An Interview with Milton Friedman

By Russ Roberts.


Audios: First part & second part.



Extracts:

Russ Roberts: Milton, let's turn to Capitalism and Freedom. In the book, you lay out the principles of what you call liberalism. Sometimes you call it liberalism, sometimes 19th Century liberalism. Sometimes you've called it classical liberalism. And you advocate there a limited role for government in the legal and monetary system and maximal freedom and responsibility for the individual. And in that book, which was published in 1962, but based on lectures, I think, that you gave in the late 1950s—
[...]
Milton Friedman: And what's happened is that the public attitude has changed tremendously. In 1945, 1950, at the end of the war, intellectual opinion was almost wholly collectivist. Everybody was a socialist. They may not have used the term but that's what they were. However, practice was not socialist. Practice was free enterprise.
The role of government at that time was such smaller than it has since become and from 1945 on to 1980, what you had was galloping socialism. Government took over more and more control. Government spending went from about 20 percent of national income—government federal, state and local—to about 40 percent of national income until Reagan came along.
But Reagan was able to do what he did because in that 20-year period, intellectual opinion had changed. What had before been a hypothesis was now fact. You now could see what the government did and people didn't particularly like what the government did. So public attitudes about government had changed very much over that period and I think maybe Capitalism and Freedom added a little of that but I think experience was much more responsible.
[...]
Milton Friedman: The basic principles that we believe in are going to stay the same for the next thousand years. That aspect of it will never go out of date. What goes out of date are the particular applications. We still find Adam Smith's book, Wealth of Nations well worth reading even though it's published in 1776.
[...]
Russ Roberts: I know you can give us the empirical evidence. Let me ask you about another idea in Capitalism and Freedom that you later elaborated on in a Sunday New York Times magazine story in the early 1970's. You wrote there: "There is one and only one social responsibility of business, to use its resources and engage in activities designed to increase its profits, so long as it stays within the rules of the game which is to say engages in open and free competition without deception or fraud."
[...]
Milton Friedman: The truth of the matter is that the only way anybody can make money is by producing something that people want to buy, but it can give away money without meeting that restriction.
Russ Roberts: That reminds me of one explanation for why people, I think, lean on businesses to indulge other activities besides producing products well. It's the Willie Sutton theory of why you rob banks—that's where the money is.
The Chicago City Council recently passed an ordinance requiring large retailers—mainly Wal-Mart and Target—to pay at least $10.00 an hour in wages and $3.00 an hour in benefits.
If you ask the proponents why should Wal-Mart finance a higher standard of living for their workers, why should the investors of Wal-Mart, the stockholders, and Target, be the ones that finance that, I think the answer would be "Well, they have the money."
That ignores, of course, the incentive effects that then result. They're the last people that you'd want to have finance this because it discourages them from creating jobs for low skill people. But I think that first order effect of "Well, they've got the money, they write the checks so therefore they've got the responsibility" has a huge appeal to the average person.

Milton Friedman: But it's always been true that business is not a friend of a free market.
[...]
Milton Friedman: But the real puzzle—puzzle isn't quite the right word—the real problem here is where do you find the support for free markets? If free markets weren't so damn efficient, they could never have survived because they have so many enemies and so few friends. People think of capitalism or free markets as something that obviously is supported by business. People think that if a business party is a party in politics, it will promote free market. But that's wrong. It will be in the self-interest of individual businesses to promote a tariff here and a tariff there, to promote the use of ethanol—
Russ Roberts: Special regulations for its competitor that apply just by chance to its competitors but not to itself—
Milton Friedman: That's right.
Russ Roberts: —or that they already comply with but their competitors don't happen to comply with.

Biberón o martillo

Por Arturo Pérez-Reverte.


Hace medio siglo justo, cuando el arriba firmante llevaba pantalón corto y creía en los Reyes Magos, en la bondad de los policías y en la virginidad de su madre, la autora de mis días, que era -y sigue siendo, porque ahí continúa, ochenta y ocho primaveras en la sonrisa y jugando la prórroga sin ganas de cambiar de barrio- una señora con fe en la Humanidad en general y en los buenos sentimientos de sus vástagos en particular, hizo con mi hermano y conmigo un experimento sociológico: nos castigó -habíamos hecho alguna salvajada, con los estragos habituales- a pasar una tarde de sábado encerrados sin otra diversión que algunos tebeos de Dumbo y Pumby, Los apuros de Guillermo, de Richmal Crompton, y las muñecas de mi hermana Marili. Lo de las muñecas fue, naturalmente, un refinado toque de humillación deliberada. Un puntito de crueldad materna, para que me entiendan. Una manera, en fin, de añadir la nota de infamia al castigo, y que entre otras cosas puso de manifiesto que Dios no había llamado a mi pobre madre por el complejo camino de la psicología infantil. Encerrar de aquel modo y en semejante compañía a dos desalmados de nueve y seis años respectivamente, capaces de todo, es un experimento peligroso en cualquier época y lugar; pero especialmente arriesgado si, además, se lleva a cabo con dos individuos que por aquellas fechas sólo anhelaban hacerse mayores para arponear ballenas -eran tiempos menos ecológicos que los actuales- o alistarse con nombre falso en la Legión Extranjera. Así que imaginen el resultado. Cuando a la hora de la cena abandonamos la celda del abate Farias, a nuestra espalda quedaban la Queca Muñeca ahorcada de una lámpara con el cordón de la cortina, y el Tumbelino -un muñeco odioso, blandito, vestido con pijama azul- apuñalado con una daga plegadera de mi padre con la que, hábilmente, habíamos logrado hacernos antes del encierro. 

No pude menos que recordar aquello hace unos días, escuchando a una periodista radiofónica, tan ingenua y parvulita como mi señora madre, asegurar, con todo el candor de su inocencia políticamente correcta, que a los niños varones no debemos darles juguetes que inciten a la violencia, y que es bueno hacerlos entretenerse también con muñecas y cacharritos de cocina; porque de ese modo, aseguraba la pava sin citar fuente, tendrán mejores y más pacíficos sentimientos, serán mejores padres, y tal vez cocineros de éxito como Arzak o Ferran Adrià, el día de mañana. Y los tertulianos que acompañaban a la locutriz, en vez de partirse la caja de risa y preguntarle si tenía hijos en edad de merecer, que probara con ellos, se mostraban, como es usual en estos casos, calurosamente de acuerdo. Ahí le has dado, decían más o menos. Como si estuviesen oyendo el Evangelio. Y nadie tuvo agallas para decirle allí, a la prójima: prueba con un enanito cabrón tuyo, de sexo masculino, si lo tienes. Ponle a mano una pistola de plástico y una olla exprés de Famóbil, o como se llame el que fabrica la olla. A ver qué elige, el hijoputa. O más visual, si cabe: ponle cerca una muñeca, un biberón y un martillo. Luego quédate mirando lo que coge y para qué lo usa. Y me lo cuentas. 

Y ahora, háganme un favor. Plis. Después de calzarse esta página, si lo hacen, ahórrenme las cartas contándome que a su Manolito le encantan las muñecas de sus hermanas y juega a cocinarse unas fabadas que saben a gloria. No digo yo que no haya Manolitos. Ni que no deba haberlos. Del mismo modo que me fascinan -aún más que las otras- las Susanitas que no limitan su gusto y horizontes a acunar muñecas, y son capaces de ponerte el filo de una daga en la yugular mientras susurran «Si paras ahora, te mato». O lo que sea. Por mi parte, me limito a hablar de lo que hay. De la natural querencia del becerro y de lo absurdo, incluso peligroso, de olvidar de la noche a la mañana, con más buena voluntad que inteligencia práctica, con más clichés idiotas que mecanismos de educación eficaces, millones de años de caza y guerra. Dándose, por ejemplo, la grotesca paradoja a la que asistí el otro día. A unos niños de cinco y seis años, que tienen en casa videoconsolas con zombis y masacres sangrientas -y si no las tienen, las tendrán- les organizaron en su colegio de Madrid una fiesta cowboy donde los tiñalpillas debían ir disfrazados de vaqueros, pero prohibiéndoles llevar revólver. «Se puede ir al Oeste sin ser violento», apuntaría, sin duda, algún padre de los que aplaudieron la idea, o simularon aplaudirla. «Tengamos buen rollito con los cuatreros y los indios», añadiría otro. Lo mismo, supongo, que dijo el general Custer.


Competitividad e innovación

Por Xavier Sala i Martí.


El gobierno tiene que entender tres cosas en temas de competitividad e innovación. La primera es que, en el nivel de renta de España, ser competitivo quiere decir innovar y que todas las empresas de todos los sectores pueden y tienen que innovar para progresar. Si uno estudia las grandes ideas empresariales de las últimas décadas, uno se da cuenta de que no sólo innovan los sectores "modernos" sino que también lo hacen sectores milenarios como el circo (Cirque Du Soleil), el vestido (Zara), los muebles (Ikea), el vino (todo el sector en Australia) o el café (Nespresso o Starbucks).

La segunda es que no sólo innovan a los científicos sino todos los ciudadanos: sólo el 8% de las ideas empresariales provienen de científicos a través de l'I+D formal. El 92% de las ideas empresariales provienen de los trabajadores (Amancio Ortega era un vendedor de camisas antes de crear Inditex), estudiantes (Mark Zuckerberg, creó Facebook siendo estudiante) o incluso saltimbanquis de calle (como Guy Laliberté, el creador de Cirque du Soleil).

La tercera es que para tener una economía competitiva e innovadora hace falta un sistema educativo que (a) dé los instrumentos para crear a la mayoría de la población (trabajadores, los estudiantes o incluso los saltimbanquis de la calle) y no sólo a científicos y (b) facilite la implementación empresarial.

Debilidad económica, el agotamiento de las balas para luchar contra la crisis, la depreciación del euro y la competitividad. Yo no sé qué pasará en alguna de estas áreas durante el año nuevo. El qué sí sé es que estas son cuatro aspectos de la economía que hay que tener en cuenta hoy, el día que empieza 2012.



Aquí artículo completo.

Robert Berran (1923)


Sunday DriveSunday Drive
My Darling BrideMy Darling Bride
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The Summer PicnicThe Summer Picnic
A Miss With A PurposeA Miss With A Purpose
A Gentleman's DaughterA Gentleman’s Daughter
A Tall Dark StrangerA Tall Dark Stranger
Lady ScounderLady Scounder
All Things BeautifulAll Things Beautiful
Fortesque DiamondFortesque Diamond
Letters To A LadyLetters To A Lady
One To TrustOne To Trust
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Fuente: American Gallery.