"Yo también pienso en España. En la manifiesta superioridad española. Para empezar el wifi y la conexión de datos. En España habría una revuelta popular. Múnich es una ciudad unplugged y lo peor es que no parece tomárselo a mal. Luego, la comida. Salvo los países asiáticos, que no conozco y que ya veremos, no hay un lugar en el mundo donde la comida sea más satisfactoria, creativa, sana y barata que en España. Y cuanto más sofisticada es la comparación, más. Luego el ir y venir: carreteras, trenes y aeropuertos: no es fácil presentar un pack mejor. Paradójicamente lo peor de España son los autores de este prodigio, que son, naturalmente, los españoles. No se trata solo de la celebrada falta de autoestima. Es también algo relacionado con el descuido, con los márgenes mal segados de los caminos. Los españoles no rematan, no redondean. Han hecho, hacen, un gran trabajo. Pero proceden como el que pasa horas limpiando la cocina avasalladora y deja un par de vasos sucios en el fregadero. Luego es verdad que los españoles tienen enemigos muy adentro, y ésa es una singularidad de alto espectro que cabe vincularla con el manifiesto desprecio, aunque solo sea provincial, local, pequeño, por lo común. La única inferioridad española visible son los lavabos. Esa es la razón, por ejemplo, de que los restaurantes españoles no tengan más estrellas que cualquier otro país. Es sabido que lo primero que hace el señor Benito Lamas, de la adiposa guía Lamas, cuando entra en un restaurante es preguntar por el lavabo y allí quedarse. Pero sí, los lavabos son el garve problema español. Insisto: lo que no saben gestionar bien los españoles es la basura que llevan dentro."