“Debemos intentar conducir siempre nuestra evolución hacia la paz sexual. Somos quizá la única especie capaz de conseguirlo voluntariamente”.
Solo en el concepto de la evolución de las especies podemos hallar explicación al extraordinario hecho de que los machos de pato criollo (especie cuyo nombre científico es Cairina moschata) poseen penes, siempre flexibles incluso en erección, de más de 20 cm de longitud con forma de sacacorchos; y las hembras, vaginas circunvolutas en dirección contraria al sentido del pene, lo que convierte el acto sexual de esta especie en un retorcido y contorsionado acontecimiento. Sin el concepto de evolución sería también difícil explicar el hecho de que el pene de esta especie de pato, que se encuentra normalmente plegado y guardado dentro de su cloaca (abertura al final del cuerpo de todas las aves que cumple las funciones excretoras y reproductoras al mismo tiempo), entra en erección y es expelido en toda su enorme longitud en solo medio segundo, y que en ese medio segundo tiene lugar también la eyaculación, lo que convierte al acto sexual de esta especie en un extraordinariamente precoz acontecimiento, eyaculatoriamente hablando.
Otras especies de patos, sin embargo, no llevan una vida sexual tan contorsionada. Los machos de estas especies, que, ¡qué pena!, suelen carecer de pene, fecundan a las hembras mediante un “beso cloacal”, en el que ambos animales conectan sus cloacas por un breve (pero supuestamente intenso) momento. ¿Qué ha sucedido con el pato criollo para que los machos hayan desarrollado gigantescos y retorcidos penes, y erección y eyaculación “relámpago”; y las hembras, cloacas circunvolutas? Como he dicho arriba, la explicación se encuentra en la teoría de la evolución, como demuestran los científicos del Departamento de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Yale, en los EE.UU, dirigidos por la Dra. Patricia L.R. Brennan, que publican sus resultados en la revista Proceedings of the Royal Society B.