Que un país crezca, desde un punto de vista económico, o no depende de muchos factores: la calidad de las instituciones, la geografía, los recursos naturales (incluidos los seres humanos), las libertades, los intercambios comerciales y de ideas, y otros muchos factores. La unión de todos ellos hace que haya países que crezcan y otros, los menos, que no. Dentro de los que crecen hay una gran variedad en cuanto a la tasa de crecimiento. Un país como Estados Unidos lleva creciendo a unos ritmos sostenidos desde hace más de 200 años, por el contrario China llevaba estancada cientos de años, aunque en las últimas décadas ha despertado.
Es evidente que el factor de la libertad de mercado es capital, en los países comunistas esto no existía y el crecimiento fue mucho menor que en las economías capitalistas. Además de la evidente violencia que generaron y generan esos regímenes. Los ejemplos de las dos Coreas o las dos Alemanias son evidencias incuestionables de esta comparación.
Aun en las economías capitalistas, los políticos suelen acumular mucho poder. Manejan un gran porcentaje de los ingresos económicos de un país, vía impuestos, lo que unido a otros factores les da una enorme capacidad para hacer y deshacer. Cualquier decisión que tomen influirá, en mayor o menor medida, en el crecimiento económico de ese país. Por ejemplo, cuando no se respeta la propiedad privada (Venezuela) o se expropian empresas (Argentina), se siembra la desconfianza y se perjudica la economía de esos países.
También puede haber decisiones buenas que ayuden a mejorar la situación de un país, pero siempre contando con que haya personas y empresas que sepan aprovechar esas circunstancias, y den con la clave para ofrecer productos que sean deseados por los clientes, incluso creando nuevas necesidades. Las tabletas electrónicas y los teléfonos inteligentes son dos muy buenos ejemplos de lo anterior.
Pero no es el Estado quién crea nada, sólo ayuda o perjudica en el peor de los casos. El Estado favorece disponiendo un marco legal e impartiendo justicia, defendiendo la propiedad privada, cuidando de la seguridad, construyendo grandes infraestructuras, y muchos otros factores que pueden influir positivamente. Pero a la vez, se excede en muchas de sus funciones, y es cuando los políticos son autocomplacientes otorgándose el mérito por el crecimiento de un país, que siempre lo achacan a sus políticas. Por supuesto, cuando las cosas van mal casi nunca asumen su responsabilidad.
Desconfío mucho de las personas o grupo de personas que creen que si no fuera por ellos el mundo se pararía. En general una persona sola puede llegar a influir mucho, los ejemplos de grandes científicos o innovadores están ahí. Pero no creo que el mundo fuese muy diferente al actual sin la presencia de esos genios, ¡cuántos se han perdido en el camino!
Los Estados deberían de ser más pequeños, ocuparse bien de determinadas tareas, y dejar las demás a la sociedad civil. Como ejemplo de lo que deberían hacer bien es la recaudación de impuestos, disponiendo sistemas simples, claros y trasparentes, persiguiendo a los evasores y haciéndoles pagar, sin amnistías fiscales ni nada parecido. Como ejemplo de lo que no debería hacer, están las pensiones, ¿por qué tiene que ser el Estado quién administre esos fondos? Los ejemplos de Chile y Perú son demostrativos de que cuando la gente puede elegir no opta por el Estado como gestor.