Monkey metaphors. Matt Ridley


The experiment, run on 29 baboons by Joel Fagot of the University of Provence and Roger Thompson of Marshall College, found that the monkeys could ignore the fact that some symbols were more familiar from previous sessions and stick with the task of selecting those that came in pairs, and that they still partly recalled the skill after a year.

Down goes another claim of human uniqueness. It had been argued that only human beings could reason by analogy because only human beings use grammatical language. Indeed, language is suffused with analogy, comprehensively infiltrated with metaphor—analogy's sibling—to the point that we no longer notice it. (In the previous sentence, for instance, consider that "suffused," "infiltrated," etc. are all metaphors.)


In his new book "The Better Angels of Our Nature" (reviewed on page C7), Steven Pinker points out that, for centuries, perpetrators of genocides have described their victims in biological terms laced with disgust: as rats, snakes, maggots, lice or diseases. This presumably helps them justify to their followers the inhuman acts they commit. Metaphors possess considerable power to move us.


Certainly, analogies can generate insights. I am fond of using one from the works of Shakespeare to explain how a mouse and a human can have mostly the same genes and yet be very different. In his plays, the bard used a vocabulary of about 20,000 words (not counting inflections like plurals), just as a mammal has about 20,000 genes. The difference between two Shakespeare plays lies not so much in the vocabulary as in the order of the words. Indeed, the six most frequent words in "Othello," "Lear" and "Hamlet" are the same: the, and, to, of, I and you. So it is with genes: the difference between a mouse and a man is in the order and pattern of expression of the genes, not in having different genes.



El vía crucis de los moderados. Eduardo Goligorsky

El 23 de julio de 1986 El País publicó, con motivo del primer centenario de Salvador de Madariaga, un artículo sobre su pensamiento político, firmado por el profesor Francisco J. Bobillo, en el que se leía:

Sin militar en ningún partido, formó parte de esas imprecisas filas de lo que ha dado en llamarse la tercera España. Grupo heterogéneo, disperso e invertebrado, compuesto por intelectuales que se sintieron decepcionados por la evolución de la República (después de una alborozada colaboración inicial), no se avinieron con el Frente Popular y se opusieron, por lo común, al levantamiento militar.

Discrepantes, en general, de las izquierdas, muy críticos con los estallidos populares durante la República –huelgas, manifestaciones, ocupaciones de tierras, levantamiento de octubre de 1934, anticlericalismo y violencia callejera–, defensores de una difícil armonía social en una España dividida, no podían identificarse con las propuestas de Largo Caballero, ni tranquilizarse con la creciente influencia comunista a lo largo de la guerra.


Allí escribió [Manuel Chaves Nogales], entre enero y mayo de 1937, un libro de relatos breves, A sangre y fuego, en cuyo prólogo nos proporciona un autorretrato enriquecido por la ironía:

Yo era eso que los sociólogos llaman un "pequeño burgués liberal", ciudadano de una república democrática y parlamentaria (...) Ganaba mi pan y mi libertad con una relativa holgura confeccionando periódicos y escribiendo artículos, reportajes, biografías, cuentos y novelas, con los que me hacía la ilusión de avivar el espíritu de mis compatriotas y suscitar en ellos el interés por los grandes temas de nuestro tiempo. Cuando iba a Moscú y contaba al regreso que los obreros rusos viven mal y soportan una dictadura que se hacen la ilusión de ejercer, mi patrón me felicitaba y me daba cariñosas palmaditas en la espalda. Cuando al regreso de Roma aseguraba que el fascismo no ha aumentado en un gramo la ración de pan del italiano, ni ha sabido acrecentar el acervo de sus valores morales, mi patrón no se mostraba tan satisfecho de mí ni creía que yo fuese realmente un buen periodista; pero en fin de cuentas, a costa de buenas y malas caras, de elogios y censuras, yo iba sacando adelante mi verdad de intelectual liberal, ciudadano de una república democrática y parlamentaria.

Chaves lo explica sin ambigüedades:

La verdad, entre ser una especie de abisinio desteñido, que es a lo que le condena a uno el general Franco, o un kirguiz de Occidente, como quisieran los agentes del bolchevismo, es preferible meterse las manos en los bolsillos y echar a andar por el mundo, por la parte habitable del mundo que nos queda (...) El resultado final de esta lucha no me preocupa demasiado. No me interesa gran cosa saber que el futuro dictador de España va a salir de un lado u otro de las trincheras (...) Y, aunque sienta como una afrenta el hecho de ser español, me esfuerzo en mantener una ciudadanía española puramente espiritual, de la que ni blancos ni rojos puedan desposeerme.

Más adelante, Chaves formula un vaticinio tan tétrico como realista:

El hombre que encarnará la España superviviente surgirá merced a esa terrible e ininteligente selección de la guerra que hace sucumbir a los mejores. ¿De derecha? ¿De izquierda? ¿Rojo? ¿Blanco? Es indiferente. Sea el que fuere, para imponerse, para subsistir, tendrá, como primera providencia, que renegar del ideal que hoy lo tiene clavado en un parapeto, con el fusil echado a la cara, dispuesto a morir y a matar. Sea quien fuere, será un traidor a la causa que hoy defiende.

Por su parte, Francesc de Carreras cita otros fragmentos de aquel prólogo que reflejan con claridad meridiana la hostilidad de Chaves contra toda forma de totalitarismo y su conciencia de las debilidades del género humano:

Con el debido respeto, todo revolucionario me ha parecido siempre algo tan pernicioso como cualquier reaccionario (...) Mi única y humilde verdad era un odio insuperable a la estupidez y la crueldad (...) Pero la estupidez y la crueldad se enseñoreaban de España (...) Idiotas y asesinos se han producido y actuado con idéntica profusión e intensidad en los dos bandos (...) Un hombre como yo, por insignificante que fuese, había contraído méritos suficientes para haber sido fusilado por los unos y por los otros.


Trapiello recuerda que el vía crucis del moderado Chaves Nogales guarda un patético paralelismo con el de Clara Campoamor, quien escribió:

Dejé Madrid a principios de septiembre [de 1936]. La anarquía que reinaba en la capital ante la impotencia del gobierno y la absoluta falta de seguridad personal, incluso para los liberales –o quizá sobre todo para ellos–, me impusieron esa prudente medida. Si la gran simpatía que una siente siempre por quienes se defienden puede ir hasta explicar los errores populares, se niega en llegar hasta el sacrificio oscuro e inútil de la propia vida. Se sabe también que los autores de los excesos, o los que han tolerado que se cometan, siempre encuentran excusas, aunque sólo consistan en pretender que hay que juzgar las revoluciones en su conjunto y no en sus detalles, por elocuentes que sean. ¡Yo no quería ser uno de esos detalles sacrificados inútilmente!

Clara Campoamor, nacida en 1888, no era una recién llegada a la causa republicana. Según el estudioso Luis Español Bouché:

No era la señorita Campoamor una chica bien con tiempo y recursos para cultivarse, una sufragista de salón, sino unacurrante, que no habiendo podido concluir sus estudios de Bachillerato tuvo que ponerse a trabajar a los trece años para vivir: de modistilla primero, de dependienta de un comercio, de auxiliar de telégrafos, de profesora de adultos, de secretaria de un periódico, de traductora.

En 1924 se recibió de abogada, en 1926 era una figura sobresaliente del feminismo, en 1929 se afilió a Acción Republicana y en 1931 al Partido Radical de Alejandro Lerroux y a la masonería. Ese mismo año conquistó su escaño de diputada por Madrid (las mujeres no podían votar pero sí ser candidatas) e ingresó en la Comisión Constitucional, donde inició una denodada campaña a favor del voto femenino. Tropezó entonces con la oposición de las socialistas Victoria Kent y Margarita Nelken, y también con la de Lerroux: todos ellos pensaban que las mujeres, influidas por la Iglesia, votarían a la derecha. Finalmente Clara Campoamor logró que su proyecto se convirtiera en realidad, pero en las elecciones de 1933 perdió su escaño.


La revolución española vista por una republicana, de Clara Campoamor (Espuela de Plata, 2009), retraducido al español y anotado por Luis Español Bouché a partir de la edición traducida al francés que se publicó en 1937. En él, la exiliada se desahoga sin pelos en la lengua:

¿Fascismo contra democracia? No, la cuestión no es tan sencilla. Ni el fascismo puro ni la democracia pura alientan a los dos adversarios. La confusión que reina en todos aquellos países que se muestran interesados o angustiados por nuestro espantoso drama nacional, confusión que amenaza sumirlos a todos en el error, se origina en este impreciso esquema de los móviles de la lucha (pág. 76).

Esta doctrina ingenua [el anarquismo] –aunque enemiga de toda dictadura– ha hallado amplio eco entre las masas. Ha apiñado a su alrededor a todos los iluminados que la propagan, a todos los ignorantes y los simplones que la aceptan, a todos los malhechores y delincuentes que se aprovechan de ella. Para comprender el hecho de que llegue a convertirse en una seria amenaza hay que considerarla a través de tres elementos: misticismo nihilista, individualismo exaltado y bandolerismo (pág. 140).

Los responsables republicanos han puesto todos sus triunfos al servicio de los intereses específicos del partido socialista, un partido socialista que, además, ha abandonado su clásico carácter evolucionista para convertirse en revolucionario (págs. 143-144).

La difícil situación de los gubernamentales ha desenmascarado el interés que los soviéticos ponen en el triunfo de los comunistas en España. No sólo el envío de armas y de municiones se ha hecho a la luz del día sino que los rusos toman una parte activa, incluso dirigente, en la ofensiva del ejército gubernamental. Los representantes de los soviéticos se encuentran actualmente mezclados en todas las actividades de los partidos obreros en Madrid, y, con su presencia, tratan de comunicar a las milicias gubernamentales entusiasmo y valor. Pero su presencia ha llevado a todos los republicanos a dejar el país cuando les ha sido posible, aun a costa de jugarse la vida. Todos aquellos que no quieren ver a España convertida en sucursal de los soviéticos se separan del gobierno (pág. 145).



El éxito finlandés: eficacia y cultura del deber. Mónica Mullor

Las claves del éxito de la escuela finlandesa hay que buscarlas en una serie de elementos que se combinan para dar ese resultado. El primero de ellos es la altísima calidad del personal que forma a los maestros. Los profesores de las facultades de Pedagogía son en su gran mayoría doctores. 

El segundo elemento explicativo del éxito finlandés es el alto nivel de excelencia de sus profesores en general, lo que tiene su origen no solo en la exigente formación que reciben, sino en el proceso de selección de los aspirantes a la propia carrera de profesor. Solo uno de cada diez solicitantes logra acceder a ella, es decir, solo los estudiantes mejor dotados y motivados logran convertirse en profesores.

De ello se deduce el tercer elemento de éxito: la profesión de maestro otorga un alto estatus en Finlandia, y para nadie es fácil impugnar la autoridad de los profesores. Esto tiene efectos decisivos respecto del ejercicio mismo de la labor docente, pero es que además explica el cuarto hecho distintivo del éxito finlandés: los políticos se cuidan de meterse en el campo educacional y convertirlo en arena de sus disputas, antojos y proyectos ideológicos. 

De aquí se deriva el quinto elemento explicativo del éxito finlandés: la gran autonomía de los centros educativos y de los maestros a la hora de articular su labor. Los maestros gozan de una libertad que se han ganado sobremanera: ahí está el respeto generalizado por lo que hacen.

Esto nos lleva al sexto hecho decisivo: no se aceptan el fracaso ni la mediocridad en el ejercicio de la función docente.

En séptimo lugar tenemos la disciplina y los controles de calidad. 

Finalmente, debemos hacer notar un elemento de mayor amplitud y complejidad. No cabe duda de que los resultados mediocres de los alumnos españoles en informes como los PISA hunden sus raíces en el entramado cultural que se ha desarrollado en las últimas décadas: la cultura del poco esfuerzo. En Finlandia, por el contrario, sigue rigiendo la cultura del deber.



El posible cierre de la televisión pública asturiana. Javier Cuartas

El Gobierno en minoría de Asturias, que preside Francisco Álvarez Cascos, puede convertirse en el primero que cierre una televisión autonómica en España. Y no por ley ni por decisión parlamentaria, sino por la vía de los hechos. El Ejecutivo de Foro Asturias Ciudadanos (FAC) acaba de aprobar un recorte inmediato de sus transferencias al ente público de la Radio Televisión del Principado de Asturias (RTPA) de 11,3 millones de euros, lo que supone privar a este medio de comunicación -la más barata de las 12 televisiones autonómicas adscritas a la Federación de Organismos de Radios y Televisiones Autonómicos, Forta- del 30,54% de su presupuesto, que ronda los 37 millones.

Álvarez-Cascos nunca ocultó su rechazo a la televisión autonómica desde que fuera creada hace cinco años por el anterior Gobierno regional, del PSOE, y ahora ha esgrimido la necesidad de hacer ajustes presupuestarios para reiterar que "la televisión pública no es prioritaria". El Gobierno de FAC acaba de aprobar una reducción del gasto público de 156 millones. El 7,2% de este ajuste lo ha concentrado en un solo órgano, la televisión pública, cuyo coste supone el 0,6% del presupuesto de Asturias, lo que la oposición ha interpretado como un deliberado propósito de "asfixiar" a un medio de comunicación que, a diferencias de otras televisiones análogas, no se ha caracterizado hasta ahora ni por el dispendio ni por la beligerancia partidista.





María Elena Morejón, del Movimiento Popular Cubano: Envía carta a las autoridades alemanas para que se pronuncie sobre la represión en Cuba

Estimado Sr. Markus Löning:


Una vez más me dirijo a las autoridades alemanas y en especial a usted, como Delegado del Gobierno Federal Alemán para la Política de Derechos Humanos y la Ayuda Humanitaria, para además de informarles oficialmente de la situación que atraviesa Cuba pedirles, en nombre de la Asociación que represento, en mi nombre como ciudadana cubano-alemana y en general, en nombre de todos los cubanos, que el gobierno que usted representa se pronuncie respecto a estos hechos evidentemente repugnantes.


Durante los últimos días agentes de la policía nacional y de la seguridad del estado cubano, han estado reprimiendo violentamente a las ya, internacionalmente conocidas Damas de Blanco y Damas de Apoyo, nombre con el que se les identifica a las esposas, madres, hermanas y demás familiares de los presos políticos cubanos cada vez que estas intentan salir a reclamar la libertad de todos sus seres queridos.

Por otro lado, el régimen de La Habana ha desatado una ofensiva sin límites contra todo cubano que intente tomar las calles para denunciar su descontento con ese sistema ineficaz y represivo que ha convertido a la isla en terreno fértil para la ira social y dispuesto, definitivamente ya, a la defensa de los derechos civiles de todos los ciudadanos cubanos.




Steve Jobs



Y miren que la idea de Jobs era sencilla: hazlo fácil. Un tipo capaz de venderte un ordenador sin manual de instrucciones o un teléfono móvil con un solo botón es alguien que ha dedicado muchas horas a pensar en ti. En el cliente, vaya. Ya conocen la frase: “hay algo capaz de competir con lo gratuito: lo sencillo“. ¿Qué es lo que hace que a una idea tan sencilla como la de la sencillez (y perdón por la redundancia) le cueste tanto entrar en la mollera de empresarios, diseñadores, programadores, burócratas, comerciales, ingenieros y editores?

***

En lugar de hundirse, o retirarse a vivir de las rentas, Jobs vendió todas sus acciones (menos una); con el dinero fundó otra empresa informática, NeXT, y compró a George Lucas un pequeño grupo de animación por ordenador, The Graphics Group, al que después llamaría Pixar. En 1995 estrenó Toy Story, la primera de una increíblemente exitosa serie de películas animadas por ordenador, que salvaron a Disney de la bancarrota y permitieron a Jobs hacer una provechosa venta y, así, convertirse en el mayor accionista individual de la compañía del tío Walt.

En 1996 Apple compró NeXT... y Jobs volvió a dirigir 
su compañía un año después. Los Mac estaban entonces en franca decadencia, pero el sistema operativo creado en NeXT sirvió de base para el Mac OS X, lo que permitió que, tecnológicamente, Apple volviera a estar en la vanguardia y, poco a poco, alcanzara cifras de venta que nunca antes había tenido. En 2001 lanzó el reproductor musical portátil iPod, del que se han vendido más de 200 millones de unidades; en 2007 le llegó el turno al iPhone, que ha superado los treinta millones de ventas...

Ah, y los Mac son los únicos ordenadores personales que han sobrevivido a la estandarización que supuso la aparición del PC, en 1982.



Fuentes:


Women in the mirror