En la pregunta 33 de las 100 preguntas básicas sobre la ciencia Isaac Asimov responde a lo siguiente: ¿Qué ocurriría si se derritieran los casquetes glaciares?
"La superficie de tierra firme de nuestro planeta soporta una carga de unos 38
millones de kilómetros cúbicos de hielo (de los cuales, un 85 por 100 está en el
continente de la Antártida). Como el agua es algo más densa que el hielo, esos 38
millones, al derretirse, se quedarían en unos 33 millones de kilómetros cúbicos de agua.
Está claro que si el hielo se derritiese, toda el agua, o casi toda, iría a parar al
océano. El océano tiene una superficie total de 360 millones de kilómetros cuadrados, Si
dicha superficie permaneciera constante y los 33 millones de kilómetros cúbicos de hielo
fundido se esparcieran uniformemente por toda su extensión alcanzaría una altura de
33/360 ó 0,092 kilómetros. Es decir, la capa de hielo fundido tendría un espesor de 92
metros.
Pero lo cierto es que la extensión superficial del océano no permanecería
constante, porque, de subir su nivel, se comería unos cinco millones de kilómetros
cuadrados de las tierras bajas que hoy día festonean sus orillas. Lo cual significa que la
superficie del océano aumentaría y que la capa de ese nuevo aporte de agua no sería tan
gruesa como acabamos de suponer, aparte de que el peso adicional de agua haría ceder
un poco el fondo del mar. Aun así, el nivel subiría probablemente unos 60 metros, lo
bastante como para alcanzar la vigésima planta del Empire State Building y anegar buena
parte de las zonas más pobladas de la Tierra.
La cantidad de hielos terrestres ha variado mucho a lo largo de la historia
geológica de la Tierra. En el apogeo de un período glacial avanzan, gigantescos, los
glaciares sobre millones de kilómetros cuadrados de tierra, y el nivel del océano baja
hasta el punto de dejar al aire libre las plataformas continentales.
En cambio, cuando la carga de hielo es prácticamente nula, como sucedió durante
decenas de millones de años, el nivel del océano es alto y pequeña la superficie
continental.
Ninguna de las dos situaciones tiene por qué ser catastrófica. En pleno período glacial,
los hielos cubren millones de kilómetros cuadrados de tierra, que quedan así inhabilitados
para la vida terrestre. Pero, en cambio, salen a la luz millones de kilómetros cuadrados de
plataforma continental, con posibilidad de ser habitados.
Si, por el contrario, se derrite el hielo, el agua anegará millones de kilómetros
cuadrados, que quedan así inservibles para la vida terrestre. Pero en ausencia de hielo y
con áreas terrestres más pequeñas, el clima será ahora más benigno y habrá pocos
desiertos, por lo cual será mayor el porcentaje de tierras habitables. Y como la variación
en el volumen total del océano es relativamente pequeña (6 ó 7 por 100 como máximo), la
vida marina no se verá afectada demasiado.
Si el cambio de nivel durase miles y miles de años, como siempre ha sido en el
pasado, no habría dificultad para afrontarlo. Pero el problema es que la tecnología
humana está vertiendo polvo y anhídrido carbónico en el aire. El polvo intercepta la
radiación solar y enfría la Tierra, mientras que el anhídrido carbónico atrapa el calor y la
calienta. Si uno de los efectos llega a predominar en el futuro sobre el otro, la
temperatura de la Tierra quizá suba o baje con relativa rapidez. Y en cosa de cien años
puede que los hielos se derritan o que se formen glaciares continentales.
Lo catastrófico no será tanto el cambio en sí como la velocidad del cambio".