Libro educativo para conocer el proceso de montaje de una película de manera no técnica. Se centra en la esencia del montaje y del proceso de realización de una película (hacer sentir algo), más que en la labor técnica del montaje. Aunque sí da datos sobre el proceso y las distintas máquinas (mecánicas o digitales) que ayudan al montador.
Dedica muchas páginas a explicar por qué el cine funciona a pesar de que el montaje provoca saltos en el tiempo y el espacio que no son naturales para las personas; al contrario que en el cine nuestra vida es (y lo ha sido por miles de años para toda la humanidad) continua y sin saltos, aunque cuando soñamos sí experimentamos algo similar a lo que el cine nos ofrece.
Para Murch la emoción es el criterio más importante para realizar los cortes durante el montaje de una película. Luego vendría el criterio de hacer avanzar el argumento, pero no es ni la mitad de importante que la emoción. Los cuatro criterios siguientes tendrían una importancia menor; serían: mantener el ritmo, mantener "la situación y el movimiento del foco de interés del espectador dentro del cuadro", respetar "la gramática de las tres dimensiones convertidas en dos por la fotografía", y respetar las cuestiones de situación de las personas dentro de la escena. Concuerdo con Murch, las películas, y las obras de arte en general, deben despertar nuestras emociones como principal objetivo.
Insiste en mantener la visión global de la película por encima de los detalles y en olvidar el esfuerzo que ha costado rodar ciertas escenas; el montador, al estar alejado del proceso físico del rodaje, es una persona que será objetiva e incluirá, o excluirá, de la película los fotogramas que él piense que funcionan mejor.
Las opciones de montaje de una película son casi infinitas y el montador deber tener claro qué quiere hacer; lo primero es ordenar en su cabeza y en su lugar de trabajo las distintas escenas que se han rodado. Las notas que va tomando el montador en el proceso de visualización pueden no ser las mismas que tomaría en otro momento, por eso los sistemas que permiten visionar la película muchas veces, incluso a velocidad superior a la normal [24 fotogramas por segundo], son buenos para ir descubriendo nuevas cosas.
Una de las teorías del libro es que el ritmo y velocidad de parpadeo tiene que ver con la concentración que tenemos a la hora de realizar una tarea. Si parpadeamos mucho estamos sometidos a muchos pensamientos y buscando multitud de respuestas. Si un actor parpadea de manera antinatural hará pensar a los espectadores que no está haciendo una buena actuación. Si el actor es capaz de meterse dentro de su personaje, e interiorizar los sentimientos que se supone que tiene ese personaje, parpadeará en el momento preciso y los espectadores conectarán con él. También señala Murch que los parpadeos son un buen indicativo de cuándo realizar un corte.
El último apartado dedicado al montaje digital no es tan ágil y a veces se repite respecto de la primera parte, pero deja claro que más allá de las herramientas lo importante es tener claro qué y cómo se va a contar la historia. Más herramientas pueden dar más velocidad pero no necesariamente más calidad.
Dos últimos apuntes, el primero es que el cine sonoro cambió la forma de montar. En un principio no hacía falta ver el movimiento ya que todo era imagen y no había que entrelazar la imagen con el sonido; cuando comenzó el cine sonoro había que coordinar el movimiento de los labios de los actores con el sonido y el montaje paso a ser algo dinámico. Curiosamente las primeras montadoras fueron mujeres. El segundo es que a Murch le gusta trabajar de pie; para él el proceso de montaje es como un baile. Y no se puede bailar sentado.