No eres una persona normal si matas a tu pareja

Arcadi Espada ha escrito un artículo sobre la eliminación de otro artículo de Salvador Sostres por parte del director de El Mundo. También se centra en que «un centenar de periodistas de EL MUNDO enviaron una carta a Pedro J. Ramírez en la que le piden que prescinda de Sostres porque la libertad de expresión no debe servir para hacer apología de vilezas».

Juan Abreu también ha escrito sobre el tema.

Ambos se centran en el problema de la censura y las exigencias de expulsión del periódico de Sostres por parte de colegas. No me interesa ahora ese tema.

Hasta ahora no había tenido ocasión de leer el artículo completo pero aquí lo he hecho. Y me he quedado helado de pensar que una persona que escribe en un periódico y al que se le presupone una cierta inteligencia y cierto nivel educativo piense lo que ha escrito.

Reproduzco el artículo completo al final de esta entrada para que cada cual saque sus conclusiones.

Lo primero que me pone alerta es leer que un chico normal pueda estrangular a su novia. Entendiendo como normal lo habitual me parece que definir a un chico que estrangula a su novia como normal es incorrecto. No es normal ese comportamiento, lo normal es no matar a tu pareja, lo normal es no matar, alguien que mata se sale de lo normal.

Lo siguiente está a lo largo de todo el texto. El autor intenta razonar, o así lo interpreto yo, que lo que le pasó a este chico puede ser una posible causa para cometer un asesinato, y que ha cualquier persona en su misma circunstancia se nos pasaría por la cabeza algo similar. Dejo a un lado que esa sea la causa. Eso lo determinará una investigación, si es que lo logra.

Mi respuesta es tajante. No. Si mi mujer me dijera que se va con otro hombre no pensaría en matarla. Si mi mujer me dijera que está embarazada pero que el hijo no es mío no pensaría en matarla. Si mi mujer me dice que tiene un amante no pensaría en matarla. Si mi mujer me abandona no pensaría en matarla. Si mi mujer me dice que no me ama no pensaría en matarla.

No soy dueño de mi mujer, ni de nadie, las personas somos libres. Si ante cualquier adversidad, por muy dura que sea, nos planteamos la posibilidad de usar una violencia tal que acabase con la vida de otra persona entonces hemos perdido el norte. Debemos buscar ayuda, estamos enfermos, no somos normales.

Para mí es inconcebible el uso de ese tipo de violencia como reacción ante problemas que se plantean en la convivencia diaria.

Si todo esto no lo tenemos claro y no somos conscientes hemos fracasado como personas y la sociedad que formemos será muy peligrosa.

Afortunadamente los hechos demuestran que la gente no recurre a matar a otra personas cuando tiene un problema, la gente habla, se grita e insulta a veces, se denuncia ante las autoridades pertinentes, busca terceras personas que medien en el conflicto, etc. Pero sólo unos pocos matan a otras personas porque sus deseos o ideas se ven contrariadas.

Si yo fuera la pareja de una persona que me amenaza con matarme, o que deja la puerta abierta a una reacción similar, si la abandono, la engaño, o cualquier circunstancia de ese calibre, me alejaría de ella inmediatamente. Matar a alguien no está en la lista de mis reacciones ante los problemas que me plantea la vida.

UN CHICO NORMAL por Salvador Sostres en El Mundo.

El chico rumano de 21 años que ha estrangulado a su novia embarazada, también rumana, de 19, “era un chico normal”, según han dicho de él sus vecinos y conocidos. “Discutían como cualquier pareja”, ha explicado la madre de la víctima. Después de cometer el crimen –o de presuntamente cometerlo, hasta que no se celebre el juicio- el chaval, horrorizado por lo que había hecho, telefoneó a su padre a Rumanía y le mostró el cadáver de su novia muerta a través de una webcam.

Porque un chico normal de 21 años que está enamorado de su novia embarazada, es normal que pierda el corazón y la cabeza, el sentido y el mundo de vista, si un día llega a casa y su chica le dice que le va a dejar y que además el bebé que espera no es suyo.

Ni puedo justificar ni justifico un asesinato, ni cualquier forma de maltrato tenga consecuencias más leves o más graves. No pienso que haya causas morales que puedan justificar matar a alguien, ni que puedan servir siquiera de atenuantes en el juicio. Digo que a este chico les están presentando como un monstruo y no es verdad. No es un monstruo. Es un chico normal que se rompió por donde todos podríamos rompernos.

Porque hay muchas formas de violencia, y es atroz la violencia que el chico recibió al saber que iban a dejarle y que el niño que creía esperar no era suyo. No te causa la muerte física pero te mata por dentro y aquel día algo de ti muere para siempre. No justifico lo que hizo, ni creo que se pueda justificar, pero no es un monstruo: es un chico normal sometido a la presión de una violencia infinita, una violencia que no por no ser física es menos violenta; un chico que luego tuvo una reacción terrible, inaceptable e inasumible, criminal, y que no sólo terminó con la vida de su novia y la de la criatura que esperaba sino que terminó, en cierto modo, con la suya propia.

Espero que si algún día me sucede algo parecido disponga del temple suficiente para reaccionar quemándome por dentro sin que el incendio queme a nadie más. Pero me reconozco en el dolor del chico, en su hundimiento, en su caída al fondo de sí mismo oyendo las explicaciones de su novia. Me reconozco en su desesperación, muy normal y nada monstruosa: en su herida, en su desgarro. Quiero pensar que no tendría su reacción, como también lo quieres pensar tú. Pero ¿podríamos realmente asegurarlo? Cuando todo nuestro mundo se desmorona de repente, cuando se vuelve frágil y tan vertiginosa la línea entre el ser y el no ser, ¿puedes estar seguro de que conservarías tu serenidad, tu aplomo?, ¿puedes estar seguro de que serías en todo momento plenamente consciente de lo que hicieras?

Que la justicia dicte su sentencia y que sea tan severa como tenga que ser. Ante un asesinato no hay causas morales. Pero este chico no es un monstruo. Es un chico normal disparado al centro de su querer, arrancado a la vez de su novia y de su hijo, sometido a una violencia brutal que al no ser física nunca se considera pero que ahoga y machaca lo mismo que cualquier otra violencia.
 
Hay muchas formas de violencia. La mayoría de los que escriben y leen sobre sucesos ignoran cómo a veces el amor se convierte en escoria y en desgracia y se abraza desesperadamente a la tragedia.