Víctimas, 30 de mayo: José Martínez Parens, Alfredo Aguirre Belascoáin, Francisco Miguel Sánchez, Bonifacio Martín Hernando y Julián Embid Luna

Libertad Digital.



A las seis y media de la tarde del 30 de mayo de 1985 la banda terrorista ETA asesina en Marquina (Vizcaya) de un tiro en la nuca a JOSÉ MARTÍNEZ PARENS, jefe de personal de la fábrica de armas Esperanza y Cía.
Esa tarde, y una vez que finalizó su jornada laboral, José tomó unos chiquitos con sus amigos en el Bar Dantzari de Marquina. De ahí se dirigió al Bar Enda, junto a su domicilio. Cuando se disponía a entrar en el local, dos terroristas abordaron a la víctima en plena calle y uno de ellos efectuó un solo disparo de pistola, con un proyectil 9 milímetros parabellum, marca FN, fabricado en 1978. El proyectil, que penetró por la nuca, atravesó la cabeza de José saliendo por uno de sus ojos. Su mujer y una de sus hijas se encontraban en un parque cercano, por lo que fueron de las primeras personas en llegar hasta el cuerpo caído de la víctima. Pese a la gravedad de la herida, José permanecía aún con vida cuando, diez minutos después de producirse el atentado, era introducido en una ambulancia que le trasladó al Hospital de Galdácano, en el que ingresó ya cadáver. Su mujer, que le acompañaba en el trayecto, se desmayó y tuvo que ser atendida al llegar al servicio de urgencias.
Amigos de la víctima aseguraron que José no tenía afinidades políticas destacadas, y que se trataba de una persona muy abierta, que alternaba todas las tardes con la gente del pueblo.
El 31 de mayo, los vecinos de la localidad vizcaína de Marquina, de 5.000 habitantes, efectuaron un paro prácticamente total en señal de protesta por el asesinato de José. Las tiendas, bares y locales comerciales del pueblo cerraron sus puertas desde primeras horas de la mañana y las calles de la localidad vizcaína aparecieron sembradas de octavillas con frases contrarias a ETA. En unas papeletas blancas se podía leer un texto impreso en grandes letras negras, con una esquela: "Fuera ETA, ETA kampora". En otras, sobre fondo verde, figuraba el siguiente texto: "En esta tierra, los únicos que sobran son los terroristas; que se vayan".
En 1986 la Audiencia Nacional condenó a 27 años de prisión al etarra José Félix Zabarte como responsable del disparo en la nuca que acabó con la vida de Martínez Parens.
José Martínez Parens era natural de Hellín (Albacete) y llevaba trece años viviendo en Marquina, adonde llegó procedente de Benidorm (Alicante). Tenía 32 años y estaba casado con Coro Arrieta Arrillaga, natural de Marquina. El matrimonio tenía dos hijas de 9 y 2 años en el momento en que su padre fue asesinado.
Apenas tres horas después, en torno a las 21:40 horas de ese 30 de mayo de 1985, un niño de 13 años, ALFREDO AGUIRRE BELASCOÁIN, y el policía nacional FRANCISCO MIGUEL SÁNCHEZ, son asesinados en Pamplona al hacer explosión un artefacto preparado contra la Policía Nacional. En el mismo atentado también sufrieron heridas de gravedad otros tres policías nacionales: Manuel Tello BarrancoAlfonso Quintá Expósito y Manuel Barrigas Villar.
Poco antes de las nueve y media de la noche se recibió una llamada de auxilio en el 091 de Pamplona para que fuesen cuanto antes al número 16 de la Bajada de Javier, como se conoce en Pamplona a la calle Bajada de San Francisco Javier. Al parecer, y según esa llamada, un drogadicto estaba pegando a su madre. El comunicante urgió a que fuesen cuanto antes, porque la iba a matar. Cuando llegaron los dos coches zeta de la Policía Nacional al casco viejo, hizo explosión una bomba colocada en una bolsa de basura junto a una farmacia.
La bolsa la había dejado minutos antes la asesina Mercedes Galdós Arsuaga, simulando ser una mujer embarazada. En el momento de la explosión, Alfredo, que acababa de guardar su bicicleta, estaba llamando por el telefonillo del domicilio de una vecina, donde estaba su madre. El niño fue alcanzado de lleno y murió en el acto. Francisco Miguel Sánchez, herido grave, fue trasladado junto a sus compañeros al Hospital de Navarra. Falleció nada más ingresar debido a las importantes heridas y mutilaciones que sufría.
La zona, en el casco viejo pamplonica, se encontraba a esa hora llena de ciudadanos que habían acudido a visitar las casetas de la Feria del Libro, instalada en las proximidades. La bomba originó la rotura de los cristales de las viviendas próximas, así como de los vehículos aparcados en las inmediaciones. Al ser una calle muy estrecha, la onda expansiva provocó importantes daños en algunos de los pisos situados sobre la farmacia.
La madre de Alfredo, Carmen Belascoáin, que se encontraba en casa de la vecina a cuya puerta llamó el chaval por el telefonillo, bajó como una loca a la calle al oír la explosión. Con motivo del 25 aniversario del asesinato contó por primera vez en El Diario de Navarra (30/05/2010) como vivió esos momentos:
Mi marido y yo estábamos dando una vuelta por el Club Natación, éramos socios. Él estuvo un rato allí y luego subió a casa y cogió la bici. Cuando llegamos a nuestra calle, estaba andando en bicicleta (...). Nosotros vivimos en el 13 de la calle y es en el número 16 donde pasó todo. Allí vivía una amiga mía con su madre, que era una mujer mayor, de unos 80 años. Mi marido y yo subimos un momento porque me había pedido que le pusiera unas flores en un jarrón. Yo tenía mucha maña. Estaba colocándolas y Alfredico se había ido a dejar la bici en la bajera. La guardábamos ahí. Entonces oí dos timbrazos de abajo. Siempre, cuando era alguien de casa, llamábamos con dos timbrazos, para saber que era de la familia. Nada más oírlos, acto seguido, fue el boom. Tremendo, una explosión muy fuerte (...). Bajé como una loca al portal y estaba todo destrozado. En la puerta había un cuerpo tendido. Yo creí que era mi hijo y lo cogí en brazos. Pero no era Alfredo. Era el policía. Entonces levanté la vista y vi, allí, en medio de la calle... a mi hijo. Estaba tirado. Con una bota de deporte que había estrenado aquel día; se le había caído, estaba allí, a su lado. Estaba sangrando. Corriendo, lo cogí y le dije: ‘Hijo mío, qué te han hecho. ¿Qué te han hecho?’. Pobrecico. Yo creo que aún estaba vivo porque todavía movía la boca. Todavía movía la boca... Pero claro, se desangró. Era todo un reguero de sangre (...). Después de eso ya tengo todo más borroso en la mente. Recuerdo que quería ir con él en la ambulancia, pero no me dejaron. Ya no volví a ver a mi hijo.
En su comunicado de reivindicación la banda asesina ETA calificó la muerte de Alfredo de "accidental" e, incluso, expresaba su "tristeza" por el crimen. En 1987 la Audiencia Nacional condenó a Mercedes Galdós Arsuaga, Juan José Legorburu Guerediaga y José Ramón Artola Santiesteban a sendas penas de 85 años por dos delitos de asesinato, uno de ellos con alevosía y premeditación, y por tres delitos de asesinato en grado de frustración.
En la entrevista en El Diario de Navarra, la madre de Alfredo contó que "lo que más duro me ha resultado es haber vivido la salida de la cárcel de la asesina de mi hijo, Mercedes Galdós. Toda jocosa y feliz, con la gente esperándola para recibirla como si fuera una heroína. Eso lo he sentido como imperdonable. Ahora no sé si se cumplen más años, pero entonces... Le echaron muchísimos y ¿cuántos pasó? Ni lo sé. Cada vez que pienso en eso lo quiero olvidar. Dicen que le redujeron la condena por buena conducta. Y yo escucho eso y me río, buena conducta, qué querían si no, ¿que se liara a tiros allí dentro, en la cárcel?".
Alfredo Aguirre Belascoáin tenía 13 años y era hijo de un empleado de banca, Luis Aguirre, y de María del Carmen Belascoáin Tabar. Nacido en Pamplona, Alfredo era el segundo de dos hermanos, un niño rubio y de complexión deportista. Estudiaba séptimo de EGB en los Jesuitas de Pamplona y, aunque no era buen estudiante, sí destacaba en los deportes. Entre otros, practicaba el piragüismo en el Club Natación Pamplona, donde le auguraron un gran futuro. El mismo día de su asesinato estuvo practicando en el río Arga. Su entrenador, Juan Ramón Itoiz, manifestó que tenía mucho nervio y una gran afición por el piragüismo. "Era una de nuestras promesas". A Alfredo le apodaban Godo, y era un chaval muy querido por todos sus compañeros. En la pizarra del colegio sus compañeros escribieron "Godo, no te olvidaremos nunca". En el funeral su féretro fue portado por los piragüistas del Club Natación Pamplona. Antes de enterrarlo, sus amigos colocaron sobre el ataúd el remo con el que habitualmente entrenaba. Su madre sigue sin haber superado el asesinato de Alfredo, del que se acuerda todos los días. "Esto que nos pasó a nosotros es una angustia para toda la vida. Dice la gente que han pasado 25 años. Para mí no ha pasado nada. Días" dijo en El Diario de Navarra, donde describió como era su niño:
¿Cómo era? Pues no es que yo lo diga, lo decía todo el mundo, todo el barrio lo decía igual. De otros se dice después lo buenos que eran, cuando han muerto, pero de éste me lo decían todos en vida. Todos. Tenía un don de gentes... Impresionante, saludando a todo el mundo, siempre contento, siempre cantando. Llegaba a casa y me decía: ‘Mamá, enséñame a bailar’ y se ponía a bailar conmigo. Un besucón, un cariñoso, un fuera de serie... Que se ve que no era para este mundo y así se me fue... Me han chafado la vida entera, entera....
Francisco Miguel Sánchez, de 32 años, casado y con dos hijos de corta edad, era natural de Villaverde del Río (Sevilla). Con motivo del 25 aniversario del asesinato, y durante los actos de homenaje que organizó el colectivo Libertad Ya en Pamplona, Verónica, hija de Francisco, afirmo que "todo se supera con esfuerzo" y que "siempre quedan los recuerdos", pero destacó que "no olvidamos". Además, aludió a los asesinos y señaló que "nunca serán personas, sólo animales con ganas de destruir". Asimismo, abogó por "la desaparición de la violencia" y señaló que "quienes les aplauden y no condenan los actos de los terroristas son igual que ellos".
El viernes 30 de mayo de 2003, la banda terrorista ETA asesinaba en Sangüesa (Navarra) a los policías nacionales BONIFACIO MARTÍN HERNANDO y JULIÁN EMBID LUNA, segunda y tercera víctimas mortales de las tres que la banda asesinó ese año. El 8 de febrero había sido tiroteado en un bar de Andoain (Guipúzcoa) Joseba Pagazaurtundúa.
El atentado se produjo en torno a las doce y media de la tarde en la céntrica plaza de Santo Domingo en Sangüesa. Hasta ahí habían acudido, a primera hora de la mañana, tres policías nacionales para facilitar a los vecinos de la localidad la renovación del DNI. Sangüesa tiene apenas cinco mil habitantes y se encuentra a unos 50 kilómetros de Pamplona, en la frontera con Aragón. Era un servicio que los agentes prestaban periódicamente, cada varias semanas, en la Casa de Cultura del municipio. De esa forma evitaban a los vecinos la molestia de tener que desplazarse hasta Pamplona a hacer las gestiones. Para que los vecinos pudieran pedir cita, la visita era anunciada públicamente con días de antelación en el Ayuntamiento.
Tras aparcar su coche en la plaza de Santo Domingo, un punto céntrico que hace las veces de aparcamiento, los tres agentes trabajaron durante toda la mañana en la Casa de Cultura, situada a escasos metros del vehículo. Ahí estuvieron atendiendo al público hasta pasado el mediodía. Al terminar su trabajo, volvieron a la plaza y entraron en el vehículo para regresar a Pamplona. Al accionar el contacto, estalló una potente bomba-lapa que los terroristas habían adosado en los bajos. El artefacto consistía en una fiambrera con unos tres kilos de dinamita de tipo Titadyn. Los terroristas, presumiblemente avisados de la visita de los policías, habían colocado el artefacto a lo largo de la mañana en los bajos del vehículo. La potente deflagración destrozó completamente el vehículo, que incluso se elevó unos metros por encima del suelo para terminar cayendo envuelto en llamas y despidiendo una intensa columna de humo. Bonifacio y Julián, que ya se habían sentado en los asientos delanteros del coche, fallecieron en el acto despedazados por la explosión.
El tercer agente, Ramón Rodríguez Fernández, de 44 años y natural de Granada, pudo salvar su vida al no haberse montado aún en el vehículo cuando se produjo la explosión. No obstante, sufrió heridas muy graves en sus miembros inferiores, abdomen y tórax. Ramón recibió rápida asistencia por parte de José Luis Lorenzo, candidato socialista a la alcaldía de la localidad. Lorenzo lo alejó de los restos del vehículo ardiendo y esperó junto a él hasta que pudo llegar asistencia sanitaria. También resultó herido grave Carlos Gallo Vilches, de 37 años, empleado de Telefónica. Fue ingresado en la planta de cirugía cardiovascular del Hospital de Navarra con "sección en tronco tibioperoneo izquierdo", según el parte médico que facilitó el centro sanitario.
El atentado provocó heridas leves por cortes y contusiones a decenas de personas que se encontraban en las inmediaciones de la céntrica plaza donde se produjo la explosión, que causó también cuantiosos daños materiales. Los heridos leves fueron atendidos en el centro de salud de Sangüesa y posteriormente dados de alta.
Minutos después del atentado, la Guardia Civil estableció controles y fuertes dispositivos de vigilancia en los alrededores de Sangüesa, pero los autores del atentado ya habían huido, presumiblemente horas antes. A día de hoy sigue sin saberse quién acabó con la vida de Bonifacio y Julián.
Hasta el lugar del atentado se desplazaron a lo largo del día numerosas autoridades, entre ellas el ministro del Interior, Ángel Acebes, que también visitó a los dos heridos más graves en el Hospital de Pamplona. Estuvieron presentes, además, los principales dirigentes políticos de Navarra, encabezados por su presidente, Miguel Sanz; el presidente del Parlamento foral, José Luis Castejón, y el secretario general del PSN, Juan José Lizarbe.
Una semana después del asesinato de los policías, el Parlamento vasco bloqueó la disolución del grupo de Batasuna, ilegalizado meses atrás, gracias a la oposición del PNV y Eusko Alkartasuna. La oposición de los nacionalistas a cumplir el mandato del Tribunal Supremo de disolver el grupo ilegal Batasuna coincidió en el tiempo con la decisión de la Unión Europea de incluir al partido proetarra en la lista pública de organizaciones terroristas. Juan María Atutxa, presidente del Parlamento vasco en esos momentos, sería condenado en 2008 por un delito de desobediencia a la autoridad judicial.
Bonifacio Martín Hernando, de 58 años, era natural de Sanchorreja (Ávila), donde pasaba largas temporadas y donde sus paisanos le recordaban como una persona "buenísima, bromista y muy querido". Estaba casado con Carmen y tenía dos hijas, Leticia y Ana, de 25 y 24 años. Ingresó en el Cuerpo Nacional de Policía en 1971 y, desde 1974, estaba destinado en Pamplona. En el momento de su asesinato estaba destinado en la Brigada de Extranjería y Documentación. Más de mil personas le dieron el adiós en su localidad natal con pancartas en las que se podía leer "Boni, Sanchorreja te quiere". En diciembre de 2003 el Ayuntamiento de Sanchorreja nombró a Bonifacio hijo predilecto de la localidad. Al acto acudieron su viuda y sus dos hijas que, posteriormente, descubrieron la placa con el nombre del agente asesinado y que da nombre a la calle en la que vivía. 
Julián Embid Luna, de 53 años, era de Sabiñán (Zaragoza). Estaba casado y tenía dos hijos. Destinado en Pamplona desde 1983, había ingresado en el Cuerpo Nacional de Policía en 1974. Residía en la localidad de Cizur Mayor (Pamplona) y en el momento de su asesinato, igual que Bonifacio, trabajaba en la Brigada de Extranjería y Documentación. En la manifestación de repulsa por su asesinato, su hija Ana, dijo: "... todo cambia en un segundo por culpa de gente que se cree que en Navarra sólo existen ellos, a los que debemos respetar y permitir todo lo que hagan. Ante ellos, los demás navarros somos de categoría inferior y no tenemos derecho a la vida ya que ellos nos la arrebatan. Pero una cosa os vamos a decir: seguimos vivos, nos vais a seguir viendo, a la hora de la compra, a la hora del café, en cualquier actividad cotidiana (...) Seguiremos en nuestra tierra, Navarra, que Boni y Julio sentían suya". Su localidad natal, Sabiñán, le dedicó un homenaje en el aniversario de su asesinato y se instaló una placa de recuerdo en la que se podía leer "A la memoria de Julián Embid Luna, el Juli". Además, el agente fue nombrado hijo predilecto y el municipio le dedicó un parque infantil.

The Self Illusion: An Interview With Bruce Hood

Jonah Lehrer.


In 1920, after writing two novels with a conventional Victorian narrator (the kind that, like an omniscient God, views everything from above), Virginia Woolf announced in her diary: “I have finally arrived at some idea of a new form for a new novel.” Her new form would follow the flow of our consciousness, tracing the “flight of the mind” as it unfolds in time. “Only thoughts and feelings,” Woolf wrote to Katherine Mansfield, “no cups and tables.”
The mind, however, is not an easy thing to express. When Woolf looked inside herself, what she found was a consciousness that never stood still. Her thoughts flowed in a turbulent current, and every moment ushered in a new wave of sensation. Unlike the “old-fashioned novelists,” who treated our being like a static thing, Woolf’s mind was neither solid nor certain. Instead, it “was very erratic, very undependable—now to be found in a dusty road, now in a scrap of newspaper in the street, now in a daffodil in the sun.” At any given moment, she seemed to be scattered in a million little pieces. Her brain was barely bound together.
And yet, it was bound together. Her mind was made of fragments, but it never came undone. She knew that something kept us from disintegrating, at least most of the time. “I press to my centre,” Woolf wrote in her diary, “and there is something there.”
Woolf’s art was a search for whatever held us together. What she found was the self, “the essential thing.” Although the brain is just a loom of electric neurons and contradictory impulses, Woolf realized that the self makes us whole. It is the fragile source of our identity, the author of our consciousness. If the self didn’t exist, then we wouldn’t exist.
But one must never forget just how flimsy the self is. In her modernist novels, Woolf wanted to simultaneously affirm our existence and expose our ineffability, to show us that we are “like a butterfly’s wing…clamped together with bolts of iron.”
Bruce Hood, a psychologist at the University of Bristol, picks up where Woolf and the modernists left off. In his excellent new book, The Self Illusion, he seeks to understand how the singularity of the self emerges from the cacophony of mind and the mess of social life. Dr. Hood was kind enough to answer a few of my questions below:
LEHRER: The title of The Self Illusion is literal. You argue that the self – this entity at the center of our personal universe – is actually just a story, a “constructed narrative.” Could you explain what you mean?
HOOD: The best stories make sense. They follow a logical path where one thing leads to another and provide the most relevant details and signposts along the way so that you get a sense of continuity and cohesion. This is what writers refer to as the narrative arc – a beginning, middle and an end. If a sequence of events does not follow a narrative, then it is incoherent and fragmented so does not have meaning. Our brains think in stories. The same is true for the self and I use a distinction that William James drew between the self as “I” and “me.” Our consciousness of the self in the here and now is the “I” and most of the time, we experience this as being an integrated and coherent individual – a bit like the character in the story. The self which we tell others about, is autobiographical or the “me” which again is a coherent account of who we think we are based on past experiences, current events and aspirations for the future.
The neuroscience supports the claim that self is constructed. For example, Michael Gazzaniga demonstrated that spilt-brain patients presented with inconsistent visual information, would readily confabulate an explanation to reconcile information unconsciously processed with information that was conscious. They would make up a story. Likewise, Oliver Sacks famously reported various patients who could confabulate accounts to make sense of their impairments. Ramachandran describes patients who are paralyzed but deny they have a problem. These are all extreme clinical cases but the same is true of normal people. We can easily spot the inconsistencies in other people’s accounts of their self but we are less able to spot our own, and when those inconsistencies are made apparent by the consequences of our actions, we make the excuse, “I wasn’t myself last night” or “It was the wine talking!” Well, wine doesn’t talk and if you were not your self, then who were you and who was being you?
LEHRER: The fragmented nature of the self is very much a theme of modernist literature. (Nietzsche said it first: “My hypothesis is the subject as multiplicity,” he wrote in a terse summary of his philosophy. Virginia Woolf echoed Nietzsche, writing in her diary that we are “splinters and mosaics; not, as they used to hold, immaculate, monolithic, consistent wholes.”) In your book, you argue that modern neuroscience has confirmed the “bundle theory” of the self proposed by Hume. Do you think they have also confirmed these artistic intuitions about the self? If so, how has science demonstrated this? Are we really just a collection of “splinters and mosaics”?
HOOD: Yes, absolutely. When I was first asked to write this book, I really could not see what the revelation was all about. We had to be a multitude – a complex system of evolved functions. Neuroscientists spend their time trying to reverse engineer the brain by trying to figure out the different functions we evolved through natural selection. So far, we have found that the brain is clearly a complex of interacting systems all the way up from the senses to the conceptual machinery of the mind – the output of the brain. From the very moment that input from the environment triggers a sensory receptor to set off a nerve impulse that becomes a chain reaction, we are nothing more that an extremely complicated processing system that has evolved to create rich re-presentations of the world around us. We have no direct contact with reality because everything we experience is an abstracted version of reality that has been through the processing machinery of our brains to produce experience.
I think Nietzsche’s nihilism and Woolf’s depression could have been reflections of their intuitive understanding that the richness of experience must be made up of a multitude of hidden processes and that the core self must be an illusion – and maybe that upset them. But I don’t think appreciating that the self is an illusion is a bad thing. In fact, I think it is inescapable. My critics often dismiss my position as too reductionist or too materialist. Well, if the human condition it is not materialist, then an alternative good explanation must be non-materialist. Show me good evidence for souls and spirits and then I will be forced to change my view. But so far there has been no reliable evidence for souls, ghosts or supernatural entities that inhabit bodies. They are conspicuous by their absence. In contrast, we know that if you alter the physical state of the brain through a head injury, dementia or drugs, each of these changes our self. Whether it is through damage, disease or debauchery, we know that the self must be the output of the material brain.
LEHRER: If the self is an illusion, then why does it exist? Why do we bother telling a story about ourselves?
HOOD: For the same reason that our brains create a highly abstracted version of the world around us. It is bad enough that our brain is metabolically hogging most of our energy requirements, but it does this to reduce the workload to act. That’s the original reason why the brain evolved in the first place – to plan and control movements and keep track of the environment. It’s why living creatures that do not act or navigate around their environments do not have brains. So the brain generates maps and models on which to base current and future behaviors. Now the value of a map or a model is the extent to which it provides the most relevant useful information without overburdening you with too much detail.
The same can be said for the self. Whether it is the “I” of consciousness or the “me” of personal identity, both are summaries of the complex information that feeds into our consciousness. The self is an efficient way of having experience and interacting with the world. For example, imagine you ask me whether I would prefer vanilla or chocolate ice cream? I know I would like chocolate ice cream. Don’t ask me why, I just know. When I answer with chocolate, I have the seemingly obvious experience that my self made the decision. However, when you think about it, my decision covers a vast multitude of hidden processes, past experiences and cultural influences that would take too long to consider individually. Each one of them fed into that decision.
LEHRER: Let’s say the self is just a narrative. Who, then, is the narrator? Which part of me is writing the story that becomes me?
HOOD: This is the most interesting question and also the most difficult to answer because we are entering into the realms of consciousness. For example, only this morning as I was waking up, I was aware that I was gathering my thoughts together and I suddenly became fixated by this phrase, “gathering my thoughts.” I felt I could focus on my thoughts, turn them over in my mind and consider how I was able to do this. Who was doing the gathering and who was focusing? This was a compelling experience of the conscious self.
I would argue that while I had the very strong impression that I was gathering my thoughts together, you do have to question how did the thought to start this investigation begin? Certainly, most of us never bother to think about this, so I must have had an unconscious agenda that this would be an interesting exercise. Maybe it was your question that I read a few days ago or maybe this is a problem that has been ticking over in my brain for some time. It seemed like a story that I was playing out in my head to try and answer a question about how I was thinking. But unless you believe in a ghost in the machine, it is impossible to interrogate your own mind independently. In other words, the narrator and the audience are one and the same.
As the philosopher Gilbert Ryle pointed out, when it comes to the mind you cannot be both the hunter and the hunted. I think that he is saying that the brain creates both the mind and the experience of mind. So you can become aware of a thought, but you are not independent to that thought. Now that is a very unsatisfactory answer for most people because it simply does not accord with mental experience. We entertain thoughts. We consider options. We gather our thoughts together. We play out scenarios in our mind. However, unquestionable as that mental experience might seem to all of us, there can be no one inside our head considering the options. Otherwise, you would then have the problem of an infinite regress – who is inside their head, and so on, and so on.
LEHRER: I get the sense that not all of your colleagues agree with your deconstruction of the self. Some argue, in fact, that the self is a bit like a wristwatch. Just because a watch is a bundle of different parts doesn’t mean it is an illusion. How do you respond to these critiques?
HOOD: For me, an illusion is not what it seems and for most of us, we consider our self as some essential core of who we are. Most of us feel our self is at the center of our existence responding to everything around us – that notion of an integrated entity is what I am challenging, not the experience of self. Must of us, including myself have that experience but that does not make it real. For example, most us think that we see the world continuously throughout the waking day when in fact we only see a fraction of the world in front of us, and because the brain blanks out our visual experience every time we move our eyes in a process called saccadic suppression, we are effectively blind for at least 2 hrs of the day. This is why you cannot see your own eyes moving when you look in a mirror! So conscious experience is not a guarantee of what’s really true.
As for the comparison with a wristwatch…CLearly, it is composed of many parts and the sum of the parts is the wristwatch. However, a wristwatch is only a wristwatch by convention. An alien or a Neanderthal would just consider it to be some form of complex composite object. You could even use the wristwatch as a weapon to kill small animals. It’s a bizarre use of this object I grant you, but there is nothing inherent or essential to the watch that defines what it is. And even then, a microbe living on the watch face may not consider it an object. So a wristwatch is a wristwatch because of a recognized function and to some extent, a convention – both of which do not confer an independent reality to the mind that is considering it. It depends on how you look at it.
When people talk about the reality of the self as the culmination of its constituent parts, I think that they are falling for the trap of thinking that the self exists independently to its parts, which it doesn’t. In the book, I argue that because we have evolved as social animals, those around us construct a large part of our mental life that we experience as our self. We can see the influence of others but often fail to recognize how we too are shaped. I am not denying the role of genes and temperaments that we inherit from our biology. After all, children raised in the same environment can end up very different but even these intrinsic properties of who we are play out in a social world which defines us. If you think about it, many of the ways we describe each other, such as helpful, kind, generous, mean, rude or selfish can only make sense in the context of others. So those around us largely define who we are. I hope this book will remind us of this obvious point that we so easily forget.

Serfdom looms

Donald Boudreaux‏.



Eduardo Saverin is very wealthy. Although only 30, he's already a billionaire. Mr. Saverin's wealth is the result of his $30,000 investment a while back in Facebook.
At the time Saverin made that investment, Facebook's economic prospects were hardly clear. Committing $30,000 to an upstart enterprise was risky.
Of course, in this case, Saverin's risk paid off. Facebook is today a globally popular social media site whose huge customer base proves that it is unusually effective at satisfying consumer demands. So not only did Saverin gain by taking a risk to help create such a productive company, but Facebook's nearly 1 billion users -- few of whom personally risked a dime of their own wealth to make Facebook a reality -- also benefit from Facebook's development.
Win-win.
But Saverin has angered politicians on Capitol Hill by renouncing his U.S. citizenship. The popular assumption (which likely is correct) is that Saverin took this step to avoid having to pay punishing U.S. taxes on his newly acquired fortune.
U.S. Sen. Bob Casey (D-Pa.) and U.S. Sen. Chuck Schumer (D-N.Y.) introduced legislation that would not only increase the monetary penalties on wealthy people who renounce their U.S. citizenship, but would also prevent such people from ever again visiting the United States.
The first word that comes to mind when contemplating Casey's and Schumer's proposed statute is "disgusting." The second word is "scary."
In 1944, F.A. Hayek published a book soon to become, and to remain, a classic: "The Road to Serfdom." In it, Hayek carefully explained how each bit of power that people cede to government -- regardless of their motives for doing so -- is another paving stone on the road to serfdom.
The laying of any one stone might not be much; putting just one or two more stones in place does not itself catapult a society into serfdom.
But keep laying the stones, one after another after another. Eventually, the road is fully paved. We look up from our labors of seeking ever more privileges from government to find we are serfs.
I don't think that we in America have quite yet reached serfdom, although we're closer to that contemptible condition today than we were 10 years ago. But Casey's and Schumer's effort to punish Saverin for giving up his U.S. citizenship serves as an especially concrete warning that, unless we mend our ways, serfdom isn't far off.
The abject state of medieval serfs, remember, was grounded in the belief that each serf was bound to a particular manor -- that each serf was the near-slave of a particular lord -- that the lord, his family and his armed henchmen enjoyed both the power and the right (by grace of God, by God!) to keep each serf in bondage (with brute force, if necessary) and to expropriate huge quantities of the fruits of serfs' labors. No serf could lawfully choose to unbind himself. He was stuck. He was the subject, and his lord was his master.
Serfs could vote with neither their earnings nor their feet.
Do not Casey and Schumer act as if Saverin is an American serf? Do not these elected representatives of an allegedly free people wish to tie down productive Americans to a particular manor (the United States)? Do not these politicians arrogantly presume that the fruits of American entrepreneurship and effort belong first and foremost to the lords of the manor, sitting in their gaudy thrones on Capitol Hill?
Donald J. Boudreaux is a professor of economics at George Mason University in Fairfax, Va. His column appears twice monthly.

Física recreativa

Yakov Perelman.

Incluyo el libro en mi recopilación sobre Física.



Prólogo de la redacción

La presente versión española de la "Física Recreativa" de Y. I. Perelman corresponde a la decimoséptima edición rusa.
El éxito obtenido por esta obra entre el público soviético es extraordinario y se debe al gran talento de su autor, que supo captar una serie de hechos y fenómenos de la vida ordinaria, que tienen un profundo sentido físico, y seleccionarlos acertadamente. La forma clara y el carácter ameno que da a la exposición han hecho que este libro sea muy popular.
El propósito del autor al concebir la obra fue claro y concreto: enseñar al lector a pensar con "espíritu científico". Por eso cuando expone conceptos o leyes conocidos parte de los fundamentos en que descansa la Física moderna.
Desde este punto de vista se comprende fácilmente por qué el autor no recoge en su libro los últimos adelantos de la radioelectrónica, de la Física atómica y otros problemas actuales.
Aunque este libro hace ya cerca de medio siglo que fue escrito, su autor se preocupó mucho de corregirlo y aumentarlo antes de cada una de sus muchas ediciones. Yakov Perelman falleció en el año 1942 durante el bloqueo de Leningrado por el ejército fascista alemán. Por eso las ediciones posteriores fueron preparadas sin el autor.
Al reeditar "Física Recreativa" no ha sido propósito de la redacción rehacer radicalmente un libro que goza de gran prestigio, sino limitarse o modificar en el texto original las cifras y tesis anticuadas, excluir algunos proyectos faltos de justificación, renovar y corregir parte de las figuras, completar ciertas partes del texto y hacer algunas observaciones.


Prólogo del autor a la decimotercera edición

Este libro no es continuación directa del primero de "Física Recreativa", sino una recopilación absolutamente independiente.
El éxito alcanzado por el primer libro estimuló al autor a elaborar el material que tenía acumulado, con el cual compuso un nuevo libro que abarca las mismas partes de la Física que el primero.
En el presente libro, lo mismo que en el primero, el autor tiende más a remozar y dar vida a los conocimientos elementales de Física, que el lector ya posee, que a ofrecer otros nuevos.
Porque el objeto de este libro es despertar la fantasía científica, enseñar a pensar con espíritu físico y acostumbrar al lector a aplicar sus conocimientos en todos los sentidos.
He aquí por qué en la "Física Recreativa" se reserva a la descripción de experimentos espectaculares un lugar secundario, mientras que figuran en primer plano, rompecabezas físicos, problemas interesantes, paradojas instructivas, preguntas difíciles de responder, comparaciones inesperadas en el campo de los fenómenos físicos, etc.
El autor buscó este material entre los casos que ocurren en la vida ordinaria, en la técnica, en la naturaleza o en las páginas de las novelas de ciencia ficción.
En general, por el carácter del material recogido en él, este libro se destina a un lector algo más preparado que el del primer libro de "Física Recreativa", aunque la diferencia entre ambos es tan pequeña que pueden leerse en cualquier orden.

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The Atlantic.