Arcadi Espada - Enemigos y entrevista 12 febrero de 2011

Yo no tengo enemigos, porque yo sólo discuto sobre las ideas. Pelearse dura e irrespetuosamente con las ideas hasta el fondo, exprimirlas hasta el odio para que ni una gota (de odio) salpique a los hombres. ¡Que decía el gran Mario Bunge!
Arcadi Espada.

Entrevista a Arcadi Espada Libertad Digital Libros por Mario Noya. 12 de Febrero de 2011.

Sobre violaciones y fascistas por Arturo Pérez-Reverte

XLSemanal - 21/2/2011

Si algo desvirtúa y ahueca las palabras, vaciándolas de significado, es la estupidez de quienes abusan de ellas. Me refiero a ésos que entran a saco en el diccionario -que encima no consultan jamás- y, con la ausencia de complejos del analfabeto o el capullo en flor, machacan un término al que convierten en perejil de todas las salsas, retorciendo su sentido original hasta que no puede reconocerlo ni la madre que lo parió. Y al cabo, cuando la gente seria necesita esa palabra para usarla en su sentido exacto, se encuentra con que la infeliz comparece tan ajada y maltrecha que no sirve para nada. Los que cada día trabajamos dándole a la tecla, eso lo notamos mucho. Como también lo aprecia cualquiera que tenga sentido común y se fije. Puesto en verso, es lo que le ocurre al pobre Luis Mejías con doña Ana de Pantoja, en el Tenorio, cuando dice aquello de: «Don Juan, yo la amaba, sí. / Mas con lo que hais osado / imposible la hais dejado / para vos y para mí».

Un ejemplo, entre muchos, es la palabra fascista; que, de aludir al movimiento nacionalista surgido en Italia después de la Primera Guerra Mundial, con su encarnación hispana en el falangismo y otras tendencias hermanas, pasó a definir durante la Guerra Civil, en boca de la izquierda radical, al bando nacional e incluso a los republicanos moderados. Heredada por el franquismo, la palabra fue patrimonio de la ultraderecha durante la Transición, antes de verse felizmente olvidada durante veinte años. Pero en los últimos tiempos ha vuelto a ponerse de moda. La necesidad, a falta de coherencia ideológica propia, de poner etiquetas al adversario, hace que ahora se aplique a cualquier persona o situación que se aparte, no ya de una posición de izquierda, sino de lo social y políticamente correcto, e incluso de la más fresca tontería de moda. Así, alguien que se peine con fijador o vista con corrección puede ser calificado de fascista, igual que el aficionado a los toros, quien enciende un cigarrillo o el que ejerce violencia doméstica. Todo se presenta en el mismo paquete, el de fascistas o fachas, como si fuera improbable que alguien de izquierdas se peine con raya, fume, le guste ir a los toros o le pegue a una mujer. Por supuesto, quien más jugo saca al término es la clase política: ni los del Pepé de Murcia se cortaron llamando fascistas -en vez de animales miserables y cobardes, que es lo adecuado- a quienes apalearon hace unos días a su consejero de Cultura, ni un consejero de la junta andaluza llamado Pizarro se privó de llamar fascistas a los funcionarios, algunos afiliados a su mismo partido, o votantes de él, que boicotean los actos del Pesoe.

La cosa no se limita a España, claro. Con los tiempos que corren y los que van a correr, la tontería es internacional. Pensaba en eso leyendo las manifestaciones de unas ecologistas inglesas que aseguraban «sentirse violadas» porque el compañero de lucha con el que se dieron muchos, repetidos y voluntarios homenajes carnales, resultó ser un policía infiltrado. Y claro. La diferencia entre irse a la cama con un ecologista o con un policía es que el txakurra te viola. Tú puede que no te percates; pero él, en su fuero interno, sabe que te viola. El fascista. Frente a eso, ya me dirán ustedes qué palabra reservamos al violador de verdad; al que fuerza sexualmente a una mujer -o a un hombre, que siempre olvidamos ese detalle- abusando de su vigor físico, de la amenaza, del estatus económico o social. Al auténtico hijo de puta de toda la vida. Pues, si de violar en serio hablamos, les aseguro que ni idea tienen ciertos gilipollas y ciertas gilipollos. Pregúntenle a Márquez y a los colegas con los que andábamos por los Balcanes qué es violar de verdad, y a lo mejor los pillan relajados y se lo cuentan. Mujeres entre los escombros de sus casas, degolladas después de pasarles por encima docenas de serbios o croatas. Hoteles llenos de jóvenes apresadas para disfrute de la tropa, a las que se pegaba un tiro cuando quedaban preñadas. O aquella ciudad de Eritrea, abril de 1977, cuando un jovencísimo reportero que ustedes conocen tuvo el amargo privilegio de asistir, impotente, a la caza de cuanta mujer de nacionalidad etíope quedaba a mano. Igual un día les cuento con detalle cómo gritan, primero, y luego, al quinto o sexto golpe, se callan y aguantan resignadas, gimiendo como animales. Supongo que para individuas como Pilar Rahola, María Antonia Iglesias y otras joyas de la telemierda, que tras vivir de la política viven ahora de la demagogia pseudofeminista imbécil, el arriba firmante tendría que haber evitado aquello: persuadir a mil quinientos tíos con escopetas de que lo que hacían estaba feo. Seguro que las antedichas y otros cantamañanas de ambos sexos lo habrían evitado, con dos cojones. Interponiéndose. Así que seguramente me llamarán violador pasivo, por defecto.

Y fascista.

Dyson on Economics by Russ Roberts

I’m interviewing Freeman Dyson tomorrow for EconTalk. Here is what he says about climate change.

When I listen to the public debates about climate change, I am impressed by the enormous gaps in our knowledge, the sparseness of our observations and the superficiality of our theories. Many of the basic processes of planetary ecology are poorly understood. They must be better understood before we can reach an accurate diagnosis of the present condition of our planet. When we are trying to take care of a planet, just as when we are taking care of a human patient, diseases must be diagnosed before they can be cured. We need to observe and measure what is going on in the biosphere, rather than relying on computer models.

Replace “climate change” with “macroeconomics.” Same problem.

Context is all by Matt Ridley and Indur Goklany

Context is all by Matt Ridley and Indur Goklany

How lethal are downpours compared with, say, cold winters? We all agree that global warming will create fewer cold winters, right? And since more people die in cold weather than in hot weather, global warming will reduce deaths. Is that effect bigger or smaller than the extra deaths from downpours? Answer: much, much bigger.

Here are some numbers. The annual excess mortality in winter is over 100,000 in the US, 50,000 in Japan, 25,000 in Britain and even 23,000 in Spain. Just a 10% drop in those numbers and you are saving tens of thousands of lives, far more than die in floods.

[...]

Was this because we controlled the weather? No. It was because we adapted to it. So even if extreme downpours do increase, death rates as a result of them will continue to decline so long as we continue to get more people access to roads, telephones, houses and information. It’s like malaria: it retreated rapidly in the twentieth century despite rising temperatures, and it will retreat rapidly in the twenty-first century despite rising temperatures.