Libertad Digital.
El 16 de junio de 1981 la banda terrorista ETA asesinaba de un tiro a quemarropa, en la localidad guipuzcoana de Zaráuz, a la inspectora de PolicíaMARÍA JOSÉ GARCÍA SÁNCHEZ. Fue la primera agente de Policía muerta en acto de servicio en un atentado terrorista.
La inspectora participaba en un operativo antiterrorista en Zaráuz junto a varios miembros de la Brigada Central de Información a la que pertenecía. Tenían localizada una vivienda en la urbanización Vista Alegre, donde supuestamente se escondían miembros del grupo Goierri de ETA. Los agentes establecieron un dispositivo de vigilancia en torno al edificio y se estaban preparando para entrar en el mismo.
Después de un rato de espera, cerca de la una de la madrugada la Policía forzó la puerta de acceso al portal. Mientras un grupo subía en el ascensor hasta el sexto piso, donde se presumía que podían haberse refugiado los terroristas, otro grupo quedó en el portal cubriendo una posible retirada. Entre estos últimos estaba María José García. Sin embargo, los etarras se percataron del despliegue policial e iniciaron la huida del piso. La inspectora comenzó a subir por la escalera, quizá porque había escuchado algo sospechoso, y al llegar a un descansillo, entre el portal y el primer piso, se encontró con los terroristas que le dispararon dejándola mortalmente herida.
El proyectil que alcanzó a María José García le atravesó el occipital, con trayectoria lateral, y le destrozó la parte posterior de la cabeza, según confirmaron fuentes médicas. La herida resultó mortal de necesidad y la joven ingresó cadáver a la 1:20 horas en el Hospital de la Cruz Roja de San Sebastián.
Los terroristas lanzaron dos granadas y se entabló un fuerte tiroteo, huyendo posteriormente tras hacer saltar a tiros la cerradura del primer piso. Desde una de las habitaciones los etarras saltaron por la ventana y huyeron hacia el monte Santa Bárbara, situado en la parte trasera del edificio.
Los funerales por el alma de la inspectora asesinada se celebraron en el salón del trono del Gobierno Civil de Guipúzcoa. Posteriormente, sus restos mortales fueron trasladados a Madrid.
Por este atentado sólo fue condenado en 1987 el miembro de ETA Juan María Tapia Irujo, alias Jony Zapatones, a una pena de 7 años de prisión mayor por encubrimiento, al ocultar a los terroristas que acabaron con la vida de la inspectora de Policía. El grupo Goierri estaba comandado por Mikel Goikoetxea, alias Txapela, que fue asesinado en diciembre de 1983 por los GAL en San Juan de Luz. El etarra que disparó contra la inspectora fue José Luis Eciolaza Galán, alias Dienteputo. También participó en el tiroteo un tercer terrorista, alias Antxoka. Dienteputo, con seis asesinatos a sus espaldas, permanece fugado y sin juzgar. En 2010 era considerado por las Fuerzas de Seguridad del Estado uno de los máximos dirigentes de la banda terrorista ETA.
María José García Sánchez era natural de Madrid. Tenía 23 años y estaba soltera. Hija de guardia civil, formó parte de la primera promoción de mujeres inspectoras del Cuerpo Superior de Policía. Ingresó en la Academia en febrero de 1979, junto con otras cuarenta y una mujeres. Tras ser destinada a la Brigada de Estupefacientes de Sevilla, pasó a la Brigada Central de Información. En el momento de su asesinato estaba agregada en la de Guipúzcoa. En los dos años de servicio tuvo diez menciones oficiales de felicitación por su trabajo. Fue enterrada en Ciruelos (Toledo).
El 16 de junio de 1983 fallece EDUARDO VADILLO VADILLO, incapaz de superar las graves heridas sufridas por la explosión de una bomba dos días antes. A las once de la mañana del martes 14 de junio de 1983, Eduardo fue alcanzado por la metralla de una bomba colocada por ETA, que explosionó en el momento en que adelantaba con su vehículo a otro vehículo de la Guardia Civil, en el que iba el teniente coronel José Lull Catalá, objetivo del atentado, y cuyos ocupantes resultaron ilesos.
El atentado ocurrió en el Alto de Trabacúa, en una angosta carretera entre Durango y Marquina. El lugar, boscoso y con numerosas curvas, ya había sido escenario de otras emboscadas de la banda terrorista contra miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Hacía justamente un año, el 8 de junio de 1982, dos guardias civiles resultaron heridos, uno de ellos muy grave, en un atentado prácticamente idéntico, registrado en un paraje próximo al del Alto de Trabacúa.
El 14 de junio el teniente coronel de la Guardia Civil, y jefe de la 512 Comandancia de Vizcaya, circulaba en su vehículo oficial por esa carretera. Durante todos los años que estuvo al frente de esa Comandancia, José Lull Catalá tenía por costumbre acompañar a las patrullas de sus agentes cuando tenían que hacer itinerarios regulares que les exponían a ser objetivo de atentados terroristas. De esa forma compartía el riesgo con los guardias civiles bajo su mando y mantenía alta su moral. Sabedores de esta circunstancia, la banda terrorista ETA había intentado atentar varias veces contra él.
Miembros del grupo Gorrochategui de ETA habían colocado en un arcén de la carretera una bomba del tipo conocido como hornillo. Se trata de un tipo de bomba en el que la carga es colocada adosada a los laterales de un recipiente metálico de forma cónica, que luego es rellenado con la metralla. El efecto es que, al estallar, el explosivo concentra la onda expansiva en el vértice del cono, proyectando la metralla en un ángulo de unos 45 grados. Es uno de los artefactos más mortíferos, pues la metralla así proyectada es capaz de perforar superficies muy duras. La bomba había sido colocada hacía algún tiempo, pues la banda terrorista sabía que, tarde o temprano, pasaría por la carretera algún vehículo de la Guardia Civil. La vegetación del lugar dificultaba la visión de los etarras, situados a unos setenta y cinco metros.
En torno a las 11:30 horas del 14 de junio, cuando el coche del teniente coronel Lull estaba a punto de llegar al lugar en el que estaba colocado el artefacto explosivo, fue adelantado por otro vehículo, conducido por Eduardo Vadillo. Los etarras confundieron ese coche con el de la Guardia Civil, y activaron la bomba. La potencia de la explosión desplazó el vehículo, acribillado por los diez kilos de metralla, a unos veinte metros de la carretera.
Eduardo Vadillo, alcanzado por la metralla en la cabeza, el pecho y un brazo, fue recogido gravemente herido y trasladado al Hospital de Basurto. El parte hospitalario precisó que el herido presentaba "heridas por metralla, orificio de entrada en parietal derecho, que provoca fractura con estallido de bóveda craneal y pérdida ósea, por entrada de una tuerca que aparece alojada debajo del parietal contralateral y produce salida de masa encefálica y signos de afectación neurológica muy importantes. Fractura abierta de húmero derecho. Herida incisa a nivel del tercio medio del esternón, no penetrante". Dos días después, el jueves 16 de junio, Eduardo fallecía en el hospital.
Sus compañeros de trabajo hicieron público un comunicado en el que expresaron su indignación por una situación en la que "son los más inocentes quienes pagan siempre las consecuencias de actos tan salvajes. Queremos que, de una vez por todas, nos dejen en paz, ya que lo único que pretendemos es vivir y trabajar en un clima de tranquilidad, pues estamos hartos de atentados y secuestros, que sólo conducen a destruir nuestra querida Vizcaya".
Tras la explosión de la carga, el conductor del vehículo del teniente coronel Lull Catalá, el guardia civil José González Rodríguez, se apeó del automóvil y repelió la agresión a tiros, subiendo monte arriba en busca de los autores del atentado. Éstos habían emprendido la huida, pero dejaron indicios y pistas que condujeron a la detención, a los pocos días, de Larrinaga Celaya.
En 1984 la Audiencia Nacional condenó al etarra José Ramón Larrinaga Celaya como autor material del atentado a una pena de 9 años de prisión mayor por un delito de atentado contra un miembro de las Fuerzas de Seguridad del Estado, y a 29 años de reclusión mayor por el asesinato de Eduardo Vadillo. En 2002 fue condenada por este atentado a 23 años Carmen Guisasola Solozábal.
Según el relato de hechos de la sentencia, Guisasola integraba el grupo Gorrochategui de ETA junto con José Ramón Larrinaga y José Francisco Rementería Barruetabeña, alias Patxi Rementería(fallecido en 2000 cuando explotó el artefacto preparado para cometer un atentado que transportaba en un vehículo). Los tres eran de Marquina y residían en esa localidad. En 1983 planearon causar la muerte del teniente coronel de la Guardia Civil José Luis Lull Catalá, de quien sabían que solía viajar de Bilbao a Marquina cada cierto tiempo en un vehículo de color negro. Tras seguir a su objetivo durante un tiempo planearon colocar una carga explosiva en un talud de la carretera local B-140, para hacerlo explotar al paso del vehículo del teniente coronel. Para ello, prepararon un artefacto compuesto por 4 kilos de explosivo Goma 2 y 8 kilos de tornillería. En febrero de 1983 los tres terroristas se desplazaron hasta el lugar señalado y excavaron un agujero en el talud para introducir la bomba, encargándose Guisasola de extender un cable que uniría el artefacto con el dispositivo de activación. Durante varios meses se dirigieron al lugar para esperar el paso del automóvil oficial, lo que no ocurrió al seguir el teniente coronel un recorrido distinto al previsto por los terroristas.
El 14 de junio los terroristas se enteraron de que su víctima iba a pasar nuevamente por la carretera, por lo que se reunieron en el lugar donde estaba oculto el explosivo. Larrinaga retrocedió unos kilómetros atrás y esperó a que apareciera el automóvil de la Guardia Civil, para entonces ponerse delante y avisar con dos bocinazos de claxon. El adelanto del coche oficial por el vehículo conducido por Eduardo Vadillo frustró sus planes de acabar con la vida del teniente coronel. Tras el atentado, Guisasola escribió de su puño y letra una nota a la dirección de la banda terrorista en la que explicaba el error y señalaba que el teniente coronel se "había escapado varias veces" y, en letras mayúsculas: "ERA NUESTRO GRAN SUEÑO!!!".
Efectivamente, el grupo Gorrochategui de ETA había intentado asesinar a Lull Catalá en, al menos,tres ocasiones anteriores. El 29 de enero de 1982, cuando la Guardia Civil consiguió desactivar una carga con 5 kilos de Goma 2 y 16 kilos de tornillería en las proximidades de Marquina. El 8 de junio 1982, atentado en el Alto de Trabacúa, en el que resultaron heridos gravemente dos guardias civiles. Este segundo intento fue prácticamente idéntico al de un año después. Ese día el teniente coronel Lull iba con la patrulla, pero la dejó en Amorebieta para dirigirse a Guernica, cambiando de planes de forma imprevista. Por último, el 13 de octubre de 1982, los etarras Guisasola, Larrinaga y Rementería hacen estallar otra carga de 5 kilos de Goma 2 y 15 de tornillería, otra vez en las proximidades del Alto de Trabacúa. El teniente coronel había pasado por la zona cinco minutos antes, por lo que la explosión no le afectó a él, pero sí a dos de sus subordinados. Resultaron heridos dos guardias civiles, uno de ellos de gravedad.
Cabe resaltar que, curiosamente, el teniente coronel Lull Catalá, el "gran sueño" de la etarra Guisasola, luchó siempre contra la ETA cumpliendo estrictamente la ley, por lo que se opusosiempre a la utilización de cualquier atajo en la lucha antiterrorista y a las actividades de los GAL. Pese a ello, y como hemos visto, la banda terrorista ETA intentó, infructuosamente, acabar con su vida una y otra vez. Otro dato a tener en cuenta es la información con la que contaban los miembros del grupo Gorrochategui para cometer el atentado. Por un lado, Patxi Rementeríatrabajaba en la fábrica de armas de Marquina, por lo que tenía información exacta en cuanto a días de transportes y, con toda seguridad, en cuanto al vehículo oficial utilizado por Lull Catalá. Por otra parte, los etarras también habrían tenido acceso a documentos oficiales. De ahí que Guisasola utilizase correctamente la abreviatura de "teniente coronel" en la nota manuscrita que remitió a la dirección de la banda.
ETA no consiguió acabar con la vida de Lull Catalá, aunque por el camino quedaron varios guardias civiles gravemente heridos y la vida de Eduardo Vadillo.
Eduardo Vadillo Vadillo era natural de Villalba de Losa (Burgos), aunque estaba domiciliado en Bilbao. Tenía 58 años, estaba casado y era padre de dos hijas. Trabajaba como jefe de ventas de la delegación de la empresa Land Rover Santana en Bilbao. El 14 de junio, día del atentado, se dirigía por la carretera de Durango a formalizar un contrato con un cliente.