Por Manuel Álvarez López.
El libro es una defensa razonada del liberalismo, a lo largo de los artículos escritos por Carlos Rodríguez Braun entre los años 2004 y 2009. Lo incluyo entre mis libros.
El libro se estructura en nueve bloques: Cultura, economía, capitalismo, socialismo, liberalismo, estado de bienestar, América latina, España y Europa, y moral y religión. Con un prólogo de Carlos Herrera.
Para alguien como yo, que lee todos los artículos del autor y sigue sus intervenciones en medios de comunicación, no hay casi sorpresas. El autor no se desvía casi nunca de su defensa de la libertad individual frente a las manías controladoras de los Estados y otras organizaciones. Para los que no conocen al autor, nada mejor que el consejo del prologuista (P. 20): "Dejen de un lado prejuicios decimonónicos y monsergas largamente aprendidas y dadas por válidas por ese tipo de pensadores que siempre tienen aspecto de estar enfadados. Dejen de lado dogmas antiguos y soflamas fáciles. El desarrollo de sus diversos capítulos no les dejará indiferentes".
Ese casi se debe al tema de las drogas (Pp. 162-166), el autor está de acuerdo con la tesis de Anthony Daniels, "médico y escritor inglés que publica bajo
el seudónimo de Theodore Dalrymple", en la que razona su oposición a la legalización de las drogas, para lo cual Rodríguez Braun analiza el libro de Theodore Dalrymple, Romancíng Opiates. Pharmacological Lies and the Addiction Bureaucracy (2008). Dalrymple rechaza que la drogadicción sea una enfermedad y que las drogas tomen a las personas, el autor afirma: "requiere voluntad hacerse drogadicto, no es un accidente". Además afirma que: "se puede dejar la droga y los síntomas en la desintoxicación son menos graves que en el caso del alcohol". También niega la relación entre adicción y delincuencia. Se opone a que la única solución para resolver la drogadicción sea con la lucha del sector público, y critica el uso de la metadona. Critica la ficción de que los drogados son personas intelectualmente dotadas: "un borracho es un borracho, pero un adicto a la heroína es un filósofo". Pero tras condenar "el intervencionismo burocrático en las drogas y la basura intelectual del progresismo con todos sus tópicos antiliberales", el autor no defiende la legalización. Aunque está de acuerdo en que se acabaría con que "la liberalización acabara con las mafias del narcotráfico, mejoraría la calidad de las drogas (las muertes por sobredosis suelen serlo en realidad por deficiencias en la calidad) y arrebataría a ese mundo la aureola de atractivo que para algunos confiere la prohibición". Pero argumenta que la "prohibición probablemente disuade a algunas personas de la opción de drogarse", eso me parece una conjetura porque podría ser lo contrario, que la prohibición incite a algunas personas a drogarse. Y duda de la inelasticidad de la demanda de las drogas, argumentando que la demanda del alcohol sí es elástica. También duda de que haya "una relación mecánica entre legalización y fin de la violencia". Dalrymple aboga por "liquidar la burocracia y cerrar todas las clínicas que tratan a los adictos: 'esto acabaría con la nociva pretensión de que los drogadictos son enfermos que necesitan tratamiento' -sólo habría que tratarlos por las consecuencias físicas más graves de su adicción-. 'Los drogadictos deberían hacer frente a la verdad. Independientemente de su pasado, ellos son responsables de sus actos igual que los demás'". Aunque el razonamiento es bueno, y el autor tiene "experiencia como médico en una prisión británica", no acaba de convencerme como Rodríguez Braun puede apoyar esa tesis, al fin y el cabo la libertad es un bien supremo, más allá de otras consideraciones.
En todo el demás el libro es muy convincente y se enfrenta a los mantras y mitos sobre el liberalismo. Por ejemplo:
En el caso de los humoristas gráficos (Pp. 21-22):
Romeu: "el agua ¿es un derecho o una mercancía?", y responde uno de los personajes: "depende de si la necesitas o la tienes". En sólo una línea condensa el totalitarismo. Lo que necesitamos nos lo deben dar, porque es un derecho. En cambio lo que poseemos nos lo pueden ,quitar, porque es una mercancía, y por tanto no es un derecho. Notable.
Nada es más facil que explicar por qué hay pobres, siendo la miseria generalizada la compañera de toda la historia de toda la humanidad salvo los dos últimos siglos. El problema de verdad es otro: ¿por qué hay ricos? Y eso nos llevaría a la propiedad privada y el comercio, cosas apreciables que casi nadie dibuja con aprecio.
Que no se diga que los disparates totalitarios son monopolio der progresismo español. Doña Gudrun schyman, del partido Iniciativa Feminista, explica así el paraíso sueco: "en casi todos los países, la mujer depende ,de un hombre. Aquí depende del Estado, y eso la hace más libre".
También hay críticas al propio ideario liberal (P. 27):
El liberalismo decimonónico cometió el error trágico de pensar que su enemigo era la Iglesia,y asi acabó dándole alas al enemigo de verdad, el Estado. De ahí viene la siniestra consecuencia de la educación pública, y por eso Castellani identifica el liberalismo con la educación estatal, e incluso con el comunismo.
Destruyendo el mito de las finanzas desreguladas (P. 31):
Las finanzas disfrutan de una libertad aún menor que las demás actividades económicas, al estar el dinero y la banca controlados por autoridades públicas y monopólicas llamadas Bancos Centrales, es decir, cualquier cosa menos el mercado libre. Ni los impuestos, ni los gastos públicos, ni las regulaciones han disminuido en ninguna parte del planeta, y menos aún en España. Claro que hay privilegiados, pero son los representantes de la política y aquellos que medran a su socaire.
Respecto de África, el autor indica (P. 34) que las fortunas en África provienen de la cercanía al poder, ministros y gobernantes, en lugar de provenir del sector privado.
Hay muchas citas interesantes y defensa de la libertad, por sí misma no por sus logros, que son muchos.