¿Qué ingeniería podemos destacar en el periodo bizantino?

por Víctor Yepes Piqueras.



Santa Sofía, en Estambul
La ingeniería romana declinó después de 100 d.C., siendo a partir de ese momento sus avances modestos. De hecho, hay quien opina que uno de los factores clave que contribuyeron a la caída del Imperio Romano, fue, precisamente, el estancamiento producido en la ciencia y la ingeniería. Aunque el año 476 d.C. indica dicha caída, es probable que las leyes impuestas cerca de 301 d.C. por Diocleciano, por las que pretendía reformar el control de precios y salarios, fuesen el inicio del declive. Dichas leyes, orientadas a proporcionar estabilidad económica, obligaban a todo hombre del imperio a seguir el oficio de su padre. No deja de sorprender cómo las crisis económicas no son algo nuevo. Pero sigamos con lo que estamos.
Incluso antes de que se desplazara el poder de Roma a Bizancio en el siglo VI d.C., la ciudad tuvo que construir uno de los sistemas de abastecimiento de agua más importantes del momento. Cuando la ciudad creció bajo Constantino I, este sistema se amplió considerablemente para cubrir las necesidades de una población en aumento. Con la caída del Imperio Romano de Occidente, la ingeniería evolucionó surgiendo nuevos procedimientos constructivos. Durante los diez siglos siguientes a la caída del imperio romano una de las causas que mantuvieron a raya a los bárbaros fueron la construcción de elevadas murallas, algunas de hasta 13 m de altura. En esta técnica defensiva los bizantinos superaron a egipcios, griegos y romanos. Además, sus ingenieros construyeron cisternas gigantescas para almacenar el agua, como la Cisterna Basílica, grandes ciudades amuralladas -destacando las murallas de Teodosio, realmente una triple muralla de más de 6 km que protegía el flanco débil de Constantinopla-, un estadio gigantesco y una inmensa catedral abovedada que desafiaba las leyes de la naturaleza: Santa Sofí­a. Pero ésto último merece un comentario especial.
En Bizancio se desarrolló el principio del arco utilizándose en un domo soportado en las esquinas de una torre cuadrad, donde su diagonal era igual al diámetro de la base del domo. Un ejemplo notable de este sistema es la catedral de Santa Sofía. En este caso, por la carencia de puzonala para el hormigón, se tuvo que emplear un procedimiento constructivo a base de ladrillo colocado con gruesas capas de mortero, que también permitía una mayor  rapidez en la construcción. De hecho, una de las grandes innovaciones de la arquitectura bizantina y que hace famosa la cúpula de este templo es el apoyo de las cúpulas y bóvedas sobre cuatro puntos (pechinas), cuando antes las bóvedas se sustentaban en muros circulares, como el Panteón de Agripa. La cúpula de Santa Sofía mide 32,6 metros de diámetro y está formada por 40 elementos curvos, cada uno de los cuales aloja una ventana que ilumina directamente la nave.
Santa Sofía se alzó entre los años 532 y 537 sobre una primitiva basílica incendiada en el mismo 532. Desde el primer momento, el emperador Justiniano I decidió construir una basílica completamente diferente, más grande y más majestuosa que sus predecesoras. Para ello mandó llamar a dos ingenieros militares, Isidoro de Mileto y Antemio de Tralles, confiando en ellos las innovaciones necesarias para asegurar su grandiosidad. En el edificio trabajaron más de diez mil obreros. Con todo, la gran cúpula se hundió en el terremoto del 558 y se tuvo que reconstruir, entre los años 558 y 562 por Isidoro el Joven, sobrino del de Mileto.

Interior de Santa Sofía, exponente de la arquitectura bizantina
Pero como una imagen vale más que mil palabras, a continuación os paso un vídeo realmente interesante donde se describen las obras más representativas construídas por los ingenieros bizantinos. Creo que vale la pena verlo.
Referencias:
YEPES, V. (2009). Breve historia de la ingeniería civil y sus procedimientos. Universidad Politécnica de Valencia.

Ataque terrorista a la vivienda de Jorge cervantes, 29 de Julio 2012


Del asignado al euro

por Carlos Rodríguez Braun.


Dada la involucración del poder político en el dinero, los cambios en el primero acarrean cambios en el segundo, en general para resolver crisis de deuda generadas por los propios políticos. Esto hicieron los revolucionarios franceses con los asignados, mediante los cuales pretendieron afrontar la privatización de los bienes confiscados a la Iglesia, y la deuda pública.
Los debates de entonces evocan los actuales, por ejemplo, entre los que querían emitir pasivos de alta denominación y que pagaban interés, y los que querían emitir dinero, es decir, pasivos sin interés y de baja denominación. La idea prevaleciente era la de rebajar los tipos de interés para reactivar la economía y que “fluya el crédito”, como diría Rajoy. Thomas J. Sargent y François Velde (Macroeconomic Features of the French Revolution, Journal of Political Economy, 1995), dividen esta historia en tres períodos y los asocian a tres teorías monetarias diferentes.
El primero dura hasta el verano de 1793, con baja inflación y saldos reales crecientes. Los precios crecieron suavemente hasta finales del año anterior, pero el agotamiento de la base fiscal de la moneda, los ingresos obtenidos de la expropiación de la Iglesia; tienta al Gobierno a inflar para reducir el coste nominal de la deuda, aumentan los precios y el oro empieza a desplazarse fuera del país, como predice la teoría de las “letras reales” de Adam Smith. La gente había comprado a los revolucionarios las tierras expropiadas porque se podían pagar con asignados; cuando pidieron metal precioso a cambio de deuda nadie quiso comprarla.
El segundo periodo es el del Terror, que estabiliza un tiempo los precios mediante la represión (ilegalización de la tenencia de activos en metal precioso o divisas, cierre de mercados en esos activos, etc.), y facilita la financiación inflacionaria (ahorro forzoso, diría Hayek pensando en Keynes). Toda la deuda pública fue convertida en deuda perpetua no transferible, lo que protegía al Gobierno, que ya no debía amortizarla, pero aumentaba la carga de intereses. Los precios fueron controlados… y eso fue lo que el pueblo reprochó después a Robespierre cuando iba camino de la guillotina.
Su caída en julio de 1794 marca el tercer periodo, que Sargent y Velde asocian con la teoría clásica de la hiperinflación de P. Cagan. La demanda de dinero se derrumbó y los precios llegaron a subir un 60% por mes, y un año más tarde el asignado se convirtió en una moneda fiduciaria, sin relación alguna con el metal. La gente empezó a atesorar cosas que no rendían interés, como mercancías o joyas (hoy sería la deuda alemana…). Los políticos le echaron la culpa a (¿no lo adivina?, venga, que es muy fácil) los especuladores y cantaron las alabanzas del asignado como expresión de un nuevo proyecto político francés y europeo. No hubo forma de pagar la deuda y en 1797 se impuso un “default” de dos tercios.

Víctimas, 11 de agosto: Conrada Muñoz Herrera

Libertad Digital.


A la una y media del mediodía del 11 de agosto de 1989 la banda terrorista ETA asesinaba en el pueblo granadino de Montillana mediante una carta-bomba, a CONRADA MUÑOZ HERRERA, madre del funcionario de prisiones Dionisio Bolívar Muñoz, destinado en ese momento en el centro penitenciario del Salto del Negro en Las Palmas de Gran Canaria.
El etarra José María Arregui Erostarbe, considerado por entonces el jefe del aparato logístico de la banda asesina ETA, había preparado dos artefactos explosivos que simulaban ser sendos libros. Francisco Múgica Garmendia entregó los artefactos a Henri Parot y Jacques Esnal, que fueron los encargados de remitirlos a dos funcionarios de prisiones: Dionisio Bolívar y Juan Antonio Piñero, funcionario de la prisión de Murcia. El 10 de agosto, Juan Antonio Piñero recibió un paquete que le resultó sospechoso, por lo que lo llevó al centro penitenciario de Murcia para pasarlo por el detector de objetos extraños. Allí mismo la Policía procedió a desactivarlo con éxito.
El 11 de agosto, Conrada Muñoz recibió un paquete en su casa del pueblo, a unos cincuenta kilómetros de Granada, donde estaba pasando las vacaciones de verano. En principio, el sobre lo habían remitido a su domicilio habitual de Granada, y de allí alguien lo reenvió a Montillana. El destinatario era su hijo Dionisio, que ya no vivía en Granada pero que, un año antes, había registrado esa dirección postal como propia cuando estaba destinado en la prisión de Murcia. A pesar de que otro de sus hijos, José María, mostró reservas al ver el paquete, que venía remitido "De tu mejor amigo de Murcia", Conrada decidió abrirlo. Nada más quitar el envoltorio, el artefacto, compuesto por 600 gramos de explosivo plástico, estalló causándole heridas muy graves. Trasladada urgentemente al Hospital de Granada, ingresó cadáver. La explosión hirió también de carácter leve a José María y a una sobrina, Laura Deus Vaqueiro, de nacionalidad portuguesa, que pasaba unos días de vacaciones en Montillana.
El destinatario de la carta-bomba, Dionisio Bolívar, no mantenía ningún contacto con los cinco etarras que, en el momento de atentado, estaban recluidos en la prisión del Salto del Negro en Las Palmas, pues llevaba sólo un año de servicio en la galería de delincuentes juveniles de la mencionada prisión, donde había sido trasladado desde la de Murcia.
Los ministros del Interior y de Justicia, José Luis Corcuera y Enrique Múgica, respectivamente, interrumpieron sus vacaciones nada más enterarse del atentado y regresaron urgentemente a Madrid.
Enrique Múgica manifestó el 12 de agosto, durante la celebración del funeral por Conrada Muñoz, que el Gobierno mantendría su política de "dispersar a los presos de ETA por las cárceles españolas", y negó que existiera relación entre dicha política y el atentado, así como que hubiera vías de diálogo con la organización terrorista. "No hay negociaciones. A ETA hay que vencerla y ellos se están dando cuenta ya de que han perdido la guerra", señaló.
Al funeral celebrado en la Iglesia de Nuestra Señora de Gracia, en Granada, asistieron también el ministro del Interior, José Luis Corcuera, el director general de Instituciones Penitenciarias, Antoni Asunción, y el delegado del Gobierno en Andalucía, Alfonso Garrido. En la iglesia, abarrotada de público, se produjeron escenas de tensión motivadas porque algunos de los asistentes increparon a los redactores gráficos y a las autoridades.
Los sindicatos de funcionarios de prisiones, por su parte, condenaron el atentado y acusaron al Gobierno de no preocuparse por su vida y la de sus familiares. La Confederación Sindical Independiente de Funcionarios (CSIF) acusó al Gobierno de "mentir descaradamente a un colectivo que es, en este momento, su cebo político". CSIF reclamó al Ministerio de Justicia "la protección que se comprometió a adoptar después del atentado de Meco", y exigió que el fiscal general del Estado actuase cuando se hacen públicas amenazas de muerte, "corroboradas luego por hechos". La Unión de Funcionarios de Instituciones Penitenciarias (UFIP) resaltó la facilidad con la que los terroristas acceden a las direcciones de los funcionarios, y denunció una vez más la indefensión en la que se encontraban.
En 1995 la Audiencia Nacional condenó por este atentado a 98 años de prisión mayor a Henri Parot. En 2002 fueron condenados a sendas penas de 83 años Múgica Garmendia y Arregui Erostarbe. Por su parte, el etarra Jacques Esnal cumple condena a perpetuidad desde 1997 en Francia por la comisión de veintiún atentados en España entre 1978 y 1989.
Conrada Muñoz Herrera, de 53 años, fue la primera persona asesinada por ETA en la provincia de Granada. En abril de 1995, con ocasión del asesinato deMariano de Juan SantamaríaEl Mundo recogió el testimonio de algunas víctimas del terrorismo. Dionisio Bolívar Baeza, viudo de Conrada, decía esto: "Si la Iglesia católica vasca representada por el obispo Setién y sus ‘discípulos’ condenara sin paliativos a los terroristas, podría contribuir mejor a la erradicación de esta banda de asesinos. Yo creo que se está haciendo poco en la lucha contra el terrorismo. La solución pasa por el cumplimiento íntegro de las condenas que la Justicia imponga, la indemnización a las víctimas por los daños ocasionados y que, de una vez por todas, el Gobierno y la Iglesia vasca se dejen de medias tintas y se decidan a terminar con esta lacra".

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