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comentario de Jordi Pérez Colomé sobre su visita a Israel y Palestina.
La conclusión final es que el tema es muy complicado y que hay demasiados intereses enfrentados, como indica al final del comentario: Y, por último, que cualquier solución imprecisa, cualquier parche, cualquier periodo de calma que calme el ambiente y permita vivir a todos en paz unos años, ya es mucho.
Escribí un comentario:
Muy buenos artículo Jordi.
Por lo que cuentas, y lo ya sabido, no parece que la situación tenga solución. Mucho menos si el tema religioso no se deja a un lado.
Por otra parte parece que desde fuera no se ayuda mucho, aunque creo que las partes ven eso más como algo relacionado con el marketing que con la resolución del conflicto.
Mi opinión es que la resolución del conflicto pasa por una democratización de los países de la zona, incluida una separación clara entre estados y religiones.
Un saludo.
Y Jordi contestó:
Manuel, la verdad es que allí nadie piensa que la solución definitiva sea inmediata. Por eso, cualquier parche es bueno. La opinión internacional importa, pero afecta poco, es cierto (si no es la opinión del presidente de Estados Unidos, claro). La democratización ayudaría mucho. Por ahora, sólo hay un país democrático en la zona. Aunque la religión no dejaría de tener peso y cuenta mucho.
Destaco:
Una de las cosas que más me ha impresionado es cuantos israelíes defienden a los palestinos. No he encontrado a árabes sin embargo que defiendan abiertamente que los judíos pueden vivir allí en un estado propio. Sí que he dado con alguno que dice que vivan todos en un mismo estado. Sería, claro, una trampa: las elecciones las ganaría un primer ministro árabe porque son más. Además, después de lo que ocurrió a muchos judíos en países árabes, pocos israelíes vivirían en un país de mayoría musulmana.
Los dirigentes árabes de otros países usan ese recurso para unir a sus pueblos. Los palestinos son víctimas de esa manipulación. En parte, el mundo árabe no permite que los palestinos acepten una paz “deshonrosa”. Saben sin embargo que no hay otra salida. Pero alargan la agonía con la financiación de ataques terroristas y una retórica amenazante contra Israel. Los palestinos son los que sufren a diario. Nadie defiende su causa por encima de todo, a pesar de que ellos quieran sobre todo vivir en paz. Son el segundo plato.
COMENTARIO:
He vuelto ya de mi viaje por Israel y Palestina. Fui a ver sobre todo cómo estaban los ánimos. Están tranquilos, aunque la paz será difícil. En otro post ya conté las dificultades del proceso de paz. Aquí quiero responder una pregunta imposible: ¿de qué lado está la razón entre palestinos e israelíes?
Esta tierra es mía
Palestina fue la tierra de los judíos desde mil años antes de nuestra era hasta cien años después. Los romanos destruyeron el Templo de Jerusalén y derrotaron a los judíos tras dos revueltas, entre 66-73 y 132-135. Los judíos empezaron entonces su diáspora -su dispersión- por el mundo. A finales del siglo XIX nació un movimiento judío internacional que promovía el retorno a Palestina. Surgió entonces por dos motivos: la persecución de los judíos en Rusia y el caso Dreyfus -un militar judío francés acusado injustamente de traición. Así emergió el sionismo moderno (que defiende la creación de un estado judío en Palestina) y se inició la lenta emigración hacia Palestina.
En aquellos años, Palestina formaba parte del imperio otomano. Nunca fue un país independiente. A lo largo de la historia había sido invadida por persas, árabes, cruzados o mongoles. Ahora era el turno de los turcos. En 1881, en Palestina vivían 457 mil árabes -400 mil eran musulmanes-, cerca de 20 mil judíos y 42 mil cristianos. Desde ese año, el número de judíos crecía, pero nunca se equiparó al de árabes. Los judíos que iban llegando compraban tierras a los árabes. El sionismo tenía esos dos grandes objetivos: la emigración y la compra de tierras. Su intención era comprar el territorio, echar a los árabes y repoblarlo de judíos.
A principios del siglo XX, los árabes empezaron a darse cuenta de la estrategia judía y surgió el nacionalismo árabe. Los judíos les llevaban algunas décadas de ventaja y ya se habían dado cuenta de que la creación de un hogar nacional en Palestina no iba a ser fácil. Si alguno soñaba que la tierra prometida estaría vacía, se había equivocado. Allí vivía gente -árabes- que no aceptaba el cambio. Después de descartar la búsqueda de otro lugar para reunir a los judíos, se asumió que la creación de Israel sería violenta.
Al final de la Primera Guerra Mundial, Palestina pasó a manos del imperio británico. En los años 20, las aspiraciones de los judíos ya eran evidentes y la lucha entre ambas comunidades era continua. Los británicos oscilaban entre ambos bandos: dudaban entre contentar el capital judío y sus aspiraciones legítimas o el petróleo árabe y su sensación de traición. Al final dejaron la decisión a Naciones Unidas, que en 1947 votó por la partición de Palestina en dos Estados, uno judío y otro árabe. Empezó la guerra abierta entre Israel y sus vecinos árabes: Egipto, Siria, Jordania, Irak y Líbano. Había ese año en Palestina 1,2 millones de palestinos y 600 mil judíos. A pesar de ser minoría, los judíos hacía años que se preparaban para ese momento, están mejor organizados, consiguen más armas. Y ganan, ganan una y otra vez.
Los palestinos explican con dos razones el proceso que les llevó a la pérdida de parte de su tierra. Primero, los europeos mataron a millones de judíos, lo que es una atrocidad, pero los árabes no tienen por qué pagar las consecuencias; si los judíos merecen un estado, que lo monten en Dakota del Norte, por ejemplo. Segundo, como me decían un día en Jericó: “Tú eres español. Imagínate que un día los árabes vamos a Andalucía y decimos que nosotros pasamos varios siglos allí y que ahora será nuestro otra vez”.
Los dos argumentos son de peso. El segundo, sin embargo, no es exacto. Hoy Andalucía forma parte de España y los árabes que vivieron aquí tuvieron un arraigo menor (Córdoba no era La Meca para los musulmanes; Jerusalén sí que lo es para los judíos) y siempre dispusieron de otro lugar en el que vivir según sus creencias. Además, Palestina siempre ha formado parte de imperios. Cuando los judíos empezaron a emigrar allí en masa ocuparon las tierras donde vivía un pueblo, no conquistaron una parte de un país.
En suma, el argumento de la tierra puede decantarse quizá a favor de los palestinos: ellos vivían solos aquí y ahora tienen que compartir la tierra con unos recién llegados. Pero el asunto no acaba ahí: ¿son los judíos en Palestina unos invasores? ¿Sería tan injusto compartir -separados si juntos por ahora no pueden vivir- Palestina entre esos dos pueblos?
Los judíos sólo podrían vivir en un estado; los árabes, en dos
Desde la creación de Israel, ha habido varias guerras y muchos atentados. Israel ha ganado siempre. Por eso estamos hoy donde estamos. Si los árabes hubieran ganado una de esas guerras, hoy los judíos vivirían en su mayoría de nuevo en la diáspora, en el extranjero. Los habrían expulsado. Pero los judíos han ganado e insisten en su derecho de vivir ahí. Por eso, el conflicto sigue pendiente de solución y sólo hay una: dos estados. Los árabes ya viven en Israel y Palestina; los judíos sólo podrían vivir en Israel.
Los árabes se sienten robados y engañados. Ellos también tienen parte de culpa. Las tierras que los judíos compraron en Palestina las vendían árabes. El trabajo judío de lobby en los pasillos internacionales y su unión por la causa han sido definitivos. Los países árabes vecinos de Israel tenían intereses distintos. Los palestinos sufrieron esta desunión y nunca trabajaron por un solo objetivo: hoy aún es así, en Palestina mandan Fatah y Hamás, que tienen intereses distintos y si es necesario los defenderán con las armas. En las grandes guerras entre árabes e israelíes, la implicación árabe era pequeña. Los judíos, en cambio, luchaban por su supervivencia.
Israel, por supuesto, no ha sido benévolo con los árabes y si podía vaciar un pueblo palestino que quedaba dentro de su territorio, lo hacía. También hay judíos que preferirían que todos los árabes desaparecieran de Palestina. Esa no es sin embargo la opinión del estado de Israel. Los israelíes saben que su única opción es convivir con los árabes y lo aceptan. Los árabes tienen aspiraciones más crudas.
Una de las cosas que más me ha impresionado es cuantos israelíes defienden a los palestinos. No he encontrado a árabes sin embargo que defiendan abiertamente que los judíos pueden vivir allí en un estado propio. Sí que he dado con alguno que dice que vivan todos en un mismo estado. Sería, claro, una trampa: las elecciones las ganaría un primer ministro árabe porque son más. Además, después de lo que ocurrió a muchos judíos en países árabes, pocos israelíes vivirían en un país de mayoría musulmana.
En suma, Israel como estado y los israelíes como pueblo están más abiertos a compartir Palestina y a entender la postura de los árabes. Los árabes, en cambio, quizá porque se sienten robados, no quieren admitir la convivencia al mismo nivel. Los judíos eran sólo unos miles en Palestina y ahora tienen un estado más grande que el árabe y son cinco millones y medio. Se lo han ganado en una lucha que en principio era desigual. ¿Tienen derecho ahora a esa tierra, después de todo? Derecho es una palabra muy grande, pero Israel está ahí. ¿Cuál es la alternativa seria?
El argumento palestino es mejor
En Occidente, la causa palestina tiene más seguidores. Aparte de las lógicas simpatías de cada cual, hay dos motivos: uno, los palestinos son los perdedores o las víctimas -según se mire- y tienen mejor prensa, y dos, es más fácil explicar su desgracia: “Los judíos vinieron a nuestra tierra y nos echaron. Cuando defendimos lo que es nuestro, nos ganaron por la fuerza. Desde entonces, vivimos oprimidos”. Los argumentos de Israel son más intrincados (su gobierno, además, es malo en relaciones públicas): “Nos perseguían por el mundo. A finales del siglo XIX dijimos basta y buscamos un hogar nacional. Sólo podía estar en Palestina. Tras muchas luchas y tras el mayor desastre humanitario de la historia, el mundo nos lo concedió. Desde entonces los árabes no nos dejan compartir esta tierra, que con Jerusalén ha sido desde siempre el centro del pueblo judío. Cuando hemos tendido la mano por la paz, los árabes han querido más. Su único objetivo es echarnos de Palestina , al precio que sea. Nuestra unica esperanza es defendernos día tras día, ser los más fuertes de la región”.
El resumen palestino es claramente más eficaz: más breve y claro. Los dirigentes árabes de otros países usan ese recurso para unir a sus pueblos. Los palestinos son víctimas de esa manipulación. En parte, el mundo árabe no permite que los palestinos acepten una paz “deshonrosa”. Saben sin embargo que no hay otra salida. Pero alargan la agonía con la financiación de ataques terroristas y una retórica amenazante contra Israel. Los palestinos son los que sufren a diario. Nadie defiende su causa por encima de todo, a pesar de que ellos quieran sobre todo vivir en paz. Son el segundo plato. Si el primer ministro Salam Fayad consigue levantar un estado palestino, veremos qué pasa. Ya será algo. Quizá la “lucha” continúe, pero hay que probar toda opción. Israel parece dispuesto a hacerlo, aunque seguirá confiando en sus fuerzas, que pueden agotarse un día, más si su unión y compromiso se debilitan. Palestina, por su lado, por ahora ha confiado en Dios, cuya fuerza quizá nunca llegue. Mejor que confíe también en sus fuerzas, como procura hacer ahora, y se olvide de las pretensiones de los amigos árabes.
Es imposible decidir quién tiene más razón sin entrar en juicios de valor. Si uno cree que Israel debe existir, es sencillo. Si lo contrario, también. El problema es el amplio margen intermedio, pero eso debe solucionarse en las negociaciones. Yo creo que hoy la desaparición de Israel sería terrible. También creo que el camino que ha tomado Cisjordania es bueno. Y, por último, que cualquier solución imprecisa, cualquier parche, cualquier periodo de calma que calme el ambiente y permita vivir a todos en paz unos años, ya es mucho.