A pesar de mi optimismo racional no dejo de pensar en muchas cosas mejorables en el mundo. La inmigración está entre mis favoritas. Aunque pudiera haber aspectos de la inmigración que incidieran negativamente en un país o una región, las ventajas son enormes y no se suelen poner en la balanza.
Habiendo dejado su país, su familia y amistades para iniciar una nueva aventura, esas personas están dispuestas a trabajar duro. Se recibe mano de obra que no ha costado nada formar, todas esas personas llegan para producir de inmediato. Suelen ser personas jóvenes, con lo cual la pirámide de población se beneficia. Se consigue un vínculo fuerte entre países, pudiendo surgir oportunidades de negocios directas, por ejemplo, el turismo. Se ayuda a esas personas a tener un nivel de vida más alto, que puede mejorar al país receptor y al de partida. Etcétera.
A todo lo anterior hay que añadir la cuestión moral, no podemos estar hablando de ayuda a otros países si restringimos el acceso de esas personas a mejores oportunidades. Y, como explican en Cafe Hayek, nunca los países desarrollados han estado mejor preparados para recibir inmigrantes: más y mejores carreteras, más doctores, más profesores, más policías, ¡más prosperidad!