Arcadi Espada escribe sobre el diferente tratamiento que se le da a Bildu y a los llamados indignados:
"El periódico pone el acento en Bildu. Yo habría querido más precisión noticiosa. La noticia no es que Bildu haga de Bildu, sino que los modos y prácticas de Bildu se extiendan ya por España, ante la pasividad de la policía (¡vaya ocasión que ha perdido el periódico de criticar globalmente, frontalmente y verazmente al ministro de la Policía!) y la complacencia de los medios".
No hay diferencia entre lo que hacen unos y otros, está mal que insulten o intenten amedrentar a personas que han sido elegidas democráticamente.
Espada también menciona el certero análisis de Marcel Gascón sobre los indignados, basándose en un texto de Ayn Rand. Totalmente de acuerdo con el análisis de Marcel. Nadie les ha dado la representación de nada, están cometiendo un delito ocupando la vía pública y las autoridades están haciendo dejadez de sus funciones.
Los indignados de Ayn Rand por Marcel Gascón (las negritas son mías):
La escritora y filósofa norteamericana Ayn Rand escribió los ensayos que conforman “Return of the Primitive” a finales de los sesenta, pero sus reflexiones sobre la América de entonces parecen surgidas de la España de hoy. Denuncia Rand en ese libro de lucidez implacable el prestigio de lo irracional y el descrédito de los valores clásicos que han llevado al hombre a sus máximos de conocimiento y bienestar. Uno de los puntos neurálgicos del alegato antiprimitivista de Rand son los estudiantes indignados que tomaron ilegalmente los campus universitarios para pedir democracia real ya y poder decidir en nombre de todos sobre el sistema educativo público pagado con el dinero de todos.
Rand denuncia en primer lugar el absurdo de sus reivindicaciones: estudiantes que vienen a aprender quieren decidir cómo y qué les tienen que enseñar. Como si el paciente exigiera tener voz y voto en un diagnóstico médico.
Rand alerta sobre la naturaleza totalitaria de las acciones de los muchachos, basadas en la ocupación física de espacios públicos y la fuerza intimidatoria -no sólo pero también física- de la masa. Critica la falta de articulación de sus propuestas, su demagogia antiliberal y colectivista revestida de eslóganes nuevos, simples y atractivos. Les reprocha que se arrograran una representatividad de todos los estudiantes, y por extensión de toda la juventud norteamericana, que nadie les había dado. Que lo decidido en atropelladas asambleas que procribían cualquier símbolo disidente de la estética oficial fuera la opinión de la juventud de América.
Censura Rand la naturaleza del movimiento, pero también el signo de las respuestas. Ataca la simpatía con que cientos de titulares de periódico saludaron las protestas, sin más virtudes que su novedad, su rebeldía y su juventud. Y clama contra la laxitud cómplice e irresponsable de los dirigentes universitarios, que asustados y acomplejados, sin energía ni coraje para defender razones muy superiores, redoblaron la fuerza de losindignados buscando un imposible punto medio entre el todo y la nada.
El principal llamamiento de Rand está dirigido sin embargo a la mayoría silenciosa que calla, disimula y otorga a la espera de que todo pase sin tener que complicarse. No pide a quienes no están de acuerdo su inútil presencia en las asambleas sublevadas ni manifestaciones callejeras con mensajes opuestos. Apela Rand a los descontentos discretos para que hablen en las universidades y los periódicos. En manifiestos y tribunales. En los cafés y en sus trabajos. No para cambiar opiniones construidas al margen de procesos racionales, sino para desposeer a la minoría hiperactiva de la legitimidad arrogada.
El principal motor de los indignados de entones era la fiebre revolucionaria. Las ansias juveniles de rebeldía mueve también a muchos de los indignados de hoy, independientemente de la edad. Quizá la desesperación de no encontrar trabajo y los problemas para llegar a fin de mes sean el combustible de esta revuelta española, pero esto no hace diferente la naturaleza de su protesta ni le da más legitimidad.
Su discurso utópico y falto de rigor es el que está llevando al colapso el sistema. Su desprecio de la legalidad y el de quienes deben hacer cumplirla una bomba para el Estado de Derecho. Para la única posibilidad conocida de libertad, seguridad y prosperidad.