"“Respecto a las causas que llevan a los agentes a quitarse o intentar quitarse la vida, éstas no son fijas ni comunes. Van desde las situaciones estresantes, cambios en la rutina, problemas en el ámbito laboral o en la familia. Y se vislumbran habitualmente en un proceso de paulatino aislamiento. Además comienzan a gastar innecesariamente y a realizar prácticas de riesgo para sus vidas, como conducir a toda velocidad o un alto consumo sustancias. De hecho, entre los fallecidos se encontraron muchos accidentes de tráfico precedentes al suicidio”. En efecto. Las causas no son fijas ni comunes. Un paso más y dirán que son confusas. A diferencia del riesgo. En España faltan todavía muchos estudios clave sobre las profesiones con mayores tasas. Una ausencia fatal, desde luego. Saber cómo funciona una pistola y luchar contra el crimen, con la erosión del miedo que lleva aparejado el sintagma, confieren a los agentes un riesgo considerable. Al que habría que añadir el más modesto de ser hombres, en su mayoría. No parece casual que los únicos planes de prevención sobre grupos se dediquen a la guardia civil y los presos. La ley y la delincuencia. A las que, en brutal paradoja, hay que chequear por igual sobre sus deseos de morir."