Entrevista a Carlos Rodríguez Braun en Actualidad Universitaria

Entrevista a Carlos Rodríguez Braun en Actualidad Universitaria. siempre pidiendo más libertad, un liberal puro.

Estoy muy de acuerdo con sus ideas. Aquí voy leyendo artículos suyos.

Destaco esto:

"Desde su punto de vista, ¿qué le falta a la Universidad, cómo se podría mejorar?

No hay que descubrir la pólvora ni el Mediterráneo. Las mejores universidades del mundo suelen ser privadas y en general son aquellas donde a los alumnos les cuesta dinero y sacrificio sacar sus carreras, los profesores están sometidos a la competencia, y los políticos, los burócratas y los sindicalistas no tienen absolutamente nada que decir.

Usted es uno de los pensadores que más ha contribuido a la difusión del liberalismo clásico, ¿cuáles han sido, desde su entender, los mayores hitos en esta difusión?

La difusión del liberalismo ha sido muy considerable en las últimas décadas. Decía Joaquín Garrigues Walker durante la transición a la democracia: “Los liberales españoles cabemos un taxi”. Es claro que hoy no nos alcanzarían ni un taxi ni varias docenas. Entre los hitos que marcan ese progreso nombraría a varios amigos: Pedro Schwartz con el Instituto de Economía de Mercado a comienzos de los años 1980, Jesús Huerta de Soto y su notable labor académica de promoción de la liberal Escuela Austriaca de Economía, la aparición en el año 2000 de Libertad Digital, y más recientemente el dinámico Instituto Juan de Mariana que preside Gabriel Calzada. Ahora bien, no deberíamos los liberales caer extasiados en la contemplación de nuestros ombligos, porque la mayor difusión del liberalismo no provino esencialmente de nuestro talento sino de la reacción frente al espectacular aumento de la coacción pública en términos de impuestos, regulaciones, multas y prohibiciones de todo tipo. Es más, considerando esa expansión de la coerción, el liberalismo debería de haberse difundido mucho más".

 
ENTREVISTA:

Carlos Rodríguez Braun es catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid. Treinta y ocho años en la docencia avalan su experiencia. Ha publicado artículos académicos en las revistas más prestigiosas de su especialidad en España, Estados Unidos, Inglaterra e Italia, y más de 4.000 artículos en la prensa española, europea y americana. Además, fue director de España Económica y subdirector de Cambio 16 y El valor del dinero, éste último en RTVE.

Nos hace un hueco en su apretada agenda para respondernos a unas preguntas sobre su vida y el contexto económico actual.

¿Por qué se interesó por la economía cuando empezó a estudiar?

Cuando terminé el colegio, en 1965, no tenía una vocación clara para estudiar las carreras, digamos, “clásicas”. Unos primos míos mayores habían estudiado Economía y por esa razón trivial me matriculé. Durante la carrera no me interesaron especialmente las asignaturas propias de teoría económica, que me limité a aprobar. Lo que me interesó de verdad fueron las otras asignaturas, como la historia, la filosofía y en primerísimo lugar las matemáticas. La economía sólo empezó a interesarme después, ya licenciado, e incluso como economista he solido tener la vista puesta en la economía también desde otras perspectivas, como la historia, la política, la cultura y la filosofía moral.

¿Cuál ha sido su mejor y peor momento como profesor?

Siempre digo en broma que lo peor fue cuando empecé a dar clase. Un compañero mío de estudios, Enrique Ganuza, que era profesor en la Universidad Católica Argentina, donde ambos nos habíamos graduado, obtuvo una beca para estudiar el doctorado en Europa, y me pidió que lo sustituyera. Corría el año 1972. La asignatura era Introducción a la Economía en el primer curso de la carrera de Sociología. Fui y me encontré con que ¡sólo eran chicas, guapísimas, y apenas unos años menores que yo! ¿Se imagina la situación? En fin, la verdad es que toda mi vida de profesor, incluido ese sobresalto inicial, ha sido muy grata.

¿Y cómo alumno?

He disfrutado muchísimo en todas las etapas de mi vida como estudiante. Recuerdo dos anécdotas no gratas pero sí aleccionadoras. En el primer año de la Facultad decidí la noche anterior a un examen tomarme una pastilla para no dormir. Fui al examen, rellené todo el cuadernillo a gran velocidad y me pareció que había respondido a las preguntas tan bien que les comenté a mis compañeros que no podía sacar nada por debajo de notable. ¡Y suspendí! Desde entonces no tomo pastillas. La segunda anécdota fue con un profesor de matemáticas que me tenía manía, con razón, porque siempre he sido muy rebelde. Y el día del examen repartió las preguntas para todos pero me llamó a mí y me hizo un examen sólo para mí. Lo recuerdo como si fuera hoy. Había una única pregunta: tenía que demostrar el teorema según el cual las segundas derivadas parciales cruzadas son iguales. No era difícil y yo lo sabía, pero me puse tan nervioso por ese trato discriminatorio que no supe hacerlo y suspendí. A la convocatoria siguiente saqué sobresaliente, y aprendí un poco más, no tanto de matemáticas como de la naturaleza humana.

Desde su punto de vista, ¿qué le falta a la Universidad, cómo se podría mejorar?

No hay que descubrir la pólvora ni el Mediterráneo. Las mejores universidades del mundo suelen ser privadas y en general son aquellas donde a los alumnos les cuesta dinero y sacrificio sacar sus carreras, los profesores están sometidos a la competencia, y los políticos, los burócratas y los sindicalistas no tienen absolutamente nada que decir.

Su trabajo ha estado muy vinculado a la docencia y al periodismo, ¿hasta qué punto son importantes en la difusión de la economía?

Son obviamente importantes. Lo que quizá resulte menos obvio es que también son peligrosos, porque contribuyen a la difusión de ideas económicas equivocadas. Aprovecho para hacer una defensa del periodismo, porque a menudo los periodistas son despreciados por mis colegas profesores. Una vez que terminan con sus comentarios desdeñosos hacia los medios de comunicación, suelo apuntarles que, en efecto, los periodistas dicen muchas tonterías, pero nunca he escuchado a ningún periodista decir barbaridades más groseras que las que he escuchado en la Universidad.

¿Por qué cree que la economía no interesa o no se suele entender?

Es que si no se entiende es lógico que no interese o parezca que no interesa. En realidad, todos estamos interesados en economía. Por eso no es casualidad que los economistas aparezcamos más en los medios de comunicación que los metafísicos, porque los economistas lidiamos con cuestiones que afectan directa y claramente a la vida de los ciudadanos. ¿O es que acaso a la gente le da igual pagar más impuestos que menos? Recordemos de todas maneras, para no caer en victimismos, que el interés por la economía ha aumentado bastante en nuestro país, y a ese proceso hemos contribuido tanto los economistas, sea que colaboremos en los medios o no, como los propios periodistas.

Usted es uno de los pensadores que más ha contribuido a la difusión del liberalismo clásico, ¿cuáles han sido, desde su entender, los mayores hitos en esta difusión?

La difusión del liberalismo ha sido muy considerable en las últimas décadas. Decía Joaquín Garrigues Walker durante la transición a la democracia: “Los liberales españoles cabemos un taxi”. Es claro que hoy no nos alcanzarían ni un taxi ni varias docenas. Entre los hitos que marcan ese progreso nombraría a varios amigos: Pedro Schwartz con el Instituto de Economía de Mercado a comienzos de los años 1980, Jesús Huerta de Soto y su notable labor académica de promoción de la liberal Escuela Austriaca de Economía, la aparición en el año 2000 de Libertad Digital, y más recientemente el dinámico Instituto Juan de Mariana que preside Gabriel Calzada. Ahora bien, no deberíamos los liberales caer extasiados en la contemplación de nuestros ombligos, porque la mayor difusión del liberalismo no provino esencialmente de nuestro talento sino de la reacción frente al espectacular aumento de la coacción pública en términos de impuestos, regulaciones, multas y prohibiciones de todo tipo. Es más, considerando esa expansión de la coerción, el liberalismo debería de haberse difundido mucho más.

¿Hasta qué punto es difícil ser economista y no hablar de la crisis en la actualidad?

Es imposible no hablar de la crisis. Primero porque existe y es gravísima, a pesar de que nuestro manifiestamente mejorable Gobierno la negó y minusvaloró, perdiendo con grave irresponsabilidad un tiempo precioso que pudo dedicarse a mitigar su impacto. Segundo, en defensa propia, para que las autoridades y la opinión pública no extraigan la conclusión más equivocada y peligrosa, a saber, que la crisis se ha debido a nuestra libertad y que, por tanto, es labor inexcusable de los mandatarios recortarla aún más.

¿Cuánto cree que le puede quedar a la actual crisis?

Llevamos tres años y el peor fue 2009. Este año no será tan malo, y no es descartable que salgamos adelante incluso antes de 2011. Observe que de las crisis siempre se sale, pero la norma, que se cumple nítidamente hoy, es que las crisis se superen no gracias sino a pesar del Gobierno.

Se imagina una sociedad…

Libre.

César Vidal entrevista a Carlos Rodríguez Braun

César Vidal entrevista a Carlos Rodríguez Braun el día 5 de mayo de 2010.

Dice don Carlos en un momento de la entrevista: "Vamos a salir de la crisis y el gobierno es un desastre".

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¿Democracia ramplona? por José María Ruiz Soroa

Artículo de José María Ruiz Soroa sobre la democracia en España. Impecable argumentación.

Ese último párrafo:

"Cuando los nacionalistas y comunistas acudían al Constitucional en 1983, y exigían el amparo de la Constitución contra las decisiones legislativas de la inmensa mayoría de los representantes del pueblo español, ¿no estaban ellos mismos proclamando que la Constitución y su interpretación por el Tribunal eran la última instancia de legitimidad en nuestro sistema democrático? ¿Cómo es, entonces, que ahora argumentan que ni la Constitución ni el Tribunal pueden "jamás" ponerse por encima de la voluntad del Parlamento o del sentimiento de un pueblo? ¿Es que su ramplona concepción de la democracia depende del lado en que caigan sus intereses?".


ARTÍCULO:

Escuchamos hoy un confuso discurso sobre la democracia que, en nombre del principio de autogobierno de los ciudadanos, clama contra el hecho de que un reducido colegio de jueces pueda poner su particular opinión por encima de la voluntad de los representantes de esos ciudadanos en los parlamentos, por encima incluso de la voluntad expresada en referéndum por los mismos ciudadanos catalanes. En este discurso se mezclan respetables posturas de principio con un craso oportunismo sectario que pretende vestir con ropajes democráticos lo que es sólo un interés, el de que una determinada ley (el Estatut, se entiende) salga adelante a costa de todo.

Principios defienden aquellos autores que argumentan que la capacidad de un pueblo para autogobernarse no puede estar limitada por unos textos constitucionales más o menos rígidos y heredados de generaciones pasadas. Y menos aún por unos tribunales que imponen su opinión elitista y técnica a los representantes de la ciudadanía e invalidan o recortan las leyes por estos aprobadas. Para estos autores, nuestras actuales democracias constitucionales son "democracias paternalistas" (Waldrom) o "democracias jibarizadas" (Sánchez Cuenca), que tratan al ciudadano como a un ser precisado de muletas para desempeñarse en la vida pública. Es muy discutible, pero es una opinión razonada.

Intereses defienden en cambio quienes, a la vista de la ya probada inconstitucionalidad del Estatut (puesta de relieve inapelablemente en la última sesión del Tribunal Constitucional, TC, en la que todos sus miembros estuvieron de acuerdo en que como mínimo una treintena de preceptos del Estatut eran inconstitucionales), han emprendido una campaña desaforada para sacarlo adelante pese a quien pese.

A estos muñidores del democratismo radical -sección catalana- se les puede cuestionar su sinceridad democrática. Y su propia lógica. Por una sencilla razón: porque el rendimiento empírico de nuestra justicia constitucional no avala en absoluto sus impostadas quejas, sino más bien todo lo contrario. Es decir, que cuando este TC ha invalidado leyes aprobadas por la soberanía popular (y lo ha hecho varias veces), nunca ha sido para disminuir el autogobierno de los ciudadanos, sino para ampliarlo. Y sobran ejemplos.

Cuando el TC invalidó por inconstitucional la Ley de Seguridad Ciudadana o de la patada en la puerta, ¿no incrementó nuestros derechos ciudadanos? Cuando el TC rechazó el decreto ley antiterrorista, ¿protegió o limitó nuestros derechos? Cuando declaró inconstitucional la Ley de Enjuiciamiento Criminal y prohibió que el juez instructor fuera también el juez sentenciador, o vetó los juicios sin noticia previa, ¿nos trató como a menores de edad? Cuando el TC invalidó las limitaciones de derechos a los inmigrantes contenidas en sucesivas leyes de inmigración socialista y popular, ¿de verdad que jibarizó nuestra democracia? ¿O más bien la amplió un poco más?

Seamos serios: la ejecutoria de nuestro TC no recuerda para nada la del Tribunal Supremo de Estados Unidos del primer tercio del siglo XX, aquel tribunal que hizo un uso abusivo de ciertas cláusulas constitucionales para invalidar así cualquier legislación progresiva en materias sociales o económicas, llegando a provocar la directa amenaza de Roosevelt de reformarlo si no modificaba su actitud. Ningún tribunal constitucional europeo, desde la posguerra en adelante, se ha significado por funcionar como un reductor de autogobierno, sino todo lo contrario, como un potenciador de democracia. ¿A qué viene entonces este súbito ataque de esencialismo democrático en su contra?

Pero si hay un ejemplo patente de la contradicción flagrante en que caen los demócratas radicales -sección catalana- es el que proporciona la sentencia del Tribunal de 13/08/1983, que invalidó una Ley Orgánica aprobada con los votos de una supermayoría de representantes del pueblo en el Congreso y el Senado, en concreto la Ley Orgánica 30/06/1982. Aquella norma rechazada se llamaba (¿recuerdan?) "Ley Orgánica para la Armonización del Proceso Autonómico" y fue recurrida ante el Tribunal por los partidos nacionalistas, que alegaban que congelaba y reconducía el desarrollo del Estado autonómico "de una manera inconstitucional". Incluso el Partido Comunista de Santiago Carrillo, que ahora también se apunta a la eliminación del TC por antidemocrático, acudió a él en 1982 en demanda de protección democrática. Y el Tribunal Constitucional les dio la razón, y sobrepuso su propia interpretación de la Constitución a aquella que había hecho el pueblo soberano a través de sus representantes. ¿Dónde estaría hoy el Estatut si la mayoría hubiera sido soberana sin límites?

Cuando los nacionalistas y comunistas acudían al Constitucional en 1983, y exigían el amparo de la Constitución contra las decisiones legislativas de la inmensa mayoría de los representantes del pueblo español, ¿no estaban ellos mismos proclamando que la Constitución y su interpretación por el Tribunal eran la última instancia de legitimidad en nuestro sistema democrático? ¿Cómo es, entonces, que ahora argumentan que ni la Constitución ni el Tribunal pueden "jamás" ponerse por encima de la voluntad del Parlamento o del sentimiento de un pueblo? ¿Es que su ramplona concepción de la democracia depende del lado en que caigan sus intereses?

José María Ruiz Soroa es abogado.

Humans: Why They Triumphed by Matt Ridley

Artículo de Matt Ridley, enlazado por Arcadi Espada, sobre por qué prosperó la raza humana hace 45 000 años, el porqué del salto que se dio en esa época. La conclusión del artículo es que se debe a la suma de inteligencias de toda una comunidad, inteligencia colectiva, y al intercambio de esas ideas con otras comunidades, el comercio de ideas.

Cuando lo leo me parece muy coherente, racional y convincente.

Destaco estos párrafos:
"The answer lies in a new idea, borrowed from economics, known as collective intelligence: the notion that what determines the inventiveness and rate of cultural change of a population is the amount of interaction between individuals.

But the sophistication of the modern world lies not in individual intelligence or imagination. It is a collective enterprise. Nobody—literally nobody—knows how to make the pencil on my desk (as the economist Leonard Read once pointed out), let alone the computer on which I am writing. The knowledge of how to design, mine, fell, extract, synthesize, combine, manufacture and market these things is fragmented among thousands, sometimes millions of heads. Once human progress started, it was no longer limited by the size of human brains. Intelligence became collective and cumulative.

We tend to forget that trade and urbanization are the grand stimuli to invention, far more important than governments, money or individual genius. It is no coincidence that trade-obsessed cities—Tyre, Athens, Alexandria, Baghdad, Pisa, Amsterdam, London, Hong Kong, New York, Tokyo, San Francisco—are the places where invention and discovery happened. Think of them as well-endowed collective brains.

It is precisely the same in cultural evolution. Trade is to culture as sex is to biology. Exchange makes cultural change collective and cumulative. It becomes possible to draw upon inventions made throughout society, not just in your neighborhood. The rate of cultural and economic progress depends on the rate at which ideas are having sex.


Once human beings started swapping things and thoughts, they stumbled upon divisions of labor, in which specialization led to mutually beneficial collective knowledge. Specialization is the means by which exchange encourages innovation: In getting better at making your product or delivering your service, you come up with new tools. The story of the human race has been a gradual spread of specialization and exchange ever since: Prosperity consists of getting more and more narrow in what you make and more and more diverse in what you buy. Self-sufficiency—subsistence—is poverty.


Where population falls or is fragmented, cultural evolution may actually regress. A telling example comes from Tasmania, where people who had been making bone tools, clothing and fishing equipment for 25,000 years gradually gave these up after being isolated by rising sea levels 10,000 years ago. Joe Henrich of the University of British Columbia argues that the population of 4,000 Tasmanians on the island constituted too small a collective brain to sustain, let alone improve, the existing technology.


Why it happened in Africa remains a puzzle, but Steve Kuhn and Mary Stiner of the University of Arizona have argued that for some reason only Africans had invented a sexual division of labor between male hunters and female gatherers—the most basic of all trades.

There's a cheery modern lesson in this theory about ancient events. Given that progress is inexorable, cumulative and collective if human beings exchange and specialize, then globalization and the Internet are bound to ensure furious economic progress in the coming century—despite the usual setbacks from recessions, wars, spendthrift governments and natural disasters.


The process of cumulative innovation that has doubled life span, cut child mortality by three-quarters and multiplied per capita income ninefold—world-wide—in little more than a century is driven by ideas having sex. And things like the search engine, the mobile phone and container shipping just made ideas a whole lot more promiscuous still".

Este es el presidente de Telefónica

Arcadi Espada hace que me fije en este fenómeno, Presidente Ejecutivo y de la Junta Directiva de Telefónica. Para mear y no echar gota.


En defensa del orden constitucional

Acto de UPyD del que tuve conocimiento por Arcadi Espada y del que también leí donde Santiago González.

Palabras muy cabales y con las que estoy totalmente de acuerdo las pronunciadas por Rosa Díez.


MANIFIESTO EN DEFENSA DEL ORDEN CONSTITUCIONAL

La principal diferencia entre la democracia y cualquier otro sistema político es que la primera se funda en un orden constitucional que garantiza a los ciudadanos sus libertades básicas y su igualdad ante las leyes. La Constitución es la clave de bóveda del edificio legislativo que desarrolla y ordena derechos y obligaciones que deben ser iguales para todos. Por eso atacar la Constitución vaciándola de contenido y debilitando su carácter de ley de leyes, es atacar la libertad, la igualdad y la propia democracia.

En estos últimos años los ciudadanos españoles estamos padeciendo una erosión constante de nuestro orden constitucional, y por tanto de nuestras libertades y de nuestra igualdad ante la ley. Nada hay más frágil que la democracia, cuyo mantenimiento y mejora exige de todos una vigilancia constante y comprometida. Resulta intolerable que los propios gobernantes elegidos para defender el orden constitucional sean quienes más empeño ponen en convertirlo en un caos sin sentido.

Hoy nos hemos reunido aquí, ante la sede del Tribunal Constitucional, para expresar nuestra protesta contra la manipulación de las instituciones encargadas de velar por el mantenimiento del orden constitucional, o lo que es lo mismo, de velar por los derechos y obligaciones iguales para todos, y por nuestra libertad personal. Nos hemos reunido aquí, ante la sede del más Alto Tribunal, para proclamar que sin justicia constitucional, no hay democracia.

La unidad de la Nación española que proclama nuestra Constitución no es otra cosa que la igualdad jurídica de todos nosotros tomados de uno en uno, como sujetos libres y miembros conscientes de la misma democracia. Y esta es, ciertamente, la unidad que pone en peligro la negación del orden constitucional a través de leyes y de acciones de gobierno que no nos consideran ciudadanos de la misma Nación sino que, imponiendo obligaciones y deberes diferentes, convirtiendo privilegios en falsos derechos y arbitrariedades en falsas obligaciones, nos dividen en rebaños enfrentados donde lo que importa no es la libertad y la igualdad entre ciudadanos personalmente diferentes, sino la identificación cerril con un pensamiento obligatorio y uniforme que llaman, sin serlo, “identidad cultural”.

Con la excusa de contentar a nacionalistas descontentos por definición, de potenciar disparatados derechos de lenguas y territorios a base de restarlos a las personas, de reparar viejas heridas sentimentales y resucitados agravios históricos, de imponernos por nuestro presunto bien leyes sectarias que casi nadie reclama, los partidos que gobiernan España y numerosas comunidades autónomas protagonizan constantes ataques contra la Constitución. Sus esfuerzos por controlar y manipular la justicia, la hacienda, los medios de comunicación y todas las demás instituciones públicas para ponerlas al servicio de sus intereses particulares, su contumacia en tomar decisiones claramente inconstitucionales, nos han conducido a una gravísima crisis política.

Naturalmente, la Constitución puede cambiarse para mejorar la democracia. Nosotros proponemos una reforma constitucional que mejore nuestro orden político a la luz de las experiencias de todos estos años. No somos partidarios de la inmovilidad o la fosilización de nuestra Constitución, sino de adecuarla a los retos del siglo XXI. Pero cualquier reforma que se proponga debe ser fiel y leal al orden constitucional, seguir los procedimientos establecidos por la propia Constitución para su reforma. Y lo que rechazamos es la práctica viciosa de cambiar la Constitución por la puerta de atrás, mediante reformas de Estatutos de Autonomía o por medio de leyes y decretos que chocan con su letra y su sentido. Como ciudadanos españoles, libres e iguales, exigimos ser consultados por quienes quieren cambiar la Constitución por la vía de los hechos consumados, burlando el “derecho a decidir” básico de la democracia, el de participar en la toma de decisiones sobre lo que nos afecta a todos y no sólo a una parte de nuestro país.

Cuando el orden constitucional está en peligro, también lo está la libertad de todos y cada uno de nosotros. Es el momento de que los ciudadanos conscientes digamos de nuevo basta ya, como muchos miles dijeron no hace tanto frente al terrorismo y al nacionalismo obligatorio en el País Vasco. Es el momento de exigir el cese de todo ataque contra la Constitución, y el fin del desacato de los gobiernos a las leyes y sentencias que no les gustan.

Como ciudadanos que cumplimos las leyes y acatamos las sentencias de los tribunales de justicia, incluso las que no compartimos, exigimos a los gobernantes, comenzando por el Gobierno de la Nación, que también ellos respeten la legalidad y cumplan y hagan cumplir las sentencias de los tribunales, incluyendo la de este Tribunal Constitucional relativa al Estatuto de Cataluña. Porque un país donde los gobernantes se reservan cumplir o no la legalidad a su conveniencia no es un Estado de derecho, sino el reino de la arbitrariedad. Porque sin justicia constitucional, no hay democracia.

No denunciamos ataques abstractos. Mientras hoy nos concentramos ante el Tribunal Constitucional para defender la Constitución y protestar contra quienes la quieren vaciar de contenido, en Barcelona se celebra una manifestación contra la Constitución convocada expresamente por el presidente de la Generalitat; una convocatoria basada en las falacias de que la voluntad del pueblo y la nacionalidad sentimental están por encima del Estado de derecho y de la nación constitucional.

Con independencia de la opinión que cada cual tenga de los conflictos políticos y jurídicos creados por la irresponsable gestación de un Estatuto de Autonomía claramente inconstitucional --conflictos artificiales de los que el Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, es el máximo responsable--, la manifestación de Barcelona representa un ataque a la Constitución, y es un acto de desacato al orden constitucional que adquiere su máxima gravedad al estar liderado por el Gobierno y las instituciones de Cataluña.

Es una manifestación contra la separación de poderes y la autonomía de la justicia, contra la igualdad de los ciudadanos y contra el imperio de las leyes mientras sigan vigentes. En definitiva, es una manifestación contra la democracia.

Nosotros exigimos a la Generalitat de Cataluña que cumpla con su obligación democrática de acatar la sentencia del Tribunal Constitucional; y exigimos al Gobierno de la Nación que haga cumplir la sentencia y promueva la derogación de todas las leyes que se han aprobado en desarrollo de artículos declarados inconstitucionales por el fallo del TC. Exigimos que cualquier solución a las deficiencias de la actual estructura territorial del Estado se discutan con transparencia en el Parlamento Nacional, con argumentos y propuestas políticas, impidiendo que el futuro de España, nuestro futuro, sea objeto de oscuros trapicheos celebrados a nuestras espaldas.

El objetivo de la política democrática no es hacer que unos se sientan más cómodos que otros a base de imponernos a todos sus sentimientos, haciéndolos obligatorios; el objetivo de la democracia no es restañar heridas imaginarias ni ganar retroactivamente guerras del pasado. El objetivo de la Constitución no es dar satisfacción a mitos y emociones que, por muy comprensibles y humanas que sean, van contra los principios de solidaridad, libertad e igualdad sin los cuales no hay democracia ni ciudadanía, sólo tribus enfrentadas y encadenadas a emociones primarias.

La política democrática debe perseguir el perfeccionamiento incesante de las instituciones, trabajar por un gobierno más eficaz y transparente, por un parlamento más representativo y reflexivo, por una justicia más autónoma y justa. La democracia es la consecución de más libertad personal y de más igualdad entre los ciudadanos con independencia de cuál sea su riqueza, su lugar de nacimiento o residencia, su profesión, su lengua materna, su sexualidad, sus creencias y sentimientos de identidad o pertenencia. Libertad e igualdad son los valores supremos que debe preservar y cultivar el orden constitucional de la democracia, y estos son precisamente los valores que están poniendo en grave peligro los ataques contra el orden constitucional de la España democrática que hoy hemos venido a defender.

Ciudadanos, nuestra libertad está amenazada por quienes creen que pueden dividirnos para acabar con la igualdad y la solidaridad entre nosotros, levantando fronteras artificiosas en nombre de mitos y prejuicios que encubren turbios intereses e impiden la regeneración de la política democrática.

Ciudadanos, ¡Basta ya de ataques a la democracia!

Ciudadanos, ¡Viva la Constitución!

Entrevista a Félix de Azúa por Carlos Herrera

Entrevista a Félix de Azúa por Carlos Herrera, a propósito del libro Autobiografía sin libro.

Cuando patriotismo rima con religión por Rafael Sánchez Ferlosio



FRAGMENTO:

Mucho se ha hablado y se habla de la acendrada religiosidad de los americanos, predominantemente protestante, que es al fin la que da forma a esa peculiar moralidad. Una religiosidad casi fundida con el patriotismo, como más adelante se verá, y al igual que la concomitante forma de moralidad, de la que puede servir de muestra la carta de cierto capitán de infantería aerotransportada, Ian Fishback, fechada el 26 de septiembre del 2005, enviada al senador por Arizona, John McCain, y leída por éste en el Senado, en su alegato contra el empleo de la tortura con los prisioneros cogidos en Irak. Fishback evoca la firme resolución que, en sus tiempos de cadete en West Point, tomó ante sí mismo de que nunca dejaría que sus soldados cometiesen algún acto deshonroso (dishonorable), pues quería protegerlos de cargar con este peso, y ahora se le parte el corazón por haberles fallado a algunos de ellos en la guerra. Le encarece al senador la urgencia de establecer unas reglas específicas (specific standards), para acabar con la confusión y la discordancia de opiniones que, en sus muchas consultas, ha podido comprobar con respecto a esta clase de comportamientos. Lo que quiero hacer notar con este ejemplo es cómo lo que ahí se reivindica no es sino el honor y la moral americana, nada que pueda estar por encima o más allá de ellos; el capitán lo especifica claramente: "We are America, and our actions should be held to a higher standard, the ideals expressed in documents such as the Declaration of Independence and the Constitution" (1).

El criterio del comportamiento con los prisioneros es, pues, América misma, su naturaleza. Fishback no se preocupa más que del ius in bello, de que el comportamiento individual de los soldados americanos responda al ideal de moralidad americano: ni por un momento se le pasa por las mientes poner en cuestión el ius ad bellum, el derecho de América para hacer la guerra. América no puede hacer más que una guerra justa, porque América, los americanos en cuanto americanos, son "los nuestros", y por definición "los nuestros son los buenos". Nadie lo comentó más lúcidamente que el entonces director de Le Monde, Jean-Marie Colombani: consideraba la mezcla de poder y buena conciencia como un "cóctel corrosivo", que borra cualquier duda o inhibición e impide la autocrítica. "Al cabo", decía literalmente, "la convicción absoluta de ser un país 'fundamentalmente bueno', tal como el año pasado declaró a Fox News el presidente Bush, tiene por consecuencia lógica la de satanizar al adversario; y una vez que esté deshumanizado, que sea el mal, todo está permitido contra él". Por mi parte, siempre he comentado cómo se equivocaba aquel personaje de Dostoievski que decía: "Si Dios no existe, todo está permitido". Es cuando hay Dios cuando todo está permitido. Así que nadie tan ferozmente peligroso como el justo, cargado de razón.


En cuanto a la caracterización de la religiosidad americana, es Huntington el que, en la obra citada anteriormente, nos dibuja la "composición de lugar" originaria: "La mayor intensidad religiosa fue, sin duda, la de los puritanos, especialmente en Massachusetts. Ellos fueron los primeros en definir su asentamiento, basado en una 'Alianza con Dios', para la creación de 'una ciudad sobre una colina', como un modelo para todo el mundo. Pronto los miembros de otras confesiones protestantes empezaron a considerarse a sí mismos y a Norteamérica en general del mismo modo. En los siglos XVII y XVIII, los norteamericanos definían su propósito en el Nuevo Mundo utilizando términos bíblicos. Eran un 'pueblo elegido' con una 'misión en el desierto'; crear 'la nueva Israel' o 'la nueva Jerusalén' en lo que era claramente 'la tierra prometida". El mismo autor añade más adelante: "En cierta medida, como dijo Tocqueville, los puritanos dieron forma a 'todo el destino de Estados Unidos". La propia idea de la Alianza va cargada de encono al aplicarse a la guerra de independencia contra Gran Bretaña. "La Revolución reflejaba su 'alianza con Dios' y era una guerra entre 'los elegidos de Dios' y el 'Anticristo' británico".

Huntington habla también de lo que él llama, algo extrañamente, "religión civil", con lo que quiere referirse a la fusión de la religión con el patriotismo. La cita es algo larga, pero importa mucho: "En Estados Unidos', decía Tocqueville, 'la religión [...] se entremezcla con todas las costumbres de la nación, con todos los sentimientos de patriotismo, de lo cual se deriva una fuerza muy peculiar'. La fusión entre religión y patriotismo resulta especialmente evidente en la llamada religión civil de Estados Unidos. En la década de 1960, Robert Bellah definía la religión civil, 'en su mejor versión', como una 'percepción genuina de la realidad religiosa universal y trascendente tal como es vista o, casi se podría decir, tal como aparece revelada a través de la experiencia del pueblo norteamericano'. La religión civil permite a los estadounidenses conjugar su política laica con su sociedad religiosa, unir Dios y país, a fin de revestir su patriotismo de una especie de santidad religiosa y dotar a sus creencias religiosas de legitimidad nacionalista [cursiva mía]". Por mucho que resulten un tanto disparatadas algunas formulaciones de este párrafo, sobre todo la cita de Bellah, creo que no podría negarse que al hablar de "fusión" se está aludiendo a una cosa que efectivamente se da. Unas páginas antes, Huntington ha hablado de lo sorprendente del "modo y la medida en que los prelados católicos reconciliaron el universalismo católico con el nacionalismo estadounidense. Haciéndose eco del tono, las ideas y las palabras de los protestantes evangélicos, sostenían la legitimidad divina de la misión de Estados Unidos en el mundo". Y un poco más adelante añade: "... el cardenal Spellman, según dijo un estudioso del tema, equiparaba 'abiertamente los juicios y la acción de la nación estadounidense con los de Dios [...] La aceptación por parte del cardenal Spellman de la misión mesiánica de Estados Unidos se hace así completa".

El universalismo (2) es, naturalmente, un rasgo que san Pablo ha impuesto a la Nueva Alianza, y los Estados Unidos, "la nación más bendecida por Dios a lo largo de la historia", se han hecho, lógicamente, sus depositarios y portaestandartes de su difusión mundial. En la carta, firmada por sesenta intelectuales americanos, de casi todas las creencias e incluso de ninguna, publicada en Le Monde del 15 de febrero del 2002, bajo el título de "Lettre d'Amérique, les raisons d'un combat", podemos encontrar una autorizada confirmación de esta misión mundial de los Estados Unidos; bastará una frase: "A nosotros, americanos en tiempos de guerra y de crisis mundial, nos importa encarecer que lo mejor de lo que nosotros llamamos, sin pensarlo mucho, 'valores americanos' no es patrimonio de la sola América, sino la herencia común de toda la humanidad". Sin embargo, al informarnos de esta función de albaceas o fideicomisarios del testamento de Dios, se diría que sólo se refieren al legado del Dios judeo-cristiano, pero al final, como a manera de codicilo, aparece una especie de manda -no hay datos para decir si de igual o inferior valor jurídico- que incluye a los creyentes del Dios de Mahoma: "Queremos dirigirnos en particular a nuestros hermanos y hermanas de las sociedades musulmanas. Y os decimos sin ambages: nosotros no somos enemigos vuestros, sino amigos vuestros; no debemos ser enemigos los unos de los otros. Tenemos demasiados puntos en común. Tenemos muchas cosas que hacer juntos. Vuestra dignidad humana, no menos que la nuestra -vuestro derecho a una buena vida, no menos que el nuestro-, por eso es por lo que creemos combatir". Pero digo yo que puesto que el combate ("Les raisons d'un combat" se subtitula la carta) venía siendo por entonces el de los bombardeos de Afganistán, ¿no era demasiado ambicioso pretender que los bombarderos cargados de bombas fuesen al mismo tiempo recibidos como cargados de razón?

La actual "guerra contra el terrorismo" ha sido concebida desde el principio y sin vacilaciones ("sin complejos", como gusta de decir José María Aznar) como guerra escatológica, y hasta casi santa, como mi amigo Emilio Menéndez del Valle -embajador y eurodiputado- ha ilustrado en un artículo de EL PAÍS (26 de mayo de 2008), citando varias autobendiciones que así lo ratifican: "Está claro que desde el principio persiguió disfrazar de religiosa la invasión de Irak. Con soltura, en octubre de 2005 dijo que Dios le había pedido acabar con la tiranía en Irak [...] Dos meses después declaró a Fox News: 'De alguna manera, Dios dirige las decisiones políticas adoptadas en la Casa Blanca' [...] Todo esto puede parecer incomprensible a muchos europeos, pero no a muchos norteamericanos, incluida la mayoría de las Iglesias evangélicas (un cuarto del electorado) que siguen al partido republicano y que han seguido a Bush y que manifiestan: 'Nuestro presidente es un auténtico hermano en Cristo y, puesto que ha llegado a la conclusión de que la voluntad de Dios es que nuestra nación esté en guerra con Irak, con gusto cumpliremos".

La primera exigencia de la guerra escatológica es que Dios sea garante de la victoria de los nuestros. De esto se ocupa Garry Wills, en un largo artículo titulado "A Country Ruled by Faith" (The New York Review of Books, 16 de noviembre de 2006); en el epígrafe 5, rotulado Faith based war, escribe: "There is a particular danger with a war that God commands. What if God should loose? That is unthinkable to the evangelicals" (3). Otra exigencia es la de que, tal como sugiere Colombani -citado anteriormente-, para salvaguardar la buena conciencia de la tan exigente religiosidad y moralidad americana, el enemigo sea representado como "no humano", con la consecuencia de que todo esté permitido contra él. La secretaria de Estado, Condoleezza Rice, ha formulado desde fuera la condición jurídica de este nuevo enemigo: "Los terroristas capturados en el siglo XXI no encajan fácilmente en los sistemas tradicionales de justicia criminal o militar que fueron diseñados para otras necesidades" (transcrito de La Vanguardia del 6 de diciembre de 2005). Pero hay ahí una inversión de los términos de la relación de consecuencia; son las "nuevas necesidades" las que exigen que las leyes tradicionales no encajen con el enemigo. Esto puede percibirse cabalmente en las palabras del presidente Bush para dar razón del veto contra una propuesta de las cámaras para hacer ilegal la tortura del waterboarding: "Voy a vetar la ley, porque todo lo que necesitamos hacer tiene que estar dentro de la legalidad". Estas formulaciones autocráticas recuerdan la redundante declaración de intenciones del Yavé mosaico: "Tendré misericordia del que tendré misericordia y seré clemente para con el que seré clemente" (Éxodo, 33, 19). No menos autocrática es esa fórmula, tan usada por los americanos como incomprensiblemente aceptada por los demás, de "Me reservo el derecho". ¿Qué puede significar "Me reservo el derecho de bombardear Irán"? No veo otra traducción posible que ésta: "Me arrogo la libre facultad de bombardear Irán si decido hacerlo". Otro ejemplo pintoresco de este que podríamos llamar "modo tautológico" lo recordaba yo de la obra de Friedrich Meinecke La idea de la razón de Estado en la historia moderna, que cita la de Pietro Andrea Canonhiero, Dell'introduzione alla politica, la ragion di stato, ecc., de 1604: la cuarta nota específica que para Canonhiero define la razón de Estado es ésta: "Que no se pueda alegar, para justificar lo actuado, otra razón más que la propia razón de Estado".

La prohibición de hablar, parlamentar, tratar, etcétera, con terroristas tiene, igualmente, el propósito de no contradecir la condición de "no-humano" que define el abismo escatológico entre las huestes del Bien y las del Mal. En un opúsculo sobre el campo de concentración de Mauthausen, con fotografías en blanco y negro tomadas por los nazis, mientras estaba todavía en activo, llamaba la atención la manifestación del abismo visualmente realizada en la diferencia del aspecto entre los guardianes y los prisioneros: de una parte los alemanes, bien alimentados, robustos, con sus uniformes "en perfecto estado de revista"; de la otra, los prisioneros, demacrados, cuando no esqueléticos, con sus pijamas blancos, como espectros de la condenación que recordaban las figuras de Brueghel el Viejo, empujadas hacia el túnel del infierno, en El triunfo de la muerte. Esta manifestación visible del abismo escatológico entre los guerreros del Bien y los representantes no-humanos o infrahumanos del Mal me la han recordado imágenes con la misma intención expresiva, con figuras vestidas con un mono de color butano, caminando torpemente y agachadas, quizá a causa de unos grillos que les unían tobillos y muñecas, y llevadas casi a rastras por dos soldados de uniforme, avanzando hacia otros cuatro que esperaban de frente, atravesados en el paso, con las piernas abiertas y las manos con los pulgares metidos tras el ancho cinturón, altos, de hombros muy anchos, rasurados y con los uniformes impolutos. De Mauthausen a Guantánamo, la intención y el procedimiento de materializar visualmente el abismo entre hombres y no-hombres no han cambiado. -

1. "Nosotros somos América y nuestras acciones deben responder a la más elevada de las normas: la de los ideales declarados en documentos como la Declaración de Independencia y la Constitución". 2. El "universalismo", como el "derecho natural", son dos cosas que no pueden jamás ser concretadas, sino quedar en la condición de entes de razón, o mejor todavía, fantasmas del intelecto, porque, concretadas, se falsifican, se convierten en su contrario, se destruyen. 3. "Hay un peligro particular en una guerra en la que es Dios el que tiene el mando. ¿Y si Dios llegase a perder? Esto es impensable para los evangélicos".

The Larger Struggle by David Brooks

Muy interesante reflexión de David Brooks, donde compara las democracias capitalistas y los estados capitalistas, sin dejar de mirar al conflicto ente EEUU y BP.

Destacar los últimos párrafos:

"That’s all true. But state capitalism may be the only viable system in low-trust societies, in places where decentralized power devolves into gangsterism. Moreover, democratic regimes have shown their vulnerabilities of late: a tendency to make unaffordable promises to the elderly and other politically powerful groups; a tendency toward polarization, which immobilizes governments even in the face of devastating problems.

We in the democratic world have no right to be sanguine. State capitalism taps into deep nationalist passions and offers psychic security for people who detest the hurly-burly of modern capitalism. So I hope that as they squabble, Obama and BP keep at least one eye on the larger picture.

We need healthy private energy companies. We also need to gradually move away from oil and gas — the products that have financed the rise of aggressive state capitalism".

Cocaína con bragas por José Luis Alvite

Artículo de Alvite sobre el consumo de drogas.

Muy de acuerdo con él, además en mi caso se juntaría con mi adicción enfermiza a las cosas que me gustan.

Destaco esto:

"He preferido enfrentarme a la vida de una manera consciente, con los ojos bien abiertos, seguro de que sería capaz de sobreponerme a los remordimientos sin necesidad de perder la memoria, no como mi colega, que solo quería enriquecerse con la literatura para permitirse luego la coartada moral de convertir sus vicios en costumbres. Ya te digo que jamás he sido un santo, pero, ¡qué demonios!, al menos me cabe el orgullo de asegurar que mi conciencia siempre me ha tolerado menos errores de los que a veces me habría permitido mi bolsillo".



ARTÍCULO:

Creo que un hombre contrae un vicio cuando la virtud a la que sustituye ya no le produce el placer que esperaba conseguir. ¿Y qué es un vicio? Yo creo que es algo que no depende de una clasificación moral objetiva, sino del poder adquisitivo de cada uno. Un hombre con dinero puede permitirse cualquier tentación en la seguridad de que lo suyo será visto socialmente como una costumbre, como un simple hábito, mientras que si fuese de clase media y anduviese mal de liquidez, la costumbre sería considerada al instante un vicio. En todos los niveles sociales se consume droga, pero en los ambientes selectos la cocaína circula en las mismas bandejas que las gambas Orly y las croquetas de salmón. En algunas reuniones de gente de negocios incluso está mal visto que alguien rechace la tentación de meterse una rayita por las narices. Algo parecido ocurre en ciertos círculos intelectuales en los que resistirte al consumo de cocaína puede ser interpretado como una perversión inconfesable, algo tan grave como en una reunión de cinéfilos los sería sin duda manifestar tu resistencia a menospreciar la filmografía de José Luís Garci o a leer «Cahiers du Cinema». En una velada de escritores discutí con una colega sobre la influencia de la depravación lisérgica en la calidad literaria. Ella defendía que las drogas estimulaban la creatividad y yo le decía que los gatos dan con los ratones sin necesidad de estimularse. Mi colega estaba hasta los ojos de cocaína y llevaba hora y media tratando de dar con una frase para redondear el párrafo inicial de su nueva novela. A punto de amanecer y en medio de un auténtico hacinamiento de gente doblada por el mórbido cansancio que a veces produce la estupidez al mezclarse con la vanidad, le pregunté cómo diablos pretendía acertar con la dichosa frase si en el estado alucinado en el que encontraba ni siquiera era capaz de encontrar sus propias bragas. Yo jamás he llevado la vida de un santo y sin embargo he evitado siempre las drogas que no fuesen el gin tonic o el tabaco. He preferido enfrentarme a la vida de una manera consciente, con los ojos bien abiertos, seguro de que sería capaz de sobreponerme a los remordimientos sin necesidad de perder la memoria, no como mi colega, que solo quería enriquecerse con la literatura para permitirse luego la coartada moral de convertir sus vicios en costumbres. Ya te digo que jamás he sido un santo, pero, ¡qué demonios!, al menos me cabe el orgullo de asegurar que mi conciencia siempre me ha tolerado menos errores de los que a veces me habría permitido mi bolsillo. No dudo que mi colega evitará mi compañía en las veladas literarias, pero sé que de vez en cuando tendrá que recurrir a mí aunque sólo sea para que mi olfato de perro le ayude a encontrar sus bragas.

Idiomas, exilios y cócteles molotov por Arturo Pérez-Reverte

Otra vez el Pérez-Reverte clásico, para muestra un botón:

"Ésa es la España que los días de cabreo extremo, cuando aconsejo, como mi abuelo, tener idiomas y una maleta por si hay que largarse, quisiera ahorrar a los jóvenes más lúcidos: un andaluz medio analfabeto, presidente autonómico, hablaba con torpeza en catalán mientras otro andaluz casi tan analfabeto como él, vicepresidente tercero del Gobierno, escuchaba mediante un auricular la disparatada traducción a una lengua, el castellano, que ambos conocían –decir dominaban es excesivo– casi perfectamente. Y mientras, en sus bancos, encantados de estar allí, los cómplices de esos dos sujetos aplaudían".


ARTÍCULO:

Me inquieta el número de jóvenes que en los últimos tiempos piden consejo. Qué debo hacer, qué libro debo leer, qué estudiar o qué caminos abandonar, cómo puedo conciliar lo que sueño con el paisaje desolado en que ustedes, los mayores, me han convertido el horizonte. Cuando preguntan cosas así, intento abrir camino a la esperanza. Lee esto, prueba con aquello, viaja a tal sitio. Traza tu camino con sentido común y con decencia. Pero hay días en que ese discurso no me sale. Soy de la generación que ha colaborado en armar esta trampa infame, la ratonera donde viven atrapados tantos jóvenes dolorosamente lúcidos. No siempre puede transmitir esperanza quien a veces no la tiene. Hace unos días, durante uno de los breves contactos que mantengo con lectores y amigos a través de la red social Twitter, me encontré dando a uno de ellos, que preguntaba qué leer con veintisiete años y en paro, una respuesta inquietante para mí mismo: «Un libro para aprender idiomas y largarse, o uno donde aprender a fabricar cócteles molotov».

Lo de la coctelería era broma, hasta cierto punto. Pero la primera parte del consejo me salió sincera. A veces creo que esto no tiene solución. Que este país irresponsable, históricamente enfermo, está condenado a repetirse a sí mismo hasta la traca final. Y en cada ocasión recuerdo lo que, de niño, oía a mi abuelo paterno, que era lúcido, culto, republicano, y usaba sombrero, sobre todo para quitárselo ante las señoras: «Arturín, aprende francés, que es muy triste ir al exilio sin hablar idiomas». Le hice caso, y hablo un francés de puta madre. También, a menudo, uso sombrero. Pero entre viajes y libros se echaron los años encima. Ahora ya me da igual irme o quedarme. Estoy cansado. Soy demasiado mayor, y hay días en los que sólo me levanto con ganas de morir matando.

España fue, durante siglos, muchas cosas buenas y malas. Hoy es algo parecido a intentar introducir una especie de barra o varilla por una serie de piezas hechas con agujeros desiguales: cada uno de un diámetro diferente, hechos de materiales distintos y situados en diferentes posiciones. No hay pulso que enhebre el invento, ni posibilidad de que nadie alinee aquello y funcione la maquinaria. Sin embargo, me resisto a creer que nada pueda hacerse. No escribiría estos artículos, en tal caso. Sigue habiendo, pese a todo, gente que lucha y se arriesga, empresarios dignos, funcionarios decentes, jóvenes solidarios y valerosos capaces de levantarse y trabajar cada mañana. De pelear, si hace falta. Amigos en quienes esperar y confiar. Por eso duele más. Por eso ulcera el alma verlos maltratados por estas diecisiete Españas injustificadas, egoístas y ladronas, donde las ratas y los chacales depredan a su aire, envidiándose y odiándose a partes iguales, desmontando cuanto hace posible el respeto y la convivencia. Esa gentuza iletrada, infame, que ha hecho de la política su forma de vida y de nosotros su negocio, desvalija el país y se lleva por delante las instituciones en su ávida carrera por el dinero y el poder. Destroza el futuro. La impunidad de esos golfos la garantizan millones de ciudadanos apáticos sentados ante el televisor, viendo el fútbol y a Belén Esteban mientras aceptamos, aborregados, que nos conviertan en un país miserable, cutre, exclusivo para turistas baratos de cerveza y vomitona. Un lugar sin industria ni recursos propios, sin clase media, hecho de buscavidas y mendigos, de subvenciones mientras las haya, de putas y camareros. Dicho sea con todo el respeto para las putas y los camareros. Que, a este paso, serán quienes nos den de comer.

Algún retorcido consuelo queda de todo esto: a los principales culpables los hemos parido y votado los padres de esos jóvenes. Salen de nuestra entraña desde hace cuatro décadas. Los engordamos a nuestra costa, tarados por una dictadura anterior que nos hizo acríticos e ignorantes. El mayor homenaje a nuestra imbecilidad nacional tuvo lugar en el Senado hace unas semanas, el primer día que allí se utilizaron las diversas lenguas oficiales con traducción simultánea y pinganillo. Ésa es la España que los días de cabreo extremo, cuando aconsejo, como mi abuelo, tener idiomas y una maleta por si hay que largarse, quisiera ahorrar a los jóvenes más lúcidos: un andaluz medio analfabeto, presidente autonómico, hablaba con torpeza en catalán mientras otro andaluz casi tan analfabeto como él, vicepresidente tercero del Gobierno, escuchaba mediante un auricular la disparatada traducción a una lengua, el castellano, que ambos conocían –decir dominaban es excesivo– casi perfectamente. Y mientras, en sus bancos, encantados de estar allí, los cómplices de esos dos sujetos aplaudían.

Lawrence of Arabia

Otra obra maestra del gran David Lean.

Sólo con admirar las escenas del desierto y las batallas merece la pena ver la película, si unimos a esto unos actores sobresalientes y un guión bien estructurado tenemos esta maravillosa película. Sin olvidarnos de la música de Maurice Jarre.

En la película se ve claramente de lo que son capaces los hombres por perseguir sus objetivos, incluyendo matar, traicionar, maltratar(se), y todo tipo de tropelías.

He disfrutado mucho viendo de nuevo esta película.

Diálogo entre el Príncipe Feisal y el General Murray:

PF - Sí. Pero Lawrence se ha convertido en una espada de dos filos.
        A los dos nos alegra librarnos de él.

GM - Yo me creía un hombre duro.

PF - Usted sólo es un general. Yo debo ser rey.

Casablanca. 1942. Michael Curtiz.

Una película grandiosa que describe magistralmente la naturaleza humana. El argumento se basa en un Macguffin que en este caso son dos salvoconductos para salir de Casablanca con dirección a Lisboa. Como decía el gran Pumares hubiera sido muy fácil cancelarlos pero entonces no habría película. Los diálogos son surrealistas, irónicos y cómicos, con un guión mítico.

Mientras la volvía a ver pensaba que ese Rick era un adolescente celoso, que Ilsa era una tonta enamoradiza, que Víctor era un bragazas, pero según avanza la película es inevitable pensar que somos así, irracionales, capaces de dejar todo por amor o por honor, o por lo que sea que se nos meta en la cabeza.

Una maravilla que nunca me canso de ver y con una de las más bellas mujeres de siempre, Ingrid Bergman. Sólo hay que verla y escucharla tarareando "As time goes by":

The Jordan rules by Sam Smith

Libro que trata sobre los Chicago BULLS en la temporada 1990-91, cuando consiguieron su primer campeonato y derrotaron a los "bad boys" de Detroit.

Aquí se puede ver el tratamiento que le daban los PISTONS a Michael Jordan:


El libro me ha recordado los inicios de la NBA en la televisión española, y mi admiración por Michael Jordan. Ahora veo los partidos y, a pesar de que fue único y maravilloso, veo a un chupón, tal y como lo ven sus compañeros de equipo. Un poco lo que pasa con Kobe Bryant, son tan buenos que se permiten cosas que en un jugador con menos talento acabarían siempre en fallo. Prefiero los jugadores tipo Pau Gasol, Manu Ginobili o Tim Duncan, más jugadores de equipo, pero con una calidad individual sobresaliente. Aunque Jordan ganó 6 campeonatos, pero claro, con equipazos. Lo mismo que le ha pasado a Bryant.

El libro es un análisis de la temporada y de todos los integrantes de los BULLS. Se basa en conversaciones del autor con los componentes del equipo, aunque muchas veces se mete hasta en la cama con ellos, como en esta conversación entre Phil Jackson y su mujer en la cama:

"Phil, you're awake," she'd say. "Why don't you get up?"
"I'm thinking," was Jackson's reply.
"So take your glasses off."
"I think better with them on."

Aunque puede ser que Jackson o su mujer le contaran esto, pero como dice Arcadi Espada es mejor narrar ese tipo de conversaciones en las que no se está presente.

El libro incluye un resumen de la temporada siguiente, 1991-92, en la cual volvieron a ganar el campeonato.

En el capítulo final de agradecimientos hay algunos párrafos interesantes:

"Grant seemed to be thinking for a while, and then he finally said, "Idon't know if you're going to write any things that make me look bad, but as long as they're the truth, that's okay with me."

"Frankly, It's unnatural to take twelve young men united only by their athletic ability, put them together for about eight months, pay them varying fortunes of money, give them one ball to play with, and them expect them to maintain some sort of storybook, harmonious relationship".

"Imagine your family with a reporter coming into your house to record everything that occurred during a year. Would some of the things that reporter heard surpraise your friends and change the impressions they had of you?"

"Evry time I talked to him (Phil Jackson), I came away knowing something new or thinking about something I'd rarely considered before. I spent four years in Washington, D.C., cobering Congress and the White House and never met anyone as interesting. He was calm and smart and funny, and often with a distinctly left-handed view of things. And he was as engaging to be with at the end of the season as he was at the begining".

"And as for Horace Grant, well, after being around him for three years, I still can't even think of anything that would make him look hard".

En resumen una lectura amena para el metro, que me ha ayudado a practicar algo más mi inglés, y a recordar esa NBA que comenzaba a verse en España.

Irán: Mujer en riesgo de ser ejecutada por adulterio por Amnistía Internacional

Esto pasa en Irán en el Siglo XXI. Y luego algunos dicen que hay que respetar las culturas.

Sakineh Mohammadi Ashtiani, madre de dos hijos, está presa desde 2005. En mayo de 2006 fue condenada a recibir 99 latigazos por mantener una "relación ilícita" con dos hombres. Con posterioridad, fue declarada culpable de tener una "relación extramatrimonial" y condenada a morir por lapidación.

En el juicio, dos de los cinco jueces del tribunal la declararon inocente, señalando que ya había sufrido una condena de flagelación y que no había pruebas suficientes de adulterio contra ella. Sin embargo, los otros tres, incluido el presidente del tribunal, la declararon culpable basándose en el “conocimiento del juez”, un principio de la legislación iraní que permite a los jueces adoptar una decisión en relación con la culpabilidad del acusado, aun en ausencia de pruebas claras o concluyentes.

El Tribunal Supremo confirmó la condena de muerte el 27 de mayo de 2007. Su indulto pende de la decisión de la Comisión de Amnistía e Indulto, que ya se lo ha negado dos veces. El 8 de julio el gobierno iraní emitió un comunicado en el que se informaba que Sakineh no sería lapidada pero sigue corriendo el riesgo de ser ejecutada.

Felicidades por esos maravillosos 29 años.

A disfrutar y a seguir por el camino.

Un beso.

The Medium Is the Medium by David Brooks

Artículo en el que David Brooks trata sobre las nuevas tecnología y el conocimiento.

Aunque todo el artículo es muy interesante, destaco estos dos párrafos:

"The Internet-versus-books debate is conducted on the supposition that the medium is the message. But sometimes the medium is just the medium. What matters is the way people think about themselves while engaged in the two activities. A person who becomes a citizen of the literary world enters a hierarchical universe. There are classic works of literature at the top and beach reading at the bottom".


"Perhaps that will change. Already, more “old-fashioned” outposts are opening up across the Web. It could be that the real debate will not be books versus the Internet but how to build an Internet counterculture that will better attract people to serious learning".




ARTÍCULO:

Recently, book publishers got some good news. Researchers gave 852 disadvantaged students 12 books (of their own choosing) to take home at the end of the school year. They did this for three successive years.

Then the researchers, led by Richard Allington of the University of Tennessee, looked at those students’ test scores. They found that the students who brought the books home had significantly higher reading scores than other students. These students were less affected by the “summer slide” — the decline that especially afflicts lower-income students during the vacation months. In fact, just having those 12 books seemed to have as much positive effect as attending summer school.

This study, along with many others, illustrates the tremendous power of books. We already knew, from research in 27 countries, that kids who grow up in a home with 500 books stay in school longer and do better. This new study suggests that introducing books into homes that may not have them also produces significant educational gains.

Recently, Internet mavens got some bad news. Jacob Vigdor and Helen Ladd of Duke’s Sanford School of Public Policy examined computer use among a half-million 5th through 8th graders in North Carolina. They found that the spread of home computers and high-speed Internet access was associated with significant declines in math and reading scores.

This study, following up on others, finds that broadband access is not necessarily good for kids and may be harmful to their academic performance. And this study used data from 2000 to 2005 before Twitter and Facebook took off.

These two studies feed into the debate that is now surrounding Nicholas Carr’s book, “The Shallows.” Carr argues that the Internet is leading to a short-attention-span culture. He cites a pile of research showing that the multidistraction, hyperlink world degrades people’s abilities to engage in deep thought or serious contemplation.

Carr’s argument has been challenged. His critics point to evidence that suggests that playing computer games and performing Internet searches actually improves a person’s ability to process information and focus attention. The Internet, they say, is a boon to schooling, not a threat.

But there was one interesting observation made by a philanthropist who gives books to disadvantaged kids. It’s not the physical presence of the books that produces the biggest impact, she suggested. It’s the change in the way the students see themselves as they build a home library. They see themselves as readers, as members of a different group.

The Internet-versus-books debate is conducted on the supposition that the medium is the message. But sometimes the medium is just the medium. What matters is the way people think about themselves while engaged in the two activities. A person who becomes a citizen of the literary world enters a hierarchical universe. There are classic works of literature at the top and beach reading at the bottom.

A person enters this world as a novice, and slowly studies the works of great writers and scholars. Readers immerse themselves in deep, alternative worlds and hope to gain some lasting wisdom. Respect is paid to the writers who transmit that wisdom.

A citizen of the Internet has a very different experience. The Internet smashes hierarchy and is not marked by deference. Maybe it would be different if it had been invented in Victorian England, but Internet culture is set in contemporary America. Internet culture is egalitarian. The young are more accomplished than the old. The new media is supposedly savvier than the old media. The dominant activity is free-wheeling, disrespectful, antiauthority disputation.

These different cultures foster different types of learning. The great essayist Joseph Epstein once distinguished between being well informed, being hip and being cultivated. The Internet helps you become well informed — knowledgeable about current events, the latest controversies and important trends. The Internet also helps you become hip — to learn about what’s going on, as Epstein writes, “in those lively waters outside the boring mainstream.”

But the literary world is still better at helping you become cultivated, mastering significant things of lasting import. To learn these sorts of things, you have to defer to greater minds than your own. You have to take the time to immerse yourself in a great writer’s world. You have to respect the authority of the teacher.

Right now, the literary world is better at encouraging this kind of identity. The Internet culture may produce better conversationalists, but the literary culture still produces better students.

It’s better at distinguishing the important from the unimportant, and making the important more prestigious.

Perhaps that will change. Already, more “old-fashioned” outposts are opening up across the Web. It could be that the real debate will not be books versus the Internet but how to build an Internet counterculture that will better attract people to serious learning.

Entrevista a Álvaro Mutis

Entrevista a Álvaro Mutis en El Mundo en el año 1997.

Esta interesante reflexión: 

P.-Creo que también era Ortega quien decía que mientras el voto del portero de su casa valiera lo mismo que el suyo, no se dignaba a ir a las urnas...

R.-Yo no lo pienso exactamente así, porque eso es un punto de vista aristocratizante que me parece inhumano. Vamos a ver: el portero de la casa tiene una serie de problemas que son tan graves y urgentes como los que pueda tener yo. El que yo tenga una cierta cultura no quiere decir nada. Ahora bien, que un grupo inmenso de personas, movidas por una propaganda mentirosa, vayan y voten por una persona, convencidos de que esa persona les va a arreglar todos los problemas, cuando se sabe que ningún problema lo arregla la política... Ahí está el crimen. El portero y yo salimos mal con este sistema.


Y esta chorrada:
 
P.-En la cumbre de Zacatecas, por cierto, se desmarcó usted con un durísimo alegato contra los medios de comunicación...

R.-Medios de incomunicación los llamaría yo. Comunicarse es sentir el calor de la otra persona, compartir un estado de ánimo, y así se entendió en la Grecia clásica, o en la Edad Media. El gran fallo de estas máquinas electrónicas es que no pasan un solo sentimiento. Detesto todos los medios electrónicos de comunicación: el Internet me parece un invento del diablo. El teléfono ya me parece una cosa sospechosísima... Yo, por teléfono, lo único que puedo dar son mensajes cifrados, muy cortos. Ahora, hablar sobre algo esencial o entrañable de mi vida por teléfono no puedo, no me sale. Yo soy partidario de la vuelta al diálogo, del cara a cara, porque ahí sí que es mucho más difícil la posibilidad de engaño. Hasta la palabra escrita es una trampa, una trampa terrible, fíjese lo que le digo. Tengamos mucho cuidado con la palabra escrita, y no la magnifiquemos tanto.

 
ENTREVISTA:
 
Tiene Álvaro Mutis un porte gallardo y antiguo, como de héroe de escudo y lanza recién escapado de una novela de caballerías. Uno cierra los ojos y es capaz de imaginarlo también ataviado a modo de barón o vizconde, noble estampa, rindiendo pleitesía a un rey de cualquier otra época. Lo que menos le cuadra a sus 73 años, canosa juventud, es ese jersey de punto y esos pantalones vaqueros que algún día heredarán sus nietos, pobrecitos, condenados a vivir en unos tiempos "siniestros, aterradores y sórdidos".
No se siente de este siglo Álvaro Mutis, lo dice él mismo. Se autodefine como "reaccionario, legitimista y monárquico". Debió haber nacido hace doscientos, o tal vez quinientos años, y no precisamente en Colombia. Le inquieta mucho más la caída de Constantinopla que los retos de la economía global, el fracaso del dieciocho brumario que el papel de Latinoamérica en el nuevo orden mundial.
Y no concibe la literatura como compromiso, sino como fuga o "negación de toda orilla".
Álvaro Mutis, hombre de mirada afable y sonrisa obsequiosa, procede remotamente de los Mutis de Cádiz, que tienen calle y estatua en el jardín botánico de la Tacita de Plata. Se crió entre los cafetales colombianos y las brumas de Flandes, y fue en Bruselas, destino de su padre diplomático, donde bebió del veneno francés de la literatura.
De Colombia se marchó, definitivamente, allá por el año 56: "Yo trabajaba en una compañía petrolera y dispuse de algunos fondos para cosas que me parecían más urgentes. A eso parece que se le llama fraude. Tuve un proceso y decidí irme a México". Allí casó con una catalana, "que es lo mejor que uno puede hacer si quiere vivir tranquilo y seguro el resto de su vida", aunque su corazón quedó por siempre en la tierra donde ahora viven sus hijos, que también es la de García Márquez.
Antes de ser quien es, Mutis fue locutor de radio, y actor de doblaje para la Columbia Pictures. Lo pudimos escuchar en blanco y negro, poniendo voz engolada de fondo a la serie televisiva Los intocables: "Chicago, año mil novecientos veintiocho...".
Entonces ya escribía, lo lleva haciendo toda la vida, aunque ni antes ni ahora ha comido de la palabra impresa.
Durante cuarenta años fue o le consideraron poeta. De pronto un día, cumplidos los sesenta, un puñado de versos se le trocaron mágicamente en narración, La nieve del almirante... "Luego ya me dije: bueno, pues parece que me salió una novela, y no voy a escribir más novelas... Ya van siete seguidas".
En todas ellas, como personaje insistente, Maqroll el gaviero, "un tipo que ya sabe que el mundo se parece todo, que Singapur tiene calles absolutamente exactas a las de Guayaquil, y por eso no va buscando experiencias nuevas: lo que de verdad le impulsa es el placer del desplazamiento, el desplazamiento como experiencia profunda e íntima".
Pese al Príncipe de Asturias de las Letras, Mutis se sabe no del todo conocido ni reconocido en nuestra tierra: "Mis libros no son lo que los lectores españoles quieren en este momento". Y no le duele porque, entre sus muchas virtudes, está la de la paciencia: un hombre con tantos siglos puede esperar tranquilamente a que pasen algunos años...
Pregunta.-¿Por qué está tan convencido de que sus libros no interesan en España?

Respuesta.-Bueno, quizás no me expliqué bien. Lo que quería decir es que los españoles están leyendo ahora un tipo de literatura muy distinta a la mía, un tipo de novela muy actual y digamos light, contra la que no tengo nada... En fin, lo que siento es que el ánimo, el gusto del lector español actual no encaja mucho con lo que yo estoy escribiendo. Siento que la apetencia del público va por otro camino. Pero eso no es grave, es lo normal... Los libros no nacen universales. Los libros van buscando su lugar y su momento. Y tendré lectores españoles o no los tendré nunca, eso se verá con el tiempo.
P.-¿No tiene la sensación de que España ha sido ingrata con usted, que se ha tardado demasiado tiempo en reconocer su valía?

R.-No, no, por Dios. Y eso no lo digo por conveniencia ni por nada. Estoy muy feliz de haber recibido un premio de esta categoría en España, y no me importa el hecho de que antes me hayan distinguido en Francia o Italia. Tenga en cuenta que mi primera colección completa de poesía la publicó aquí Carlos Barral, en el 73. La crítica española siempre ha sido muy benévola conmigo.

P.-¿Dónde encaja una rareza como usted dentro de la narrativa latinoamericana?

R.-Yo me siento yo, lo primero. Si algo he procurado evitar es que me encasillen dentro del llamado realismo mágico, y no porque tenga nada en contra, no. Cuando lo ejerce alguien como García Márquez o Miguel Ángel Asturias, pues salen libros bellísimos, pero yo no sé hacerlo, me resulta ajeno, tan ajeno casi como el naturalismo o el realismo social. Estoy convencido de que cada escritor tiene un destino, y ha de hacer cuanto pueda por evitar desviarse de ese sendero. Yo, por ejemplo, he quemado dos novelas completas. Una se titulaba El último rostro, de 360 páginas, y era sobre los últimos años de Bolívar; la otra se llamaba Cuando Dios bajó a Nagaima, sobre la violencia en Colombia. Las quemé porque no las sentía como mías, no era sincero. Hay una sinceridad interior que... en fin, uno sabe perfectamente cuándo está mintiendo. Acuérdese de aquel verso de Neruda: "Dios me libre de inventar cosas cuando estoy cantando"... Jamás me arrepentí de quemar las dos novelas. Además, la de Bolívar la escribió magníficamente mi amigo Gabriel García Márquez. Él no creía que había quemado mi novela. Cuando lo convencí, me dijo: "Pues mira, ahora la voy a a escribir yo". Y fíjate qué maravilla le quedó.
P.-Los hay que califican su literatura como escapista, le critican por no estar nada comprometido con su tiempo...

R.-Ay, qué bueno, me parece formidable. Yo soy un gran lector del Quijote porque a través de él me escapo de la rutina diaria, de lo gris y neutro de la vida que vivimos en este siglo. Que la gente se valga de la literatura para escaparse de todo esto me parece magnífico.
"No he votado jamás: la políticano me interesa"
P.-A usted, por lo que se ve, no le apasionan en exceso estos tiempos que corren.

R.-No sólo no me apasionan, sino que me produce hastío esta época siniestra de barbaridad, de violencia, de crímenes organizados y masivos, de holocaustos aterradores... Más de una vez me he definido como un medieval perdido en este siglo. Tengo una gran admiración por la Edad Media. No es que fuera desde luego una era paradisíaca, pero había al menos una noción del individuo, y la gente se comunicaba de persona a persona. No era esta cosa masiva de ahora en donde el hombre no existe, y por eso lo matan hoy tan fácil. "Dispararon sobre la masa". ¿Cuántas veces lo habremos leído en el periódico? Se acabó el hombre. Es aterrador. Y vamos hacia esa otra cosa, la famosa palabrita que me pone la piel de gallina, que es la globalización... Sí, en el Medioevo encuentro cosas interesantes como objeto de meditación y un camino de salvación para el hombre... Ahora bien, el siglo que me hubiera gustado vivir es el XVIII, con toda su carga de cinismo, de libertinaje, de elegancia, de bien escribir... Esta época de ahora es exactamente la época en la que no hubiera querido vivir jamás, y me duele que la vivan mis hijos, y me da mucho coraje por mis nietos.
P.-¿Cómo ve desde lejos la situación de Colombia?

R.-Desde cerca, la veo desde muy cerca, mi querido amigo, porque allá están mis hijos. Es una realidad aterradora, muy triste, y lo malo es que no me explico muchas de las cosas que pasan. Pero en Europa tampoco hay que mirar muy lejos: vea usted lo que está pasando en Bosnia, esa guerra macabra que ya nadie entiende. Hay una vocación de masacre realmente espeluznante en este siglo. Estamos en pleno apocalipsis, como decía Julien Green. Pienso, con Cocteau, que el infierno existe, y es la historia.
P.-Tengo entendido que usted no ha votado nunca, ni en México ni en Colombia...
R.-No he votado jamás: la política no me interesa. Hay hechos de la política que pertenecen ya a la historia y que me siguen preocupando mucho. La caída de Constantinopla, por ejemplo, es un hecho que me da mucho que pensar todavía. El por qué falló el 18 brumario y sí resultó, sin embargo, el 19 brumario es algo que me sigue llamando enormemente la atención. Pero lo de hoy no me interesa para nada. Ni voto para nada. Soy gibelino, monárquico y legitimista... Eso produce risa siempre que lo digo, ya lo sé, y lo toman como una especie de desafío o de boutade, como dicen los franceses. Pero yo lo digo muy en serio: estoy pensando en un momento que se perdió en el tiempo, cuando el poder venía como una fuerza mítica, casi trascendente. Ese poder yo lo acepto y lo obedezco. El poder que resuelve entregar una inmensa mayoría a una persona, sinceramente, me parece siniestro. Decía Ortega y Gasset que cuando muchas personas están de acuerdo es sólo para una bellaquería o una sandez.
"Me produce hastío esta época siniestra de barbaridad, de violencia, de crímenes..."
P.-Creo que también era Ortega quien decía que mientras el voto del portero de su casa valiera lo mismo que el suyo, no se dignaba a ir a las urnas...
R.-Yo no lo pienso exactamente así, porque eso es un punto de vista aristocratizante que me parece inhumano. Vamos a ver: el portero de la casa tiene una serie de problemas que son tan graves y urgentes como los que pueda tener yo. El que yo tenga una cierta cultura no quiere decir nada. Ahora bien, que un grupo inmenso de personas, movidas por una propaganda mentirosa, vayan y voten por una persona, convencidos de que esa persona les va a arreglar todos los problemas, cuando se sabe que ningún problema lo arregla la política... Ahí está el crimen. El portero y yo salimos mal con este sistema.
P.-¿La democracia le parece una sandez o una bellaquería?

R.-Pues mírelo usted... Decía con mucha razón Borges: "La democracia es un engaño de la estadística". Ahora bien, no nos engañemos, no vamos a pensar que yo estoy por una dictadura. Las dictaduras son una consecuencia de la democracia. No olvidemos que Hitler sube al poder y es nombrado canciller en Alemania en unas elecciones. Olvidamos siempre que la peor bestia que ha tenido en siglos la humanidad, este asesino loco, ser mediocre y delirante, ese señor fue votado por uno de los países más cultos de la Tierra, el país de Goethe, de Hegel, de Beethoven.
P.-Si le llamo reaccionario, ¿se lo toma como un elogio?

R.-Soy reaccionario, sí. Desde luego, lo que no soy es progresista tal y como hoy se entiende. Detesto la idea del progreso material que se ha instalado desde el racionalismo, me parece de una idiotez absoluta... El progreso debería ir mucho más allá de la invención de la penicilina o del automóvil. El único progreso que me interesa es el progreso interno, el de los sentimientos, aprender a compartir con el hombre, sabiendo que el hombre es un animal peligrosísimo... En este sentido estamos retrocediendo, cada vez más. Mire usted, el tipo de criminalidad que hay hoy en día es tan inhumano que yo creo que se ha perdido ya por completo la compasión. Se terminó, no la veo en ninguna parte del mundo... Ese suicidio masivo que hubo en California, se me hace hasta natural en esta época, fíjese lo que le digo.
P.-En la cumbre de Zacatecas, por cierto, se desmarcó usted con un durísimo alegato contra los medios de comunicación...

R.-Medios de incomunicación los llamaría yo. Comunicarse es sentir el calor de la otra persona, compartir un estado de ánimo, y así se entendió en la Grecia clásica, o en la Edad Media. El gran fallo de estas máquinas electrónicas es que no pasan un solo sentimiento. Detesto todos los medios electrónicos de comunicación: el Internet me parece un invento del diablo. El teléfono ya me parece una cosa sospechosísima... Yo, por teléfono, lo único que puedo dar son mensajes cifrados, muy cortos. Ahora, hablar sobre algo esencial o entrañable de mi vida por teléfono no puedo, no me sale. Yo soy partidario de la vuelta al diálogo, del cara a cara, porque ahí sí que es mucho más difícil la posibilidad de engaño. Hasta la palabra escrita es una trampa, una trampa terrible, fíjese lo que le digo. Tengamos mucho cuidado con la palabra escrita, y no la magnifiquemos tanto.
"Los medios de comunicación electrónicos no transmiten sentimientos"
P.-Volviendo a Zacatecas, ¿qué opinión le merece la propuesta de su compatriota García Márquez de simplificar la ortografía?

R.-Las palabras de García Márquez fueron transcritas maliciosamente por los medios de comunicación. Lo que hizo García Márquez fue un elogio absolutamente maravilloso del idioma. Y luego al final sugirió la posibilidad de que se simplificara un poco la ortografía. A modo de broma, agregó dos párrafos en donde mostraba el caso extremo de una simplificación, pero lo hizo con un sentido de humor negro que evidentemente lo malinterpretaron... Yo, pese a la entrañable amistad y admiración que siento por él, pienso que no hay tal necesidad, que hablamos un idioma de una gramática y una ortografía muy sencilla si la comparamos con el francés o con los idiomas eslavos. No deberíamos preocuparnos tanto por el idioma: nuestro idioma es más viejo, sabio e inteligente que todos los millones de personas que lo hablamos.
P.-¿Se pelea usted mucho con el idioma?

R.-Uf, si yo le contara... Sufro muchísimo escribiendo, y más que escribiendo, corrigiendo y reescribiendo. Una de mis novelas, Amirbar, la reescribí cuatro veces, por cuestiones de estilo y ritmo.
P.-¿Se ve más como poeta o como novelista?
R.-¿Por qué trazar fronteras? Me considero poeta, sí, y también narrador. Novelista no. Galdós, Dickens o Tolstói, ésos sí que son novelistas.
P.-¿Vive con lo que escribe?
R.-Sigo sin vivir de la literatura, mi querido amigo. Ahora estoy pensionado, vivo retirado por la Columbia Pictures... Mis libros me dan algún dinero, que me llega siempre cuando más lo necesito, da la casualidad. Pero ni son grandes sumas ni es el dinero que me sostiene en la vida.
P.-¿Qué anda tramando Maqroll en estos momentos?

R.-No lo sé. De momento estoy madurando ideas. Cuando sienta que no puedo más, que Maqroll me hace la vida imposible, que no me deja dormir y me tortura, sabré que ha llegado el momento de liberarme y sentarme a escribir.