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La memoria difícil. Maite Pagazaurtundúa

No he conocido a nadie que haya descrito mejor que Angel García Ronda en algunos parlamentos de la protagonista de su novela La respuesta el fango moral y la degradación que se fue introduciendo hasta el tuétano de la sociedad vasca, día a día, desde los años setenta. En muy pocos años ETA amordazó a la sociedad vasca -también a la navarra, aunque con menos fortuna- mediante una serie de asesinatos aleatorios que iban acompañados de acusaciones que estigmatizaban al asesinado y sus familiares. Así consiguieron que la gente dejase de opinar con libertad y que la población dejase de relacionarse con militares, policías y guardias civiles, las víctimas potenciales claramente identificadas por ETA. Los representantes del poder del Estado y sus familias conocieron un tormento social sin límites y sufrieron las oleadas de atentados terribles de los primeros años de la democracia española.

El miedo después de cuarenta años es, ya, parte de la idiosincrasia del comportamiento comunitario.

Cada una de las medidas que buscan en los últimos años la deslegitimación social o política del fanatismo identitario nacionalista ha debido ser arrancada con enorme incomodidad para una parte relevante de la ciudadanía. La sociedad vasca ha eludido permanentemente enfrentarse a la responsabilidad colectiva por la pasividad e insensibilidad ante el fenómeno del fanatismo identitario terrorista de ETA. Hannah Arendt acuñó el concepto de que “somos responsables del mundo en que vivimos” y la sociedad vasca realiza un mohín de desagrado cada vez que alguien se atreve a pedir la palabra y repetir algo parecido.


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Por imperativo legal, perdonamos. Arcadi Espada

Maite Pagaza es una mujer admirable. Te lo he dicho y escrito decenas de veces. Las razones son múltiples, pero ahora sobresale una: ha conseguido que su condición de víctima del terrorismo sea marginal. En el espacio público Maite Pagaza ya no es la dama consorte de la muerte, sino una mujer intelectualmente enfrentada al complejo asunto moral de la convivencia entre asesinos y víctimas en el próximo País Vasco. Entre sus últimos trabajos, como presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, está un documental que se presentó el miércoles en Madrid. El 27 de marzo de 2011, nueve personas se reunieron para debatir el Documento de la Justicia que la Fundación había elaborado semanas antes. El encuentro fue filmado íntegramente. Manifiesto para un final se llama. Extremadamente sobrio y de gran interés. La asociación quiere organizar proyecciones en toda España y tejer una trama de debates. Para pellizcar el músculo moral de la sociedad española. Será necesario. El Estado ha derrotado a ETA. Ahora habrá que escribir la crónica. Yo recomiendo consultar a los franquistas, si queda alguno, porque entienden mucho de este asunto; ellos que ganaron la guerra pero permitieron que sus enemigos la escribieran.
  

Hace algún tiempo escribí que lo peor de exigir el perdón a los etarras es que habríamos de dárselo. Porque, en efecto, no se concibe una circunstancia de penitencia unilateral, no correspondida. No sé qué opinarán las víctimas que aparecían en el documental de mi querida Pagaza. Víctimas hay de muchos pareceres. Es esta humanidad plural la que las diferencia, y muy precisamente, de sus asesinos. Yo me atrevo a pedirle a Antonio Recio que revise la jurisprudencia del perdón. Sobre todo para que las víctimas españolas, como hicieron desde el primer muerto, puedan seguir acogiéndose cada día del resto de sus vidas al imperativo legal. Y que así, desde su más estricta observancia, perdonen. Las que puedan perdonar y las que no.



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