Por primera vez, y para que sirva de precedente, voy a colgar aquí los dos comentarios de un lector a uno de los posts de este blog (en este caso el de
Aprendiendo a leer).
Comentario 1:
“Querido Cristian:
Me has tenido riéndome como media hora. Parecía que hubieras estado agazapado en un pasillo de la Autónoma de Madrid. Es que…te explico: soy filólogo y chileno. Así que estoy doblemente infectado.
El mejor ejemplo de la inutilidad de las Letras es el pasillero. El pasillero es un mamífero porrero que gasta el dinero público en los pasillos de la universidad. Fuma, aunque esté prohibido. Hace pellas, aunque pague el diez por ciento de la matrícula. Odia las fotocopias gratuitas con membrete de Burger King, aunque las empresas paguen su carrera.
El pasillero luce orgulloso su camiseta de algún genocida. Yo, por dar por culo, me ponía mis camisetas del ejército israelí. Me odiaban y mascullaban “sionista”. Y yo henchido.
Pero el pasillero -y el de Letras por extensión- se cree ungido por el Gran Mesías. Es divertídisimo lo religiosos que llegan a ser los laicos. Cree que el Mundo lo necesita. Se leyó el artículo de Marx -Groucho o Karl- en la Wiki y se siente sobrado.
Y aquí el ejemplo. La profesora de literatura hispanoamericana era una delicia. Qué voz. Qué vaquero. Pero necesitaba recordarnos el triunfo de Allende y Fidel Castro. Su libro de Alejo Carpentier era tremendo: hablando del analfabetismo en Cuba, ni una mención a cárceles o dictadores. Na de na. Y yo: ay mísero de mí, ay infelice; le quise rebatir un asuntillo.
El odio a lo español es puro orgasmo cuando se habla de Octavio Paz y su teoría de que México es hijo de una violación. El gachupín que viola a los pobres mexicas. El hijo de la Chingada. Lo dice en “El laberinto de la soledad”. Sabrás la de idioteces que se han dicho a partir de ahí. Y la profa, erre que erre, imbuyéndonos de culpa.
Hasta que yo le hablé de un libro que había leído en inglés. Lo escribió James Lockhart y se titula “Los nahuas después de la conquista”. El libraco habla de cómo sentían la conquista española los dominados por los españoles. El anglosajón se había leído las narraciones escritas en nahuatl. Nada de Bartolomé de las Casas. La conclusión era que los nahuas estaban encantados con la conquista, por la lógica razón de que Cortés y los suyos eran más justos y respetuosos que los viscerales aztecas.
Confronté el mito y el dato. ¿Crees que la convencí? Jamás. No quiere. Se aferra al mito, como mi abuela al rosario.
Encantado de descubrirte.
Un abrazo.
Juan Pablo Arenas.”
Comentario 2:
“Perdona el tedio, pero es que me acuerdo de chascarrillos y me da la risa floja, de nuevo.
Recuerdo cierta profesora de pingüe sueldo pagado a tocateja por el contribuyente, la cual no sabía qué era un fonema prepalatal sordo. Ese fonema, en el mundillo friqui filológico, es como si un periodista no sabe lo que es un lead. Se supone que le va en el sueldo. Y la señora siempre podía actualizarse. Lo hacen los antivirus, podría hacerlo ella. Pero ¿pa qué?
El caso es que un día la profesora nos estaba adoctrinando con la habitual charla sobre la riqueza del multi-lingüismo. Que si a más lenguas más riqueza. Ya sabes el poderío del prefijo. Que si pluri; que si multi. Es cuando alzó los brazos clamando contra el genocidio lingüístico -te juro que lo dijo así- que estaba acaeciendo en Hispanoamérica. La señora andaba revuelta porque aseguraba que se estaban perdiendo las ¡¡lenguas indígenas!!. Mientras aún seguía con su alza de brazos urbi et orbi – al de letras le encanta la solemnidad religiosa-, yo hice de Pepito Grillo y le dije que me habían ofrecido apadrinar una niña boliviana, cuya lengua materna era el quechua, y que vivía en una casa sin electricidad, ni váter, ni calefacción, ni nada. Me parecía que una niña en esas condiciones tiene más posibilidades de buscarse la vida si aprende español -ojalá inglés- que si se acurruca en su dignísima pero inútil lengua.
Una compañera se alió con la profa y aseveró que, si te arrebatan tu lengua materna, es como si te cortasen un brazo. E hizo el gesto de aserrucharse el brazo. Carrac, carrac. Yo decía que es muy cómodo para el letrado aburrido occidental hacer esa suerte de exigencias cuando tiene nevera surtidita, aire acondicionado, agua bebible en el váter y climalit en la ventana.
Ahí sentí la conmiseración socialdemócrata. Esa miradita apenada que te echan como el Nazareno entre Dimas y Gestas. La conclusión suya era que no tener váter, ni nevera, ni electricidad es una mal minúsculo al lado de la magnificencia que otorga la lengua materna. Se lo creen. Te lo juro.
Hay librito muy interesante sobre la relación directa entre tener una lengua común y la riqueza de las naciones. “Language and economy” de Florian Coulmas. Pero un filólogo no se mancha con esas vulgaridades. Su reino no es de este mundo.
Un fuerte abrazo.”