Lecturas, 17 de octubre de 2010

Recolectores, granjeros y consumidores por Eduardo Robredo Zugasti

El último premio Nobel de medicina reaviva el conflicto entre la ciencia y la teología por Eduardo Robredo Zugasti

Manuel y sus 'greatest hits' por Marcos Ordóñez

El otro muerto por Marcos Ordóñez

Museo por Juan Abreu

Rosas por Juan Abreu

Por qué Obama exagera cuando dice que Fox News es destructiva por Jordi Pérez Colomé

A thought experiment by Russ Roberts

Aquel Maragall por Arcadi Espada

20 libros para perder la fe por Arcadi Espada





Un actor por Manuel Vicent




El coste del pacto por Carlos Rodríguez Braun


ANA BELKIS FERRER GARCÍA por La revolución de los gladiolos

Antwerpen - Amberes

Unas semanas en Amberes por trabajo.

Viajamos en coche, parando en Francia.

Todo viento en popa a toda vela.







Artificial Intelligence: AI

Inteligencia Artificial de Steven Spielberg es una buena película, con una factura técnica perfecta como es habitual en Spielberg.

La historia tiene su interes, ¿qué pasaría sí los robots llegan a tener sentimientos?

Aunque el futuro que nos pintan es el clásico apocalíptico, ¡¡donde se siguen leyendo periódicos de papel!!, la reconstrucción es verosímil. Los coches son siempre los mismos en todas las películas futuristas.

Genial Haley Joel Osment.

Una película para disfrutar, sobre todo por lo bien que está hecha.

Lecturas, 16 de octubre de 2010

¿Necesitamos inflación? por Juan Ramón Rallo

Vargas por Arcadi Espada

El Nobel que susurra. La conciencia cívica por Álvaro Vargas Llosa

La vía China por Arcadi Espada

Arcadi Espada en Gutun Zuria

Ángel y Giorgio (I) por Arcadi Espada

Ángel y Giorgio (II) por Arcadi Espada

Ángel y Giorgio (III) por Arcadi Espada

Madrid, qué bien resistes por Arcadi Espada

Nobel 2010, un premio contra el subsidio a los parados

Bolaños y los pobres por Carlos Rodríguez Braun
Un día de principios de los 70, lo visité en su casa de la calle Osio, en el barrio de Sarriá, Barcelona. Comimos en la cocina y luego nos sentamos a hablar de literatura en la sobremesa. A las cuatro en punto de la tarde, me dijo que lo sentía mucho pero que tenía que ponerse a escribir. «Me llama el trabajo», me dijo, «tú puedes quedarte aquí, leyendo, hasta las ocho, que termina mi jornada, y después seguimos hablando». Me pasé cuatro horas leyendo unos relatos de Juan Benet, que tenía encima de la mesa del salón, y tomando café colombiano puro que Patricia me servía en tazones, uno detrás de otro, con la sana intención de que no me durmiera antes de que volviera de escribir «Varguitas». A las ocho y unos minutos, entró de nuevo sonriente y nos fuimos a cenar a un italiano, el «Portofino», donde no dejó de hablar de literatura ni un solo momento.

El perfilador por Francisco Pérez Abellán
Alucinan en color por Gabriel Calzada