Qué maravillosa manera de conocerse gracias a la carbonilla que se le mete en el ojo a ella y que él ayuda a sacar [uno de mis momentos inolvidables de la historia del cine]. La ilusión de dos personas por compartir tiempo juntos, reflejada en la rapidez con las que él baja las escaleras cada vez que la ve y la cara de alegría de ella. La lucha entre lo que creen mejor para sus vidas y lo que desean. La expresión de alegría, reflejada en los ojos de ella, al estar con su amante y el sufrimiento que ella expresa por la culpa que siente cuando no está con él. Todo lo anterior y mucho más cuenta esta gloriosa película dirigida por David Lean en 1945.
Laura disfruta sola de un día de relax cada jueves; cambia de libro en la biblioteca, va al cine, hace compras y pasea. Una ama de casa y esposa tradicional; pero todo cambia cuando conoce casualmente a Alec; esposo y médico con una vida también tradicional. No obstante, la relación breve e intensa entre Laura (Celia Jonhson) y Fred (Trevor Howard) no se debe al mal comportamiento de sus respectivas parejas, sino a su atracción mutua. De hecho, el marido de Laura tiene un buen comportamiento al final de la película cuando la ve hundida y le brinda su apoyo. Curiosamente Laura considera que su marido es la única persona a la que podría contar su aventura amorosa y llegar a entenderla.
La película es una lucha entre culpabilidad y atracción. Todo lo vemos desde el punto de vista de Laura; la historia está contada como un flashback y sabemos cómo se siente ella por el monólogo interior de la protagonista que escuchamos a lo largo de la película. De ella sabemos mucho, de su amante menos; nunca vemos a la familia de él. La mencionada culpabilidad tiene dos vertientes, una el propio engaño a la pareja y otra la posibilidad de abandonar a sus hijos y su marido. La segunda recuerda mucho a otra colosal película "Los puentes de Madison", dirigida por Clint Eastwood; en ella la protagonista también se debate entre la atracción por su amante y la posibilidad de abandonar a sus hijos y marido. No obstante cuando los amantes están juntos no hay atisbo de culpabilidad; todo se ilumina y sus caras demuestran la felicidad que invade a los personajes.
La única escena en la que ella no está presente, aunque puede saber lo que sucedió porque él se lo contase, es en la que aparece el amigo de Alec cuando Laura y él están en el apartamento del amigo; es desconcertante la reacción del amigo y cómo trata a Alec; demasiado agresivo y distante.
La película está muy marcada por los horarios de los trenes; estos siempre marcan el final de sus citas ya que deben partir a sus respectivos hogares. En contraposición está el día que pasan al aire libre moviéndose con un automóvil. La libertad de moverse a su antojo sin horarios ni rutas fijas.
Aunque no parece un sueño lo que rememora la protagonista, sí tienen un carácter onírico la historia y la puesta en escena. De hecho, al estar contado en forma de recuerdo se podría interpretar que la historia no es fiel a lo que realmente sucedió, sino que la protagonista recuerda lo que más le interesa e incluso inventa cosas.
Destaco la caballerosidad que luce Alec; siempre en su sitio incluso en la escena de despedida cuando la "amiga" chismosa de Laura los interrumpe y no es capaz de darse cuenta de que sobra. Él le lleva té y se lo paga.
El contrapunto a la pareja protagonista lo da la dueña del bar de la estación de trenes y el hombre de seguridad de la estación, quienes flirtean y se sienten también atraídos uno por el otro, pero de una manera más divertida y pícara.
En el aspecto técnico, además de las luces y sombras usadas en función del momento de la película, se usan mucho distintos tipos de movimientos de cámara para destacar el estado de ánimo de los protagonistas; por ejemplo los planos inclinados y contrapicados para indicar inestabilidad emocional de los personajes.
La película es una lucha entre culpabilidad y atracción. Todo lo vemos desde el punto de vista de Laura; la historia está contada como un flashback y sabemos cómo se siente ella por el monólogo interior de la protagonista que escuchamos a lo largo de la película. De ella sabemos mucho, de su amante menos; nunca vemos a la familia de él. La mencionada culpabilidad tiene dos vertientes, una el propio engaño a la pareja y otra la posibilidad de abandonar a sus hijos y su marido. La segunda recuerda mucho a otra colosal película "Los puentes de Madison", dirigida por Clint Eastwood; en ella la protagonista también se debate entre la atracción por su amante y la posibilidad de abandonar a sus hijos y marido. No obstante cuando los amantes están juntos no hay atisbo de culpabilidad; todo se ilumina y sus caras demuestran la felicidad que invade a los personajes.
La única escena en la que ella no está presente, aunque puede saber lo que sucedió porque él se lo contase, es en la que aparece el amigo de Alec cuando Laura y él están en el apartamento del amigo; es desconcertante la reacción del amigo y cómo trata a Alec; demasiado agresivo y distante.
La película está muy marcada por los horarios de los trenes; estos siempre marcan el final de sus citas ya que deben partir a sus respectivos hogares. En contraposición está el día que pasan al aire libre moviéndose con un automóvil. La libertad de moverse a su antojo sin horarios ni rutas fijas.
Aunque no parece un sueño lo que rememora la protagonista, sí tienen un carácter onírico la historia y la puesta en escena. De hecho, al estar contado en forma de recuerdo se podría interpretar que la historia no es fiel a lo que realmente sucedió, sino que la protagonista recuerda lo que más le interesa e incluso inventa cosas.
Destaco la caballerosidad que luce Alec; siempre en su sitio incluso en la escena de despedida cuando la "amiga" chismosa de Laura los interrumpe y no es capaz de darse cuenta de que sobra. Él le lleva té y se lo paga.
El contrapunto a la pareja protagonista lo da la dueña del bar de la estación de trenes y el hombre de seguridad de la estación, quienes flirtean y se sienten también atraídos uno por el otro, pero de una manera más divertida y pícara.
En el aspecto técnico, además de las luces y sombras usadas en función del momento de la película, se usan mucho distintos tipos de movimientos de cámara para destacar el estado de ánimo de los protagonistas; por ejemplo los planos inclinados y contrapicados para indicar inestabilidad emocional de los personajes.
El inicio de la película es magistral con un plano general en el que se distinguen tres momentos; el primero, la charla pícara entre otra pareja de personajes (la dueña del bar y el hombre de seguridad); quienes le agregan humor a la película, con ella siempre dejándose querer o rechazándolo en función de sus estado de ánimo. El segundo, en la mesa con los personajes principales sentados y charlando, con un acercamiento de cámara lento que nos sitúa junto a ellos; y el tercero, la intromisión en la charla de los protagonistas de una persona ajena quien rompe toda la magia que están viviendo en ese momento, y les obliga a una despedida precipitada e incómoda [un apretón en el hombro de él a ella es lo máximo que pueden hacer. Realmente frustrante.]
La música de Rachmaninoff, Concierto para piano n.º 2., nos acompaña durante toda la acción de la película.
He visto multitud de veces esta película y cada vez me gusta más. Una historia de amor sencilla y contenida que refleja bien hasta dónde pueden llegar algunos por amor y los límites que tienen para no realizar cosas que desean.
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Enlaces y libros:
A unique insight into David Lean’s method and vision. Cinephilia & beyond.
Breve encuentro (Brief Encounter). IMDB.
David Lean, de Ramón Moreno Cantero. Editorial Cátedra. 1993.
¡Qué grande es el cine! Breve encuentro.
¡Qué grande es el cine! Breve encuentro.