Nuestros escritos o discursos buscan la aceptación y defienden alguna tesis o al menos plantean un camino (por ejemplo, los escritos de este blog). Afirmamos que lo que pensamos es cierto o, siendo dudoso, buscamos razones para defender su veracidad. Incluso los que mienten (no me busquen por ahí que soy casto y puro) tratan de justificar su embuste de manera clara y taxativa. Lo anterior sirve en todos los ámbitos de la vida. ¿Aceptaríamos que gente que nos da un servicio o un producto dudara al describirnos los resultados que obtendremos? ¿Nos fiaríamos de un político que a la vez que expone sus propuestas nos indicara las probabilidades de que no sucedieran tal y como él predice o nos expusiera los riesgos por seguir sus caminos? La opinión firme y sin dudas es la que vende. Las incertidumbres no lo hacen. Los grises no suelen ser aceptados.