¿Qué pasa con el libre albedrío?

Jorge Alcalde.

Cuando, en la madrugada del 6 de junio, Venus culminó su tránsito entre la Tierra y el Sol, regalando imágenes astronómicas de insuperable belleza, lo hizo según un programa establecido hace 15.000 millones de años. De alguna manera, con la explosión primordial del Big Bang se crearon las condiciones que habrían de predestinar eones más tarde a un planeta inhabitado del Sistema Solar a arrojar su sombra sobre el Sol.

Todo está escrito en el mundo físico. Por eso los astrónomos son capaces de predecir con milimétrica precisión cuándo volverá a ocurrir un tránsito de Venus como el de este año: en 2117. Pueden ocurrir catástrofes, impactos de asteroides, erupciones de radiación estelar, fenómenos inadvertidos pero no fortuitos. Cualquier sopresa que nos depare el Cosmos ha de ocurrir según las leyes de la física, y tiene su día y su hora programados.


El determinismo de la física, al menos de la física de los más grandes, la mecánica que debemos a Newton y a Einstein, ha impregnado otros muchos campos del saber. No son pocos los científicos que sueñan con encontrar las mismas reglas precisas e incorruptibles para el origen de la vida, la evolución de los organismos, el desarrollo de los mercados bursátiles, el clima, la mente humana...


¿No es la mente (dicen) un producto de la materia? Se organizan neuronas que son entidades químicas formadas por proteínas que han sido codificadas por genes que son moléculas... y esas neuronas desarrollan una actividad fisicoquímica, intercambiando señales eléctricas que funcionan según las leyes del electromagnetismo y mercadeando con sustancias que siguen los postulados de la química orgánica. Es cedir, el cerebro se puede explicar básicamente con las mismas ecuaciones que permiten comprender por qué se enciende una bombilla al hacer pasar una corriente eléctrica por sus filamentos. Si la mente es un producto del cerebro, ¿nuestros pensamientos, nuestras creencias, emociones y manías, nuestros prejuicios, miedos, amores y odios están también sometidos al dictado determinista de la leyes físicas?


1No son pocos los neurólogos que opinan que así es. De hecho, es corriente mayoritaria la de los expertos que prefieren pensar que nuestra mente es sólo sustrato físico. Y todos deseamos que, al menos en parte, así sea. "No nos gustaría que fuera de otra manera, en ocasiones", dice Michael Gazzaniga. "No nos gustaría que la acción de llevarnos la mano a la boca fuera un proceso aleatorio, queremos el helado en los labios, no en la frente"


Pero si todas las facultades de la mente están igualmente sometidas a las leyes del mundo físico, ¿no terminamos siendo una suerte de zombis sin libre albedrío? Mi voto en las pasadas elecciones, mi deseo de abrazar a mis hijos cuando llego a casa, la elección de pareja, mi aversión a los impuestos, mi pasión futbolera... ¿son sólo productos de un programa establecido hace 15.000 millones de años? Con la explosión del Big Bang nacieron las condiciones físicas y químicas que terminarían conduciendo a que Venus transitara ante la Tierra en junio de 2012 y que Jorge Alcalde decidiera unas semanas antes comprarse y leer con placer ¿Quién manda aquí?, de Michael Gazzaniga, editorial Paidós.


Por extraño que parezca, entre la comunidad científica cunden los que creen que el mundo funciona así, que vivimos en un universo que lo determina todo. Incluso nuestra mente. Michael Gazzaniga pertenece a la rara avis de neurocientíficos que opinan lo contrario. Su último libro es, precisamente, un alegato científico contra el determinismo neuronal. En sus 313 páginas de argumentación científica trata de defender que los actos humanos son sólo responsabilidad nuestra, de esa unidad específica y exclusiva a la que llamamos individuo. Que "la magnificencia de ser humano es algo que todos valoramos y no queremos que desaparezca con la ciencia". Queremos sentir nuestra propia valía manifestada en el libre albedrío de nuestras decisiones, que escapa a las leyes deterministas de la física. Queremos y podemos porque, según Gazzaniga, la ciencia no está en disposición de demostrar lo contrario. En sus propias palabras,
es posible defender que una compresión científica más completa de la naturaleza y de la vida, del cerebro y de la mente no va en detrimento de ese valor que todos apreciamos.
Tras transitar por estas páginas es muy probable que los que creen que todo está escrito en los genes sigan pensándolo. Para el resto, nos queda el argumento técnico de que la ciencia aún alberga demasiadas incertidumbres para tomar partido. Y el argumento intelectual de que reducir nuestros actos al designio de la física es la salida más fácil y perezosa. Ante el dilema de no saber cómo funcionamos, tan perezoso es creer que lo hacemos porque así lo mandó Dios como creer que lo hacemos porque una cadena de aminoácidos decide por nosotros.


MICHAEL S. GAZZANIGA: ¿QUIÉN MANDA AQUÍ? EL LIBRE ALBEDRÍO Y LA CIENCIA DEL CEREBRO. Paidós (Barcelona), 2012, 320 páginas. Traducción de Marta Pino Moreno. 

twitter.com/joralcalde

A vueltas con la austeridad

Gabriela Calderón de Burgos.



Uno de los más influyentes comentaristas de la crisis actual es el Premio Nobel de Economía Paul Krugman, que ha dedicado gran parte de sus energías a condenar las políticas de austeridad y muy poca tinta a explicarnos específicamente a qué se refiere.  

La Comunidad Forex define la austeridad como "la reducción del gasto por parte de los Gobiernos con el objetivo de reducir el déficit presupuestario". "Las medidas de austeridad suelen incluir recortes salariales y aumento de impuestos y se realizan para garantizar el pago de los créditos a los acreedores gubernamentales", añade. En inglés hay definiciones igual de confusas, y por eso el economista Tyler Cowen, de George Mason University, ha llegado a la conclusión de que austeridad es "una palabra engañosa y muchas veces mal interpretada".
Es mejor si describimos las políticas de manera más concreta y de hecho eso no es tan difícil hacerlo.
A grandes rasgos, el término puede referirse a varias estrategias que pretenden combatir el déficit fiscal:
  1. reducción del gasto público;
  2. subida de impuestos;
  3. reducción del gasto y subida de impuestos.
En la gran mayoría de los casos, los países europeos han adoptado una combinación de reducción del gasto y aumento de impuestos.
Si observamos la evolución del gasto público como porcentaje del PIB entre 2006 y 2011, veremos que en España pasó del 38,4 al 43,6%, en Grecia del 45,2 al 50,1% y en la Eurozona del 46,7 al 49,3%. Así que, a simple vista, hablar de recortes de gastos "brutales" o "salvajes" parece exagerado, cuando no incorrecto.
Mi colega del Cato Institute Juan Carlos Hidalgo ha analizado las políticas de ajuste aplicadas en algunos países de Europa. En el Reino Unido, el gasto público –como porcentaje del PIB– pasó del 51,5% en 2009 al 49,9 en 2011; en el mismo período, el gasto público francés pasó del 56,8 al 55,9%; el italiano, del 51,6 al 49,6% y el griego, del 53,8 al 50,3%.
El denominador común entre los países considerados por Hidalgo es que el ajuste se realizó principalmente mediante subidas de impuestos y tímidos recortes del gasto público. El resultado de esta estrategia ha dejado mucho que desear. En el mejor de los casos, no se ha retomado la senda de la recuperación económica; en el peor, la situación ha empeorado considerablemente.
Era de suponer que, cuando los políticos hablaban de "austeridad" –entendida como apretarse el cinturón–, no eran ellos los que se iban a incomodar, sino que iban a cargar a la ciudadanía con más impuestos.


© El Cato

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La increíble historia del virus que cambiará el modo de hacer guerras

Obamaworld.

El presidente George W. Bush quería más opciones. En 2006 Irán había retomado el enriquecimiento de uranio en la planta de Natanz (en la foto). Estados Unidos solo tenía dos opciones: permitir la hipotética bomba nuclear iraní o impedirla con un ataque militar.

Bush quería algo más. La única alternativa que encontraron la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, y el asesor de Seguridad Nacional, Stephen Hadley, procedía de una unidad recién creada, el Cibercomando de Estados Unidos.


La propuesta era simple: introducir un virus en el sistema de control de los centrifugadores que enriquecen uranio en Natanz para que diera órdenes erróneas y los aparatos se autodestruyeran. Bush era escéptico, pero aceptó. Empezaron el trabajo.

Necesitaban probar el virus en modelos iguales a los anticuados iraníes, que procedían de una venta del padre del programa nuclear pakistaní, A. Q. Khan. Por suerte, Estados Unidos almacenaba en Tennessee unos iguales: venían de los restos del programa nuclear libio que Muamar Gadafi había abandonado en 2003.

Al cabo de unos meses se hicieron las primeras pruebas. Fueron un éxito. Poco antes del final de su presidencia, Bush se encontró en la mesa de la “Situation Room” de la Casa Blanca el polvo de los centrifugadores destruidos. Habían creado el primer virus informático capaz de salir del ordenador y destruir artefactos del mundo real. Los mejores ejércitos del mundo sumarán otra opción a su arsenal de tierra, mar, aire y espacio: la red.

El programa americano para crear el virus se llamó con el código “Juegos Olímpicos”, aunque en el mundo lo dio a conocer el nombre que le puso un informático de Microsoft, Stuxnet.

Esta historia y la confirmación de que Estados Unidos fabricó este virus procede de una investigación del periodista del New York Times David Sanger. Publicó primero un artículo en el periódico, que resumía parte de sus descubrimientos de su nuevo libro, Confront and Conceal, que salió el martes. Estados Unidos no trabajó solo: una unidad israelí especializada en ciberataques ayudaba.

La colaboración tenía para los americanos dos motivos: los israelíes son buenos y si les tenían cerca quizá lograban convencerles de que había otras maneras de frenara el programa nuclear iraní sin usar misiles.

Ahora venía la otra parte difícil: meter el virus en los ordenadores de Natanz que controlan los centrifugadores. El reto era doble. Primero había que mandar un virus espía para que describiera cómo funcionaban. Pero había otro problema aún mayor: Natanz no está conectado a internet. El virus debía saltar. La solución era un usb.

Algún técnico o científico debía conectar un disco duro portátil en su ordenador y luego pasarlo a las máquinas de la central. Lo lograron; no está claro si con ayuda consciente dentro de Irán o no (Sanger escribe que tras el usb, “métodos más sofisticados se desarrollaron para enviar el código maligno”; no dice cuáles). El virus envió las instrucciones de vuelta a Estados Unidos. El primer sabotaje de infraestructura real mediante un programa informático estaba casi a punto.

El virus era tan complejo y trabajaba con tanta discreción que los iraníes no entendían qué ocurría cuando todo empezó a fallar: imaginaron defectos de fabricación, errores imprevistos y llegaron incluso a despedir científicos. El objetivo de Stuxnet era retrasar las intenciones iraníes y lo consiguió: Natanz era una planta destinada para 50 mil centrifugadores; hoy hay aún menos de diez mil.

Según Sanger, con Obama ya elegido, los dos presidentes se reunieron en el Despacho Oval a solas. Bush pidió a su sucesor que mantuviera dos programas secretos: Stuxnet y los aviones sin piloto contra Al Qaeda en Pakistán y otros países. Obama cumplió con creces.

Ahora se ha confirmado gracias a Sanger que Estados Unidos e Israel estaban detrás de Stuxnet, pero hace casi dos años que se sabe que existía y se sospechaba que solo podía estar detrás un país con los recursos americanos. En 2010, una variante del virus original para llegar a más centrifugadores -aparentemente preparada por los israelíes, aunque no está claro- no reconoció bien su destino y salió a la red abierta.

En junio de 2010, una empresa bielorrusa de antivirus lo detectó cuando ya había infectado miles de ordenadores. Con el tiempo, otros expertos en seguridad informática desglosaron el código y comprobaron el nivel de perfección y vieron que el virus estaba sobre todo en ordenadores iraníes y, en menor medida, indonesios e indios. Fue fácil intuir qué había ocurrido.

Stuxnet es sobre todo la confirmación de que Estados Unidos trabaja desde hace años en ciberarmas de ataque, no solo defensivas o de espionaje. Aunque en ese ámbito también los americanos están a otro nivel. La mejor prueba es un nuevo centro de la Agencia de Seguridad Nacional en Utah que estará listo en septiembre de 2013 (en la imagen).

Estará dedicado a almacenar y analizar -espiar, en suma- información secreta de otros países y de sus ciudadanos. Será, según cuenta Wired, en este largo reportaje, es el primer centro capaz de poder analizar cantidades ingentes de datos para ver qué es interesante. Ningún país está a ese nivel.


El espionaje industrial de empresas y funcionarios americanos desde China es célebre. El robo de datos financieros desde Europa del este y Rusia es conocido. Los ataques de Anonymous se hicieron famosos. Pero cualquier compración con la capacidad americana y lo que veremos en el futuro es ridícula.

Estados Unidos se planteó eliminar en 2011 las defensas antiaéreas libias con un ataque en la red. Les hubiera llevado un año, según un funcionario. Pero ese tiempo se reducirá. El único intento parecido al del Stuxnet lo hizo Israel cuando trató con escaso éxito de limitar las defensas sirias cuando destruyó su reactor nuclear en 2007.

Nadie más está a niveles parecidos. Pero todo llegará. Ese centro impresionante que construye Estados Unidos cuesta 2 mil millones de dólares; Irán prevé invertir mil en su ciberejército. ¿Qué consecuencias tendrá para las guerras del futuro? Los expertos creen que hará variar estrategias, pero no dará más opciones a países menos poderosos.

La razón principal es obvia: un enemigo pequeño podría llegar a causar con un ciberataque un desastre parecido al del Katrina en Nueva Orleans. Pero ese país respondería con un ataque militar convencional. Así que el equilibrio de poderes variará menos de lo que parece.

El ciberterrorismo a estos niveles requiere también por ahora demasiada inversión y capacidad como para ser significativo. La red traerá nuevas opciones militares, pero la única arma que por ahora ha cambiado las guerras es aún la bomba nuclear.

Niño es acusado de reunirse con opositores y poner carteles

Háblalo sin miedo.



These Gears Really Work?


Fuente: Eugenio Rodríguez.

Víctima, 9 de junio: Luis Carlos Albo Llamosas

Libertad Digital.



A las cuatro de la tarde del miércoles 9 de junio de 1976 la banda terrorista ETA asesinaba a tiros en Basauri a LUIS CARLOS ALBO LLAMOSAS cuando se dirigía a pie al Instituto de Enseñanza Media de la localidad vizcaína, donde daba clases de Formación Política.
Dos terroristas le esperaban en el cruce de la calle Tercio de Lácar con la avenida de José Antonio. Cuando la víctima se acercó efectuaron varios disparos de pistola a bocajarro y, seguidamente, se dieron a la fuga en dirección a Bilbao en un coche donde les esperaba una tercera persona con el motor en marcha. Pocas horas después del asesinato, el vehículo utilizado por los etarras, un Renault-8 de color amarillo, fue encontrado en la calle Ortiz de Zárate. El propietario del vehículo denunció el robo el mismo día del atentado.
Albo Llamosas, abogado y jefe local del Movimiento Nacional, el partido único del Régimen de Franco, resultó alcanzado por seis disparos en la cabeza, cuello y vientre. Nada más producirse el atentado, fue atendido por unos policías municipales y trasladado urgentemente al Hospital Civil de Bilbao, donde ingresó cadáver.
Cuando Luis Carlos era conducido en ambulancia al hospital se cruzó con ella una de sus hijas, Herminia, de 23 años de edad. Posteriormente diría a los periodistas: "Cuando vi pasar la ambulancia me temí lo peor. Mi padre no había recibido amenazas directas, pero creía que algo le podía pasar. Él era de los que siempre dan la cara y por eso algunos no le querían bien. A pesar de todo, nunca había tomado precauciones". También señaló que su padre solía llevar siempre el rosario encima y que acostumbraba a decir que "si está de Dios que atenten contra mi vida, que sea lo que él quiera". Pese a que tenía permiso de arma corta, nunca iba armado.
Sin embargo, y según algunas informaciones que se publicaron en la prensa, hacía tan sólo unos días que se le había aconsejado a Albo Llamosas que adoptase alguna precaución especial, porque se temía que pudiera ser objeto de un atentado por parte de un grupo de ETA-V Asamblea que había cruzado la frontera franco-española.
Dos días después, el 11 de junio, la banda terrorista reivindicaba el atentado en un comunicado hecho público en el sur de Francia, en el que señalaba que con anterioridad le habían amenazado por su colaboración con las Fuerzas del Orden.
Los funerales por Luis Carlos se celebraron al día siguiente en Basauri con la asistencia de unas dos mil personas. El féretro recorrió, a hombros de compañeros de Falange, los setecientos metros que separan la Jefatura Local del Movimiento, donde finalmente quedó instalada la capilla ardiente, de la parroquia de Nuestra Señora de las Nieves, en el barrio de Ariz. En medio del cortejo ondeaba la insignia de la Centuria Felipe Albo, que tomó el nombre de un hermano muerto en la guerra. A la entrada del templo se profirieron algunos gritos, ante los cuales el hijo mayor del fallecido, Luis Carlos, también abogado, pidió silencio a todos los presentes, ya que a su padre le hubiera gustado "que esto fuera un acto de oración". Entre los asistentes a las honras fúnebres encabezaba el duelo oficial el vicesecretario general del Movimiento y ex gobernador civil de Vizcaya, Ignacio García López. Junto a él estaban presentes las primeras autoridades provinciales, representantes de las Fuerzas Armadas y numerosos falangistas de las distintas ramas.
Al finalizar el acto religioso, nuevamente tomó la palabra el hijo mayor de la víctima para agradecer los numerosos testimonios de pésame recibidos, entre ellos el del ministro de la Gobernación, Manuel Fraga Iribarne. Recordó que su padre y él habían jurado bandera juntos, porque su padre no había podido cumplir el servicio militar por problemas en la vista, y evocó su último encuentro, cuando hacía unas semanas fue a visitarle a Burgos, donde se encontraba como sargento haciendo el servicio militar.
Luis Carlos Albo Llamosas había nacido en la localidad santanderina de Arnuero, aunque residía en Basauri desde muy joven. Era hijo de Fausto Albo, militar que fue alcalde de Baracaldo durante diecinueve años. Tenía 56 años y estaba casado con María Gloria Aguirre, con la que tenía seis hijos entre los 25 y los 11 años: Luis Carlos, Herminia, María Gloria, Felipe, María Teresa y María de las Nieves. El mayor, Luis Carlos, se había licenciado recientemente en Derecho por la Universidad de Oviedo y, en el momento del atentado, se encontraba en Burgos haciendo el servicio militar.

Erik Thor Sandberg

American Gallery and Erik Thor Sandberg web.


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