Artículo de Arcadi Espada en el que queda retratada una de nuestras grandes políticas socialdemócratas que hemos tenido la gran suerte de disfrutar.
Siempre que pienso en los políticos españoles se me viene a la cabeza la famosa frase de Groucho Marx: "Estos son mis principios. Si a usted no le gustan, tengo otros".
ARTÍCULO:
La doblez socialdemócrata es el gran espectáculo de nuestro tiempo. A cada ejemplo uno se dice que será imposible superarlo; pero sólo es preciso que pasen 24 horas. Ayer en los periódicos la consejera catalana Geli anunciaba con gran pompa que abrirá expediente a una clínica de Barcelona que administra terapias a los homosexuales para que lo dejen. Y razonaba la consejera: «No existe evidencia científica que sostenga que la homosexualidad deba ser tratada como una enfermedad, al margen de ideologías personales.» Bien está. Tampoco existen evidencias de que la timidez deba ser tratada como una enfermedad. Y eso que, como debe de saber la consejera, hay quien es víctima de una timidez enfermiza. La enfermedad es el resultado de una cierta negociación entre moléculas hasta la frustrada negociación final y no debe de ser fácil trazar una frontera nítida y objetiva entre la salud y su ausencia. El único que está obligado a hacerlo, naturalmente, es el sistema público de salud; pero sólo porque paga las curaciones. Por otro lado no es preciso que un homosexual que viva su práctica con problemas deba declararse enfermo de homosexualidad. Puede considerar que su homosexualidad es un molesto rasgo de carácter: e ir al homosexólogo como el que va al callista. Con la enfermedad hay que andar con cuidado. La consejera Geli, antes de ejercer uno de sus feos intervencionismos, podría responder, por ejemplo, si considera que la pederastia es una enfermedad. Y si existe evidencia científica. En caso de que lo negara, querría conocer su opinión sobre los tratamientos que se aplican a los pederastas. Y mucho más querría saber si en esa clínica de Barcelona les aplicaran a los homosexuales, con su obvio consentimiento, terapias de inhibición del deseo, como las que se aplican a los pederastas: qué tendría que decir de eso, eh, la consejera Geli en buena lógica moral, legal y política.
Siendo tan pintoresco, todo esto es lo de menos. El Gran Carnaval se proyecta cuando se recuerda que esta consejera Geli es la que firmó la ley catalana sobre medicinas alternativas, cuya introducción decía: «La existencia de diversas maneras de entender la persona, el diagnóstico, la enfermedad y el tratamiento, relacionadas con la tradición de las diferentes culturas, condiciona los criterios o las opciones médicas y terapéuticas distintas.» Homeópatas o cualquier otra forma de brujería encontraban en aquel prefacio —felizmente tumbado por el Estado, como la ley entera— una base legal basada en la ideología y no en la ciencia. Ahora bien, con la homosexualidad poco relativismo. ¡Y es que hay que estar enfermo para querer quitarse!