No hay relación entre la densidad de población y nivel de vida

Don Boudreaux‏ aclara que no hay relación entre la densidad de población y el nivel de vida de un país o región.

Artículo en español.


I Miss Julian Simon by Don Boudreaux on May 5, 2011
Here’s a letter to the New York Times:
In today’s “Room for Debate” you ask “Can the Planet Support 10 Billion People?“ The consensus of the panel you assembled to discuss this question is ‘No the planet cannot, at least not without major changes in the way we live.’ Given this consensus, I gather that the point of your photo of a crowded thoroughfare in Lagos – a photo captioned “Lagos, Nigeria, is one of the most densely populated cities in the world” – is to depict the sort of misery (and downright ugliness of our planet) that awaits us if we don’t rein in population growth pronto.
Lagos is indeed densely populated, with about 20,170 persons per square mile. And Nigeria is indeed poor, with a per-capita annual income of about $2,800. (I can find no statistic on the annual per-capita income of residents of Lagos. So let’s assume, generously, that annual per-capita income in Lagos is $5,600, or double what it is for Nigeria as a whole.)
Contrary to the wisdom of crowds, however, population density isn’t destiny.
Monaco, with a per-capita annual income of about $33,100 (more than six times that of Lagos), has a population density of 43,830 – more than double that of Lagos. Or consider Macau, with its per-capita annual income of $33,000: Macau’s population density is the highest of any country in the world at 48,000 person per square mile; it is 138 percent more densely populated than is Lagos. Yet Macau’s per-capita annual income, like that of Monaco, is almost six times higher than that of Lagos.
Popular discourse is overcrowded with factually and theoretically impoverished claims about the relationship between population and standards of living.
Sincerely,
Donald J. Boudreaux
Or is the problem that the sages at the NYT foresee one of dark and swarthy peoples especially being, well, you know, too numerous? (HT Mary Anastasia O’Grady)

Debate sobre los toros

No me gustan. Nunca he asistido a una corrida de toros, sólo he visto en televisión alguna corrida, me parecen una animalada, el uso de banderillas y picas es brutal. No tengo claro si se deberían o no prohibir.

Aquí un artículo con el que estoy de acuerdo en su mayor parte.

Este es un interesante debate sobre el tema.



It's a wonderful life (¡Qué bello es vivir!) de Frank Capra

Otra obra maestra total y absoluta.
Película mítica. Perfecta en su desarrollo. Con un James Stewart perfecto, un papel que le va como anillo al dedo.
Mi escena favorita es aquella en la que George Bailey (James Stewart) pierde los nervios y da todo por perdido. Y como su mujer (Donna Reed) es capaz de mantener la calma y ayudarle.
Me encanta el cine clásico americano. Su sutileza. Su manera de narrar. Su simpleza, tanto en la interpretación de los actores como en el desarrollo de la historia. Lo bien que se presenta a los personajes.
Si alguien no la ha visto, cosa que dudo, debe hacerlo inmediatamente. En definitiva, una película que merece la pena ver una y mil veces.
En blanco y negro, con una gama infinita de grises intermedios.

La situación en Siria

Crónica resumen de Jordi Pérez Colomé, tras su viaje a Siria.

Muy buena información y análisis de la situación. Léanlo completo.


Cómo puede acabar la revuelta en Siria por Jordi Pérez Colomé

En mis días en Siria he hablado con dos jóvenes que me han contado sin miedo su esperanza de que el régimen caiga. Uno era de Deraa y el otro de Saqba, un suburbio de Damasco. Los dos han visto cómo algún familiar moría en estos días. Los dos quieren que el presidente se vaya. Pero coinciden en una cosa fundamental: necesitan ayuda. O se levanta todo el país, o la policía secreta y el régimen va a ganar.
Hace ya 15 días, en el viernes más sanguinario, una manifestación de unos cuantos miles salió de los suburbios de Damasco hacia el sur. Querían llegar al centro de la ciudad, a la plaza Abaseeyeen. En esa manifestación iba Fadi, uno de los chicos con los que he hablado. Un poco más adelante iba su primo. Cuando llegaban a Damasco un francotirador acertó al primo en el ojo. Fadi dice que también vio el disparo a quemarropa a alguien que se llevaban detenido: “Un sirio nunca haría eso a otro sirio”. Fadi cree que iraníes especializados echan una mano a las fuerzas de seguridad sirias.
El último viernes, la misma manifestación se disponía a hacer el mismo recorrido. Pero cayó una granizada en Damasco y cada cual se fue a su casa. Había de nuevo francotiradores en el camino: “Alá nos salvó”, dice Fadi. Le pregunto si habrá nuevas manifestaciones y dice que sí. “Pero necesitamos que se levante más gente, así el ejército debe repartir sus esfuerzos”.
Una revuelta requiere un cierto acuerdo de la mayoría, aunque sea silenciosa y un apoyo pasivo. Aquí dicen que los partidarios del presidente Bashar Asad pueden ser más de los que parece. He preguntado a varias personas que estaban por el cambio si creían que eran mayoría. Me han dicho que no. Pero confían en que puedan llegar a ser más. Hay tres motivos que complican esa mayoría.
1. El régimen es una minoría y no va a perder su poder. Siria se parece más a Irak que a Egipto. En Egipto se ha ido Mubarak, pero en los resortes del poder están los mismos que estaban. Ahora se adaptarán, como ocurre en todas las transiciones. Con el tiempo, desaparecerán y las próximas generaciones construirán un país distinto.
En Siria, si se va el presidente Asad, se va mucha gente con él. La familia Asad es alauita. Son una minoría, como los cristianos. La mayoría del país es suní. Me han repetido una y otra vez que en Siria la religión no tiene importancia, que lo importante es ser sirio. Pero al mismo tiempo Fadi, por ejemplo, me decía que el presidente debe ser suní porque lo dice la Constitución, que ahora se burla.
Los alauitas son una rama del chiísmo. Si hubiera elecciones, como en Irak, es probable que ganara un presidente de la confesión mayoritaria, un suní. Los alauitas perderían parte de su poder.
La represión en Siria está en manos sobre todo de la policía secreta y de fuerzas especiales. Son muy leales al presidente. Si el pueblo sale a la calle cada viernes y el régimen dispara más y más gente, la gente empezará a preguntar de qué confesión es cada cual. De ahí al odio y a la venganza, hay poco.
Así que, al contrario que en Túnez o en Egipto, el régimen solo tiene una salida: resistir en el poder. Si se va el presidente Asad, quizá se tengan que ir muchos.
2. El miedo. Si la revuelta no es mayoritaria y el régimen está dispuesto a disparar, cada día que se sale hay que estar preparado para jugarse la vida. Los sirios pueden ser muy valientes y lo han demostrado. Pero todo riesgo tiene un límite. Hoy se ha sabido que las fuerzas de seguridad han detenido a 300 personas en Saqba. El objetivo es evitar que los arrestados salgan hoy a la calle, avisarles para otra vez (o algo peor) y asustar al resto. También hoy el ejército ha anunciado que ha empezado a retirarse de Deraa. La noticia calma al resto de sirios y da una oportunidad al régimen de demostrar durante un viernes que en Deraa no pasa ya nada.
El miedo no ha surgido solo durante las revueltas. La seguridad siria tiene mala fama. Entre los extranjeros de Damasco corre el rumor de que todos los barrenderos son informantes. Algún sirio me ha dicho que también los taxistas, y que algunos animan al cliente a hablar para luego denunciarle. Según todos estos rumores, el gobierno pagaría los informes a un buen precio
Hay otro tipo de miedo: no el temor a lo que hay, sino a lo que podría venir. Es el discurso por ejemplo de los cristianos. Lo he oído dos veces, de cristianos comunes de Damasco: los sirios que impulsan las revueltas son radicales que quieren imponer la sharia. El discurso calca al del gobierno, que sabe que juega con ese miedo -ficticio o no- de cerca del 10 por ciento de cristianos sirios.
3. Hay quien tiene la libertad que necesita. Me he encontrado con muchos sirios que miran a otro lado. No quieren ver o saber lo que ocurre en su país: hay quien dice que solo es un problema de Deraa, quien repite la versión de musulmanes radicales del gobierno o quien le da igual todo. Puede ser tanto por conveniencia, por miedo o por comodidad, pero hay en Siria gente que no quiere enterarse y espera que pase el temporal. Algún motivo habrá para llenar las calles y las casas de fotos del presidente, como se ve en la imagen. Se conforman con la situación actual.
No todos están a favor del régimen y algunos creen que hay que reformar, pero no se atreven a pedirlo y lo que quieren por encima de todo es calma y vida normal. Es el caso de un hombre de Damasco, que trabaja en una oficina de cambio, y que me decía que la mejor solución es que se quede el presidente y se vaya su familia. Cuando le decía que eso es imposible, solo levantaba los hombros. No decía más.
Es innegable que todos saben qué ocurre. He visto imágenes en Al Jazeera de lo que pasa en Siria, he visto cómo se pasaban un móvil entre varios para ver un vídeo de camiones con tanques. En un caso me dijeron que era Egipto, en el otro Líbano. Se creen que somos tontos. El miércoles, cuando vi docenas de tanques a la entrada de Homs, la mayoría de gente que iba conmigo en el bus miraba anodada por la ventanilla. Es algo que ocurre y se sabe.
Qué debería pasar para que, de repente, la tendencia de la revuelta siria cambiara. Solo hay dos opciones:
1. El gobierno frena la represión. Las reformas que ha parecido proponer el presidente Asad se han esfumado. Es imposible saber qué ocurre en los pasillos de poder y si el régimen duda o solo juega. A estas alturas, el único instrumento para frenar la represión parece ser la presión internacional; aún hay mergen para hacer más cosas, dicen aquí. Más allá de las condenas contra la violencia y la imposición de algunas sanciones, no hay más medidas a corto plazo. El temor a una nueva Hama -10 mil muertos en 1982- en Deraa se repite, pero no se puede evitar desde fuera.
2. La mayoría sale a la calle. La clave definitiva sería que el país se volviera ingobernable. El exceso de violencia inútil y la resistencia pacífica de los manifestantes son la mejor baza de la oposición para convencer a sus compatriotas de la voluntad de cambio.
Las dos opciones con complicadas. Los sirios con los que he hablado creen que las protestas no cesarán. Pero el gobierno tampoco cederá. Si fuera así, la situación se parecería más a Libia que a Egipto o Yemen, pero es improbable que Siria se convierta en un polvorín. Es difícil saber qué pasará, hoy viernes hay otro capítulo.

Entrevista a James Randi

Entrevista al genial James Randi. En inglés con subtítulos en españo.

James Randi: "Mantened los ojos abiertos y pensad por vosotros mismos".

Probable e improbable por Richard Feynman

Estupendo vídeo, en inglés con subtítulos en español, del maestro Feynman.

Feynman explica en consiste la ciencia y ser científico, por medio de la probabilidad de que existan los platillos volantes:

"Es mucho más probable que los informes sobre platillos volantes sean resultado de las conocidas características irracionales de la inteligencia terrestre, que de los desconocidos esfuerzos racionales de una inteligencia extraterrestre".

No se pierdan a Feynman en estos otros vídeos (aquí y aquí).

Vía Amazings.

La sanidad en el futuro

Artículo sobre la insostenibilidad del sistema sanitario actual en España.

Acertadas reflexiones.

Una pena que no haya un debate serio y profundo sobre este tema.



¿Cómo será la sanidad en 2036? por Julián García Vargas.

La sanidad pública española no es sostenible financieramente y medidas como el copago no son la panacea pero ayudan.

Veinticinco años después de aprobar la Ley de Sanidad, que puso en marcha el SNS, se ha consolidado en España un seguro público de riesgo de enfermedad de alta calidad técnica, con una lista de prestaciones muy generosa, financiado por impuestos, con gestión descentralizada en las CCAA y que llega a todos los ciudadanos sin apenas aportación de los pacientes. Su coste en términos de gasto público es razonable (6,5 por cien del PIB), aunque lo complemente un gasto privado apreciable (2,5 por cien del PIB).

La cuestión es si podremos mantener nuestro SNS como es en la actualidad: la respuesta es negativa. El SNS depende de la capacidad de gasto público de la economía y esa capacidad estará limitada en los próximos años por la reducción del déficit del Estado y las CCAA desde el 11% en 2009 al 3%.
Además, el sistema ha acumulado una deuda estimada de 12.000 millones, aproximadamente el 20 por ciento del presupuesto agregado de las CCAA y pagarla es su primera prioridad. De ello depende que sobrevivan las empresas suministradoras, que vienen cobrando con un año de retraso e incluso más en algunas regiones. La primera urgencia del SNS es pagar lo que debe y contener el gasto para no seguir generando nuevas deudas.

El fin de una época

 Como otros sectores, la sanidad ha llegado a un fin de época. Hemos pasado veinte años con un discurso optimista de aumento continuo de las prestaciones y de construcción de nuevos centros y hospitales cada vez más vistosos con el lema “todo para todos y gratis”. Hemos vivido experiencias frustrantes: cuando un Gobierno del PP ha limitado prestaciones, las CCAA gobernadas por el PSOE se han negado; cuando Zapatero intentó poner en marcha una conferencia periódica de presidentes dedicada a sanidad, los dirigentes del PP no pusieron interés.

Esas actitudes no fueron prudentes y supusieron oportunidades perdidas de aportar mecanismos eficaces de gestión en épocas de bonanza económica.

 Ahora las CCAA están agobiadas por el coste de la asistencia sanitaria, que supone entre el 30 y el 40 por ciento de sus presupuestos. Algunas están anunciando reducciones importantes del gasto y la preocupación por la austeridad está calando en la sociedad. El pacto que alcanzaron hace unos meses para reducir costes todas a la vez se quedó muy corto.
El problema es que, el SNS nació sin mecanismos eficaces de modulación de su oferta y sin fórmulas de revisión periódica de sus prestaciones. Esta necesidad no se contempla en su marco jurídico y la mención de tasas o copagos es marginal. Intentos para corregirlo, como el Informe Abril, siempre fueron acogidos con hostilidad.

¿Es sostenible? ¿Es social y económicamente funcional el SNS en España? En su peso actual sobre el PIB, sin aumentar más y en circunstancias normales, sí lo es. Pero las circunstancias económicas no son “normales” ni lo van a ser en dos o tres años. Por eso, demandar que el gasto sanitario aumente cada año más que el PIB, como ha ocurrido en las últimas dos décadas es un brindis al sol. Que les pregunten a los consejeros de Hacienda de las CCAA, que son los que deciden.

Pasado lo peor de la crisis actual, la economía española no crecerá mucho. No podrá porque no es eficiente, no es competitiva, exporta poco y tardará varios años en desendeudarse en el exterior, digerir los excesos del “ladrillo” y reducir el desempleo. Por tanto, no dejará margen para que el gasto sanitario aumente por encima del PIB; eso es ahora lo insostenible.

El argumento de los conservadores, que creen que no hay que cambiar nada y que basta con alinear el gasto sanitario público sobre el total del PIB con la media de la UE-15, no tiene recorrido. De facto, ese alineamiento ya no está tan lejos, especialmente si el gasto sanitario respecto al PIB lo comparamos en condiciones de igualdad de renta disponible per cápita.

Ahora tampoco tiene sentido argumentar que el SNS genera empleo. Eso está bien cuando hay recursos públicos para financiarlo, pero es irrelevante cuando no los hay.

Durante algún tiempo, el gasto sanitario no va a ser tan prioritario como el gasto en prestaciones de desempleo, que absorberá el grueso de los gastos sociales y tendrá que competir con educación (especialmente en formación profesional) y dependencia.

Lo que hay que hacer
 
¿Qué hacer? Sobre todo no enrocarse en el conservadurismo sanitario, no persistir en la aversión a las reformas que aqueja al SNS desde hace muchos años por cálculos electorales. Y de entrada: abandonar el imposible y demagógico “todo para todos y gratis”.

En cuanto a las medidas concretas, todos sabemos por dónde ir: distinguir entre patologías por su gravedad, eliminar prestaciones no vitales o gravarlas con copagos, reducir consultas y pruebas innecesarias, moderar el uso de tecnologías costosas, insistir en la productividad de cada servicio y centro, perseverar en los objetivos de eficiencia y en la estabilidad de los gestores y contar con la oferta privada.

Algunos hospitales en marcha deberán retrasar su puesta a punto; en otros habrá que cerrar camas. Tampoco debe esperarse más del trillado recurso a reducir el gasto en farmacia vía precios; sólo queda algún margen en la moderación de recetas de mayores, el coste de distribución y el gasto de farmacia hospitalaria.

En cuanto al manido copago en consultas o estancias, sabemos que no es ninguna panacea, pero puede ayudar. Somos en ese campo una excepción en la UE-15, aparte del Reino Unido, pero por populismo se rechaza su implantación. Ya veremos por cuanto tiempo.

Todo eso supone desgaste político, no es agradable de hacer y exige el acuerdo entre CCAA, con el liderazgo del Ministerio de Sanidad. Pero los ciudadanos lo entenderán: sólo en tiempos de crisis pueden abordarse los cambios dirigidos a evitar un deterioro generalizado de calidad en la asistencia sanitaria. 
No actuar con decisión es condenar al SNS a caer por la pendiente de la pérdida de calidad y la descapitalización.

Julián García Vargas, Exministro de Sanidad (1986-1991).