Travis S. Little

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Lecturas 11.03.2013

La gran apuesta de Michael Lewis, por Carlos Rodríguez Braun.

Y Lewis no explica nunca que la burbuja no fue ocasionada por el mercado sino por una fabulosa expansión de la liquidez orquestada por esos bancos centrales. Sólo una vez se menciona la política de bajos tipos de interés de Greenspan (p. 263) y es para considerarla poco importante frente al mensaje fundamental: la gente ha sido engañada por estafadores del mundo financiero, con lo que cabe concluir que todo se arregla con honradez... y con más intervención, claro, como si la intervención no hubiese estado en la raíz del desastre.

Oxfam eureka, por Carlos Rodríguez Braun.

La pobreza no se supera mediante transferencias de recursos existentes, sino mediante creaciones de riqueza a cargo de los propios pobres, que jamás son considerados como protagonistas por el discurso hegemónico, que los ve como petrificados explotados, incapaces de salir adelante si no viene un poderoso a redistribuir a la fuerza la propiedad ajena.

Lamentable equidistancia periodística, por Antonio Rodilla.

Pues bien, José Ángel Abad, en su reportaje desde Venzuela para Antena 3 Noticias, ha afirmado que Henrique Capriles ”ha tildado de inconstitucional” el hecho de que Maduro haya sido nombrado Presidente de Venezuela para estos próximos treinta días antes de celebrarse las nuevas elecciones. Ya desde Madrid, el presentador ha dado a entender, como Abad, que lo de Capriles es una versión. Es la asquerosa y automática equidistancia del periodismo. Lo de Capriles, como se ha expuesto anteriormente, no es una versión, sino la lectura directa y clara de la ley. Y el periodismo envía el mensaje erróneo al telespectador, como si la ley pudiera ser una interpretación de los hechos. El periodismo, en estos casos, sólo puede hacer una cosa: denunciar la ilegalidad.

Si van a Roma y solo pueden ver una cosa, visiten el panteón de Agripa, por Pedro Torrijos.

Dos planos del edificio, uno de sección y otro de planta.
Dos planos del edificio, uno de sección y otro de planta.

Un héroe diplomático, por Arcadi Espada.

Acabo de terminar un libro que me ha llevado varios años. En nombre de Franco. Estoy con esa euforia. Trata de los dramáticos sucesos del invierno de 1944 en la ciudad de Budapest y del heroico papel que jugó en ellos la legación de España, dirigida por Ángel Sanz Briz. Es mi héroe. Exactamente mi héroe diplomático, estas dos palabras que juntas dan la impresión de un oxímoron. ¿Qué hizo para merecer mi admiración? Salvar vidas humanas. No hay mayor heroísmo concebible. Salvar las vidas de cientos de judíos, atrapados por el genocidio, que encontraron la protección del gobierno de España. Ese es, obviamente, el sinequaenon de mi admiración. Pero el hecho singular es que lo hiciera con una épica perfectamente gris. Trabajo de despacho. Reuniones con gente despreciable. Pequeños sobornos discretos. Alguna cena estratégica como máxima concesión al brillo. Ni un grito.