Vía Francisco Capella.
Extractos:
Dejó escrito Lionel Robbins que la Economía es la ciencia que estudia la distribución de medios escasos hacia fines competitivos. Dado que nuestras necesidades superan los recursos de que disponemos para satisfacerlos, se vuelve imprescindible economizar esos recursos; a saber, dedicarlos siempre a aquellos objetivos que resulten prioritarios.
El keynesianismo supuso un radical giro copernicano hacia la Antieconomía: al contrario que los clásicos, el problema fundamental no era ser muy cuidadoso en el uso que les dábamos a unos recursos siempre escasos para evitar despilfarrarlos, sino lograr, como fuere, la plena ocupación de esos recursos. La Economía dejó de ser una ciencia que estudiaba cómo los medios derivaban su valor de usarse para la consecución de los fines más valiosos (usos productivos) para convertirse en una pseudociencia que otorgaba valor en sí mismo a la utilización de los recursos con independencia de sus objetivos (usos improductivos).
Los liberales clásicos siempre tuvieron bien claro que lo que hace florecer una sociedad no es la guerra, sino el comercio. La guerra tiende a ser mutuamente destructiva, a destruir la división internacional del trabajo, a acabar con las vidas de miles de seres humanos, a dilapidar el capital y a instaurar un control económico sobre el país derrotado que durante un período más o menos prolongado suele asemejarse mucho a la planificación central del socialismo.
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