Las claves del éxito de la escuela finlandesa hay que buscarlas en una serie de elementos que se combinan para dar ese resultado. El primero de ellos es la altísima calidad del personal que forma a los maestros. Los profesores de las facultades de Pedagogía son en su gran mayoría doctores.
El segundo elemento explicativo del éxito finlandés es el alto nivel de excelencia de sus profesores en general, lo que tiene su origen no solo en la exigente formación que reciben, sino en el proceso de selección de los aspirantes a la propia carrera de profesor. Solo uno de cada diez solicitantes logra acceder a ella, es decir, solo los estudiantes mejor dotados y motivados logran convertirse en profesores.
De ello se deduce el tercer elemento de éxito: la profesión de maestro otorga un alto estatus en Finlandia, y para nadie es fácil impugnar la autoridad de los profesores. Esto tiene efectos decisivos respecto del ejercicio mismo de la labor docente, pero es que además explica el cuarto hecho distintivo del éxito finlandés: los políticos se cuidan de meterse en el campo educacional y convertirlo en arena de sus disputas, antojos y proyectos ideológicos.
De aquí se deriva el quinto elemento explicativo del éxito finlandés: la gran autonomía de los centros educativos y de los maestros a la hora de articular su labor. Los maestros gozan de una libertad que se han ganado sobremanera: ahí está el respeto generalizado por lo que hacen.
Esto nos lleva al sexto hecho decisivo: no se aceptan el fracaso ni la mediocridad en el ejercicio de la función docente.
En séptimo lugar tenemos la disciplina y los controles de calidad.
Finalmente, debemos hacer notar un elemento de mayor amplitud y complejidad. No cabe duda de que los resultados mediocres de los alumnos españoles en informes como los PISA hunden sus raíces en el entramado cultural que se ha desarrollado en las últimas décadas: la cultura del poco esfuerzo. En Finlandia, por el contrario, sigue rigiendo la cultura del deber.
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