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Los imperialistas atacan a Paraguay

por Mary Anastasia O'Grady.



Paraguay tal vez no tiene mucho que mostrar, pero al menos si tiene un presidente jefe de la Corte Suprema que no se deja intimidar por la izquierda cuando se le pide que defienda la Constitución. Conozco a mucha gente que desearía vivir en un país así.
El reciente fallo de la Corte Suprema de Paraguay, que permitió en forma unánime que procediera la impugnación legal del presidente Fernando Lugo por parte del Congreso llevada a cabo el 22 de junio, no estaba exento de los ataques de sectores que defienden intereses particulares. Pero al tomar la decisión, el principal magistrado del panel constitucional se basó en la ley en las veleidades de la política.
AFP/Getty Images
Haciendo caso omiso de los complicados razonamientos legales, las potencias imperialistas de América Latina no aprueban esta decisión. Hugo Chávez, Raúl Castro y los presidentes de Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Argentina, todos miembros de la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América de Chávez (ALBA) la han calificado como un "golpe de estado" y trabajan con ahínco para aislar a un país pequeño y sin salida al mar.
Cuba también está aportando un poco de humor. Llamó a su embajador en Paraguay debido a que dijo que la Habana no "no reconocerá autoridad alguna que no emane del sufragio legítimo y el ejercicio de la soberanía por parte del pueblo paraguayo".
¿Qué es lo que realmente sucede en Paraguay y por qué debería importarnos? Abordemos la segunda parte de esa pregunta primero. Después de los atentados terroristas del 11 de septiembre, los organismos de inteligencia de Estados Unidos dedicaron una cantidad significativa de atención al área de la triple frontera entre Paraguay, Brasil y Argentina, debido a su elevada población proveniente de Medio Oriente y su reputación de ser un lugar donde no impera la ley. En aquel momento los expertos se preocupaban de que ya fuera, o que pudiera convertirse, en un foco terrorista islámico.
En donde EE.UU. ve un potencial de crisis, Chávez ve una oportunidad. El presidente venezolano desea transformar a Paraguay en un satélite de su revolución bolivariana, la cual busca la desestabilización y destrucción de las democracias débiles mediante la violencia. Chávez también tiene una relación especial con Irán y el control bolivariano de Paraguay beneficiaría a ambas partes.
Lugo, que asumió el poder en 2008, tenía que ser el punto de entrada de Chávez en Paraguay. Pero el ex obispo era un hombre sin partido y nunca acumuló el poder necesario para llevar a cabo los planes de su mentor. De los cinco cargos presentados en su contra durante el proceso de impugnación, dos alegaban un supuesto apoyo a violentas invasiones de terrenos por parte de movimientos de campesinos sin tierras y uno lo acusaba de fomentar políticas de izquierda radical en las guarniciones militares. Una cuarta acusación dijo que infringió la ley al firmar un acuerdo internacional sin la ratificación del Congreso.
Sin embargo, a la hora de considerar si se trató de un "golpe de estado" lo que hay que tener en cuenta no son los supuestos crímenes de Lugo, sino si el proceso se ajustó a la ley. Claramente lo hizo.
Cuando Paraguay diseñó la Constitución de 1992, después de cuatro décadas de dictadura, buscó una forma de limitar el poder del Ejecutivo. Lo hizo a través del Artículo 225, el cual le permite al Congreso remover al presidente de su cargo ante el "pobre desempeño de sus deberes", después de obtener una mayoría de dos tercios en la cámara baja y en el Senado. Fue así como una votación de 76 a 1 en la Cámara y una de 39 a 4 en el Senado puso fin al mandato de Lugo. El vicepresidente, Federico Franco, fue nombrado presidente, conforme lo estipula la ley. La Corte Suprema determinó posteriormente que el Congreso actuó de acuerdo a sus facultades.
El Congreso paraguayo ha sido una piedra en el zapato de Chávez por años. Además de descarrilar el trabajo revolucionarios de Lugo, ha usado su veto en Mercosur para bloquear el ingreso de Venezuela al bloque comercial. Ahora, Chávez ha conseguido su venganza. Después de presionar para que se suspendiera a Paraguay de Mercosur, Venezuela recibió permiso para unirse la semana pasada. Se trata de una violación de los estatutos del grupo puesto que todas esas decisiones requieren un consentimiento unánime. ¿Pero a quién le importa? Eso no es más que retórica legal.
Hubo una época en la que este tipo de acoso por parte de los rufianes antidemocráticos de la región se habría topado con la solidaridad de las repúblicas libres. Y algunas lo han hecho. Canadá, Alemania, España y el Vaticano han reconocido al presidente Franco. Pero países como EE.UU., Colombia y Brasil brillan por su ausencia.
A Colombia se le puede perdonar ya que el presidente Juan Manuel Santos parece tenerle miedo a Hugo Chávez y debe aceptar que EE.UU. ya no es un aliado confiable. Pero el que Brasil lo llame un golpe de estado es una vergüenza. El país del futuro sigue diciendo que desea estar a cargo en Sudamérica, pero cuando recibe la oportunidad de liderar, le cede el lugar a Venezuela.
De EE.UU. tampoco se puede decir mucho. El Departamento de Estado asegura que está tomando un enfoque multilateral. No lo está llamado un golpe de estado, pero no ha reconocido al presidente Franco porque le preocupa la rapidez del proceso. Eso no debería importar debido a que el Artículo 225 no especifica preparación alguna para el juicio. ¿Pero quién lee Constituciones en EE.UU.? Esa es sólo otra retórica legal.

La defensa selectiva de la democracia

Andrés Oppenheimer.



Disculpen el atrevimiento, pero Brasil, Argentina, Colombia y otros varios países latinoamericanos tienen mucha de la culpa por la reciente salida forzada del ex presidente paraguayo Fernando Lugo: han permanecido en silencio ante tantas violaciones a la democracia en Nicaragua, Bolivia, Venezuela y Cuba que han contribuido a crear un clima de “vale todo"' en la región.
La defensa selectiva de la democracia de muchos países latinoamericanos — que ponen el grito en el cielo cuando presidentes de derecha atropellan las libertades democráticas, pero no dicen una palabra cuando presidentes de izquierda hacen lo mismo— ha dado como resulto una constante erosión de la democracia.
El nuevo gobierno paraguayo del presidente Federico Franco, que fue suspendido del Mercosur, argumenta que el Congreso paraguayo actuó estrictamente dentro de los límites de la Constitución cuando depuso a Lugo el 22 de junio.
El artículo 225 de la Constitución de Paraguay permite que el congreso paraguayo enjuicie al presidente “si desempeña mal sus funciones” y si —tal como ocurre en los sistemas parlamentarios— dos tercios de ambas cámaras del congreso votan su destitución. La votación contra Lugo fue de 39 a 4 en el Senado y de 73 a 1 en la Cámara de Diputados.
Pero los críticos señalan— acertadamente— que el procedimiento no cumplió el proceso debido, porque no se le dió a Lugo el tiempo necesario para preparar su defensa. Aunque el artículo de la Constitución no especifica cuánto tiempo se debe dar al presidente, otros artículos dicen que todo individuo tiene derecho “al tiempo indispensable para preparar su defensa”. Lugo había pedido 18 días, pero sólo se le concedieron dos horas.
En cualquier caso, los legisladores que orquestaron la destitución forzosa de Lugo deben haber sentido que su "juicio político express" era un pecadillo menor comparado con las violaciones de los derechos democráticos que estan teniendo lugar en otros países de la region, sin ninguna consecuencia diplomática.
En las elecciones de 2011 en Nicaragua, no hubo ninguna queja oficial latinoamericana cuando el presidente Daniel Ortega se hizo reelegir para un tercer período presidencial pese a todo tipo de irregularidades. La misión de observación electoral de la Unión Europea afirmó que el resultado electoral fue ''opaco", y que el proceso "fue conducido por un sistema electoral que no era independiente”.
Casi todos los observadores internacionales coincidieron que la candidatura de Ortega para la reelección estaba prohibida por el artículo 147 de la Constitución nicaragüense, que prohibe la reelección consecutiva, o por más de dos períodos. Pero Ortega consiguió que los jueces sandinistas dictaminaran — en un procedimiento ilegitimo - que la cláusula constitucional no se aplacaba en este caso.
De manera semejante, tampoco hubo quejas latinoamericanas cuando el presidente venezolano Hugo Chávez inhabilitó sin debido proceso a mas de 270 lideres opositores en las elecciones para gobernadores estatales de 2008.
Tampoco hubo reclamos regionales cuando Chávez decidió no renovar la licencia de la cadena televisiva independiente RCTV, ni cuando desconoció la voluntad de los votantes venezolanos, que en 2008 eligieron al candidato opositor Antonio Ledesma como alcalde de Caracas. Tras la victoria electoral de Ledesma, Chávez creo un nuevo cargo por encima del alcalde de Caracas, y le quito a Ledesma casi todos sus poderes, y virtualmente todo su presupuesto oficial.
En Bolivia, durante los últimos cuatro años el presidente Evo Morales ha encarcelado o enviado al exilio a casi todos los gobernadores estatales opositores, sin someterlos a los procedimientos señalados por la ley. Al menos cinco gobernadores opositores, incluyendo a algunos ex candidatos presidenciales de la oposición, han sido encarcelados u obligados a salir del país sin debido proceso.
Y el dictador militar de Cuba, Gen. Raúl Castro, en lugar de ser presionado para que permita elecciones libres, ha sido recibido con creciente calidez por los muchos de los presidentes que hoy denuncian la destitución de Lugo. En la reciente Cumbre de las Américas en Cartagena, Colombia, casi todos los países de la región amenazaron con no asistir a futuras cumbres entre Estados Unidos y Latinoamérica si Cuba no es invitada.
Por absurdo que parezca, Cuba —que no ha permitido elecciones libres en más de cinco décadas— retiró su embajador de Paraguay la semana pasada, senalando en un comunicado que la isla “no reconocerá autoridad alguna que no emane del sufragio legítimo y el ejercicio de la soberanía por parte del pueblo paraguayo", informó la agencia EFE.
Mi opinión: La destitución del ex presidente paraguayo Lugo estuvo mal y —aunque no es tan claramente violatoria de la ley como el golpe de Honduras en 2009— merece la condena de la región.
Pero la indignación selectiva de Brasil, Argentina, Colombia y otros países por la violación de los principios democráticos en la región ha promovido este tipo de conductas. Es hora de que los países alcen la voz contra todas las violaciones de los principios democráticos, ya sea en Paraguay, Honduras, Nicaragua, Venezuela o Cuba.

Read more here: http://www.elnuevoherald.com/2012/06/30/v-fullstory/1241503/paraguay-la-defensa-selectiva.html#storylink=cpy

Exiliados

Arcadi Espada.

La cuestión trasera a esta iniciativa absurda es otra, y es la importante. Durante treinta años el Estado democrático, y sus dos gobiernos activos en el País Vasco no cumplieron con su principal obligación, que es la de proteger a los ciudadanos. Entre las diversas medidas que no tomaron estuvo, por ejemplo, la suspensión de la autonomía vasca. El autogobierno y sus procesos electorales les pareció compatible, incluso, con cien muertos al año. Bien está. Es posible que hicieran lo más conveniente. Pero si lo hicieron, y permitieron que la comunidad vasca se construyera sobre esos cadáveres, sería de agradecer que no trataran ahora, a lo Zapatero, de ganar la guerra civil. El exilio en nada se parece a la muerte. Excepto en que nunca se vuelve.

Las transiciones son lentas, y la egipcia también

Jordi Pérez Colomé.



Egipto supo ayer los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Ganó el candidato de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Mursi, de 60 años (a la derecha en la foto), pero no logró el 50 por ciento de votos necesarios para evitar una segunda vuelta.

Su rival será Ahmed Shafiq, de 70 años, ex ministro de Aviación Civil durante la última década de Mubarak y primer ministro desde el inicio de la revolución. Shafiq, como Mubarak, fue piloto y comandante en el ejército del aire egipcio. La segunda vuelta será el 16 y 17 de junio; si nada falla, estaré en Egipto para verla.


El resultado es un desastre para los jóvenes liberales que promovieron la revolución. Es la peor situación posible: Hermanos contra régimen es un enfrentamiento de hace décadas, como si la revolución no hubiera ocurrido. Es una prueba de que son las dos fuerzas mejor asentadas.

Aunque no había ningún candidato que reuniera todas las condiciones ideales, cualquier otro hubiera sido mejor: el secular de izquierdas Hamdeen Sabahi, que quedó tercero con una campaña limitada, pero con un eslogan resultón -”uno de nosotros”-; el islamista moderado Abul Fotouh o el miembro del antiguo régimen, pero más liberal Amr Musa.

Anoche, el líder del partido político de los Hermanos, Esam El-Erian, dijo que “la nación en peligro” será su eslogan electoral y convocó una reunióncon el resto de candidatos para hacer un frente común frente a Shafiq: la revolución contra el antiguo régimen. Los dos candidatos pueden elegir ahora a sus vicepresidentes. En esa selección pueden acercar a sectores que se sienten ahora abandonados. Los votantes que se han quedado sin opciones pueden cambiar su voto a cambio de promesas firmes.

La campaña de la segunda vuelta presidencial será un esfuerzo de los dos candidatos por pintar lo terrible que sería que ganara el otro: el miedo al regreso al pasado y el miedo al islamismo -”las fuerzas oscuras”, como las llama Shafiq. No parece que vayan a ser días de calma y unidad nacional.

¿Para esto se ha hecho una revolución?, me han dicho varias veces en twitter.


Parece que sí. La democracia es imprevisible. La mejor noticia durante la campaña es que por primera vez en Egipto nadie sabía quién iba a ganar. Ningún expertos acertó los dos nombres: era más fácil adivinar a Mursi porque, aunque es un político soso, su partido había arrasado en las parlamentarias; por fuerza debía sacar un resultado razonable.

El derecho a equivocarse es parte del juego democrático. Desde fuera la elección siempre se ve clara –todos sabemos siempre quién es el bueno y quién es el malo–, pero desde dentro las preocupaciones eran otras: la economía y la estabilidad.

Los dos candidatos que daban más certezas en los dos campos son los que han ganado. Eran también los dos políticos que mejor representaban sus posiciones. Los otros tres favoritos aspiraban a un centro que en Egipto está aún por construir.

A pesar de que no haya habido hasta ahora noticias de pucherazo, es obvio que a estas alturas la democracia egipcia no es ejemplar. La comisión electoral no admite recursos y permitió que participaran miembros del antiguo régimen, como Shafiq, cuando según una nueva ley del Parlamento no debía ser posible. También hay sospechas de compra de votos.

Pero el juego político hizo cambiar a todos: los Hermanos Musulmanes prometieron que no presentarían a un candidato presidencial y han acabado ganando. Es probable que no se fíen del poder limitado que por ahora tiene el Parlamento. Su visibilidad es también un peligro. Si Egipto no remonta, la culpa será solo de ellos.

En las elecciones parlamentarias, los islamistas -Hermanos y salafistas- sacaron el 70 por ciento. Mursi por tanto debería ganar. Pero en las legislativas, los partidos del antiguo régimen no lograron nada y esta vez su candidato ha quedado el segundo. Algo ha cambiado, así que puede haber más sorpresas. La menor participación ha favorecido también a los ganadores.

La posible división entre los liberales puede darle algún voto a Mursi. Hay un grupo de votos ahí -sobre todo los que se ha llevado Sabahi- que están por asignar. La elección entre dos males llevará a muchos a considerar que Mursi es la opción menos mala. Aunque para algunos no hay duda.Shafiq es parecido a votar a Mubarak. Egipto lleva 60 años con esa prueba:


Por supuesto, un presidente, un gobierno y un Parlamento de los Hermanos Musulmanes no es algo que pueda celebrarse. Muchos temen que impongan leyes islámicas restrictivas. Es un riesgo que ahora mismo habrá que correr: los votantes de los Hermanos también son parte de Egipto y la democracia es aceptar su opinión.

Las alternativas son también poco prometedoras. La revolución ha sacudido los fundamentos de la sociedad egipcia, pero los egipcios no han cambiado en un año y medio.