"Tres epitafios. Murió el matrimonio que atendía la portería de su casa y el hijo le pidió un epitafio. Escribió esto: «Fue tan grande su bondad, / tal su generosidad / y la virtud de los dos / que están, con seguridad, / en el cielo, junto a Dios». Como no recibió la aprobación eclesiástica, por afirmar rotundamente que se habían salvado, hizo otra versión: «Fueron muy juntos los dos, / el uno del otro en pos, / donde va siempre el que muere / pero no están junto a Dios / porque el obispo no quiere». Tampoco lo aprobaron y redactó el tercer epitafio: «Vagando sus almas van / por el éter, débilmente, / sin saber qué es lo que harán / porque, desgraciadamente, / ni Dios sabe dónde están»."
"Le ataron las manos con un alambre. Como un Cyrano de Bergerac gaditano, conservaba la entereza y el humor. Les dijo a los que iban a fusilarlo: «Me lo habéis quitado todo, la familia, la libertad, pero hay algo que no me podéis quitar: el miedo».".
"Ya en Paracuellos, según el testimonio del doctor Sanz Beneded, cambia de opinión. Dice a sus asesinos:
-Me equivoqué al ingresar en la prisión de Madrid y deciros lo que os dije; sois tan hábiles que me habéis quitado hasta el miedo."