No nos gusta (no me gusta) que nos contradigan en algo en lo
que realmente pensamos que tenemos razón; bien porque siempre lo hemos
imaginado así o porque hemos investigado en profundidad o porque lo creemos.
Esto último es lo más difícil de cambiar. Las creencias las tenemos grabadas a
fuego. No obstante, cambiar porque la realidad nos demuestra lo errados que
estábamos es una manera notable de crecer; cuesta, pero romper con lo
establecido en nuestra mente y asentar nuevos conocimientos nos fortalece. El autoengaño
es usual y peligroso. Llegamos a confundir realidad con ficción y caemos
irremediablemente en un mundo ilusorio, que puede durar un tiempo, mas el
despertar es brusco e incluso dañino.