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¿Tiene límites la libertad de expresión? Respuesta corta: no, de Miguel Ángel Quintana Paz

"En suma: cuando usamos el lenguaje para “hacer cosas”, naturalmente muchas de esas cosas que se hacen podrían ser ilegales o incluso punibles. Pero ello no afecta en modo alguno al derecho a usar el lenguaje para expresar opiniones, que debe permanecer ilimitado. Incluso aunque esas opiniones creen luego reacciones de ofensa en la gente: esas reacciones son ya cosa del ofendido (la prueba es que unos se ofenderá y otros no), no es la acción concreta que realizó el que meramente opinó."

Entrevista a Luis Martín Cabiedes

Reflexiones de Luis Martín Cabiedes sobre el negocio de las inversiones.

Conocer en lo que se invierte:
"¿Por qué solo invertís en empresas de Internet dedicadas al consumidor final?
Porque es de lo que entendemos. Buscamos negocios sencillos, con un fuerte componente de marketing. Si se agotasen las oportunidades en lo que entendemos, tal vez tendríamos que buscar otras cosas, pero de momento no es el caso. Esto no significa que no hayamos ido evolucionando. Ahora, por ejemplo, apostamos fuerte por fintech."
¿Se aprende de los fracasos?:
"De los fracasos se aprende muy poco o nada, porque hay mil maneras distintas de fracasar. Si hubiese solo tres formas de irse al garete, sí se aprendería. Pero hay un millón. Así que lo que aprendes es que el factor aleatorio es muy alto, y el inversor tiene que saber vivir con ello. Además, en entornos de mucha incertidumbre, la calidad de una decisión no tiene que ver con el resultado. Si en un casino pones la ficha en el 17, y sale el 17, no es una buena decisión, por mucho que haya tocado, porque estás luchando contra la estadística. Es como decir que te equivocaste por no comprar el número del gordo."
Sobre el futuro:
"Miramos los números, pero los del pasado, no los del futuro. En muchas presentaciones los emprendedores nos cuentan cómo va a crecer Internet en Perú o cuánto van a vender en el mes 3 del año 5 en Argentina, pero lo que queremos saber es cuánto vendieron ayer en Alcorcón. Los números del futuro ya me los puedo inventar yo."
Sobre la innovación:
"Para mí la innovación es absolutamente irrelevante. Está totalmente sobrevalorada, es algo que sirve para que te den premios los políticos. La innovación se copia y se compra. Tú vete a Disney a decirles que quieres innovar. Te dirán: “Aquí se viene innovadito. Vuelva dentro de veinte años con La guerra de las galaxias y hablamos”. A mí no me gustan las empresas innovadoras, porque suponen un gran riesgo para el inversor teniendo en cuenta lo que te pagan. Y ser el primero en llegar a un negocio es de pringados. Es mejor ser el último y cerrar la puerta porque después de ti nadie puede hacerlo."

Gregorio Luri sobre la familia y la educación de los hijos


¿Qué le han enseñado sus alumnos?

Mis límites. “Habla para que te vea”, decía Sócrates. Sólo cuando los demás hablan los ves y cuando hablas te ves a ti mismo.

¿Qué es un maestro?

Tu obligación es hacer visible a tu alumno lo que puede llegar a ser.

Un maestro así es el sueño de todo padre.

Creo que la armonía está sobrevalorada, que padres y maestros no necesariamente tienen que ir al unísono. Está bien que los niños entiendan que hay desavenencias. Crecer también es saber moverse de manera adecuada en ámbitos distintos.

La armonía es difícil también en casa.

Es irreal hacer creer a los hijos que los padres estamos de acuerdo en todo. Lo que deben ­entender es que las desavenencias se gestionan. Considero que es mucho más importante amarse que entenderse.

Eso es muy inteligente, maestro.

Mostrar a los hijos que nos queremos a pesar de que hay momentos que no nos soportamos es una lección imprescindible para llegar a ser adulto. ¿Hay algo más importante en la vida que contar con alguien que te quiere siendo consciente de todo eso de lo que no te sientes digno?

Elogia usted la familia sensatamente imperfecta.

Sí, la que está dispuesta a aprender de su propia experiencia, que no delega su responsabilidades en un especialista. Si los humanos fuésemos relojes complejos, ajustaríamos las piezas que no funcionan, pero como no lo somos, lo que necesitamos es sentido común.

Hoy no hay niño que no haya visitado a un psicólogo.

Eso indica la inseguridad de los padres. Si no tienes un problema claro y concreto, no alquiles tu responsabilidad a un especialista. Pero a menudo acudimos a ellos porque creemos que es posible una vida sin problemas.

Cierto.

Eso no existe. De lo que se trata es de cómo gestionar los problemas cotidianos sin excesivas gesticulaciones.

¿Esa mala cara, ese grito huracanado...?

Sí, todas esas cosas de las que nos avergonzamos. Pero hay que pasar página. Me gusta ese cuento zen de un monje que cuidaba primo­rosamente su jardín, y cuando había acabado le echaba una hoja seca porque decía que si no tenía ninguna imperfección no era humano.

Es usted irónico con los superpadres.

Los padres modernos siempre llevan ese Pepito Grillo que les hace estar continuamente preguntándose si en lugar de castigar no hubiera sido mejor dialogar o viceversa; esa condicionalidad en las relaciones que deberían ser espontáneas marca un comportamiento que merece el nombre de neurótico.

La reflexión es buena.

Sí, pero que no sea doliente. Es buena una cierta ironía con las propias meteduras de pata que te permita dolerte menos y aprender más.

Hoy los niños se autojustifican diciendo: “es que soy adolescente”.

Sábado: tu niño del alma, tumbado en el sofá con el mando a distancia te dice: “Me aburro”. Hay padres que consideran que deben ser los dinamizadores culturales de sus hijos, ofrecerles un menú de actividades, pero así estimulan su flojera. Mejor un “y a mí qué”, provocar que salgan de su aburrimiento autónomamente.

Entiendo.

...O el niño que ha tenido un día agotador: exámenes, entreno… Llega a casa, tira la mochila y exclama: “¡Estoy cansadísimo!”. Los padres perfectos le preparan un baño y le sirven la cena. Yo abogo por un: “Te entiendo perfectamente porque yo llego así muchos días, pero por favor recoge la mochila”.

Ya.

La adolescencia se ha convertido en un nuevo fenómeno cultural y comercial. Y a menudo la autoestima se confunde con el narcisismo que hoy se considera una conducta normal, y eso fragiliza mucho. Si te crees que el mundo está para servirte, vives en un engaño.

Hay que ser comprensivo...

Los adolescentes aprenden saltándose los límites. Tienen más energía que sentido común para controlarla y a menudo actúan sin lógica; los padres lo sabemos, pero esa comprensión te la debes guardar para ti, tú debes ser sus frenos.

Dice que sin culpabilidad no hay moralidad... suena carca.

Hoy la palabra culpa está proscrita, pero señalarles las faltas es decirles que los consideras personas responsables de sus actos y no unos insensatos que no saben lo que hacen; así podrán reflexionar y extraer alguna conclusión.

¿Con o sin castigo?

La mejor manera de librar a un culpable de sus remordimientos es ofrecerle la posibilidad de hacer borrón y cuenta nueva. El drama de nuestros jóvenes es que hay demasiados adultos confundiendo comprender con justificar.

Con lo que hacemos nos hacemos.

Así es, y defiendo otro concepto olvidado: la virtud, cuya esencia es la ambición de realizar bien lo que tengas que hacer. Me parece más útil el compromiso de los actos que eso de repetir valores: “sé bueno” “sé sincero”, “sé justo”...

...

Y creo que es más noble aprender a querer la ­vida a pesar de sus constantes zancadillas que aspirar a una felicidad que se supone se consigue renunciando a la vida, es decir: creyendo que si eliminas lo que va mal serás feliz.

¿Entienden por acoso lo mismo hombres y mujeres?

"La conclusión que podemos sacar de lo tratado hasta ahora es que la respuesta a ofertas sexuales de hombres y mujeres es diferente y que el mismo acto puede ser juzgado de una manera muy diferente por un sexo o por el otro. Si las mujeres no desean ofertas sexuales se pueden sentir ofendidas y acosadas por dichas ofertas. Si los hombres están deseando recibir esas ofertas, las van a vivir como algo positivo. 

Este hecho tiene importantes consecuencias legales y morales. Vamos a abordar las legales en primer lugar. Existen datos, y ahora me estoy refiriendo de nuevo a estudios en revistas revisadas, de que las mujeres perciben un mayor rango de conductas como acoso sexual que los hombres. Rotundo y cols. realizaron un metaanálisis de 62 estudios sobre el asunto (en el mundo laboral) y encuentran una diferencia media de 0,30 en lo que hombres y mujeres consideran acoso. No es una diferencia muy grande pero en algunas de las conductas analizadas las diferencias son mayores que en otras. Y las diferencias más grandes se dan en las conductas más leves como bromas sobre estereotipos sexuales o gestos obscenos o conductas derogatorias no dirigidas a la mujer en concreto. También había mayores diferencias en la insistencia para pedir una cita y en contactos físicos no sexuales."

Leer completo en el enlace: https://evolucionyneurociencias.blogspot.pe/2017/08/entienden-por-acoso-lo-mismo-hombres-y.html

Antonio Martínez Ron entrevista al neurocientífico Mariano Sigman

Muy interesante toda la entrevista. Destaco lo siguiente:
"¿Cómo es eso del que más atiende, menos aprende? 
Puede sonar confuso, pero me explico. Imagina que le das un texto a diez mil chicos y luego haces ejercicios de comprensión y tratas de medir un montón de cosas para saber qué ha hecho que la mayoría de los chicos hayan entendido el texto o no. Hay muchos factores, pero el más importante es cuánto conocía el chico sobre ese tema, dónde estaba parado. Imagina una clase sobre historia, sobre los griegos. Si nunca escuchó hablar de ellos y te hablan de un rey y una disputa sobre un río y que otro rey lo atacó… Cuando tú le cuentas esa historia pero le dices que el rey era Parsimínides, el que nunca escuchó esa palabra se queda colgado ahí y no sigue más. En cambio, el que ya sabe que hay palabras que no significan nada o que las tiene que ignorar, lo comprende mejor. El primero está haciendo muchísimo esfuerzo por traducir una palabra difícil, por adquirir algo que no forma parte de su léxico. La paradoja es que estaba atendiendo muchísimo más que los otros.
¿El truco para aprender es llevar el concepto a zonas más profundas y pensar menos en ello a nivel consciente? 
Eso lo saben casi todos los maestros de música. Yo estudio guitarra y mi maestro me dijo “tienes que pensar para no pensar”, tienes que repetir muchísimo, tirar muchas veces a canasta o tocar muchas veces la guitarra para que esa secuencia salga sola y no piensas más en ello. Pero para que eso se haya vuelto una palabra de tu léxico tienes que haber trabajado muchísimo."
"Pero a la vez tenemos algo de serie, que son los sesgos cognitivos y que también están contagiando peligrosamente el conocimiento “averiado”. 
Claro, porque otra cosa compulsiva del ser humano es que somos creadores de teorías o constructores de historias. Uno no registra los hechos, sino su propia reconstrucción de los hechos. Los chicos forjan teorías desde muy pequeños sobre el porqué de las cosas. Y esas inferencias, ese ir mas allá de los datos, eso es la virtud y el karma del ser humano. Así somos. Eso ha hecho que tengamos una teoría de la relatividad, que entendamos las relaciones humanas… y también hace que construyamos fanatismos sin sentido, que pensemos que las vacunas producen autismo. Ese mismo mecanismo por el cual con pocos datos construimos una historia ha sido combustible para la ciencia y también para el delirio."

Un libro imprescindible, de Santiago González

Hay libros útiles, libros necesarios y libros imprescindibles como este que nos ocupa, un vademécum de las víctimas del terrorismo. En él vienen detalladas las biografías de las 857 víctimas mortales de la banda terrorista. Después de publicado el libro ETA cometería su último asesinato en una localidad francesa al suroeste de París, en la persona del gendarme Jean Serge Nérin el 16 de marzo de 2010.

Los autores, Florencio Domínguez, Rogelio Alonso y  Marcos García Rey, emplearon muchos meses en la investigación, documentación de un libro, que por decirlo con palabras de Raúl del Pozo “tiene muchos jornales dentro”. El resultado es una obra de ambición enciclopédica, que comprende todas y cada una de las biografías que se transformaron en esas ‘Vidas rotas’, con las circunstancias en que fueron asesinados, las reseñas periodísticas que dieron cuenta de cada crimen, los autores y las penas a las que fueron condenados por los tribunales. Cuando fueron hallados.

Vidas rotas cuenta todo lo que se sabe y denota todo lo que no se sabe, las más de 300 víctimas cuyos asesinatos no han sido juzgados ni esclarecidos policialmente. Es, como dijo la entonces presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, Maite Pagaza, “un monumento de palabras”. En estas páginas están las placas que los alcaldes nacionalistas no dejan colocar a Covite en los lugares donde fueron asesinadas, los stolperstein que en la ciudades alemanas y austríacas señalan los domicilios en que habitaron las víctimas del holocausto. Las víctimas no tienen un monumento en España que las honre más que este libro, inmejorable materialización de la aspiración reivindicativa que las víctimas condensan en ‘verdad, memoria, justicia’. Es preciso leer y releer este libro en estos tiempos en que el eco de tanto crimen se está desvaneciendo en el aire, como hemos tenido ocasión de ver en el vigésimo aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco, en esta hora en que se blanquean los miembros de la izquierda abertzale en las instituciones, siguiendo el modelo inaugurado por el alcalde de Rentería con cierto éxito de público, al dirigirse a las víctimas para pedir disculpas si  en algunas ocasiones no hemos estado a la altura etc.

Esto al parecer basta a algunas almas bellas para ver un giro interesante en la actitud de todos los Mendozas. El problema de los batasunos no es haber estado o no a la altura, haber dado el pésame en tiempo y modo. Es haber sido cómplices de los asesinos, modelo Ibon Muñoa, concejal de HB en Eibar en 1997. Él hizo el seguimiento a Miguel Ángel Blanco desde que bajaba del tren en Eibar a primera hora de la tarde para ir a trabajar a la empresa Eman Consulting, él alojó en su casa a los tres asesinos, Txapote, Iranzu Gallastegi y Geresta. No es que no estuviera a la altura, es que fue cómplice. No hay en estos arrepentimientos veniales ninguna condena de la carrera criminal de ETA, ninguna exigencia de disolución, ninguna predisposición a colaborar con la justicia. La verdad es que a veces no sé de qué hablamos cuando hablamos de amor.

Ahora, la Fundación de Víctimas del Terrorismo ha tenido una iniciativa ejemplar para cumplir esas tres aspiraciones: ha comprado los derechos del libro y se lo ofrece a todo el mundo en internet gratis. Bajénselo. Es un inmejorable libro de consulta,que también lo es de lectura. Basta buscar en el índice onomástico el nombre de una víctima para tener acceso a su biografía y a la de quienes con ella murieron si fue en un atentado múltiple. Deberían aplicarse a su lectura todos esos tipos que a modo de arrepentimiento, dicen que si en algún momento no hemos estado a la altura lamentamos las molestias y para las almas bellas que consideran esto un paso para la reconciliación y la paz.

En fin, queridos y queridas: pasen y lean:

Liu Xiaobo (1955-2017), por Julio Aramberri

Hace unos años, con motivo de la ausencia forzada de Liu en la ceremonia de entrega en Oslo de su premio Nobel, Simon Leys se hacía una pregunta: «Los líderes chinos seguramente tienen una idea muy cabal de su propio poder. Si es así, ¿por qué temen tanto a un poeta y ensayista frágil y carente de él, encerrado en una cárcel, privado de todo contacto humano? ¿Por qué la mera imagen de esa silla vacante al otro lado del continente euroasiático les provoca semejante pánico?» La pregunta de Leys, como casi todo en sus inteligentes trabajos, corta por ambos lados. Gracias a Liu Xiaobo y a otros resistentes como él, gracias a los chinos que no comulgan con ruedas de molino o que simplemente desean vivir mejor, estamos llegando a saber que esos gobernantes no son tan poderosos.

Artículo completo en el siguiente enlace: http://www.revistadelibros.com/ventanas/liu-xiaobo-1955-2017

Homenaje a Miguel Ángel Blanco

El llanto de una nación, de Federico Jiménez Losantos

Federico Jiménez Losantos dedicó las últimas páginas de su libro Los nuestros (Editorial Planeta) a Miguel Ángel Blanco. En un capítulo titulado "El llanto de una nación", Jiménez Losantos resumía así la reacción de España ante el asesinato del joven concejal de Ermua por parte de los etarras.

"Toda la Corona de Castilla, incluyendo naturalmente al Señorío de Vizcaya, no reunía tanta gente cuando fue capaz de descubrir, conquistar, evangelizar y occidentalizar a casi toda América en 50 años como fue capaz de reunir un vizcaíno de padres gallegos, Miguel Ángel Blanco Garrido, natural de Ermua, en un solo día: el 14 de julio de 1997. Juntando viejos, mujeres y niños, toda Castilla no llegaba en 1492 a los seis millones. Autores hay que no la dejan pasar de cinco. Sin embargo, este muchacho, al morir con sólo 29 años cumplidos, supo, pudo, hizo el milagro de echar a la calle a seis millones largos, que de punta a punta de España, incluyendo la Península y sus archipiélagos, lloraron a lágrima viva su desaparición. Millón y medio de personas en Madrid, un millón en Barcelona, medio millón en Sevilla, Valencia y Zaragoza, quién sabe cuántos miles en cuantas plazas de cuantos pueblos. Lo cierto es que el que no salió a la calle lloró en su casa, y el que salió, lloró también. Nunca hubo un llanto tan largo, tan concienzudo, tan sentido, sobre la áspera, verde y bermeja tierra de España. Nunca lloraron tantos por uno solo.

De este vizcaíno nacido de gallegos, de este español arriscado en la frontera, sabemos sólo una cosa, que para todos ha sido suficiente: era uno más, era uno de los nuestros. Y como nuestro nos lo mataron, y como nuestro lo hemos perdido y encontrado. Porque de la muerte de un hombre ha nacido algo más que un símbolo: un mártir. Y un mártir vasco de la fe española, pero un mártir en vaqueros, sin aspavientos, sin alardes. Un mártir de andar por casa, que es lo que todo el mundo pretende: andar por casa, por la casa grande de nuestro pueblo. Lo mataron precisamente por eso, porque era uno más. Y nunca llegó a más sólo uno, en su triste cuerpo desvanecido de agonizante.

Miguel Ángel Blanco Garrido tenía un padre albañil, una hermana en Escocia y una novia muy guapa con la que se iba a casar. Entró en política, en la modesta dimensión de la concejalía de un pueblo de Vizcaya, cuando asesinaron a Gregorio Ordóñez, el líder del PP en Guipúzcoa. Sintió entonces que la moral pública exigía dar testimonio de su fe, porque su fe, sin estridencias, le sostenía. Ahora sucede a Gregorio Ordóñez en la lista de mártires, que no víctimas, ni bajas, de la jauría etarra. Pero, más allá de este mundo, cuando ya no puede sentir miedo en los huesos ni angustia en el corazón, le ha tocado ser el sí bolo de todos los muertos de esa guerra sin declarar, y por tanto sin final, que es la política vasca.

Podía haber sido otro, porque otros muchos han pasado, como él, la angustia del secuestro, la humillación de la tortura, la espera de la muerte y la convulsión del moribundo. Pero ha sido él. Después de haber descubierto toda España el zulo de Ortega Lara y las condiciones inhumanas, peores que las de los nazis, los estalinistas o los serbios, que los etarras reservan para sus víctimas, la sensibilidad popular estaba a flor de piel. Y entonces secuestraron a Miguel Ángel y amenazaron con matarlo si, en 48 horas, el Gobierno no ponía a todos los presos etarras cerca de sus caseríos imaginados, de sus pisos cutres, de sus casas confortables, de su entorno familiar, tan cálido, tan reconfortante después de haber pasado por el trámite de despenar a algún prójimo. Era una forma de muerte lenta, a cámara lenta, dijo el periódico, y, en efecto, así fue. A las 48 horas, alguien vio el cuerpo de un hombre tumbado en una cuneta con la cara bañada en sangre. Nadie tuvo dudas de que se trataba de Miguel Ángel Blanco. Nadie tuvo dudas de que, al menos, sus sufrimientos habían terminado.

Porque durante dos largos, larguísimos días, España vivió la agonía de Miguel como suya. Y cuando llegó su muerte, la vivió como si fuese suya, personal e intransferible. De ahí el llanto, el río inmenso de llanto que anegó la cara antigua y hermosa de la patria. De ahí los millones de personas que salieron a la calle a llorar su propia muerte y a agradecerle a Miguel Ángel que hubiera muerto por ellos. Porque así se ha entendido y si no es así, no se entiende: el pueblo español ha sentido que Miguel Ángel ha muerto por todos los españoles. Y así lo ha llorado. Y así lo ha enterrado. Y así lo recordará siempre. Miguel Ángel Blanco no pertenece ya sólo a nuestra historia política sino a nuestra historia religiosa, si puede hablarse de religión en el sentimiento nacional. Unamuno, su paisano y maestro, diría que sí.

Espero que nadie entienda como falta de respeto a una figura tan sincera y profundamente querida y subrayar lo que de auto de Pasión ha tenido su muerte para este viejo pueblo descreído pero profundamente católico. Espero que no se entienda mal tratar de explicarnos cómo ha sido posible que todo un país caiga de rodillas, siervo de la pena, ante una persona que, 24 horas antes, era absolutamente anónima. Y sin embargo, los datos están ahí. Era un joven, con toda la vida por delante. Tenía padres pero aún no tenía familia propia. Sus orígenes no podían ser más humildes. Sus padres también vinieron de fuera, de muy lejos de Nazareth, aunque allí habían echado raíces. Con mucho esfuerzo pudo estudiar y supo terminar sus estudios con fortuna. Ya había comenzado a recoger el fruto de su trabajo. Una hermosa mujer a su lado, lo esperaba. El encontraba en la música la pequeña y doméstica locura que cada sábado hacía volar las preocupaciones y lo sumía en un éxtasis tranquilo, de pueblo, sin trascendencia. Y un día, al ver que habían cortado la cabeza de un Hombre Justo, sintió dentro de sí la llamada de la justicia, de hacer pública su confesión de fe en el prójimo. Y la siguió, contra los fariseos y los publicanos. Y todos vieron su virtud. Tal vez por eso lo eligieron para morir.

Dicen los forenses que sudó mucho, que su angustia fue inmensa tras su secuestro. No dicen que sudó sangre, pero como si lo dijeran. Dicen también que le ataron las manos a la espalda horas antes de matarle, para que viera llegar el final de su tiempo sin poder tomarle la medida, como un inmenso terror desierto. Dicen que lo hicieron arrodillarse en la cuneta antes de ponerle la pistola en la nuca. Y que, de rodillas, después de dispararle una vez, tras unos segundos que se harían horas, días, años, los 29 años de vida y todos los años de una vida por venir que ya no llegaría nunca, lo remataron en el suelo. Y lo dejaron por muerto, como un pobre animal atropellado en la carretera.

Pero Miguel Ángel no murió entonces. Su cuerpo exánime guardó todavía unas horas el pálpito al que algunos llaman vida y otros el simple andar del corazón. Anduvo aún, en las brumas de una agonía que ya no era suya, sino de toda España, horas y horas, sin esperanza pero como ejemplo.

Esas horas fueron decisivas para convertirle en mártir, en santo, en crucificado a los ojos de la gente humilde, del pueblo corriente, del común que ve la vida por la televisión pero sabe distinguir lo que hay de verdad detrás de unas imágenes y vio que detrás de las imágenes de Miguel Ángel llegando al hospital vivo pero yerto, tapado con una pobre manta azul que parecía tejido para Lázaro por Marta y María, todo lo que había era verdad. Pura verdad. Cegadora verdad. De ahí nació el llanto. Y de ahí el culto.

Porque la forma en que España se lanzó a llorar por plazas y avenidas, por calles y callejas no ha sido por orden ideológico, ni siquiera político. Ha sido tribal por el impulso, nacional por lo civilizada, moral y religiosa por lo que ha tenido de culto a los muertos en nombre de la vida. Ha sido como un grito ante el abismo y como un himno de ofrenda. Ha sido la mayor procesión laica de nuestra Historia, pero en vez del Cristo, el pueblo caminaba tras la imagen de un muchacho asesinado por los enemigos de la nación y de la libertad, por los que quieren romper lo que, más que cuerpo político, casi parecía cuerpo místico.

La muerte de Miguel se ha visto no sólo como un acto de crueldad sin límites sino también como un sacrilegio. Por verter la sangre de un inocente tras hacerle agonizar más de dos días, las mismas horas del Nazareno, pero también por atentar contra el inocente, contra el cordero, contra el que nunca hizo mal a nadie, contra el que sólo tenía como proyecto, además de los hermosos y modestos de su vida familiar, el de ir caminando hasta Madrid para conseguir que rehicieran el polideportivo de su pueblo, roto por la tormenta. En recompensa, en homenaje, toda España se puso en pie camino de su tumba. Y le van a construir el polideportivo que llevará su nombre. Y le van a guardar para siempre, en los libros de Historia, lugar de respeto.

Pero acaso lo más importante de ese inmenso entierro con seis millones de acompañantes y 33 más de deudos y parientes es que la vieja nación, a la que se daba por rota y vieja, apareció a la luz del sol y bajo la lluvia inmensamente joven, llena de vida, renacida por la sangre de Miguel Ángel. Y se miró a sí misma y casi no se reconocía. Por eso muchos, en la Plaza del Pilar donde se celebró el funeral postrero, que no definitivo, lo llamaban santo. Porque dijo Miguel Ángel Blanco Garrido a España: levántate y anda. Y España se levantó, se puso en pie y echó a andar por todos los caminos de su ser. Así fue, así ha sido y así se recordará en el tiempo. Esa estancia vacía y luminosa en la que hoy habita la memoria de uno de los nuestros". 

Juan Carlos I, el transitorio; de Arcadi Espada


Nada más lógico que aprovechando los festejos del aniversario de las primeras elecciones hayáis vuelto una vez más a vuestra vieja canción impugnadora. La chusma española, de la que formas parte aunque la militancia te exija una cierta discreción sobre tu cuenta corriente, no puede reaccionar de otro modo ante el mayor éxito de la Historia moderna. Entre Carlos III y tú no hay nada comparable y de ahí que proyectéis sobre la Transición vuestro cargado aliento. El fracaso español existe y sois vosotros, y la Transición se hizo, imperialmente, contra vosotros. El tipo exacto de gente que sois, las presuntas razones que invocáis y hasta qué punto suponéis algo especial en los instrumentos desafinados del concierto de las naciones me traen sin cuidado. Es verdad que en todas partes hay gente que confunde sus apocalipsis personales con los colectivos. Es verdad, también, que hay un permanente comercio político en torno a esa gente, que se agrava en tiempos de crisis. Y es verdad, por último, que proliferan los enganchados a una estética del fracaso que se transmite de generación en generación como el color de los ojos. La chusma se vitamina, además, con la actividad de los españoles que quieren dejar de serlo, porque esa es la forma que adopta su fracaso: como debió decir Cánovas, nacionalista es el que no puede ser otra cosa.

La Transición supuso algo insólito en el mundo: el paso de una dictadura a una democracia sin que mediara revolución alguna. Ese es el sentido de la expresión «de la ley a la ley» que acuñó el verticalísimo Torcuato Fernández Miranda. La Monarquía cayó por una revolución. La República cayó por otra revolución. La Dictadura cayó por un acuerdo. La circunstancia podría llevar al orgullo civil, porque demuestra el grado de madurez de las élites políticas españolas de entonces. Todavía despierta la admiración de Europa. El presidente Borut Pahor se quejaba ayer sombríamente en El País de las dificultades de la reconciliación nacional en Eslovenia, 26 años después de la independencia: «Hay que caminar juntos. Y déjeme decirle que en eso admiro mucho a España y la figura de Adolfo Suárez. Ustedes lo consiguieron, es un éxito fantástico. Ojalá nosotros también podamos». La Transición fue un acuerdo entre demócratas. Su interpretación corrompida empieza por considerarla un pacto entre franquistas y demócratas. Falso. Ningún franquista participó en la Transición. Ningún comunista tampoco. Ni Fraga era franquista ni Carrillo comunista. Adolfo Suárez era el mismo demócrata que Felipe González. Jordi Pujol el mismo que Martín Villa. No fueron las elecciones del 77 ni la Constitución del 78 lo que los hizo demócratas. Todos ellos habían decidido ya que sus ideas sobre la organización de la convivencia solo podían pasar por el acuerdo democrático. Los que no aceptaron el axioma quedaron excluidos. El primero, Franco, al que solo la muerte, la gran niveladora, pudo hacer un demócrata. Y, por supuesto, el pistolerismo fascista y nacionalista. La palabra fetiche de la época fue chaquetero. Fue irremediable que se aplicara a los antiguos fascistas mucho más que a los comunistas. Pero da lo mismo: todos los que hicieron la Transición cambiaron su chaqueta. E hicieron bien. Hay que cambiarse la chaqueta de vez en cuando.

Entre los innumerables pactos de los demócratas destaca el de la excepcionalidad. No el del olvido, como sigue diciendo la interpretación corrompida. El que busque cadáveres en las cunetas que acuda a la colección de la revista Interviú, el testimonio más completo de la Transición. No había semana sin una historia de cunetas y venganzas. Y aludo a la literatura popular, porque la literatura culta ni siquiera hubo de esperar a que la transición se completase en 1978 para publicar la gran mayoría de lo sustancial sobre la Guerra Civil y el Franquismo.

Párate aquí un momento. Sí, la Transición acabó en 1978, con el fin del periodo constituyente. Los intentos de ir alargando su final -el 23-F, el triunfo socialista, la vuelta al poder de la derecha con Aznar, el revisionismo de Zapatero- sólo han sido perversas manipulaciones posteriores de la política que han colaborado irresponsablemente en la idea de España como transición eterna. Algo que celebra y alienta antes que nadie la ontológica deslealtad nacionalista.

Los demócratas no pactaron el olvido, sino el cierre de un estado de excepción que había durado 42 años. El pacto no decía que los hechos no hubieran tenido lugar, sino que los delitos no habían tenido lugar. Los delitos de los ministros que firmaron penas de muerte y los delitos de los terroristas que ejecutaron penas de muerte. Los demócratas prefirieron legislar sobre los vivos que sobre los muertos. Carretera o cuneta. La admirable decisión tomada introdujo rápidamente en España la ley democrática, permitió el ingreso en la Comunidad Europea y facilitó, en pocos años, un desarrollo económico sin precedentes modernos.

Ahora una fracción de españoles pide la revisión del pacto de los demócratas. Aunque no deberían mentir: no pueden reclamar la verdad, porque la verdad es pública desde hace mucho tiempo. Reclaman la venganza. Selectiva, por supuesto: la reclaman para Martín Villa y no para los asesinos de Melitón Manzanas o José María Bultó. No hace falta insistir en la idiocia técnica que supone querer ganar la Transición que perdieron, como antes quisieron ganar la Guerra Civil perdida. Ni tampoco subrayar la perversión moral, «a moro muerto gran lanzada», de los que exigen una acción valiente cuando el riesgo de tomarla ya no existe. La mayor parte de ellos son gentes formadas intelectualmente en las series, y El ministerio del tiempo es una de ellas, y notable y española. Tampoco es descartable que la alucinada macedonia de su cerebro haya concluido que la transición fue una estafa porque Imanol Arias, el protagonista de Cuéntame, defraudó a Hacienda.

El primus inter pares de los demócratas que acordaron la Transición fue Juan Carlos I. Resulta impresionante que su hijo lo apartara esta semana de la celebración del gran pacto español. A Juan Carlos lo llamó El Breve el profético Santiago Carrillo. Algo habrá ganado si al final lo convierten en El Transitorio. El gesto de Felipe VI, desdichadamente personal y que el siempre menudo Gobierno del Estado no ha tenido la grandeza de corregir, es de una sorprendente mezquindad institucional. Pero lo peor es que refuerza la idea nacionalpopulista de que algo sigue abierto e inacabado en España. La revolución pendiente. Es lógico, y merecido, que de inmediato el nacionalpopulismo haya aprovechado la grieta para declarar que, en efecto, sigue abierta la transición a la República. Juan Carlos I se echó a perder como hombre cuando empezó a intercambiar sms con periodistas. Pero el otro día en el Congreso no se celebraba su abdicación sino su reinado y su impuesta ausencia dio a la ceremonia un inquietante aire de usurpación. Fíjate, sé que me dices, si fue una farsa la Transición que de la vergüenza escondieron la otra mañana a su principal muñidor. Y yo no concedo. Pero acuso.

Sigue ciega tu camino.

A.

Entrevista a Benito Arruñada

Emilia Landaluce entrevista a Benito Arruñada en El Mundo.

El populismo está en todas partes.
Lógico. Es un truco fácil. Su esencia es convencer a las masas de que todos sus males son culpa de otros, ya sean los judíos, la élite o los españoles. Pero el fin es siempre manipular a la masa para tomar el poder. Ha florecido en política pero también lo vemos en algunos jueces que basan sus decisiones en la voluntad popular. Incluso presumen de ello en la prensa, como hizo el juez Velasco al decir que "Los jueces ten[ían] que interpretar la ley conforme al pueblo".

¿Hay entonces sentencias "del pueblo"?
Al menos en materia penal y a juzgar por lo que decía este juez. Pero también en materia civil, como sucedió con la sentencia de los suelos hipotecarios. Estos jueces, cuando el legislador no legisla pero creen que el pueblo lo pide, de hecho se ponen a legislar. Olvidan que si tenemos una democracia representativa es precisamente para decidir ese tipo de cuestiones complejas. Cuando el juez interpreta la voluntad popular, también suele caer en el populismo y, desde luego, está expandiendo su poder sin apenas control ni responsabilidad.

¿El Gobierno de Rajoy es también populista?
No, si entendemos como populismo calentar a las masas para alcanzar el poder. Ahora bien, en las políticas que se hacen sí hay rasgos crecientes de demagogia populista, como la dicotomía élite-masa. Volviendo al tema hipotecario, de un lado están los pobres deudores y del otro los bancos malos. Esa simplificación es perversa. En ambos lados hay buenos y malos, y debemos diferenciarlos por su bondad o maldad, no por ser deudores o bancos. Quien se endeudó frívolamente debe pagar por ello. Lo mismo que el banco que haya engañado. Pero es esencial no tratar a todos los deudores como santos y a todos los bancos como demonios. Si no, quienes acaban sufriendo son los deudores futuros, pues no habrá hipotecas para las personas del tipo a las que hoy liberamos de pagar, que a menudo son las más humildes.

El único consenso alcanzado en materia de educación es que los niños puedan pasar de ciclo sin aprobar.
Algunos creen que la manera de frenar el fracaso escolar es negarlo y regalar titulaciones. Habría que resolverlo haciendo que más alumnos superasen los exámenes. Lo grave no es que tengamos un alto fracaso escolar sino que además este fracaso se produce con una exigencia muy baja. Y temo que, cuanto más lo bajemos, más fracaso habrá, porque enviamos la señal errónea. Pero la culpa no es sólo del sistema. Todos somos responsables, profesores y padres.

Uy... ¿exigencias a los padres?
La situación de España es la que queremos los ciudadanos. Nos negamos a reconocerlo pero sólo tenemos los problemas que elegimos tener. Nuestros políticos toman decisiones perniciosas, a menudo a sabiendas, no porque sean corruptos o incompetentes sino porque nos obedecen. ¿Los ciudadanos queremos más gasto público con impuestos bajos? ¿Pensiones con jubilación temprana y buena sanidad para alargar la esperanza de vida? Nos lo dan todo mientras puedan aumentar la deuda pública. Lo mismo con el empleo: como queremos proteger al empleado, nos dan la mayor protección de Europa. En consecuencia, nadie quiere tener empleados, y menos fijos, por lo que acabamos montando un régimen insensato de empleo temporal. Pero luego aborrecemos a los mercados cuando se niegan a prestarnos más dinero o cuando, pese a haber paro, las empresas evitan contratar empleados. Siempre olvidamos que dos no contratan si uno no quiere. Y cuando vienen mal dadas, nos revolvemos contra el político que tan sólo hizo lo que le pedimos. Buscamos excusas por doquier menos en nosotros mismos.

¿Con la educación pasa lo mismo?
Sí, en la medida en que echamos la culpa al sistema pero éste está en manos de los padres más activos. Se han ido imponiendo normas sociales de baja exigencia y es imposible salirse de ellas, excepto para quien pueda pagar un colegio privado o comprar piso en un barrio caro, que son los que tienen buenos colegios públicos. Así que aquellos que querrían mayor exigencia acaban rebajándola para adaptarse a la norma social, ya se trate de deberes, de horarios o de móviles. Necesitaríamos más libertad y competencia. Hoy, quienes prefieren una exigencia baja hunden a quienes preferirían exigencia alta. Debería suceder al revés.

Muchos titulados no encuentran trabajo.
Sí pero concentrados en carreras sin demanda, que incluso reducen su productividad. Simultáneamente, las empresas no encuentran personal para puestos cualificados y se quejan de la mala actitud de muchos jóvenes. Pero ¿qué hacemos? Decir que tenemos la generación mejor preparada.

¿No lo cree así?
Es un mito. Sirve para evitar responsabilidades. Quien cree que las nuevas generaciones están preparadas concluye que padres y profesores lo hemos hecho bien. Luego, cuando no encuentran el empleo que cree merecer, ya no culpa a quienes les educamos sino al empresario, al mercado o al Gobierno, por no crear mejores empleos, como si estos fueran sólo cosa de una de las dos partes.

¿Estamos creando una sociedad irresponsable?
Quizá haya algo de eso. En lugar de ciudadanos con deberes y derechos abunda el príncipe sólo con derechos. Es normal que una persona con dos o tres títulos se frustre cuando no encuentra un empleo que le satisface, pero debería preguntarse si no se habrá dejado engañar con esos títulos. Esa frustración abastece el populismo en el hijo pero también en los padres porque quieren creer que le han educado bien. Temo pensar cómo reaccionarían ante una crisis profunda.

Pero, ¿vamos hacia otra crisis? Según Rajoy, ya la hemos pasado.
Sí, pero a nuestro modo. Tenemos una deuda estratosférica y dependemos del apoyo de BCE. Es discutible cuánto de nuestro crecimiento es artificial y apenas hemos hecho reformas estructurales. La regulación laboral sigue siendo muy rígida y muchas instituciones disfuncionales. Y luego están todas las tensiones que vive Europa, además de la tentación proteccionista. Afortunadamente no caímos en el pro- teccionismo comercial durante la crisis. De haberlo hecho se habría agravado, como en los años 30. Si hubiera otra crisis, podría ser peor, porque hoy el riesgo de proteccionismo es mayor.

Se critican las políticas de derechas del PP.
España es de izquierdas y la política se adapta. El PP está a la izquierda de los partidos de derechas europeos. Y desde luego, muy a la izquierda del Partido Demócrata de EEUU. Respecto a sus reformas, la izquierda las critica y el propio PP presume de ellas, pero en realidad están casi por hacer. Supongo que el paripé nos tranquiliza porque sólo queremos reformas mágicas e indoloras.

¿La culpa de la crisis la tenemos los ciudadanos?
En democracia, ¡cómo no la va a tener el ciudadano! Nos cuesta mucho responsabilizarnos. ¿Qué gobernantes tenemos? Los que votamos. Pero las crisis no tienen culpables. De lo que sí somos culpables es de agravarlas, con nuestra imprevisión e indolencia.

Dicen que, con la robotización, en unos años se debería implantar la famosa renta universal.
No veo la conexión. Sí veo que nuestras leyes laborales llevan a preferir robots a empleados. Y que algunos quieren agravarlo poniéndoles impuestos a los robots. Supongo que exceptuarían los robots domésticos, como también hacen ya en lo laboral, pues el servicio doméstico sí que está liberalizado. Es la hipocresía más reveladora de nuestro falso izquierdismo: protegemos al empleado excepto cuando somos nosotros los empresarios.

El liberalismo económico apenas se ha aplicado.
Hace unos 150 años sí se hizo una política liberal, de la que aún vivimos, pues fue entonces cuando se pusieron los cimientos del Estado moderno. A finales del XIX se inicia una regresión que llega a su culmen en los 40. Luego, se empieza a liberalizar con el plan de estabilización y la entrada en la Unión Europea, pero lo hemos dejado a medias.

¿Por qué tiene mala prensa la globalización?
Porque los miles de millones que ha sacado de la pobreza no nos interesan. Nos gratifica apadrinar a un niño con nombre y cara, pero que ese niño se eduque, se valga por sí mismo y compita con nosotros, eso ya nos gusta menos. Queremos consumir productos baratos pero que nuestros propios servicios sigan siendo caros.

A los políticos de Ciudadanos no se les cae de la boca lo de las puertas giratorias.
Eso, ¿no era más de Podemos? En todo caso, también a eso se le da un tratamiento maniqueo. Se habla mucho de puertas giratorias con la empresa pero poco de las que hay con la Administración. Para un profesional, saltar a la política tiene unos costes tremendos. En cambio, un funcionario no sólo recupera su plaza con antigüedad sino que cobra un extra vitalicio. Hemos llenado la política de burócratas. No se extrañe de que sólo sepan tratarlo todo con el BOE. O de que en el ámbito judicial surjan graves conflictos de intereses.

¿Qué le parece que de Amancio Ortega se critique hasta su altruismo?
Lo de Amancio Ortega es sangrante, no tanto por la envidia como por el desprecio que suscita. Fíjese que mucho intelectual sigue creyendo que nuestro Ortega importante es un filósofo. Además, un filósofo que lideró un populismo intelectual pernicioso, que primero encendió la hoguera y luego se lavó las manos. Y la extrema izquierda no traga que alguien se haga rico sirviendo a los demás. Parecen detestarle más que a los corruptos.

¿Qué papel juega la prensa?
La privada, el de correa de transmisión. Distribuye lo que le demandamos. Quizá la concentración de la TV sea grave: permite a cada grupo ocupar todo el espectro de gustos e ideologías mediante canales extremados. Con canales independientes, tendrían que cubrir más mercado y serían menos extremistas. También es pernicioso el partidismo de los medios públicos, pues sirven a una minoría.

¿Cómo ve el problema catalán? Puigdemont ya ha puesto fecha al referéndum.
Complicado. No es sólo que la independencia sería traumática sino que los planes que se han filtrado describen un Estado autoritario y sin separación de poderes.

¿Y cree que eso menguará el apoyo?
Sí. Quizá por eso los han desmentido, pero sin dar explicaciones y manteniendo el secretismo.

¿A qué se debe el repunte del independentismo en los últimos años?
Al éxito de las películas de buenos y malos, que se usan en las crisis para copar el poder. Con el agravante de que esa historia falsa se ha pagado con dinero público. El famoso suflé del independentismo no es transversal. Los datos muestran que se concentra en quienes, además de hablar catalán en casa, se informan a través de medios dirigidos por la Generalitat. El president Tarradellas lo vio venir. Ya en 1981 advirtió de que las políticas de Pujol eran nocivas porque dividían a los catalanes. Han pasado 36 años y estamos muy divididos.

¿Ve factible que se llegue a algún acuerdo?
Un buen acuerdo es difícil porque debería impedir que, como los anteriores, sirva para seguir desuniéndonos. ¿Cómo se garantiza eso?

Se habla de plurinacionalidad.
Sería inútil pactar sobre palabras que cada uno entiende de forma distinta. Sólo se generaría más conflicto.

Es usted pesimista...
No me veo pesimista sino realista. El optimismo infundado es el refugio del oportunista, del vendedor de magia. Podemos solucionar nuestros problemas, pero las soluciones no son gratis y requieren el esfuerzo de todos, empezando por reconocer cada uno nuestra propia responsabilidad.

De género, de Arcadi Espada


Dispusieron una notable cantidad de instrumentos para medir el heroísmo de Ignacio Echeverría, el joven español que murió asesinado en Londres mientras trataba de defender a una mujer herida por terroristas islámicos. Se utilizaron hechuras mitológicas y se glosó la acción en todos los subgéneros que nutren la épica, la lírica y el drama. Recuerdo que alguien incluso se puso flamenco y preguntó si cabe el heroísmo en una acción no premeditada. Me interesaron esas taxonomías pero lamenté que nadie aludiera a lo que Teresa Giménez, mi querida compañera en labores críticas, ha llamado “heroísmo de género”. O sea, la posibilidad de que Echeverría muriera por ser un hombre. La relación entre la violencia y la masculinidad la conocemos por el lado sombrío. Los asesinos, en su inmensa mayoría y en cualquier cultura, son hombres. Hombres que matan a hombres y también a mujeres y niños; y que lo hacen, entre otras razones, por su inexorable sumisión a los patrones biológicos y, en particular, al flujo testosterónico. Naturalmente, solo una minúscula parte se convierten en asesinos y la gran mayoría no tienen comportamientos violentos, por lo que resulta grotesca e infame la corresponsabilización de género que algunas mujeres practican cada vez que un hombre mata a una mujer. El patrón masculino general es, justamente, el que siguieron los compañeros de Echeverría. El patrón de la huida. Algunos hombres, sin embargo, escapan de esa regla general de conducta y temen menos que otros hombres y que casi todas las mujeres acudir a la violencia en defensa de sus propósitos, sean los que sean. Las páginas de los diarios están llenas de la descripción de esos propósitos, siempre vinculados con el mal. Habría sido una idea excelente celebrar al hombre cuando ha mordido al perro y ha puesto su testosterona y su vida al servicio del bien.

España y los españoles

"Yo también pienso en España. En la manifiesta superioridad española. Para empezar el wifi y la conexión de datos. En España habría una revuelta popular. Múnich es una ciudad unplugged y lo peor es que no parece tomárselo a mal. Luego, la comida. Salvo los países asiáticos, que no conozco y que ya veremos, no hay un lugar en el mundo donde la comida sea más satisfactoria, creativa, sana y barata que en España. Y cuanto más sofisticada es la comparación, más. Luego el ir y venir: carreteras, trenes y aeropuertos: no es fácil presentar un pack mejor. Paradójicamente lo peor de España son los autores de este prodigio, que son, naturalmente, los españoles. No se trata solo de la celebrada falta de autoestima. Es también algo relacionado con el descuido, con los márgenes mal segados de los caminos. Los españoles no rematan, no redondean. Han hecho, hacen, un gran trabajo. Pero proceden como el que pasa horas limpiando la cocina avasalladora y deja un par de vasos sucios en el fregadero. Luego es verdad que los españoles tienen enemigos muy adentro, y ésa es una singularidad de alto espectro que cabe vincularla con el manifiesto desprecio, aunque solo sea provincial, local, pequeño, por lo común.  La única inferioridad española visible son los lavabos. Esa es la razón, por ejemplo, de que los restaurantes españoles no tengan más estrellas que cualquier otro país. Es sabido que lo primero que hace el señor Benito Lamas, de la adiposa guía Lamas, cuando entra en un restaurante es preguntar por el lavabo y allí quedarse. Pero sí, los lavabos son el garve problema español. Insisto: lo que no saben gestionar bien los españoles es la basura que llevan dentro."

Escrito por Arcadi Espada.

Entrevista a Iñaki Arteta

"¿Cuál es la historia de Luis Domínguez, que simplemente era el enterrador del cementerio de Bergara? He leído que lo mataron porque enterraba a guardias civiles. Fue en 1980. Tenía treinta y nueve años, cinco hijos.

Enterraba a guardias civiles y luego él era cazador, iba al cuartel para las licencias, charlaba con ellos, se tomaban un vino, era como colega de guardias civiles. Chavales eran. Todos los guardias civiles que iban al País Vasco eran chavales. Y por eso lo mataron. Supongo que en los entierros los enterraría bien y de ahí la ofensa. Lo amenazaron y le hicieron alguna otra cosa antes de matarlo. Lo mataron en la puerta del cementerio, y uno de los asesinos, años después, cuando hicimos la entrevista, vivía en el piso de arriba de la viuda.

Y la historia de Ángel Astuy, en Oñate, cuarenta y ocho años, cinco hijos.

Sí. En 1980, prácticamente igual. Un policía municipal que hablaba con los guardias civiles. Les dirigía la palabra, en el pueblo. Y en la película dice su hijo que les decía el padre: «Cómo no voy a hablar con esos chavales, que vienen de no sé dónde a trabajar aquí, si yo soy un policía municipal, cómo no voy a hablar con esos chicos». Porque eran del gremio. Y ya le decían: «Ten cuidado con quién hablas»."

Entrevista completa.

Las mujeres no cobran menos que los hombres por el mismo trabajo

"Informes como el del Canadian Research Data Center Network revisan los mismos aspectos que yo he resumido aquí y la conclusión a la que podemos llegar es que la mayor parte de la brecha salarial se explica por las horas trabajadas y las elecciones que hacen hombres y mujeres con respecto a su trabajo y a su vida familiar. La trayectoria de hombres y mujeres en el mundo laboral es muy diferente. Cualquier discriminación es demasiada discriminación pero la fracción de la brecha salarial que sigue sin explicar después de estudios que han realizados diversos tipos de ajustes (tampoco analizan todos los factores señalados) varía del 2,5 al 5% por lo que la discriminación, si existe, no es la causa principal de la diferencia de sueldos. Según el estudio Glassdoor  la discriminación no es la principal causa de la brecha. Tras la corrección para algunos de los factores mencionados la brecha se reduce a un 5%. Según PayScale, la brecha salarial ajustada en 2015 fue del 3% y en 2016 se estimaba en el 2%." 

Grandes éxitos capitalistas de Fidel Castro

"Nos puede doler mucho a los amigos de la libertad, pero Fidel Castro fue un político de éxito en el mundo capitalista.

Dentro de los países en los que gobernaron, los comunistas dieron rienda suelta a una de sus dos características fundamentales: la violencia. Ningún sistema político asesinó a tantos trabajadores. Los comunistas acabaron con ellos a tiros, los sepultaron en terribles campos de concentración, y los mataron de hambre: las más mortíferas hambrunas padecidas nunca por el hombre fueron producidas por los comunistas, y fueron consecuencia de sus políticas anticapitalistas, a partir de las que aplicó Lenin hace casi un siglo.

Fuera de los países a los que sometieron dictatorialmente, los comunistas aplicaron sobre todo su otra característica fundamental: la mentira. Y con éxito. Hablando de campos de concentración, pruebe usted a recordar alguna película que haya visto sobre los campos de concentración comunistas, sobre las matanzas comunistas, sobre el hambre que provocaron los comunistas. Casi ninguna ¿verdad? Pues si eso no es un éxito, que venga Marx y lo vea.

El ex juez Baltasar Garzón es un héroe de los derechos humanos, es decir, del camelo conforme al cual se llama defender los derechos humanos a perseguir a Pinochet y a no haberle tosido jamás a Fidel Castro. Las dos cosas juntas definen los derechos humanos, y expresan el espectacular éxito de los comunistas en sus mentiras. Si le gusta a usted la literatura, le bastará con recordar que a Borges le negaron el Premio Nobel porque apoyó a Pinochet. Pero después se lo dieron a García Márquez, que respaldó la dictadura cubana hasta su muerte. A casi todo el mundo le pareció lógico y normal. Y así siguiendo…

O empezando, porque el éxito de Fidel Castro empezó antes de su entrada en La Habana el 1 de enero de 1959. Recuerdo de niño haber visto elogiosos reportajes en la revista Life sobre unos barbudos cubanos. En efecto, nadie hizo más por los criminales comunistas de Cuba que la prensa del país capitalista por excelencia, Estados Unidos, desde que Herbert Lionel Matthews, reportero y editorialista del New York Times, entrevistó a Castro en Sierra Maestra en 1957. El periodista, que fue crucial para convertir a Castro en un atractivo rebelde, insistió siempre que Castro no era comunista, y que lo único que en realidad quería era derrocar a Fulgencio Batista para celebrar…unas elecciones libres. En el lugar donde lo entrevistó, hay un monumento erigido por la dictadura en su recuerdo. Son comunistas, pero saben reconocer a sus amigos.

Dirá usted: es una excepción, porque la prensa siempre apoya el pensamiento crítico y la libertad. Piénselo mejor. Recuerde el tratamiento relativamente dulce que el comunismo suele recibir en los medios capitalistas. Y recuerde a Walter Duranty, que, junto con otros periodistas más famosos, en particular John Reed, brindaron un retrato idílico de los salvajes comunistas rusos de 1917. A ver: ¿en qué periódico trabajaba Duranty? ¿En qué periódico escribió unos reportajes repugnantes donde negó la hambruna generalizada que habían provocado los comunistas, siendo galardonado nada menos que con el Premio Pulitzer? Pues sí, claro que sí: en el New York Times."

Escrito por Carlos Rodríguez Braun.

Sobre la verdad

"Todo nacionalismo es también una fábrica de mentiras. Como te he explicado con enorme paciencia tantas veces la ventaja de las naciones antiguas es que sus mentiras fueron contadas hace mucho y su aire fétido se ha esfumado. Ser antinacionalista procura una saludable relación con la verdad. La verdad es una palabra en alza. Después de la siniestra campaña de Trump incluso algunos periodistas, gremio refractario a la verdad, a pesar de las apariencias, han descubierto que la verdad no tiene versiones. El propio New York Times hizo el descubrimiento deontológico del siglo al admitir que no debía poner en pie de igualdad una verdad y una mentira, como hasta entonces acostumbraba el periodismo hemos-de-conocer-su-versión-de-los-hechos. Ha sido necesario que las mentiras las pronunciara el que hoy es ya presidente de los Estados Unidos de América para que La Vieja Dama Gris quebrara su hipócrita tradición equidistante. Hay una cierta posibilidad de que The Trump after concite el desprestigio de la mentira política y acabe con ese grosero lugar común que identifica la verdad en la política con la ingenuidad de los principios. Los antinacionalistas, por lo general, son gente bien preparada para la verdad, porque el centro de su actividad ha sido el incesante decapado de las mentiras nacionalistas. Un partido antinacionalista español (y espero que celebres la malicia de que ponga estas dos últimas palabras a hablar) es el que ha de reclamar, por ejemplo, que los escolares aprendan una historia común objetiva, que no es la suma de los puntos de vista de los andaluces, catalanes o vascos, del mismo modo que la historia de la Guerra Civil, por ejemplo, no es la suma del punto de vista franquista y del punto de vista republicano... ¡para sacar después la media! Uno de los más graves problemas de la democracia es el de afrontar la circulación de las mentiras sociales y su influencia en la elección de los gobernantes. Los antinacionalistas pueden aportar un sólido know how. En España fueron los primeros en comprobar cómo las mentiras nacionalistas reducían la calidad (y la cantidad) de la democracia."

Escrito por Arcadi Espada.

Pedro Muñoz Seca

"Tres epitafios. Murió el matrimonio que atendía la portería de su casa y el hijo le pidió un epitafio. Escribió esto: «Fue tan grande su bondad, / tal su generosidad / y la virtud de los dos / que están, con seguridad, / en el cielo, junto a Dios». Como no recibió la aprobación eclesiástica, por afirmar rotundamente que se habían salvado, hizo otra versión: «Fueron muy juntos los dos, / el uno del otro en pos, / donde va siempre el que muere / pero no están junto a Dios / porque el obispo no quiere». Tampoco lo aprobaron y redactó el tercer epitafio: «Vagando sus almas van / por el éter, débilmente, / sin saber qué es lo que harán / porque, desgraciadamente, / ni Dios sabe dónde están»."

"Le ataron las manos con un alambre. Como un Cyrano de Bergerac gaditano, conservaba la entereza y el humor. Les dijo a los que iban a fusilarlo: «Me lo habéis quitado todo, la familia, la libertad, pero hay algo que no me podéis quitar: el miedo».".


"Ya en Paracuellos, según el testimonio del doctor Sanz Beneded, cambia de opinión. Dice a sus asesinos:
-Me equivoqué al ingresar en la prisión de Madrid y deciros lo que os dije; sois tan hábiles que me habéis quitado hasta el miedo."

Populismos

"La obligación de políticos e intelectuales es la de señalar con precisión las responsabilidades ante los hechos. Los españoles no estaban desencantados por el bloqueo gubernamental. Los españoles, incluso buena parte de los españoles socialistas, estaban indignados por el bloqueo que el Psoe decretó. De ahí que la víctima del proceso haya sido el partido socialista. Al principio de su llamamiento, las élites europeas señalan las causas del Brexit y de la victoria de DT: "El aumento de las desigualdades, el ascensor social que no funciona, el miedo a la pérdida de identidad acrecentado por el temor a la inmigración en masa, el olvido del tema social, un sistema educativo y cultural deficiente, la desconfianza hacia unas élites obsesionadas por sus intereses personales y unas instituciones públicas consideradas costosas e ineficaces". Es penoso que hayan olvidado señalar una última (o primera) causa: la manifiesta incapacidad de las élites europeas para pensar y actuar profunda y verazmente. No sé si su humillante complejo de culpa es una de las causas de la ascensión de los populismos; pero sí es una de las causas que dificultan gravemente la solución. El párrafo revienta de bullshit. Ese extremo cuidado eufemístico con el que se alude al racismo de tantas buenas gentes europeas: "...el miedo a la pérdida de identidad acrecentado por el temor (es decir el miedo acrecentado por el miedo: curiosos intelectos gramaticales que aún creen que la redundancia se resuelve con sinonimia) a la inmigración en masa". Sin embargo, lo más nefasto del texto es cómo reproduce y blanquea los mantras populistas. La última crisis económica hizo crecer (pasajeramente) la desigualdad en Occidente; pero la desigualdad se reduce cada día en términos globales. El ascensor global funciona mejor que en cualquier otra época de la humanidad. El olvido del tema social es una frase tan descuidada y soez como ilustrar una noticia sobre el crecimiento económico español con imágenes de la muerte por asfixia de una anciana. En cambio, algo de verdad debo reconocer, a la luz del texto, sobre la deficiencia del sistema educativo y cultural. Unas élites obsesionadas por sus intereses personales no le llega a la suela de los zapatos a la peor línea de guion de House of Cards. Y en cuanto a las instituciones, sólo el populismo las desprecia: sabe que son la línea Maginot del sistema. Toda la acción del populismo se resume en la extraordinaria frase italiana (Rafael Sánchez Ferlosio la atribuye a Carducci, un día que ya en la puerta de casa tuvo que volverse a por el paraguas), nunca demasiado repetida en esta época: "Piove, governo ladro". La primera victoria del populismo es hacer creer que llueve a cántaros. Y la deriva intelectual y política es considerar que su distópica fantasía pertenece al aclamado y dominante género de la ficción basada en hechos reales."

De Arcadi Espada.

La democracia pese al periodismo

"Los medios de comunicación han trasladado su crisis (y el pesimismo derivado de la misma) a su relato de la realidad. Muchas veces, también, los periodistas lo han hecho con sus frustraciones personales. Una dependencia moralmente distinta a la de un banco, pero periodísticamente igual de dañina. Consciente o inconscientemente, ha sido así. La idea del progreso ha decaído, sobre todo, en los medios y a través de los medios, al resto de la sociedad. Y sus editores deberían reflexionar sobre la contribución real del periodismo a lo que ellos llaman “ser fundamentales para la democracia”. Porque, además, también se supone que periodismo es la prensa del corazón y los realities. Actualmente, la mayoría de los medios —también la prensa— contribuye a otra conclusión: que la democracia representativa no se hace gracias a los medios sino a pesar de la mayoría de ellos."

Escrito por Antonio García Maldonado.