San Francisco tenía 200 habitantes en 1846 y en 1852 tenía 36.000. Fue la fiebre del oro, que empezó con un subidón, que duró unos pocos años, pero que colocó a California a la cabeza del progreso durante siglo y medio. Hay que recordar que el subsuelo pertenecía al dueño del terreno, y el terreno al primero que llegase, y el oro y la plata que hubiese allí abajo también. De ahí el rush.
Ahora, en el 2011, se dan prisa en el este del país. En Ohio, en Pensilvania. Ya no es oro sino pizarras con gas (shale gas). Mes a mes aumentan las concesiones de perforación. Hay que cavar mucho más, a veces a varios miles de metros de profundidad, para llegar a los estratos de Marcellus, o a otra formación más abajo, Utica Shale. Es caro. Ya no lo puede hacer uno mismo y el propietario del terreno ya no se queda con todo lo que encuentre sino con unos royalties según el valor del gas extraído. El resto para la compañía, de la que también se cobra el alquiler del terreno de perforación.
Sin embargo, en Francia y en Inglaterra —y aquí—, entre que el subsuelo pertenece al Estado y que hay un respeto reverencial al ecologista plantaberzas, los políticos frenan el impulso y envuelven el asunto en un secretismo casi total.
¿Por otra parte, qué iba a ser entonces de los macroproyectos británicos de energía eólica offshore o de los grandes proyectos de captación solar en pleno Sahara? ¿Qué iban a hacer los franceses de su poderío nuclear?
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