Gamesa a sotavento

Antón Uriarte.



Valor de las acciones de Gamesa en los últimos tres años

Me levanto leyendo en El Diario Vasco que Gamesa e Iberdrola han inaugurado un parque eólico en Honduras, el mayor de América Central, de 102 MW.

Honduras, ese país en donde hace poco más de un año dieron un golpe paramilitar y mandaron al presidente en medio de la noche al exilio y en pijama. Y en donde hace unos días hubo una masacre de más de 300 presos hacinados en una cárcel. Qué bien ... Otra buena noticia sobre esta compañía vasca puntera ... Creo que cualquier molinillo que Gamesa coloca en el mundo no pasa desapercibido en la prensa vasca. Qué bien, qué buena marcha, qué buen viento ...

Y sin embargo, qué raro, Gamesa es la empresa del Ibex que más ha hecho perder estos años a los que han comprado sus acciones. ¿Están comprados los periódicos? Pues probablemente sí, o quizás es que tienen los mismos dueños.

Miro en internet para ver si me entero de algo más y me aclaro un poco. Pongo "Honduras" y "Gamesa" en Google y busco en las páginas en inglés. Resulta que los 51 molinos de 2 MW que han colocado en un monte de Honduras han sido fabricados en un centro de Gamesa en Pennsylvania y que el proyecto ha sido financiado por un banco oficial norteamericano, el Export-Import Bank, destinado a sostener los empleos en USA fomentando las exportaciones, y por el Banco Centroamericano para la Integración Económica. O sea, todo subvencionado.

Mientras tanto, Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, clama contra las subvenciones a las renovables, pero solamente a las termosolares, a pesar de que su compañía hasta hace bien poco era una de las más firmes partidarias de este tipo de energía. "La compañía Iberdrola, ella sola, tiene en cartera 12 plantas" publicaba El País en el 2006 en tono triunfalista. Pero lo que era un boom hace cinco años, sin ninguna explicación, ha pasado a ser una burbuja.


Syria's Long, Bloody Uprising

The Atlantic.



















Dematerialising and deflating the future

Matt Ridley:
"Economic growth is a form of deflation. If the cost of, say, computing power goes down, then the users of computing power acquire more of it for less—and thus attain a higher standard of living. One thing that makes such deflation possible is dematerialization, the reduction in the quantity of stuff needed to produce a product. An iPhone, for example, weighs 1/100th and costs 1/10th as much as an Osborne Executive computer did in 1982, but it has 150 times the processing speed and 100,000 times the memory.
Dematerialization is occurring with all sorts of products. Banking has shrunk to a handful of electrons moving on a cellphone, as have maps, encyclopedias, cameras, books, card games, music, records and letters—none of which now need to occupy physical space of their own. And it's happening to food, too. In recent decades, wheat straw has shrunk as grain production has grown, because breeders have persuaded the plant to devote more of its energy to making the thing that we value most. Future dematerialization includes the possibility of synthetic meat—produced in a lab without brains, legs or guts."

Centro Comercial Las Arenas