por Jesús Sánchez-Quiñones.
Uno de los previsibles acuerdos de la actual cumbre europea será el "Pacto por el Crecimiento", financiado, en parte, mediante la creación del Impuesto sobre las Transacciones Financieras (ITF). El nuevo impuesto supondría, de aprobarse, una imposición equivalente al 0,1% del efectivo de todas las transacciones de bonos y acciones, y el 0,01% sobre el importe de los derivados.
Los partidarios de este impuesto entre las autoridades europeas llevan meses lanzando mensajes sobre la conveniencia de su implantación. El pasado 4 de junio, Algirdas Semeta, Comisario europeo de Fiscalidad, publicó un artículo en el diario Expansión, explicando las bondades del nuevo impuesto. Los argumentos utilizados en su favor están llenos de "inexactitudes", sólo achacables al desconocimiento más absoluto de cómo funcionan los mercados financieros internacionales o a un marketing político con elevado componente populista. Analicemos algunas de las afirmaciones vertidas sobre el nuevo impuesto:
- "El ITF garantizará que el sector financiero pague lo que le corresponde". Si se desea gravar al sector financiero este impuesto no es el vehículo. El gravamen no acabará recayendo en los bancos, sino en los inversores, las empresas y los ciudadanos en general. Cualquier impuesto introducido en la compra venta de acciones bonos o derivados será inmediatamente repercutido por el intermediario financiero al inversor final. El impuesto sólo servirá para encarecer la financiación de las empresas, restar liquidez al mercado financiero que lo aplique y desviar inversiones hacia otros países.
- "Un impuesto de tan solo un 0,1% sobre bonos y acciones y un 0,01% en derivados". Se presenta el impuesto como una carga ínfima sobre las transacciones financieras, pero dicho porcentaje es sensiblemente superior a los costes totales satisfechos por los principales operadores a corto plazo, muchos de los cuales operan a través de sistemas algorítmicos automatizados. La imposición de una tasa tan elevada expulsaría a este tipo de inversores, dejando de operar en aquellos mercados que apliquen el nuevo gravamen. Se estima que en algunas de las principales bolsas del mundo los sistemas automáticos "especulativos" suponen más de la mitad del volumen intermediado. Si se quiere acabar con dicho volumen "especulativo", se ha de ser consciente de las consecuencias que tendría. Los grandes inversores internacionales eligen los activos más líquidos para materializar sus inversiones. Perder liquidez en un mercado financiero (de acciones u obligaciones) implica disminuir la posibilidad de recibir inversiones extranjeras, minorando las posibilidades de financiación de las empresas que acuden a los mercados de capitales. Un mercado en el que sólo hay inversores a largo plazo no puede ser un mercado líquido. Ningún mercado tiene una liquidez adecuada si no coexisten operadores que inviertan a corto plazo, junto a inversores que invierten a largo plazo. Si sólo existieran inversores a largo plazo, cuando uno de estos inversores quisiera deshacer su posición difícilmente encontraría contrapartida a precios razonables.
- "Gracias al impuesto se obtendrían 57.000 millones de euros anuales". Suponer que la introducción de este impuesto no implicaría una reducción significativa del volumen negociado y la desviación de gran parte de la negociación a otros mercados libres de la carga de este impuesto es desconocer el funcionamiento de los mercados financieros. El propio Sarkozy en un debate con Hollande sobre la Tasa Tobin, precursora del ITF, en 1999 (sí, sí, hace 13 años) exponía un razonamiento íntegramente válido a día de hoy: ".....si nosotros ponemos el impuesto otros no lo harán...., perderemos riqueza que la ganarán otros...., vas a obtener el resultado inverso al que deseas".
En un momento en que muchos países europeos, entre ellos España e Italia, están muy necesitados de conseguir que inversores no europeos compren nuestra deuda pública e inviertan en nuestras empresas, no parece muy oportuno penalizarles con un impuesto sobre su inversión.
- "El impuesto recae sobre el sector financiero que puede permitírselo cómodamente, sin pedir nada más a los ciudadanos corrientes que quedan ampliamente al margen". Los intermediarios financieros repercutirán el coste del impuesto a los inversores. Bajo la idea populista de crear un tributo sobre el sistema financiero, visualizado como el culpable de la actual crisis económica, se crea un tributo supuestamente sobre los "mercados financieros". Es rotundamente falso que los ciudadanos corrientes queden al margen de este impuesto. Lo sufrirán, bien por que inviertan directamente sus ahorros en bonos o acciones, o bien porque mantengan inversiones en fondos de inversión o fondos de pensiones que a su vez necesariamente invertirán en acciones y bonos sujetos al impuesto.
- "El ITF conseguirá que el sector financiero pague lo que le corresponde". Este impuesto no lo pagará el sector financiero, lo pagarán los inversores y las empresas. Los grandes inversores internacionales tienen capacidad suficiente para ubicar sus vehículos de inversión y sus inversiones en mercados que no soporten este impuesto.
Es difícil creer que los responsables políticos que preconizan y alientan la aprobación del ITF con estos argumentos no sean conscientes de la escasa consistencia de los mismos. Eso sí, introducir un impuesto que acabarán pagando los ciudadanos y las empresas, con el eslogan de ser un impuesto sobre el "demoniaco" sector financiero, puede conseguir incluso un amplio apoyo entre la mayoría de la población. Es cuestión de una adecuada campaña de comunicación que ya ha comenzado. Una mentira repetida mil veces puede tener apariencia de verdad, pero sigue siendo una falsedad.
En principio el impuesto debería entrar en vigor en Francia, y sólo en Francia, este agosto. De ser así, el resto de Europa podrá contrastar las nefastas consecuencias de su implantación y podrá reflexionar sobre el mismo.