Hay libros útiles, libros necesarios y libros imprescindibles como este que nos ocupa, un vademécum de las víctimas del terrorismo. En él vienen detalladas las biografías de las 857 víctimas mortales de la banda terrorista. Después de publicado el libro ETA cometería su último asesinato en una localidad francesa al suroeste de París, en la persona del gendarme Jean Serge Nérin el 16 de marzo de 2010.
Los autores, Florencio Domínguez, Rogelio Alonso y Marcos García Rey, emplearon muchos meses en la investigación, documentación de un libro, que por decirlo con palabras de Raúl del Pozo “tiene muchos jornales dentro”. El resultado es una obra de ambición enciclopédica, que comprende todas y cada una de las biografías que se transformaron en esas ‘Vidas rotas’, con las circunstancias en que fueron asesinados, las reseñas periodísticas que dieron cuenta de cada crimen, los autores y las penas a las que fueron condenados por los tribunales. Cuando fueron hallados.
Vidas rotas cuenta todo lo que se sabe y denota todo lo que no se sabe, las más de 300 víctimas cuyos asesinatos no han sido juzgados ni esclarecidos policialmente. Es, como dijo la entonces presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, Maite Pagaza, “un monumento de palabras”. En estas páginas están las placas que los alcaldes nacionalistas no dejan colocar a Covite en los lugares donde fueron asesinadas, los stolperstein que en la ciudades alemanas y austríacas señalan los domicilios en que habitaron las víctimas del holocausto. Las víctimas no tienen un monumento en España que las honre más que este libro, inmejorable materialización de la aspiración reivindicativa que las víctimas condensan en ‘verdad, memoria, justicia’. Es preciso leer y releer este libro en estos tiempos en que el eco de tanto crimen se está desvaneciendo en el aire, como hemos tenido ocasión de ver en el vigésimo aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco, en esta hora en que se blanquean los miembros de la izquierda abertzale en las instituciones, siguiendo el modelo inaugurado por el alcalde de Rentería con cierto éxito de público, al dirigirse a las víctimas para pedir disculpas si en algunas ocasiones no hemos estado a la altura etc.
Esto al parecer basta a algunas almas bellas para ver un giro interesante en la actitud de todos los Mendozas. El problema de los batasunos no es haber estado o no a la altura, haber dado el pésame en tiempo y modo. Es haber sido cómplices de los asesinos, modelo Ibon Muñoa, concejal de HB en Eibar en 1997. Él hizo el seguimiento a Miguel Ángel Blanco desde que bajaba del tren en Eibar a primera hora de la tarde para ir a trabajar a la empresa Eman Consulting, él alojó en su casa a los tres asesinos, Txapote, Iranzu Gallastegi y Geresta. No es que no estuviera a la altura, es que fue cómplice. No hay en estos arrepentimientos veniales ninguna condena de la carrera criminal de ETA, ninguna exigencia de disolución, ninguna predisposición a colaborar con la justicia. La verdad es que a veces no sé de qué hablamos cuando hablamos de amor.
Ahora, la Fundación de Víctimas del Terrorismo ha tenido una iniciativa ejemplar para cumplir esas tres aspiraciones: ha comprado los derechos del libro y se lo ofrece a todo el mundo en internet gratis. Bajénselo. Es un inmejorable libro de consulta,que también lo es de lectura. Basta buscar en el índice onomástico el nombre de una víctima para tener acceso a su biografía y a la de quienes con ella murieron si fue en un atentado múltiple. Deberían aplicarse a su lectura todos esos tipos que a modo de arrepentimiento, dicen que si en algún momento no hemos estado a la altura lamentamos las molestias y para las almas bellas que consideran esto un paso para la reconciliación y la paz.
En fin, queridos y queridas: pasen y lean: