Lo fundamental en toda inversión es la relación entre rentabilidad y riesgo. Hay productos que ofrecen muy altas rentabilidades a cambio del riesgo de perderlo todo. Los trileros son un ejemplo (en cada jugada podemos duplicar la inversión), la deuda griega a un año, otro: sus tipos de interés superan el 100%. Si nos gusta jugarnos nuestros ahorros a la ruleta rusa, podemos estar ante activos atractivos, aunque probablemente en ambos casos las probabilidades de que perdamos sean muy superiores a las de ganar.
Lo ideal, pues, es buscar inversiones con alta rentabilidad y bajo riesgo. ¿Las hay? Sí, históricamente la bolsa es un activo muy rentable (una medida del 7% anual después de descontar la inflación) y de bajo riesgo a largo plazo (no hay período de 20 años en el que la bolsa estadounidense no haya ganado dinero); el problema es que la bolsa es muy volátil a corto –especialmente en momentos como el actual–, por lo que si tenemos necesidades de tesorería inmediatas o a incluso medio plazo (3-4 años), no tiene que resultar la inversión más acertada. El riesgo debemos analizarlo en relación con el momento en que deseemos reembolsar el capital y, ahora mismo, el horizonte económico –y por tanto bursátil– es incierto a corto y medio plazo (lo que, paradójicamente, significa que es un excelente momento para comprar barato para el largo plazo).
A día de hoy, un inversor prudente y conservador debería mantenerse alejado de la deuda española, al menos hasta que todas las reformas necesarias se implementen y el país dé claras señales de haber enderezado su rumbo (o hasta que se deuda cotice muy por debajo de par). Si la selección de bonos es un arte negativo, España debe ser descartada de plano.
(Vía Francisco Capella)
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