, 28 de marzo, en el Gobierno Civil de Barcelona con asistencia del ministro de Defensa, Narcís Serra, y del director de la Guardia Civil, Luis Roldán.
Por este atentado fueron condenados en 1991 Domingo Troitiño Arranz y Josefa Mercedes Ernaga Esnoz, que fue quien aparcó la furgoneta el día antes del atentado. Las penas fueron de 30 años por la muerte de Antonio y 20 años por cada uno de los cinco delitos de asesinato en grado de frustración. Diez años después, en 2001, fue condenado por el mismo atentado, y a las mismas penas que los anteriores, Rafael Caride Simón. Según la sentencia, Caride fue el que, desde un lugar próximo, accionó el telemando que provocó el estallido de la furgoneta.
Antonio González Herrera era de Ciudad Real y tenía 27 años. Ingresó en la Guardia Civil en 1981, siguiendo los pasos de su padre, también agente de la Benemérita. Fue destinado a Barcelona en agosto de 1986, siete meses antes del atentado. Anteriormente, sirvió durante cinco años en los GAR (Grupo de Acción Rural) en Logroño y el País Vasco. Estaba casado desde hacía tres meses con María Nieves Bajo.
A las 13:30 horas del 27 de marzo de 1988, ETA asesinaba a tiros en Salvatierra (Alava), al general retirado LUIS AZCÁRRAGA PÉREZ-CABALLERO. El asesinato se produjo cuando el general abandonaba con su esposa, y varios hijos y nietos, la iglesia parroquial de Santa María, después de asistir a los oficios religiosos del Domingo de Ramos. Dos pistoleros de ETA se acercaron al militar y efectuaron cuatro disparos a quemarropa. Seguidamente le remataron con un tiro más en la sien.
Pocas horas antes del asesinato del general Azcárraga, dos mujeres, María del Mar Cruz Plaza, de 25 años, y Elisa Martín García, de 21, resultaron gravemente heridas en Madrid al hacer explosión un artefacto colocado encima de una moto frente al número 36 de la calle del General Perón de Madrid, cerca del estadio Santiago Bernabeu.
En septiembre de 1989 fue detenido, tras un enfrentamiento con la Guardia Civil, Juan Carlos Arruti Azpitarte, uno de los responsables del atentado contra Azcárraga. En la operación resultaron muertos otros dos terroristas, que también habían participado en el asesinato de Luis: Juan Ignacio Oyarbide Aramburu y Manuel Urionabarrenechea Betanzos.
En 1990 fueron condenados Juan Carlos Arruti Azpitarte y el matrimonio formado por Gotzone López de Luzuriaga Betanzos e Ignacio Fernández de Larrinoa Pérez de Luco, como autores materiales. La madre de Gotzone López de Luzuriaga era vecina del general Azcárraga en Salvatierra. El matrimonio fue el que pasó a ETA la información sobre los movimientos de Luis. En la misma sentencia fue condenado a 18 años Carlos Torrecilla Parra por un delito de complicidad. En 2001 fue condenado, también como autor del asesinato, el etarra Ramón Aldasoro Magunacelaya, primer etarra extraditado desde Estados Unidos.
Luis Azcárraga Pérez-Caballero, de 81 años, perteneció al Cuerpo de Ingenieros Aeronáuticos. Natural de Asparrena (Álava) era tío abuelo de Joseba Azcárraga, diputado de Eusko Alkartasuna y uno de los impulsores, desde su etapa como senador del PNV, del proceso de reinserción social de antiguos etarras. Joseba Azcárraga declaró tras el atentado que el dolor por la pérdida de un familiar no modifica su opinión acerca del atentado. "Se trata del asesinato de una persona indefensa", dijo, "de un anciano, escogido por ETA para reducir el riesgo, y quizá eso lo hace más rechazable, pero mi condena es la misma que cuando la víctima fue un guardia civil, hace una semana", en referencia al asesinato en Durango de Pedro Ballesteros Rodríguez. El general Azcárraga estaba casado y era padre de tres hijos. Residía habitualmente en Madrid, pero pasaba períodos de vacaciones en Salvatierra, donde vivía parte de su familia.